As combativas manifestações dos garis tiveram amplo apoio da população carioca
Los trabajadores de la recolección de residuos y barrido de calles de la ciudad de Río de Janeiro, todos llamados de garis, dieron una dura lección al gerente municipal Eduardo Paes, en la Comlurb (empresa municipal de limpieza pública) y en la dirección vendida del Sindicato de los Empleados de Empresas de Asseio y Conservación. Así como sucedió con los choferes de ómnibus de Porto Alegre, en febrero, los garis atropellaron la traición del sindicato y forzaron el ayuntamiento a conceder un reajuste bien próximo al reivindicado por la categoría que entró en huelga en pleno carnaval carioca.
Fue también una gran derrota del oportunismo en general, que para defender la realización de la Copa de la Fifa viene diciendo ser impensable realizar protestas en ocasiones como, por ejemplo, el carnaval. Pues los garis hicieron protestas diarias, conquistaron apoyo de la población carioca y, cuando otros sectores, como profesionales de la salud y educación, se juntaban a ellos, el alcalde abandonó la actitud soberbia, y cedió.
La traición de los sindicalistas
Con un piso de 803 reales, los trabajadores rechazaron el acuerdo hecho por el sindicato, que cada a rodada de negociación se mostraba un fiel representante del ayuntamiento, en detrimento de los intereses de la categoría. El acuerdo preveía un aumento de apenas 70 reales en el piso salarial, mientras los trabajadores exigían un piso de 1.200 reales, aumento en el ticket alimentación de 12 para 20 reales, plan odontológico, vuelta del trienio, pago del 100% de los domingos y feriados trabajados y mejores condiciones de trabajo. Delante de la traición del sindicato, los garis comenzaron una movilización combativa e independiente y amenazaron parar en el carnaval si el ayuntamiento no negociase. El día 27 de febrero, víspera de carnaval, los garis hicieron una combativa manifestación por las calles del Centro de Río y dieron su mensaje:
— ¡Eduardo [Paes], puede esperar, en el carnaval vamos parar! — cantaban los garis.
— Señor Eduardo Paes, no cuente con estos garis en el carnaval. No cuente con nosotros. No desistiremos de nuestro trienio, domingos y feriados 100%, no desistiremos de nuestro aumento, de mejores condiciones de trabajo y de otras reivindicaciones ignoradas por el sindicato. Recordando que nuestro mes para redefinir salarios es marzo y nosotros no vamos a esperar hasta el día 1º. Vamos a parar antes caso no haya negociación directamente con la categoría. No reconocemos más ese sindicato — alertó el gari André Pereira.
— La dirección del sindicato no puede decidir la continuación o el fin del movimiento, un atributo exclusivo de la asamblea de la categoría. El sindicato colocó en algunos panfletos que nosotros somos títeres, prácticamente llamándonos de burros e ignorantes. Ese panfleto fue hecho con el dinero de la contribución de cada uno de nosotros al sindicato y está siendo usado contra nosotros. Eso es un abuso. Nosotros vamos a parar en el carnaval — alertó un trabajador.
Dicho y hecho. En la tarde del sábado de aquella semana, garis se reunieron en asamblea en la puerta del sindicato y decidieron cruzar los brazos. Los trabajadores siguieron en marcha hasta el ayuntamiento y, cuando llegaron a la Avenida Presidente Vargas — ocupada por coches alegóricos del desfile de las escuelas de samba en la Sapucaí — fueron atacados por la policía con bombas de efecto moral y de gas lacrimógeno.
Criminalización y despidos
Al día siguiente, el monopolio de los medios de comunicación sirvió de portavoz al ayuntamiento, reproduciendo el parecer de la Comlurb y del sindicato. Según las entidades, la huelga estaba siendo movilizada por una minoría de 300 garis y no representaba los intereses de la categoría. En el periódico O Globo de domingo, el alcalde Eduardo Paes atacó la huelga, diciendo que se trataba de la “acción de un grupo pequeño de bandidos y delincuentes”. Y la materia terminaba por ahí. El reportaje aún fantaseaba — sin evidencia alguna, como de praxis — que garis armados estarían amenazando los rompehuelgas. Siguiendo los llamamientos del monopolio, al día siguiente, era posible ver en las calles camiones recogiendo la basura con escolta de empresas de seguridad privada e incluso de la tropa de choque de la PM. Poco para contener la ira de los trabajadores.
— La prensa [de la burguesía] está denegriendo el movimiento, diciendo que nosotros somos bandidos. Bandido es ese alcalde que trata trabajador como animal. Esos guardas privados y policías que están escoltando la recolección de basura tienen la función de coaccionar los trabajadores. Ellos dicen que nosotros estamos amenazando, pero en verdad, muchos garis están compareciendo, pero no están trabajando. Los supervisores intimidan esas personas y mantienen ellas en cárcel privada, impidiendo los garis de adherir a la huelga. Ahora también pusieron esos policías armados y vigilantes que están amenazando el personal para ir a trabajar. Esa media está desinformando la población. Pero no importa, porque el pueblo sabe el valor del trabajo del gari — dijo el gari Célio Viana, uno de los liderazgos del movimiento.
La respuesta no demoró a ser dada en las calles. En los ocho días de huelga, miles de garis cruzaron los brazos e hicieron manifestaciones diarias, durante todo el día, reforzando el apoyo de la población al movimiento. Las montañas de basura crecían, mientras el ayuntamiento, la Comlurb y el sindicato insistían en decir que la huelga era fruto de la acción de una minoría. Del suburbio a la zona Sur, el escenario de la “ciudad maravillosa” fue tomado por detritos de todas las especies, causando un olor insoportable.
— Ese alcalde da más de 10 mil para los cargos comisionados de la Comlurb. Existe director que gana 20 mil. Y eso es todo cargo de confianza, como la gente llama. Todos son indicados por el alcalde y entran por la ventana. Pero la Comlurb somos nosotros, los garis. Nosotros que mantenemos esa empresa y al final del mes ganamos 800 reales. Ese alcalde tiene que tratar el gari con cariño, porque es así que la población nos trata. Pero están tratándonos con policía, bombas y mentiras divulgadas por la media — dijo Célio en la protesta que aconteció el domingo de carnaval, 2 de marzo, frente al ayuntamiento.
Al día siguiente, la gestión municipal avanzó en su campaña de criminalización del movimiento de huelguista y anunció el despido de 300 garis. El martes de carnaval, delante de las presiones de la población por causa de las montañas de basura en las calles, Eduardo Paes reforzó su posición antihuelga y elevó el número de despidos para 1.100. Era previsible, viniendo de un intendente que ya se declaró enemigo de los trabajadores al atacar con corte de salarios la huelga de los profesionales de la educación el año pasado. La categoría que también ensaya una huelga para el medio de marzo, no tardó a unirse a los garis en apoyo a su justo movimiento. También se juntaron a los agentes de limpieza urbana los trabajadores de la salud, sanidad, petroleros, entre otras categorías.
Alcalde derrotado
El carnaval pasó y, al sábado siguiente, día 8 de marzo — día internacional de la mujer trabajadora —, los garis hicieron una nueva manifestación bajo lluvia. Mientras el ayuntamiento y el monopolio de los medios de comunicación de esmeraban para continuar su campaña de criminalización — ofuscada por el apoyo popular a la huelga — garis caminaron de la Central do Brasil al Ministerio del Trabajo, en el Centro de Río. Llegando al local, garis fueron recibidos por una comisión formada por el presidente de la Comlurb, Vinícius Roriz; el jefe de la Casa Civil, Pedro Paulo; el procurador-general del Municipio, Fernando Dionísio; el presidente del Sindicato de Empleados de Empresas de Asseio y Conservación, Luciano David Araújo y el vicepresidente Antônio Carlos da Silva; el presidente del TRT, Carlos Alberto Araújo Drummond; la vice Maria de las Gracias Cabral Viegas Paranho; y la procuradora regional del Trabajo Débora da Silva Félix.
Encorralados, los representantes del Estado fueron forzados a ceder y concordaron en atender a las reivindicaciones de la categoría. Fueron conquistados piso salarial de 1.100 reales — 226 reales por encima del ofrecido inicialmente por el ayuntamiento — y el aumento en el valor del ticket alimentación de 12 para 20 reales por día. Con eso, la huelga de los garis se mostró uno de los mayores ejemplos de lucha clasista, independiente y combativa de la historia reciente de Río de Janeiro y un ejemplo a ser seguido por los trabajadores del Brasil y del mundo que ansían luchar contra la carestía y la emancipación del proletariado más allá de las luchas burocráticas impuestas por los sindicatos colaboracionistas.
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