La onda de escándalos de corrupción y la profundización de la crisis económica, política, institucional y moral por la cual pasa el viejo Estado semifeudal y semicolonial brasileño vienen revelando que entre los pivots de esa situación están grandes empresas y sus propietarios que nadaron en dinero público durante años para ampliar sus negocios y asumieron el compromiso de sostener el gran juego sucio de la política electorera brasileña.
La llamada “política de campeones nacionales” formó parte de un plan para sostener lo que quedó conocido como “neodesarrollismo” del periodo petista en la gerencia del viejo Estado. A través del BNDES, Luiz Inácio y su staff seleccionaron empresas con capacidad de hacerse grandes conglomerados nacionales e internacionales (léase empresas que, en pago de ayuda estatal para hacerse monopolios, se comprometían a irrigar campañas electorales y llenar bolsillos de mucha gente por el camino).
A partir de 2008, con la profundización de la crisis general de la economía mundial, se abrió la oportunidad de liberar aún más los cofres públicos para beneficiar intereses privados, bajo el manto de “generación de empleos”, “salvación de la economía” y cosas del tipo. Además de préstamos a esas empresas, el BNDES invirtió en participación accionaria.
Señales de la bancarrota, sin embargo, no tardaron a aparecer, y hoy hay un consenso de que esa política, como tantas otras del género en el país, fracasó miserablemente y aún contribuyó para abrir las entrañas del sistema político/electoral brasileño.
La política de “campeones nacionales” fue oficialmente concluida en 2013. Los perjuicios se acumulan y las deudas de las empresas remontan a centenares de miles de millones de reales. Su derrocada, sin embargo, más que resultado de mala gestión o corrupción, es fruto de la eterna pugna entre las fracciones de la gran burguesía en el país, de la absoluta incapacidad de esa clase conducirlo a cualquier desarrollo independiente y del sino del oportunismo electorero de afiliarse a los proyectos semicoloniales con discurso de falso nacionalismo.
Abajo, algunos de los ex-campeones y que fin llevaron:
LBR Lácteos
La LBR nació de la fusión entre la Leitbom y a Bom Gosto (que tenía participación accionaria del propio BNDES). Destinada a ser la “Ambev de las leches”, la empresa recibió R$ 700 millones del BNDES para realizar la fusión, en 2010. Sólo dos años después, la LBR (detentora de la marca Parmalat en Brasil), entró en recuperación judicial y el resultado fue registrado como perjuicio en el balance del banco.
Oi
En 2008, la gerencia de Luiz Inácio forzó el cambio en las reglas de las telecomunicaciones del país para posibilitar la compraventa de Brasil Telecom por la Oi, negocio que envolvió R$ 6,8 mil millones del Banco de Brasil y del BNDES, además de la participación de fondos de pensión, en un negocio de R$ 12,5 mil millones.
En 2013, la Oi compró Portugal Telecom por R$ 8,23 mil millones, en una transacción llena de tramoyas, que acabó elevando la deuda de la empresa.
El mayor pedido de recuperación judicial de Brasil vino en junio de 2016. La Oi acumulaba deudas de R$ 65,4 mil millones y, en la época, su valor de mercado era evaluado en R$ 800 millones (en 2012, llegó a R$ 21,3 mil millones).
La participación del BNDES en la Oi es de casi 6%, siendo su mayor accionista individual.
Odebrecht
Según informe del Tribunal de Cuentas de la Unión, la Odebrecht recibió 81,8% de los préstamos del BNDES destinados a obras de infraestructura fuera del país. El montante llega a R$ 31,7 mil millones de 2007 a 2016.
Conocida como contratista, la Odebrecht se expandió como un pulpo, creando subsidiarias en las áreas de petroquímica (Brasken), petróleo y gas, agroindustrial, defensa y tecnología, negocios inmobiliarios, transportes, industria naval, agua y saneamiento etc. etc.
Desde siempre conectada al poder, la familia Odebrecht siempre disfrutó de hartos incentivos estatales, haciéndose una de las mayores empresas brasileñas. Tal importancia la involucró también en grandes compromisos con todas oligarquías brasileñas, nuevas o viejas, haciendo de la contratista gran financiadora de campañas electorales y distribuidora de propinas, retroalimentando el sistema de beneficios recibidos a través de su influencia en las sucesivas gerencias de turno del viejo Estado.
La prisión de su presidente, Marcelo Odebrecht y varios ejecutivos, reveló un esquema gigantesco de corrupción que disponía de departamento y ejecutivo exclusivos.
OGX
La fortuna de Eike Batista dio un salto poco después de Luiz Inácio se instalar en el Palacio del Planalto. Ni el más optimista malabarista financiero proyectaría una ascensión tan vertiginosa. En pocos años, Eike figuraba entre los hombres más ricos del planeta.
A partir de 2004, Eike se metió en negocios variados pasando por minería, extracción de petróleo, logística, construcción naval, entretenimiento, hotelería y restaurantes. La celebridad fue turbinada por más de R$ 10 mil millones en préstamos del BNDES a las empresas del grupo, pero, según el banco, ese valor no fue liberado en la totalidad. Además de eso, el BNDESPar posee (o poseía) participación accionaria de la orden de R$ 550 millones en varias empresas del grupo.
Eike, que se encuentra detenido en Río de Janeiro por corrupción y crímenes contra el mercado financiero, posó de benemérito, patrocinó UPP, incentivó, vía propinas, la realización de la Copa de la Fifa y de las Olimpíadas. Finalmente, era el rostro del nuevo empresariado, la “quintaescencia” que la gestión oportunista quería presentar como modelo de desarrollo bañado a dinero público.
La derrocada fue aún más rápida que el ascenso, y en menos de tres años del primer fracaso, el “Midas” brasileño estaba atrás de las rejas.
Sete Brasil
La Sete Brasil es una empresa de inversiones creada en 2010, debido a la necesidad de equipamiento de prospección de petróleo en la capa pre-sal. Formada por capitales de fondos de pensión, bancos privados, Petrobras y del Fondo de Inversión del FGTS (FI-FGTS), rápidamente la empresa llegó al primer lugar en el mercado de sondas para aguas profundas.
En 2013, el FI-FGTS aportó R$ 2,5 mil millones en la empresa. Ya en 2016, el controlador de la Sete Brasil reconoció un perjuicio de R$ 5,6 mil millones. En agosto del mismo año, entró en recuperación judicial, con una deuda de US$ 19,3 mil millones.
La Sete Brasil está entre los envueltos en el esquema de propinas de la Petrobras investigado por la Operación “lava jato”.
J&F
Otro conglomerado que expandió enormemente su actuación, inclusive con gran participación en el exterior, fue el grupo J&F, controlado por los hermanos Joesley y Wesley Batista, y dueños de las marcas Friboi, Bertim, Swift, Vigor, Seara, Alpargatas, Canal Rural, Banco Original, además de inversiones en producción de celulosa, termoeléctricas, agropecuaria y decenas de frigoríficos en el exterior, con gran participación en el mercado de carnes de USA.
De 2002 a 2013, el BNDES liberó R$ 12,8 mil millones para el grupo, entre préstamos y participación accionaria, que hasta septiembre de 2016 era de la orden del 21,3%.
El gigantismo de los negocios del grupo era acompañado por el también gigante esquema de corrupción que irrigaba, en las palabras del propio Joesley en la grabación con Temer, jueces, procuradores, diputados, senadores y el propio presidente.