Crisis refuerza monopolios y demuestra que capitalismo está en su fase final

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Crisis refuerza monopolios y demuestra que capitalismo está en su fase final

Tiempos de crisis generalizada de la economía capitalista son tiempos en los cuales la ley de la competencia, dicha "natural", pero inventada por la burguesía, pierde un poco más de la fuerza y de la efectividad que le restaba tras el pasaje de crisis anteriores. En los momentos de convalecencia del capital, se acentúa su concentración en empresas cada vez mayores y cada vez más verticalizadas, o sea, que dominan las sucesivas etapas de transformación de la materia prima. Son los monopolios, bases más profundas del imperialismo.

Tómese el caso de los actuales movimientos del capital monopolista en el ámbito de la llamada industria pesada, aquella que produce materiales básicos para alimentar la producción en general. Deflagrada la crisis actual, se observa que las principales empresas del mundo de los sectores de acero, cemento y minería están quedando aún mayores, en todos los sentidos – desde la proporción de sus logros en relación a las empresas que están de fuera del oligopolio hasta la dominación de las fuentes minerales en los países semicolonizados.

El propio noticiario va mostrando como la industria pesada viene comportándose y de cómo tiende a atravesar la crisis de la economía capitalista.

La ArcelorMittal, mayor siderúrgica del mundo, pagó 800 millones de dólares a finales del año pasado por una mina de hierro localizada en la ciudad de Itatiaiuçu, en Minas Gerais, así como viene desembolsando valores semejantes para aprovechar la liquidación de los subsuelos nacionales abalizada por los gerentes del capital monopolista en los países pobres. El logro de la empresa creció 35% el año pasado en relación a 2007, en valores que ultrapasan 10 mil millones de dólares.

Es poco si comparado al logro líquido de la minera australiana BHP Billiton, que hizo 15 mil millones de dólares en los 12 meses hasta julio de 2008. La BHP, mayor del mundo en su sector, está próxima a comprar la tercera mayor, la compatriota Río Tinto. Aún no lo hizo porque la crisis, a la vez que viene llevando las empresas gigantes a hacerse estratosféricas, como en este caso, también está acabando con el crédito de la plaza.

La concentración de capital está en la orden del día, que lo diga el presidente de la brasileña Valle, Roger Agnelli. Según él, "quien no estaba preparado para esa crisis va a ser expulso del mercado. Y quién se preparó adecuadamente para la crisis va a poder tener muchas oportunidades por la frente". Fue así que Agnelli explicó al monopolio de los medios de comunicación que opera en Brasil como la crisis abrió para la Vale, que es vice líder del oligopolio mundial de la minería, nuevas oportunidades de adquisición de empresas más pequeñas.

Crisis agrava presión sobre el pueblo

Toda esta carrera de las grandes compañías para reforzar posiciones o subir escalones en los monopolios internacionales de cada sector agrava la opresión que el capital monopolista ejerce sobre la población, llevando la explotación al límite de lo insoportable.

El propio Agnelli, que la media burguesa dice ser un "interlocutor privilegiado" de Luiz Inácio, aprovechó el apagar de las luces de 2008 para levantar la bandera de la suspensión de las leyes laborales para enfrentar la crisis económica, esto aún tras haber despedido miles de personas en un intervalo de pocas semanas. La propuesta de esta medida de excepción ya fue presentada a Lula y está en la mesa de sindicalistas pelegos, y atiende por el nombre de flexibilización "temporal".

La Vale, antigua Vale del Río Doce, patrimonio estatal repasado al capital monopolista, viene ahora repasando los costes de la crisis para los obreros de sus minas y fábricas, esto al tiempo que vehicula en la televisión una campaña institucional que trae el cantante João Gilberto prestando su voz y guitarra para decir, en nombre de la empresa, que "lo mejor de Brasil es el pueblo brasileño".

La Vale dice que el objetivo del comercial es hacer un "homenaje" a todos los brasileños. Delante de la avalancha de despidos y de la bandera de la suspensión de derechos laborales, el showsiño de João Gilberto suena a burla. El pueblo también sirvió de instrumento de marketing para una otra campaña, esta de la administración Luiz Inácio, vehiculada en el periodo de navidad y cuyo objetivo era hacer el pueblo ir a la compras, se endeudar, con la promesa de que así la economía se mantendría caliente y Brasil no sufriría las consecuencias de la crisis capitalista.

El slogan de este otro esfuerzo de desinformación era "Brasil confía en los brasileños". Fue sólo parte del mensaje de fin de año enviada a los trabajadores por la gerencia petista. En el mensaje completo, constó una amenaza, o chantaje, que salió de la boca del propio Luiz Inácio: con la crisis, si los trabajadores no empeñasen sus salarios en las compras de fin de año la industria no recibirá nuevas encomiendas y ellos serían sumariamente dimitidos.

Los grandes bancos, el gran patronato…

¿Quién financia toda esta carrera por la concentración?  Los bancos, o mejor, algunos pocos bancos, ya que el propio capital financiero no queda ajeno a la saña monopolista, especialmente en tiempos de crisis. Un gran banco, mientras presta dinero para que una gran compañía salga de compras de empresas más pequeñas, también utiliza los logros que obtiene sobre el capital inactivo que está en sus cofres para realizar adquisiciones de instituciones bancarias de menor poder.

Es algo que el trabajador brasileño puede constatar ahora mismo, en medio de una nueva crisis, y con mucha nitidez. Aquí en Brasil, con la bendición especialmente de Luiz Inácio, el capital bancario viene concentrándose rápidamente en poquísimas instituciones. Cuatro o cinco bancos van fortaleciendo el oligopolio mientras se deleitan con la farra de los intereses altos y de los logros exorbitantes posibilitada por las sucesivas administraciones político partidarias que desde Brasilia administran los intereses del poder económico.

El resultado de arreglos como la compraventa del Real por el Santander, o del Unibanco por el Itaú, es que el país va quedando rehén de unos pocos banqueros que, a cada fusión o adquisición, gozan de un poder aún mayor sobre los rumbos de la economía nacional. En Brasil, hoy, tres bancos detiene 50% de todos los depósitos en el país, los cinco mayores tienen 86 en cada 100 agencias y responden por 80% de las recetas obtenidas con el cobro de tarifas bancarias.

Concentrándose los bancos, se concentra también casi la totalidad del dinero y del crédito de que pueden disponer el grande o el pequeño patronato del sector productivo. A nivel internacional, esto significa que un puñado de instituciones bancarias gigantescas va asumiendo un creciente poder de influencia sobre las actividades comerciales e industriales.

Hace mucho tiempo que los bancos no son los meros intermediarios de pagos que eran antes. Hoy, pocos de ellos disponen tanto de información cuanto de control privilegiados sobre el funcionamiento de la economía capitalista cómo un todo, controlando la oferta de crédito y, así, en el límite, el propio movimiento monopolista en otros sectores de la economía, completamente dependientes que son de la financiación del capital bancario. La gran industria, inclusive y principalmente la industria pesada, acaba en las manos de un número reducidísimo de grandes instituciones bancarias.

y el estado burgués

El desfecho obvio de esta dependencia es la fusión del capital bancario con el capital industrial, lo que deja toda las actividades económicas, de cima a bajo, vulnerables a la especulación. Todo este proceso de transición de la dominación del capital en general para el dominio del capital financiero y monopolista se completa con la entrada en la danza de los propios Estados burgueses, especialmente los imperialistas, a través de la compraventa de acciones de bancos y de la participación de miembros de las gerencias políticas en los consejos de administración de las compañías privadas.

Es exactamente lo que estamos asistiendo ahora, en el momento en que la actual crisis económica viene colocando el capital financiero en dificultades sin precedentes en la historia reciente. Principalmente en el USA y en Europa, a la medida en que se repasa a la banca internacional dinero recaudado con impuestos cobrados a los trabajadores, el Estado burgués refuerza su alianza con el gran capital bancario y, luego, con el gran patronato. El trabajador necesita saber que es de esto que se trata cuando oír en la televisión o leer en el periódico la expresión "paquete de socorro", tan repetida por ahí en los días que corren.

Los sucesivos paquetes, repases de dinero y medidas anti crisis en general no resuelven crisis alguna del capitalismo. Todo esto tiende sólo a reforzar los monopolios y el imperialismo, desencadenando el reparto del mundo entre las grandes compañías y prolongando el parasitismo característico del capitalismo en descomposición. Pero es preciso cuidado. Lenin ya alertaba que la crítica vulgar, reaccionaria, del imperialismo capitalista sueña con volver atrás, a la competencia "libre", "pacífica" y "honesta". No es de esto que se trata. El foco debe ser la superación revolucionaria de esta fase final del modo burgués de producción.

De hecho, los escritos de Lenin sobre el imperialismo como fase final del capitalismo datan de 1916, víspera de la gran Revolución de Octubre en Rusia, pero valen como oro para estos días actuales, como descripción de la realidad y alerta sobre la magnitud de la estructura que oprime los pueblos de todo el mundo:

"Las proporciones gigantescas del capital financiero, concentrado en pocas manos, que dio origen a una red extraordinariamente vasta y densa de relaciones y vínculos, y que subordinó a su poder no sólo las masas de los capitalistas y pequeños y medios empresarios, pero también los más insignificantes, por un lado, y la exacerbación, por otro lado, de la lucha contra otros grupos nacionales-estatales de financieros por el reparto del mundo y por el dominio sobre otros países, todo esto origina el pasaje en bloque de todas las clases poseedoras para el lado del imperialismo. La señal de nuestro tiempo es el entusiasmo 'general' por las perspectivas del imperialismo, su defensa furiosa, su embelesamiento por todos los medios. La ideología imperialista penetra aún en el seno de la clase obrera, que no está separada de las otras clases por una muralla de China".

Valen aún oro los tiempos que corren, en los cuales abundan las promesas de reforma del sistema financiero internacional. Sobre esto, ya decía Lenin a casi un siglo:

"Los científicos y los publicistas burgueses defienden generalmente el imperialismo de una forma un tanto encubierta, ocultando la dominación absoluta del imperialismo y sus raíces profundas, buscando colocar en primero plano las particularidades y los pormenores secundarios, esforzándose por desviar la atención de lo esencial por medio de proyectos de "reformas" completamente desprovistos de seriedad, tales como el control policial de los trust o de los bancos, etc. Son menos frecuentes las manifestaciones de los imperialistas cínicos, declarados, que tienen el mérito de reconocer el absurdo de la idea de reformar las características fundamentales del imperialismo."

La cara de la crisis: dependencia entre China semicolonial y USA imperialista

Aunque los periódicos burgueses intenten echar la culpa por el actual estado de cosas a los trabajadores del USA que no consiguieron pagar sus hipotecas, es la relación de dependencia mutua entre la economía yanqui y China capitalista la verdadera razón objetiva que responde por la profundización de las dichas "inestabilidades" en los mercados globales. Y esta interdependencia se da exactamente por el comprometimiento asumido entre el capital financiero y monopolista y el Estado burgués, esto a nivel de la relación entre los dos países. Tanto las fábricas de Xangai cuanto las finanzas controladas a partir de Pekín están hoy vinculadas a la salud del capitalismo deliberado en Washington y Nueva York, y esto viene siendo decisivo para el agravamiento de la crisis.

Por un lado, la retracción del consumo en el mercado yanqui, principal destino de los productos fabricados en China, hizo que las exportaciones del país asiático retrocedan por primera vez desde 2001. Esta retracción puede significar el cierre de 15 mil fábricas hasta el final de enero y el despido de 2,5 millones de trabajadores chinos. A lo largo de 2009, la situación puede empeorar aún más. Por otro, China es el mayor acreedor de la deuda pública del USA. No es algo muy tranquilizador, una vez que la gerencia capitalista de Hu Jintao apostó nada menos del que 585 mil millones de dólares en los títulos de una economía que ahora está al borde del colapso. China tiene el mayor volumen de reservas internacionales del mundo, en torno a 1,8 billones de dólares, y por lo menos dos tercios de este montante está vinculado al dólar yanqui. Una deterioración del dólar significaría la derrocada de la propia China.

Pues, toda esta tensión que marca la relación entre China y USA, o mejor, la situación de rehén en la cual el capital financiero de origen chino se encuentra delante de la convalida economía yanqui, es el gran desequilibrio que alimenta la crisis financiera actual.

En realidad, es un desequilibrio que no tiene solución entre las providencias a la mano que constituyen la gestión burguesa de su propia crisis. El cierre de fábricas en China y comprometimiento de las reservas internacionales tenidas hasta poco tiempo como las más sólidas del planeta son dos realidades que van contra todo lo que se profetizó sobre el futuro del capitalismo para el siglo XXI. Los monopolios cuentan con el crecimiento progresivo de la economía china, y no con su desaceleración. La ruina, tanto de las expectativas cuánto de la llamada "economía real", lleva los especuladores a la locura, desorganiza el mercado mundial de commodities, y derrumba el valor de mercado de las grandes compañías de la industria pesada.

Es como la propia crisis, sin solución que no sea por la superación revolucionaria de las contradicciones capitalistas agudizadas por los monopolios bancarios, y por los monopolios en general.


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