“Yo no creo en esa justicia”
Hace 20 años, en 26 de julio de 1990, once personas — la mayoría del barrio pobre de Acari, en el suburbio de Río de Janeiro — fueron secuestradas por un grupo de exterminio formado por policías civiles y militares. Dos décadas después, los asesinos siguen sueltos y las víctimas continúan desaparecidas, aumentando cada día más el sufrimiento de sus familiares tras tantos años de lucha. El día 25 de julio, con la prescripción del crimen, parientes y amigos de los jóvenes desaparecidos perdieron aún más la esperanza de encontrar respuestas para uno de los muchos crímenes de este Estado fascista contra el pueblo pobre.
Según la tesis de doctorado del maestro en Sociología y doctorando en el Programa de Pos-Graduación en Sociología y Antropología de la UFRJ, Fábio Araújo, en esos 20 años, más de 75 mil personas desaparecieron solamente en el estado de Río. Los criminales, en su mayoría, son policías al servicio del Estado, de grupos de exterminio o grupos paramilitares.
Aún según la investigación de Fábio Araújo, las víctimas “generalmente, son hombres, jóvenes, en la franja etaria de 18 a 24 años, y habitantes de favelas”. De acuerdo con el sociólogo, las Madres de Acari — como quedaron conocidas las madres de las víctimas de la masacre de Acari — “hicieron un trabajo de limpieza moral para probar que sus hijos no eran criminales. Y aunque lo fueran, no deberían desaparecer o ser ejecutados”.
Una de esas madres es Marilene Lima de Souza, de 58 años, madre de Rosana de Souza Santos, una de las víctimas de la masacre de Acari, en la época con 19 años. El equipo de reportaje de AND fue hasta Acari para oír el relato de Marilene, una madre cansada y doliente después de 20 largos años de lucha por justicia y búsquedas por el cuerpo de su hija y de los otros 10 desaparecidos.
—Rosana era una joven muy bonita. Tenía 19 años en la época. Tenía sueños, quería ser maniquí. Sin embargo, de una forma terrible, ella fue quitada de mi vida. En la época que yo la tuve, era madre soltera y aún así la crié con todo el cariño, toda atención, conseguí hacer con que ella llevara adelante los estudios y de una forma arbitraria, brutal, quitaron a Rosana de mí. Mi primera hija. Además de matarla, no me dieron el derecho de enterrarla. Ahora ella debe estar en alguna fosa clandestina, asesinada y sepultada por las personas que deberían protegerla — lamenta.
— Eso todo fue terrible cuando sucedió y continúa siendo terrible después de todos esos años. Sólo quedó el vacío, pues a pesar de tener otros hijos, el espacio de Rosana hasta hoy no fue llenado y no lo será nunca. Hasta hoy nosotros dormimos esperando que, al día siguiente, acontezca alguna cosa, que encuentren cualquier cosa que identifique mi hija y las otras diez personas que desaparecieron. Cuando todo aconteció, me sentí impotente por ella estar lejos de mí y por qué no pude protegerla. Y aún me siento impotente por no haber conseguido encontrarla — cuenta Marilene.
Además de su hija Rosana, fueron secuestrados y muertos Cristiane Souza Leite, también de 17 años; Luiz Henrique da Silva Euzébio, 16 años; Hudson de Oliveira Silva, 16 años; Edson Souza Costa, 16 años; Antônio Carlos da Silva, 17 años; Viviane Roca da Silva, 13 años; Wallace Oliveira do Nacimento, 17 años; Hédio Oliveira do Nacimiento, 30 años; Moisés Santos Cruz, 26 años y Luiz Carlos Vasconcelos de Deus, 32 años.
En 1994, según la Amnistía Internacional, los secuestradores llegaron a ser identificados por el sector de inteligencia de la Policía Militar como siendo policías militares del 9º BPM (Rocha Miranda), y detectives del Departamento de Robo de Carga, de la 39ª DP (Pavuna), integrantes de un grupo de exterminio conocido como Caballos Corredores, acusado también de participación en la masacre de Vigário Geral, cuando 21 personas fueron sumariamente ejecutadas.
— Cuando nosotros nos organizamos, la palabra era ‘transformar’. Creíamos que sólo con nuestra lucha íbamos a conseguir acabar con la violencia policial. Sin embargo, los años fueron pasando y fueron organizándose madres de la Cinelândia, madres de la Plaza da Sé, madres del Espíritu Santo y otras madres que fueron perdiendo sus hijos de la misma manera que yo perdí a Rosana y fueron juntándose a nosotros. Si en la época que nosotros comenzamos nuestra lucha, los policías asesinos hubieran sido prendidos, con toda certeza los 21 de Vigário General no habrían muerto. ¿Pero que aconteció? ‘No vamos a dar bola’, ‘son madres de bandido’, ‘son locas’. Y ahí fueron rotulándonos y haciéndonos invisibles. Pues yo, hasta hoy me considero invisible — protesta la madre de Rosana, recordando que varias pruebas fueron descartadas por la justicia a lo largo de esos 20 años, garantizando la inmovilidad de las investigaciones.
— Varias pruebas fueron perdidas con el tiempo. En aquella época no existía ni siquiera el examen de ADN para peritar aquella Kombi llena de sangre. Fue constatado que un crimen había acontecido allí, pero la pericia no sabía decir ni si la sangre era animal o humano. Sin contar con el corporativismo, pues en la época venía siendo denunciada la formación de varios grupos de exterminio en el suburbio de Río y nada fue hecho — reclama Marilene.
— El Ministerio Público dice que los cuerpos son la evidencia del crimen. El local es desierto. Una testigo de 71 años consta en el interrogatorio como declarante y no como testigo. Un niño, que en la época tenía 12 años y consiguió huir del lugar, aún está vivo, ya es mayor de edad, pero hasta hoy no fue oído. Eso todo es prueba de que no se quería llegar a ningún lugar. Ya fue todo montado para que no llegarse a un desfecho y no haber punición — lamenta.
Narrando la ardua trayectoria de las Madres de Acari, Marilene recordó el asesinato de Edméia da Silva Euzébio, el día 20 de julio de 1993. Madre de Luiz Henrique da Silva Euzébio, secuestrado a los 16 años, Edméia salía del Complejo Penitenciario Frei Caneca cuando fue asesinada. Días antes, los policiales acusados de participación en la masacre de Acari tuvieron acceso al testimonio de Edméia, lo que habría motivado el crimen.
— Nosotras nos dedicamos, nos expusimos, Edméia fue asesinada y en la época yo no entendí por qué. ¿Por causa de 11 personas pobres? Pero después que yo vi como los asesinos también se organizaron para no ser punidos. Ahí yo tuve certeza que Edméia fue asesinada por causa del caso Acari. No existía líder entre nosotros. Nosotros no pensamos que eso iba a tener esa repercusión internacional. Nosotros sólo queríamos saber donde estaban nuestros hijos. Y acabó que nosotros es que fuimos condenadas. Condenadas a esa duda cruel — lamenta Marilene.
— Yo no creo en esa justicia, pues sé que ella es para pocos y ya no creo más en la prisión de los asesinos. Yo no me siento representada por el Estado. Entra gobierno y sale gobierno y no existe la menor perspectiva de cambio. Las policías son represoras y criminales, quitan el bien mayor del ser humano por los motivos más fútiles. La última palabra es siempre del policía. ‘Mató porque eran todos bandidos’, pero en realidad eran víctimas de ese estigma de que mujer pobre es fábrica de bandido. De que pobre es bandido. Eso tiene que acabar, pues nosotros también somos seres humanos — protesta.
— Los crímenes de cuello blanco siempre acaban impunes, pero los crímenes de los pobres, los crímenes de los ladrones de gallina, son duramente punidos, en muchos casos hasta con ejecuciones sumarias. Nosotros sólo tenemos voz en época de elección. Ahí sí, aprietan nuestra mano, besan nuestros pies sucios y descalzos y cuando electos, se olvidan completamente de esa población — denuncia.
El día 23 de julio, centenares de personas se reunieron en el Centro de Río para la 17ª Caminata en Defensa de la Vida. La manifestación recordó los 17 años de la masacre de la Candelária y los 20 años de la masacre de Acari y reunió varias organizaciones de defensa de los derechos del pueblo. Tres días después, más de 300 personas protestaron frente al Hospital de Acari contra el archivamiento de la investigación de la masacre de Acari. Esas fueron demostraciones de que, aún con todos los obstáculos creados por el Estado reaccionario, la lucha por justicia está lejos de llegar al fin.
Traducciones: [email protected]