Copa del Mundo: ¿alegría del pueblo?

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Copa del Mundo: ¿alegría del pueblo?

Catamarca es una provincia Argentina localizada al noroeste del país junto a la Cordillera de los Andes. Casi todo su territorio es cubierto de roca con poca vegetación. Se pueden recorrer centenares de kilómetros sin encontrar un poblado. En la noche helada de 16 de julio de 1977 un centenar de mendigos, lisiados, ciegos y perturbados mentales aparecieron deambulando desorientados en una carretera desierta de esa región. Aquellos que creen en vida extraterrestre inteligente podrían imaginar que un plato volador hubiera escogido abducir esta pobre gente por un capricho alienígena y dejarla allá, para ver se moría de sed, frío o por los pumas que habitan el lugar. Mas, se trataba de pura maldad terráquea…

Cidade do Cabo: ‘depósito’ de indesejáveis, longe dos olhos, loge dos turistas

En aquellos días, en la caliente y húmeda provincia de Tucumán un general pretendía “limpiar” sus dominios y para eso ordenó recoger de las calles, asilos y hospicios, todos aquellos que “afeaban” la región. Fueron cargados en un camión del ejército y sueltos muy lejos. El motivo para tal arrebato de “higienización” era la Copa del Mundo de 1978. Aunque en Tucumán no se disputara un mísero juego, el espíritu de la copa mandaba dejar todo el país bonito, principalmente para los visitantes extranjeros.

Felizmente los desterrados fueron encontrados a tiempo, el hecho desvelado y el sádico militar, contrariado, se vio obligado a traer de vuelta lo que para él era basura humana. Más recientemente el general perdió su grado, sueldo y libertad. Hoy en día cumple pena de prisión perpetua, condenado por su responsabilidad en miles de casos de tortura y asesinato.

Pero, excepto aquel hecho aislado, los militares que gobernaban la Argentina en la época consiguieron su objetivo, capitalizando todo el prestigio y popularidad de la organización y conquista de un Mundial, mejorando su imagen internacional.

Corrupción, centros clandestinos de detención, censura a la prensa, secuestros, matanzas, terrorismo de Estado: todo quedó eclipsado.

Imagina si en la noche de 25 de junio de 1978, en el estadio Monumental de Buenos Aires, con más de 70 mil espectadores, alguien hubiera tomado los micrófonos y conseguido alertar la multitud que a pocas cuadras de allí funcionaba el mayor centro clandestino de detención y tortura. La masa correría a rescatar de la tortura y muerte  sus entes queridos de las mazmorras de la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada). La prensa internacional, convocada para registrar el evento, flagraría todo en vivo. Desprevenidos, los militares inertes en sus ropas de gala serían detenidos y hasta ajusticiados en plaza pública y la vida de miles de inocentes preservada. ¡Sería la toma de la Bastilla! Pero, nada de eso aconteció; en aquella noche la selección argentina venció la final, consagrándose campeona. El pueblo cansado del miedo y de la opresión salió a conmemorar y, sin querer, hizo el juego de los verdugos.

Quién gestiona la organización de una Copa, tiene la oportunidad de enormes logros por cuenta de la corrupción en la realización de incontables obras millonarias, publicidad, etc. Sin embargo, además de esas ganancias económicas existe la posibilidad de transferirse la pasión del evento para otra cosa.

Los militares argentinos, al organizar el Mundial, querían convencer a todos que la violación de los derechos humanos no era una práctica continuada. Tarea nada fácil si, como ahora sabemos, desde el golpe militar de marzo de 1976 hasta 1978 se habían cometido la mayoría de las 30 mil desapariciones-asesinatos de la última gerencia militar. Consiguieron mucho más de que eso.

Reza la cartilla de los déspotas que para entrar en el espíritu de la copa tiene que seguirse un camino: Copa de fútbol es la mayor fiesta popular. El país sede es la casa donde se realiza la fiesta. Cuando se organiza una fiesta se tienen muchos invitados. Hay que arreglar la casa para recibirlos bien. Cuando no es posible limpiar por lo menos se deben esconder las cosas feas bajo la alfombra. Y cuando es cosa fea un sector del pueblo… 

Para aquel tirano de Tucumán bastaba desaparecer con un centenar de indeseables. En Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, son por lo menos tres mil. Los organizadores de la fiesta recogieron todas esas personas pobres de la ciudad (muchas de ellas vivían en el área donde fue construido el estadio que costó 600 millones de dólares) y las realojaron en un depósito de gente lejos de la visión de los turistas. Parece un campo de concentración, es cercado por rejas. Las barracas allí construidas tienen 18m², y las paredes y techo son hechos de fina chapa de zinc. Los habitantes cuentan que son obligados a volver a las barracas hasta las 8h de la noche. Sufren en exceso el frío, y el calor. Cuando preguntados, no hesitan en decir que no apoyan la Copa.

Los mandatarios de Sudáfrica han admitido que quieren usar la Copa para pasar la imagen de un “país moderno y próspero, abierto al comercio, turistas e ideales democráticos”. El abominado viejo apartheid racista acabó. En su lugar, está el nuevo apartheid socioeconómico, de mucha mejor aceptación por la “comunidad internacional”. Para la mayoría del pueblo la situación empeoró. Existe una frustración por los resultados de tantos años de lucha, la tensión social es grande. En los próximos días veremos si el gobierno consigue engañar a todos con la fiesta de los juegos o si el pueblo aprovecha el evento para percibir más claramente el aumento de la desigualdad, el uso contra él de los modernos equipamientos de represión, los seis mil millones de dólares de dinero público gastados en los preparativos, su condición cada vez más miserable, etc. Y que a través de su toma de conciencia, detone una justa rebelión para finalmente acabar con la explotación del sufrido pueblo sudafricano.

Traducciones: [email protected]

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