Desde los primeros síntomas de la crisis que resultó de la explosión de la "burbuja inmobiliaria" en USA que el Sr. Luiz Inácio venía insistiendo que "la crisis es de los americanos y que ellos es que tienen que encontrar una manera de resolverla".
Solamente cuando sus señales ya estaban bien evidentes, cuando varios sectores alcanzados ya gritaban por socorro es que él vino a admitir que Brasil podría ser alcanzado por la onda avasalladora que estremeció el capitalismo en los cuatro cantos del mundo.
Cuando la prensa de los monopolios bajó sus "edictos imperiales" en socorro del "mercado", más que de repente surge una "medida provisional" para contemplar los banqueros, toda la grande burguesía y los latifundistas, evitando así que los efectos de la crisis los alcancen en lleno.
Por ignorancia o mala fe el Sr. Luiz Inácio desconoce el hecho, ya explícito, de que la crisis no es una crisis de USA, de Europa o de Japón. La crisis que está en curso es una de las más profundas crisis en las cuales el capitalismo se hunde periódicamente. Crisis estas, de superproducción, de las cuales él sólo consigue salir provocando una gigantesca destrucción de fuerzas productivas, a través de las guerras de rapiña, y esparciendo miseria y desgracias a los pueblos y naciones oprimidas. La gran quema de capitales que la crisis conduce alcanza a los capitalistas y, por su parte, a los países de forma desigual, provocando inevitablemente desequilibrios y modificaciones de grandes magnitudes en las posiciones que ocupan dentro del sistema capitalista como uno todo.
Basta que hagamos una breve retrospectiva de las crisis pasadas para constatar que en todas ellas Brasil no sólo fue envuelto como pagó una elevada cuota con el sacrificio de su pueblo. Sea en 1929 o aún en la crisis de los "tigres asiáticos", en la crisis "rusa", en la crisis "mejicana" o en la crisis "de las ‘puntocom’" nuestra economía fue afectada.
Una economía extremadamente ligada por lazos semicoloniales al imperialismo, principalmente yanqui, no tiene como no sufrir los efectos de cualquier crisis que se abata sobre la metrópoli. En nuestro caso, los efectos son generalmente más devastadores. Tanto es así que ya pasó a ser chiste la afirmación de que cuando la economía del USA padece una gripe, la economía brasileña contrae una neumonía.
Luiz Inácio repite varias veces que los que participaron del "casino inmobiliario de Estados Unidos" es que deben pagar la cuenta de la crisis. Habla así como si él y el Sr. Henrique Meireles no hubieran albergado en Brasil los capitales forasteros, obtenidos a través de la ganancia fácil en la "burbuja inmobiliaria", que fueron atraídos por las mayores tasas de intereses del mundo. Estos capitales al retirarse para cubrir los agujeros oriundos de la crisis en la metrópoli desestabilizan toda nuestra economía.
Según la "Folha online" de 07/10 Luiz Inácio "pidió que los americanos y europeos tengan juicio para que Brasil no vuelva a comer ‘el pan que el diablo amasó". Según el presidente, "ante el buen momento económico, Brasil está comiendo ‘pancito con mortadela’’ y no quiere ver volver a tiempos anteriores. El presidente reclamó, también los países ricos sólo quieren sociedad en tiempos difíciles". Toda esta demagogia con los trabajadores esconde, en realidad, la colaboración con el imperialismo a través del mantenimiento de una política de subyugación nacional que todos los gerentes de turno en las semicolonias son obligados a sostener bajo pena de ser defenestrados.
Esta crisis del capitalismo a nivel mundial sólo contribuirá para revelar y agravar más y más la crisis del capitalismo burocrático en nuestro país y, consecuentemente, fomentará más y más la situación revolucionaria que ya viene desarrollándose en el país y de forma desigual en todo el mundo, particularmente en América Latina.
Otra vez las corporaciones financieras internacionales intentarán colocar sobre los hombros del proletariado y de las naciones oprimidas el costo de la crisis del capitalismo. Para tanto ella cuenta con la colaboración del oportunismo que, históricamente, ha servido de tabla de salvación para ayudar los imperialistas a salir de la crisis.
En el mismo tiempo en que desarrolla un discurso demagógico, intensifica, medida por medida, la explotación de los trabajadores, aumenta la represión sobre el pueblo pobre, criminalizando el movimiento campesino y la pobreza de modo general, rumbando claramente para el fascismo.
Esta es entonces, la gigantesca diferencia entre lo que el Sr. Luiz Inácio dice y lo que él, efectivamente, hace.
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