Desde el “triunfo” de Jair Bolsonaro en las elecciones de las mesas directoras en la Cámara y en el Senado – en las cuales apoyó los candidatos que acabaron electos presidentes –, afirmábamos tratarse de una Victoria de Pirro. Bolsonaro se hizo allí más rehén, enflaquecido; tendría que ceder cada vez más los presupuestos públicos y cargos comisionados al insaciable “centrão” y, en cambio, recibiría apoyo puntual y una factura aún más cara a pagar en pago de la propia salvación.
CPI: Se cierra el cerco a Bolsonaro
El capítulo siguiente es lo que vemos. Apertura de la Comisión Parlamentaria de Interrogatorio (CPI) de la Covid-19 para investigar crímenes del gobierno militar de hecho en la conducción de las políticas de salud, coordenada por iniciativa del centrão, con el claro objetivo de chantajear Bolsonaro – de eso no hay dudas. No por falta de crímenes, pero precisamente porque los parlamentarios son tan preocupados con los intereses de las masas como el propio Bolsonaro. Sus intereses, corporativos, consisten en obligar Bolsonaro, el Débil, a ceder todo cuánto tenga en presupuestos.
Los bolsonaristas intentaron vaciar la CPI lanzándola sobre gobernadores y alcaldes, cosa imposible por sobrepasar los límites federativos. Quisieron con eso mucho más propagandear la idea de que los gobernadores son los verdaderos culpables en la pandemia – por la corrupción siniestra que asaltó los recursos destinados – y la CPI, una persecución política. Por otro lado, los ratones del Senado afirman que el culpable es el Gobierno Federal, por su negligencia, y que sus intereses son tan solamente el bien público. Es como dice el dictado: en la politiquería reaccionaria, todos dicen la verdad cuando acusan sus opositores y mienten cuando defienden a sí mismos.
Los hechos y las fuerzas
Se trata del desarrollo, ya muy analizado, de que la extrema-derecha bolsonarista tendería a la desmoralización y al aislamiento, después de un largo trabajo de desgaste conducido por el núcleo del establishment (la derecha militar hegemónica en el alto Comando de las Fuerzas Armadas – ACFA, principales monopolios de los medios comunicacionales y los círculos más poderosos de las clases dominantes). Delante de eso, para sostenerse en el cargo como última oportunidad de vengar su proyecto de poder y de salvación personal, Bolsonaro se haría aún más rehén de la centro-derecha ávida por recursos, en la espera de algún hecho externo favorecerle para “volcar la mesa” entre los altos mandos militares y conseguir su golpe fascista.
El análisis se comprobó, nuevamente. Luís Roberto Barroso, ardoroso defensor de la “Lava Jato” – alineado, por lo tanto, con el plan de golpe de Estado gradual y por las vías institucionales desatado por el ACFA –, sin embargo atrincherado en el espíritu corporativo en defensa del Supremo Tribunal Federal (STF), fue quién determinó la apertura de la CPI delante del embrollo que se tornó la discusión sobre la legalidad o no del procedimiento. La Red Globo, a sobresaltos ante la posibilidad del golpe bolsonarista, propagandea el apaciguamiento con la ofensiva contrarrevolucionaria del ACFA, que por su parte pretende apaciguar el golpismo de Bolsonaro. Con sus noticieros, día sí, otro también, da todas las informaciones posibles sobre los pronunciamientos en la CPI, con las debidas “observaciones editoriales” sobre las contradicciones en términos de los que amenizan la culpa de Bolsonaro.
La extrema-derecha bolsonarista, en especial su proyecto de jefe que ocupa la presidencia, apuesta en la radicalización delante de la difícil tarea de abortar la CPI. Sabe él que la apertura de un proceso de impeachment, subsecuente a la CPI si esta apuntar crímenes de responsabilidad u otros, tiende a unificarlo con toda la opinión pública reaccionaria que apoya la ofensiva contrarrevolucionaria desatada por los generales, inclusive en la caserna, condición extraordinaria para que Bolsonaro obligue los generales a componer con él alegando “intromisión en los Poderes constituidos”, “caos social” y necesidad de intervención militar completa para “restablecer la orden” y “hacer cumplir la Constitución”. Para tanto es que ha predicado sobre el “terrorismo en el campo”, la existencia de “narco guerrillas” en las metrópolis y, también por eso viene instigando el agravamiento de la pandemia. Y, claro, como quién “enciende vela para dos santos”, se trató de precaver y cedió, a través de maniobras presupuestarias, más de R$ 3 mil millones para comprar apoyo en la CPI o hasta deshidratarla.
Pues veamos. Vino a público a través de los monopolios de prensa, después del inicio de los trabajos de la CPI, que el ventrílocuo fascista, Carlos Bolsonaro, sopló al oído del padre que se debe “radicalizar” cómo única condición para sobrevivir. Acto continuo, un Bolsonaro histriónico acusó a China de “guerra bacteriológica” – justamente el país del cual él depende para producir las vacunas, condición para controlar la pandemia y estabilizar el país. Claramente, el presidente no quiere estabilizar nada; sabe que la única salvación es justamente lo opuesto, profundizar el caos social para justificar imponer su reino de terror fascista. Atrás de él van las hordas militaristas – eso que de peor produjo la vieja sociedad burocrático-latifundista brasileña – instaladas en el Club Militar, masonería y otros lugares sucios.
La derecha militar ve el gran peligro de eso. Antes de la apertura de la CPI, el ministro de la Defensa, Walter Braga Netto, en ceremonia, afirmó que era necesario el país estar “unido contra cualquier tipo de iniciativa de desestabilización institucional que altere el equilibrio entre los Poderes” – se percibe: aquí él golpea, simultáneamente, en Bolsonaro y en el “centrão”. Y continúa: “El momento requiere esfuerzo de unión nacional con foco en el combate a la pandemia y apoyo a la vacunación. Se engañan aquellos que creen que estamos sobre un terreno fértil para iniciativas que puedan colocar en riesgo la libertad conquistada por nuestra nación”.
Saben los golpistas del ACFA que todo lo que ellos no pueden permitir se resume en el agravamiento de la crisis general de la vieja sociedad, de su base económica a las instituciones y toda la superestructura. Bolsonaro advoca por eso: se trata aún de su salvación. La centro-derecha acaba por contribuir con tal agravamiento cuando, fisiológica, trata resistir en defensa de sus intereses corporativos en detrimento de los intereses de la vieja orden como un todo. Los generales pretenden debelar la crisis general con el mínimo de peligros para la contrarrevolución, para lo que exige imponer línea y dirección únicas garantizadas solamente por un golpe. Todo para extirpar, antes que sea tarde, la inestabilidad y la crisis impares que convocan las masas y las encorajan a romper la letargia y combatir por sus intereses inmediatos y, después, por sus intereses histórico-universales.
La situación marcha aún para desbordes extraordinarios, nunca vistos en la historia del país. Y, en el fin de las cuentas, todo depende de las crecientes y contundentes acciones de las masas populares más profundas, clamadas por las necesidades históricas. De ellas es exigida, como dijo Lenin citando Danton: “audacia, audacia, audacia!”.