Cuando Emílio Odebrecht declaró en su testimonio que caja dos era cosa antigua y que el patriarca del grupo (ya fallecido) practicaba esta forma de corrupción desde el inicio de la empresa, descaradamente, dijo la más absoluta verdad.
La intervención del imperialismo, de la gran burguesía y del latifundio en el montaje de la farsa electoral, así como en la gestión de su Estado, acontece desde los tiempos coloniales, incrementada en la fase republicana. La financiación de campañas, con finalidad de obtener favores, extrapola la simple obtención de obras con sobreprecio. En los testimonios de los delatores de la Odebrecht quedó explicitado que la empresa compró medidas provisionales, proyectos de ley y hasta PEC (“Propuestas de Enmiendas Constitucionales”) en una demostración inequívoca de uno de los expedientes (entre otros) utilizados por las clases dominantes en el manejo legal de las estructuras de su viejo Estado para perpetuar y aumentar los usufructos del mismo.
La ley que permitía la financiación de candidaturas por empresas, juntamente con la actitud del Tribunal Superior Electoral (TSE) de hacer “la vista gorda” al “cajero dos”, aprobando la mayoría de las prestaciones de cuenta de los candidatos, ha sido uno de los principales pilares de la farsa electoral en la llamada “redemocratización”.
Disecando la subyugación
En una semicolonia donde la economía con peso en el Producto interno bruto (PIB) es constituida por grandes empresas de capital monopolista, especialmente extranjero y principalmente yanqui, la intervención en el proceso electoral pasa a ser decisivo como medio de asegurar crecientemente los intereses de estos grupos. Pero no sólo. Los Estados imperialistas actúan directamente en el sentido de mantener invariable y en profundización la subyugación nacional. Es de ahí que deriva toda una legislación que da cobertura legal a la explotación del pueblo y de la Nación como la política cambiaria, favores aduaneros, renuncia fiscal, financiación a intereses subsidiados y una serie de acuerdos lesivos al patrimonio público.
En el noticiario sobre las elecciones yanquis entró en pauta el cacareo de los “demócratas” protestando contra una supuesta intervención rusa en aquel proceso, como si ellos mismos no interviniesen en las elecciones (farsas electorales) del mundo entero.
Para ilustrar, citaremos sólo un ejemplo de intervención yanqui en un proceso electoral brasileño cuando el interés mayor de ellos era desestabilizar el gobierno de João Goulart.
En el artículo del Centro de Investigación y Documentación de Historia Contemporánea de Brasil (CPDOC) de la Fundación Getúlio Vargas, correspondiente al IBAD (Instituto Brasileño de Acción Democrática) extrajimos un pasaje según el cual: “En testimonio prestado en agosto de 1963, el gobernador de Pernambuco Miguel Arrais — electo en 1962 — afirmó que su adversario en las elecciones, João Cleofas, había recibido cerca de 25 millones de cruceros antiguos del IBAD-Adep. Además de eso, demostró con base en abundante documentación que el dinero del instituto provenía de varias firmas extranjeras, en la mayoría norteamericanas, entre las cuales la Texaco, la Shell , la Ciba , la Schering , la Bayer , la General Electric, la IBM, la Coca-Cola, la Souza Cruz, la Belgo-Minera, la Herm Stoltz y la Coty .
La contribución financiera de firmas norteamericanas al IBAD fue confirmada años después, en 1977, por Lincoln Gordon, embajador norteamericano en Brasil en el inicio de la década de 1960. Gordon afirmó ser innegable ‘la presencia de dinero de origen americano’ en la campaña electoral de 1962, y estimó el total concedido en cerca de cinco millones de dólares”. Este dinero aprovisionó la candidatura de anticomunistas con Kombis, comidas, carteles, panfletos y propaganda de radio y TELE.
La acción de estas empresas será decisiva para el golpe de 1964 y, posteriormente, para financiar la Operación Bandeirantes (OBAN), esquema de represión, tortura, muertes y desapariciones forzadas de miembros de la resistencia al régimen militar fascista pro-yanqui.
Historia de desindustrialización
Entre las dos grandes guerras interimperialistas del siglo XX, Brasil consiguió dar un salto en su industrialización a través de la llamada “sustitución de importaciones”, ante la imposibilidad de las importaciones por causa de las guerras. Surgieron industrias en los más variados sectores en atención a la demanda nacional. Después del fin de la guerra los carteles internacionales capitaneados por USA con sus acuerdos lesivos, como, por ejemplo, aquellos realizados en la estela de programas tipo Alianza para el Progreso. Acuerdos que impusieron un proceso creciente de desindustrialización llevando a la falencia un sin número de industrias como la Fábrica Nacional de Motores, orgullo de la industria nacional en la época, que producía el camión “FeNeMê”. Las gestiones lacayas de Dutra, Juscelino y del régimen militar dieron base para, enseguida, Sarney, Collor, Itamar, Cardoso, Luiz Inácio, Dilma y Temer completar la obra macabra desnacionalizando el patrimonio nacional.
Fuimos a buscar en el importante documento de denuncia que es el libro La Dictadura de los Carteles, de autoría del empresario Kurt Rudolf Mirow, para ejemplificar la postura lacaya de estas gestiones, en el caso en pantalla, el régimen militar.
El caso de las turbinas a vapor Mescli. “La Metalúrgica Santa Cruz fue una fábrica de bombas especiales y turbinas a vapor, localizada en Piracicaba. Hasta 1966, aquella fábrica brasileña producía más de 40 turbinas a vapor con capacidad de hasta 2.500 hp [caballos de fuerza], de considerable calidad. En 1966 la Mescli, viendo reconocidos sus esfuerzos de creación de tecnología propia, recibió de la Petrobrás un contrato para la fabricación de 22 turbinas, con capacidad de hasta 2.000 caballos. Instrucción confidencial del Gobierno Federal, enviada a todas las corporaciones estatales, recomendando contratación de equipamientos solamente con quien poseyera know-how del exterior, hizo la Petrobrás, después de haber recibido una propuesta para fabricación de turbinas Rateau en Brasil, cancelar el contrato con la Mescli. Y la Mescli, melancólicamente fue a falencia”.
Es necesario esclarecer que el capitalismo burocrático como una forma de capitalismo engendrado por el imperialismo en las naciones atrasadas, utilizándose de viejas estructuras semifeudales, se apoya en el latifundio y en la gran burguesía, que por su turno se divide en compradora y burocrática (capital estatal principalmente que creció a la sombra del Estado).
El servilismo de estas fracciones al imperialismo es su propia naturaleza. Las pugnas entre ellas son sólo por la hegemonía en el control del Estado y por decidir quién gana más o pierde menos. Solamente un nuevo Estado surgido de la Revolución Democrática, Agraria y Anti-imperialista podrá establecer un proyecto nacional-democrático que confisque las tierras de los latifundistas, entregándolas a los campesinos pobres sin tierra o con poca tierra, que nacionalice las grandes empresas rurales, que confisque todo el gran capital monopolista extranjero y nacional (preservando el medio y pequeño capital), para aplicar todo en favor de la producción nacional, del bienestar del pueblo y de los intereses nacionales, rompiendo la dominación imperialista y culminando la formación de la Nación brasileña.