Las principales ciudades de Latinoamérica experimentan un gradual proceso de consolidación de ciudades represivas; por un lado existe un aislamiento de la pobreza en ghettos periféricos, donde convive la fuerza de trabajo con una creciente población en franco proceso de lumpenización (1), mientras por otro, las burguesías locales han optado por el enclaustramiento y la extrema fortificación de sus lujosos conjuntos residenciales.
Ecología urbana y segregación
En las primeras décadas del siglo XX, la ciudad norteamericana de Chicago fue todo un laboratorio para consolidar las diferencias de clase y étnicas. Esta ciudad mostraba barrios pobres habitados por obreros, que como escenario social contemplaban las oscuras operaciones de temibles mafias que controlaban el negocio del alcohol y de los juegos — por aquel entonces prohibidos. Estos barrios estaban asolados por recurrentes reyertas entre lúmpenes y una creciente violencia represiva aplicada por la policía norteamericana. Muy alejados de ese "mundo sórdido", en franca aplicación a un sui generis modelo de ecología urbana, se instalaban barrios burgueses ubicados en "oasis urbanos".
En el siglo XX, el mundo ha experimentado diversos momentos de crisis y de reimpulso del capitalismo. Las necesidades de mayor acumulación de capital han llevado al capitalismo a ensayar diversas fórmulas, donde se han articulado vanos intentos de prescindir de mano de obra, a través de la incursión de sucesivas innovaciones tecnológicas y paralelamente la precarización del trabajo. Todos estos momentos de crisis han tensado paralelamente el afincamiento del modelo de "ecología urbana" de Chicago.
Esta situación ha mostrado de manera evidente la encrucijada de muerte sobre la cual se sustenta el capital: mayor producción sin trabajo, merma el consumo, y con ello se estanca el proceso de acumulación de capital; mayor trabajo, eleva los costos de producción y como consecuencia también desacelera el proceso de acumulación de capital. La extrema y difundida precarización del trabajo ha sido la "solución" del proyecto neoliberal en los últimos tiempos, "solución" que además de una caída sucesiva de los salarios reales, jamás ha podido coincidir con una situación de pleno empleo.
En las últimas décadas del mencionado siglo, América Latina ha sido un laboratorio creciente de las medidas de "flexibilización" o "precarización" del trabajo. La experiencia latinoamericana brinda muestras palmarias como la desaparición de subsidios, la potenciación del trabajo precario, a través de fórmulas como el "trabajo a domicilio" (2), pueden crear un clima favorable al proceso de acumulación de capital, pero es sólo momentáneo.
Las condiciones de extrema explotación laboral combinadas con una creciente incertidumbre de vastas legiones de trabajadores, no sólo crean una atmósfera de mayor insatisfacción, sino que también requieren de una población laboral flotante, un ejército industrial de reserva, cuyas estrategias de sobrevivencia no tienen porque supeditarse a la oportunidad de trabajo que facilite la acumulación de capital, más aún si el trabajo u ocupación es extremadamente precario y mal pagado.
En América Latina, esta población flotante ha alimentado un grueso contingente de lúmpenes, que se expresa con la aparición de temibles bandas criminales que en algunos casos, como los incidentes de São Paulo en el año 2006 o las "maras" guatemaltecas (3), han puesto en jaque a toda una gran ciudad, y con ello todo su movimiento económico.
Este fenómeno se ha reproducido y ramificado principalmente en las grandes ciudades latinoamericanas, pueden apreciarse en las villas argentinas, favelas brasileñas, asentamientos humanos peruanos o ranchos venezolanos (4). Pues, por lo general, esta población lumpen, mayormente salida de las canteras del "ejército industrial de reserva", coexiste en los mismos barrios marginales donde reside la mano de obra pauperizada y precarizada.
Estas razones, han llevado a los aparatos policiacos, en algunos casos militares o paramilitares, a someter a estos barrios a una constante represión y hostilización de la pobreza.
En suma, los mismos estados que aplican políticas tendientes a favorecer la acumulación de capital, que han precarizado el trabajo a límites insospechados y sumido a amplios segmentos de la población latinoamericana en el desempleo, combaten su propia obra — precarización y desempleo — con represión y en algunos casos con el aniquilamiento.
Doctrina de la "Tolerancia Cero"
Si en la década de 1970, en Latinoamérica se aplicó la llamada "doctrina de la seguridad nacional" (5), a partir de la década de 1990 surge una forma de criminalizar no sólo el comunismo sino a la pobreza. Esta nueva doctrina ha sido llamada "Tolerancia Cero", cuyo origen deviene de una primera aplicación en la ciudad de New York, centro del capitalismo mundial, pero a la vez plagada de barrios en los que se mueven organizaciones criminales y pandillas.
Esta doctrina está compuesta por un conjunto de medidas represivas, que aparejan intervenciones policiales a barrios pobres, rigidez en las políticas carcelarias y endurecimiento de las leyes penales. Un caso evidente, de la copia de este modelo en Latinoamérica, es la creación en el Perú de la figura penal de "pandillaje pernicioso" (6), tendiente a reprimir el pandillaje incrustado en las barriadas peruanas, en especial de la megápolis de Lima.
Tanto en Perú como en Guatemala, que experimentaron fuertes conflictos armados internos, una de las formas como el estado peruano y guatemalteco enfrentó a las guerrillas fue una sistemática política de desideologización, a través del bombardeo de mecanismos culturales tendientes a banalizar y hacer superfluas las aspiraciones de la población juvenil de las barriadas.
Este proceso de desideologización estuvo permanentemente aparejado de permanentes incursiones policiales que evidenciaban el reforzamiento de una peculiar ecología urbana, que desplaza a las masas pobres a los suburbios citadinos y las segrega de los enclaves burgueses; las reubica en lugares donde la represión de la pobreza se viabiliza.
Este plan no ha tenido éxito en ciudades como Río de Janeiro, debido a que el proceso de urbanización carioca ha sido marcado por la conformación de favelas que dominan gran parte de la ciudad, a diferencia de ciudades como São Paulo, donde el modelo de "Ciudad Jardín" propuesto por el británico Ebenezer Howard empezó a aplicarse desde comienzos del siglo XX, impulsado por iniciativas privadas de capitalistas y terratenientes paulistas.
Los negocios de las drogas y otras actividades criminales, no sólo han salido del control de muchos estados latinoamericanos, sino que han sido una fuente de corrupción y erosión de sus débiles estados, que se expresa desde el más insignificante funcionario público hasta en las más altas esferas gubernamentales.
De momento, la salida de los estados latinoamericanos es aplicar represión de la pobreza, incursiones por veces sangrientas, que reeditan sin ningún pudor de manera "legal" viejas prácticas de los escuadrones de la muerte (sobre todo en Brasil) en "plena luz del día" y con la bendición de la política de "tolerancia cero", inserta en los diversos planes llamados de "seguridad ciudadana".
Por otro lado, también existe una permanente estigmatización de la pobreza, asociándola con la delincuencia y la criminalidad, que en suma ha sido fomentada por las necesidades de acumulación de capital de las burguesías nativas en colusión con intereses imperialistas. Para ello, existe todo un tinglado mediático, donde programas de televisión, periódicos pro oficialistas y portales de Internet hacen sucesivas campañas de desprestigio de los barrios pobres, y tejen una sensación de inseguridad permanente en estos barrios, que brinda el justificativo ideológico para su posterior intervención y represión.
Fortines burgueses
Paralelamente, existe otro elemento que asienta y consolida el carácter represivo de las ciudades latinoamericanas, es la creciente fortificación de los conjuntos residenciales urbanos habitado por las burguesías nativas.
La expansión de un mercado inmobiliario de "gated communities" (7), es la otra cara de la segregación residencial urbana.
La creación de "oasis urbanos" alejados de las barriadas, protegidos por trancas y murallas que son permanentemente vigiladas por vigías particulares configura un nuevo panorama en las urbes latinoamericanas. Ciudades, donde la miseria campea por todos lados, cual cuadro surrealista, atestiguan mansiones de lujo, réplicas de las existentes en el lujoso barrio norteamericano de Beverly Hills, que cuentan con sofisticados medios tecnológicos de monitoreo, que restringen el paso a cualquier extraño, sospechoso o persona sin autorización de ingreso.
El fenómeno es fácilmente apreciable en los barrios lujosos caraqueños, la Zona Sur paceña en Bolivia, las Playas del Sur de Lima, en los lujosos barrios paulistas, guayaquileños, quiteños, incluso se expande hasta zonas anteriormente empobrecidas como el caso de Santiago de Chile.
La idea no sólo es apartarse de la miseria y protegerse del "peligro" que la pobreza hace correr a este estilo de vida hedonista, sino se sustenta en la ostentación, el derroche y el consumo insaciable de todos aquellos productos que el capitalismo ofrece como marcadores de una pueril distinción.
Intramuros se crean "ghettos dorados" que cierran los ojos al hambre y la miseria, pero también a la represión indiscriminada contra la pobreza, que se hace so pretexto de un combate a la criminalidad.
Estos barrios cerrados y las políticas en el marco de la doctrina de "Tolerancia Cero" son la muestra palpable que el neoliberalismo ha acrecentado brechas sociales, que muy difícilmente podrán cerrarse.
Esta situación, también se ven reflejadas en el nuevo programa de remozamiento de los gobiernos latinoamericanos, con pretendido sesgo izquierdista, quienes han prometido un viraje hacia la burocratización del Estado, a través de nacionalizaciones que hasta el momento no han sido viables o sólo han sido parte de una ficción discursiva, pero que no pretenden y muchos menos han logrado mínimos avances para acortar las diferencias socio-económicas.
Por el contrario, élites sindicales, la izquierda caviar, viejos demagogos empedernidos o ex guerrilleros arrepentidos hoy en los gobiernos de "izquierda" digitan desde sus residencias fortificadas en los barrios cerrados latinoamericanos, medidas de represión contra la pobreza, enarbolando la bandera de la lucha contra el crimen y la "seguridad ciudadana", en fiel aplicación a la doctrina de "Tolerancia cero".
NOTAS:
(1) Lúmpen, viene del alemán lumpen (andrajos) , término acuñado para designar a un sector de la población que se desclasa y se dedica a actividades como el robo, la prostitución, la mendicidad. (2) "Trabajo a domicilio" es una vieja forma de trabajo precario, mediante el cual las industrias mantienen personal laboral fuera de sus fábricas, con sueldos a destajo, a este tipo de trabajo se le conoce el traspatio de la industria. En la década de 1980, hubo algunos intelectuales neoliberales que pretendieron clasificar a los "trabajadores a domicilio" como "empresarios informales" ( Por ej. El texto "El otro Sendero" de Hernando de Soto). (3) Con el nombre de "maras" se conoce a las pandillas juveniles, son grupos delincuenciales que en las ciudades de Guatemala han masificado el negocio ilícito de las drogas, son responsables de un considerable número de asaltos, secuestros y asesinatos. (4) En todos los casos, se utiliza la forma local para denominar a los barrios pobres y marginales. (5) Doctrina fomentada por el imperialismo yankee en los países latinoamericanos, que implicó un plan para extirpar el comunismo en estas latitudes del planeta. Empleó desapariciones, asesinatos y estigmatización de las ideas comunistas. Uno de los planes que se alineó con esta doctrina, fue el conocido "Plan Cóndor" entre Argentina, Brasil, Bolivia, Chile y Uruguay, donde se creó una coordinadora de represión y muerte sin precedentes en el hemisferio. (6) A finales de la década de 1990, el gobierno de Fujimori adoptó medidas de lucha "contra el pandillaje"; la política que aplicó estuvo enmarcada en su plan de hipercriminalización y drasticidad en las penas. "El pandillaje pernicioso" es una figura penal de dudosa explicación técnico legal que sirvió para frenar el avance de bandas juveniles en las barriadas limeñas, que curiosamente surgieron como producto de un intenso proceso de desideologización, y ulterior desclasamiento, aplicado por Fujimori, para "envenenar las aguas" donde tendrían que moverse como "peces", especialmente la guerrilla maoísta en este país. (7) Comunidades cerradas