La “teoría de las fuerzas productivas” es una tendencia ideológica del revisionismo internacional. Según esta “teoría”, la revolución socialista es absolutamente imposible en un país donde el capitalismo no está altamente desarrollado, donde las fuerzas productivas no alcanzaron un alto nivel y la economía rural es dispersa y atrasada. Según ella, el socialismo se producirá naturalmente en el caso de permitirse que el capitalismo se desarrolle plenamente primero y que las fuerzas productivas se hayan desarrollado enormemente.
Con más de medio siglo, de Bernstein Kautsky, Trotsky a Chen Tú-siu y Liu Chao-chi, este puñado de renegados del proletariado quiso hacer esta teoría absurda pasar por materialismo histórico, usándola como argumento teórico para oponerse a la revolución proletaria.
No fue por casualidad que la “teoría de las fuerzas productivas” haya surgido en el fin del siglo XIX y principio del siglo XX. Entonces, el capitalismo mundial se había desarrollado hasta su etapa agónica, o sea, la etapa del imperialismo, en la cual la revolución proletaria pasó para la orden del día. Para satisfacer las necesidades de los imperialistas, los revisionistas de viejo tipo de la II Internacional – Bernstein, Kautsky y Cia. – esparcieron esta falacia con la intención de oponerse y estrangular la revolución proletaria a partir del seno del movimiento obrero.
Bernstein fue el primero a presentar esta falacia en 1899, en su libro Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia. Él sostuvo que el capitalismo podría entrar pacíficamente en el socialismo a medida que las fuerzas productivas sociales se desarrollasen altamente. Por lo tanto, dijo, la revolución por la fuerza armada se convertiría en pura fraseología. Declaró arbitrariamente que la victoria del socialismo sólo podía depender del progreso general de la sociedad, en especial del aumento de las riquezas sociales o del crecimiento de las fuerzas productivas sociales, acompañados de la maduración de la clase obrera en términos de conocimientos y moralidad. Concluyó: en cuanto al sistema capitalista, no se debe destruirlo, pero fomentar su desarrollo.
El renegado Kautsky tampoco economizó esfuerzos por preconizar la reaccionaria “teoría de las fuerzas productivas”. En su libro El camino para el poder, escrito en 1909, alegó que sólo donde el modo capitalista de producción estuviera altamente desarrollado, existía la posibilidad de transformar, mediante el poder estatal, la propiedad capitalista de los medios de producción en propiedad pública.
Lenin emprendió repetidas y enérgicas luchas contra la reaccionaria “teoría de las fuerzas productivas” antes y tras la Revolución Socialista de Octubre. Destacó que la victoria de la revolución socialista sería conquistada primero en Rusia, el eslabón débil del mundo capitalista. El triunfo de la Revolución de Octubre confirmó plenamente la certeza de la brillante conclusión de Lenin.
Tras la victoria de la Revolución de Octubre, Kautsky continuó esgrimiendo la desgastada arma de la “teoría de las fuerzas productivas”. Se hizo aún más desenfrenado al oponerse a la Revolución de Octubre y a que el pueblo soviético siguiera el camino socialista. Cerrando los ojos para la realidad, Kautsky inclusive clamó, en 1930, que la revolución que había ocurrido en Rusia sólo podía servir para abrir el camino para el pleno desarrollo del capitalismo, y que, sólo cuando el capitalismo estuviera altamente desarrollado sería posible establecer una sociedad socialista.
Por lo tanto, alegó que los países industrializados de Europa Occidental precederían inevitablemente los países europeo-orientales en su marcha para el socialismo. También cacareó que sin un nivel educacional relativamente alto ni una industria altamente desarrollada no era posible en absoluto conseguir y mantener una producción agrícola masiva y, así pues , la colectivización agrícola en la Unión Soviética no era más que un experimento absurdo, que encontraría definitivamente el fracaso. Esto quería decir que debido al retraso de las fuerzas productivas, el proletariado ruso no podía mantener en sus manos el poder que había tomado, teniendo que dejar que la burguesía lo dominara.
Heredando la “teoría de las fuerzas productivas” pregonada por Bernstein y Kautsky, Trotsky también atacó furiosamente la teoría de Lenin acerca de que la victoria del socialismo era posible primero en un país, y atacó la Revolución de Octubre. En 1922, en su epílogo al programa de paz, Trotsky deliró, diciendo que Rusia no había alcanzado o ni siquiera se aproximado de la etapa de establecer una sociedad socialista…, y que el socialismo sería posible sólo cuando existiera una base de fuerzas productivas desarrolladas y prósperas.
Afirmó, además, que un ascenso real de la economía socialista en Rusia se haría posible sólo después que el proletariado triunfara en varios de los más importantes países europeos. Esto quería decir que la Unión Soviética, que se encontraba atrasada económicamente, no estaba calificada para construir el socialismo. Tal falacia estaba destinada, en la esencia, a crear una opinión pública contrarrevolucionaria para un restablecimiento capitalista en la Unión Soviética.
El gran maestro Lenin condenó de manera vehemente estos argumentos peregrinos. Subrayó repetidas veces el enorme papel que la revolución desempeñaba en el desarrollo de la producción y que la toma del poder y el cambio de las relaciones de producción desempeñaban en la promoción del desarrollo de las fuerzas productivas. Señaló incisivamente que, con el Partido Bolchevique, con su consolidada alianza obrero-campesina y bajo la dirección de dicho Partido, era enteramente posible convertir a Rusia en un poderoso país socialista tras la revolución. Dijo: “¿Por qué, entonces, si para implantar el socialismo es necesario determinado nivel cultural (aunque nadie pueda decir cuál es ese determinado ‘nivel cultural’), no podemos comenzar por la conquista, por la vía revolucionaria, de las premisas necesarias para obtener este determinado nivel y ‘después’, basados en el poder obrero y campesino y en el régimen soviético, emprender la tarea de alcanzar los demás países?”. Además, al criticar agudamente los partidarios de la “teoría de las fuerzas productivas”, expresó: “Pero lo entienden [el marxismo] de una manera hartamente pedante. No comprenden lo principal de él: precisamente su dialéctica revolucionaria”.
La renegada camarilla revisionista soviética traicionó completamente el marxismo-leninismo y restauró el capitalismo en todos los aspectos en la Unión Soviética. Por sus necesidades contrarrevolucionarias alegaron que, bajo condiciones socialistas, la economía es más importante que la política y que la cuestión de la producción debía ser colocada en primer lugar, debía ocupar el centro de todas las actividades de la organización del partido y debía preceder a todos los trabajos de organización del partido. Tal disparate no es más que una reproducción de la “teoría de las fuerzas productivas” propuesta por los revisionistas de viejo tipo.
La “teoría de las fuerzas productivas” en China fue primero preconizada por el renegado Chen Tú-siu. En 1923, en su obra La revolución nacional china y todas las clases, recalcó unilateralmente que, en China, “la industria se encuentra en su infancia y la cultura atrasada” y que “inclusive la burguesía aún es muy infantil”. Se opuso frenéticamente a que el proletariado dirigiera la revolución y tomara el poder. Vociferó: “Bajo circunstancias normales, el poder estará naturalmente en las manos de la burguesía inmediatamente tras el éxito de la revolución nacional”. Inclusive, en 1938, cacareó que “aún existía bastante espacio para el desarrollo del capitalismo en China”. Diciendo eso, esperaba vanamente liquidar en lo fundamental la revolución.
Tomando el legado de los renegados Bernstein, Kautsky, Trotsky y Chen Tú-siu, el renegado, agente del enemigo y vende-obreros Liu Chao-chi pregonó constantemente la reaccionaria “teoría de las fuerzas productivas”. Combatió la revolución proletaria y la dictadura del proletariado y cometió crímenes monstruosos.
El gran líder Presidente Mao nos enseñó: “El sistema socialista terminará por sustituir el sistema capitalista; esta es una ley objetiva, independientemente de la voluntad del hombre”. Aquellos que tratan de impedir el avance de la historia no tendrán un buen fin. Así como sus sucesores Bernstein, Kautsky y Chen Tú-siu, Liu Chao-chi fue ahogado por la poderosa torrente histórica.
*Tomado de Pequín Informa nº38, septiembre de 1969.