En noviembre último, un grupo de 51 activistas y militantes del MST, del MTD, de la Consulta Popular y de la Vía Campesina, firmó una carta de salida de estas organizaciones y del proyecto estratégico defendido por ellas. Para los suscriptores de la carta, esas organizaciones fueron constituidas bajo una propuesta de lucha por la reforma agraria y por el socialismo, sin embargo la práctica desarrollada por ellas llevó a caminos opuestos al pretendido inicialmente.
Para ellos “Ahora nuestras organizaciones, cada una a su tiempo y no sin contradicciones, están dependientes del capital y su Estado. Las luchas de enfrentamiento pasaron a amenazar las alianzas políticas del pacto de clases, necesarias para mantener los grandes aparatos que conquistamos y construimos. Lo que en algún momento nos permitió resistir y crecer, se desarrolló de tal manera que se despegó de la necesidad de las familias y de la lucha, adquiriendo vida propia. Lo que viabilizó la lucha, hoy se ve amenazado por ella: lo que antes impulsaba la lucha, pasa a contenerla“. Consideran, aún, que estas organizaciones más los partidos políticos y las principales centrales sindicales se envolvieron de tal forma en un proyecto de desarrollo pro-capital que se hizo un camino sin vuelta.
En respuesta al documento de los 51, Fátima Sandalhel, por la Consulta Popular, afirma que “El contenido de las críticas presentadas por la ‘Carta’ revela que su divergencia es con la actualidad de las tareas llamadas de ‘democráticas y populares’ en la estrategia de la Revolución Brasileña “, añadiendo que sus posiciones “En verdad se identifican con una concepción estratégica que no es ni un poco nueva, estuvo presente y fue vencida en todos los procesos revolucionarios triunfantes del siglo XX, sobreviviendo sólo en la teoría y en debates académicos, ahora resucitados en este momento de reacomodación de la izquierda brasileña”.
Para la dirección regional del MST-RS “este desligamiento es expresión del proceso de encrucijada histórica en que se encuentra la izquierda brasileña y la militancia social, que verifica adhesión incontestada y acrítica al nuevo ciclo de desarrollo capitalista y a la vía institucional parlamentaria y al completo abandono del trabajo popular y de organización del pueblo brasileño y de la clase trabajadora“.
La lectura de los tres documentos revela contradicciones muy importantes en el campo teórico y práctico, sino veamos:
1 El hecho de que un determinado proyecto político, como la gestión petista al frente del Estado brasileño, se autodenomine de “democrático y popular” no le confiere veracidad, ya que la práctica no lo comprueba. Particularmente en el caso petista, la firma de la “Carta a los brasileños” y la práctica desarrollada en estos nueve años de gestión del viejo Estado de grandes burgueses y latifundistas, serviles del imperialismo, mostraron tratarse de un fraude de lo que se prometía.
2 Las raíces del oportunismo derechista en el movimiento obrero y popular que permearon la práctica de la izquierda brasileña, tanto durante el siglo pasado como en este, tiene origen en las tesis revisionistas del marxismo elaboradas por Bernstein y Kautsky, en el inicio del siglo XX y, principalmente, por el revisionismo moderno, cuyas tesis fueron presentadas por Nikita Kruschov en el XX Congreso del PCUS (1956). La esencia de las tesis revisionistas apunta para la colaboración de clases vía parlamento y el abandono de la violencia revolucionaria como método y forma de lucha de clases del proletariado y de las masas populares, así como de la dictadura del proletariado, necesidad histórica para la supresión de las clases sociales y de la sociedad de clases.
3 En el caso del petismo, las tesis revisionistas tuvieron el refuerzo de un andamiaje teórico elaborado a partir de la tergiversación del pensamiento de Antônio Gramsci con el cual la militancia fue orientada a ocupar espacios en el aparato de Estado y desarrollar una práctica estrictamente en los límites de la institucionalidad y legalidad burguesas. La base de tal interpretación está en el análisis de clases de la sociedad brasileña, de su formación económico-social. Del incorrecto análisis siempre se dedujo que:
- Una fracción de la gran burguesía brasileña (denominada burocrática) es entendida como burguesía nacional y que el proyecto de ella llevaría a un capitalismo autónomo y, por lo tanto, la clase obrera debe aliarse a ella. Tesis que adoptó casi invariablemente el partido comunista en Brasil. Tal fracción burocrática de la gran burguesía brasileña es la que surgió en el escenario político con el ascenso de Vargas al poder con el movimiento de 1930 y, posteriormente, se apoyó en los proyectos “desarrollistas”, inclusive expresándose como hegemónica en el régimen militar hasta el gobierno Sarney.
- La interpretación obtusa del trotskismo de ver la burguesía como un todo homogéneo y único, no diferenciando burguesía nacional (media burguesía) de la gran burguesía brasileña en sus dos fracciones (la burocrática, conectada a la producción, que utiliza el Estado para apalancar sus capitales, y la compradora, de origen en los grandes comerciantes, exportadores, importadores y banqueros). Ambas fracciones son atadas al latifundio y están al servicio del imperialismo, son clases dominantes del capitalismo burocrático, engendrado en los países atrasados por el capital financiero desde de su surgimiento, con el pasaje del capitalismo a su fase monopolista.
4 La implementación de un proyecto popular y democrático, en una semicolonia bajo el dominio de un capitalismo del tipo burocrático, sólo podrá se viabilizar como fruto de una revolución democrática de nuevo tipo, o sea, una revolución que tome el poder político de las manos del latifundio, de la gran burguesía y del imperialismo, destruya su aparato de Estado, sustituyéndolo por el nuevo Estado popular del frente único de las clases revolucionarias, basada en la alianza obrero-campesina y bajo hegemonía del proletariado, a través de su partido revolucionario. Los intereses del frente único es que dan el contenido democrático-popular al proyecto y solamente la existencia de una dirección proletaria podrá asegurar la aplicación radical de esos intereses y el pasaje de forma ininterrumpida al socialismo, cumplidas las tareas democráticas. Guardadas las debidas diferencias culturales y de tiempo, la experiencia desarrollada por Mao Tsetung en la China mantiene su universalidad y vigencia.
5 Siendo el socialismo, también, un periodo inevitable de transición entre el capitalismo y el comunismo, el éxito de su implementación, principalmente en el medio campesino, deberá darse por etapas y a partir de un trabajo de educación que lo conquiste para vivenciar el trabajo colectivo de lo simple a lo complejo, o sea, de la cooperación simple a través del cambio de días de trabajo y ayuda mutua bajo la forma de parcelas privadas asociativas, hasta la propiedad colectiva con la nacionalización de la tierra, pasando por varios tipos más avanzados de cooperación, hasta alcanzar, con el socialismo, la forma de propiedad de todo el pueblo, ya entonces establecida con la socialización de los medios de producción en la ciudad, de forma general.
El aspecto positivo de la ruptura, al contrario de lo que afirman los dirigentes del MST del sur, que acusan los disidentes de divisionistas, es haber dado un grito de alerta para un conjunto de activistas y militantes sobre el falso camino recorrido por sus organizaciones, no obstante no hayan presentado claridad en cuanto al camino alternativo. De ellos se requiere llevar más a fondo la rectificación de posiciones, bajo pena de seguir en el mismo callejón sin salida en que se encuentran las organizaciones de las cuales se alejaron.
El camino seguido por dichas organizaciones, tal cual sigue la mayoría de los partidos y grupos políticos de izquierda en el país (que apoyan total o críticamente el proyecto petista/imperialista), es una versión actualizada de la vieja cantilena que enfermó el PCB a mediados de los años de 1940, retomado en la segunda mitad de los de 1950 y continuado por el grupo liderado por Prestes. O sea, la tesis condensada en la famosa Declaración de Marzo de 1958 del PCB y su línea general de “unir la Nación para romper con el imperialismo”, a partir del análisis de que en la realidad brasileña surgían “gobiernos en disputa”.
Al centrar su crítica sobre una hipotética tesis del “socialismo ya”, que sería defendida por los disidentes, la representante de la Consulta Popular presenta una serie de argumentos correctos en cuanto a la debilidad de tal posición. Deja de lado, tal vez por indefendible, el tratamiento de cuestiones como la colaboración de clases y el alineamiento de las organizaciones al Estado burgués-latifundista servil del imperialismo. Entre estos, los que honestamente defienden el socialismo científico, se hace necesario reconocer que se metieron en un callejón sin salida. Es la ya famosa tesis oportunista de la “acumulación fría de fuerzas”.
Los dirigentes del MST del sur se equivocan al generalizar la confusión en el seno de su base para el conjunto del movimiento popular y de la izquierda brasileña. Basta que se examine la proliferación de movimientos y organizaciones políticas surgidas, desde la llegada del oportunismo a la gestión del Estado, para darse cuenta de que ha tiempo, personas y organizaciones se libraron de esta confusión, además de las que nunca se dejaron embaucar.
El mundo, en medio a la profunda crisis del imperialismo, vive un proceso de desarrollo de una situación revolucionaria, desigual por regiones y países, situación de la cual el Brasil es parte, y que sólo podrá alcanzar auges, dando el salto de calidad para una nueva sociedad, si fuera colocada en la orden del día la cuestión de la revolución, lo que, consecuentemente, depende de la existencia de vanguardia revolucionaria armada con una línea revolucionaria proletaria. La burguesía imperialista, dirigida por el capital financiero internacional, ya tiró en la lata de basura hasta su empodrecido sistema de elecciones “libres”, como constatamos con los últimos acontecimientos en Europa. Queda, por lo tanto, cada vez más reducido el espacio para que el oportunismo continúe a cabalgar la insatisfacción de las masas manteniéndolas en los límites parlamentario-institucionales.
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