Traducción Enrique Chiappa
2.2 La concepción materialista dialéctica de la sociedad y de la naturaleza
En el Capítulo I del Anti-Dühring, Engels traza un panorama histórico-filosófico del surgimiento del socialismo científico. En esta introducción, el dirigente comunista muestra como el socialismo utópico advén directamente del iluminismo francés, de la burguesía como clase revolucionaria. La posición racionalista burguesa se colocaba en la condición de inauguradora del pensamiento correcto, y este era uno de los límites del materialismo francés del siglo XVIII. El idealismo alemán surge como producto indirecto de la gran Revolución Francesa, 1789, y será con Hegel que alcanzará su punto culminante. Hegel demuestra que el desarrollo del pensamiento humano es un proceso, posee una historia, cuyo desarrollo presenta una serie de necesidades internas. Ese ordenamiento dialéctico de las diferentes formas del pensamiento, en evolución, así como la determinación de que en cada una de estas etapas había algo de verdadero, es un gran triunfo de Hegel y, según Engels, su mayor mérito fue “la reanudación de la dialéctica como forma suprema del pensamiento”. Uno de los mayores defectos de la filosofía hegeliana era justamente su carácter idealista, en lugar de descubrir los nexos reales (sociales y económicos) que llevaban a la evolución de las formas de pensar, Hegel sustituye esos nexos por conclusiones lógico-abstractas, que en la mayoría de las veces estaban correctas en su contenido, pero representaba una forma invertida de ver el mundo y, por lo tanto, inservible, en aquella condición, a la lucha revolucionaria del proletariado.
La crítica a la mistificación hegeliana de la dialéctica condujo al materialismo, no al materialismo antiguo, mecanicista, del siglo XVIII, pero al “materialismo moderno”, en las palabras de Engels, “esencialmente dialéctico”. Esa concepción de mundo surge como el materialismo histórico, en el pensamiento Marx, en 1848, explicando por primera vez en términos científicos (teóricos y prácticos) que eran las condiciones materiales de producción que determinaban, en última instancia, las transformaciones en el campo del derecho, de la política y de la ideología. Y que eran las fuerzas económicas contradictorias la base de las revoluciones políticas que de tiempos en tiempos sacudían la historia de la humanidad. Finalmente, que era la lucha de clases el motor de la historia. En las palabras de Engels: “Debemos a Marx eses dos grandes descubrimientos: la concepción materialista de la historia y la revelación del misterio de la producción capitalista mediante la plusvalía.” (Engels, Anti-Dühring).
¿Y por qué ese materialismo moderno esencialmente dialéctico aparece de entrada, en su forma completa, en el estudio de la historia y no en el estudio de la naturaleza orgánica e inorgánica? Engels, así, nos explica:
“Pero, mientras que el cambio en la visión de la naturaleza pudo efectuarse solamente a medida que la investigación le suministró el correspondiente material positivo del conocimiento, mucho antes de eso se habían afirmado hechos históricos que acarrearon un giro decisivo en la concepción de la historia. El año de 1831, tuvo lugar, en Lyon, la primera revuelta de trabajadores; de 1838 a 1842, alcanzó su auge el primer movimiento nacional de trabajadores, de los cartistas ingleses. La lucha de clases entre el proletariado y la burguesía pasó para el primer plan de la historia de los países más avanzados de Europa, en la misma proporción en que allí se desarrollaban, de un lado, la gran industria y, de otro, el recién conquistado dominio político de la burguesía.” (Engels, Anti-Dühring)
El materialismo histórico, la filosofía marxista, era un producto de la lucha de clases. De la misma forma lo era el desarrollo del materialismo dialéctico en las ciencias naturales, pero en este caso de manera indirecta, vinculada más estrechamente al desarrollo industrial y a la experimentación científica. Pero el descubrimiento del carácter histórico y evolutivo del cosmos y de la naturaleza orgánica estaba en curso. Aún en el siglo XVIII, Kant, antes de hacerse el fundador del idealismo alemán, había lanzado la teoría de la formación del sistema solar a partir de las nebulosas. Esa gran hipótesis filosófica atacaba directamente el fundamento metafísico de la mecánica celeste de Newton, que postulara un universo en movimiento, pero sin transformación, sin historia; o sea, los cuerpos celestes desde siempre habían girado de aquella manera. Laplace, 50 años tras Kant, realizó cálculos matemáticos que confirmaban, aunque teóricamente, la hipótesis kantiana. Y, 50 años tras Laplace, nos dice Engels, con mediciones empíricas se comprobó el origen del sistema solar a partir de otros cuerpos celestes: las nebulosas gaseosas. Pero antes de esta confirmación, Darwin, en 1859, con su gran obra Origen de las especies, daba una explicación racional a la variabilidad enorme de las especies vivas sobre el globo terrestre. Aunque, como puntúa Engels, Darwin no investigue las causas de las mutaciones, él logra el gran hecho de explicar la evolución de las especies vivas sin la necesidad de una fuerza metafísica creadora. El materialismo dialéctico alcanzaba, así, grandes resultados no sólo en la explicación de la historia de la humanidad, pero también en la historia del cosmos y en la historia de la vida.
“(…) el materialismo sintetiza los progresos más recientes de la ciencia de la naturaleza, según la cual la naturaleza también tiene su historia en el tiempo – tanto los cuerpos cósmicos como las especies de organismos que los habitan en circunstancias favorables surgen y desaparecen, y los ciclos, en la medida en que se dejan legitimar, asumen dimensiones infinitamente más grandiosas. En los dos casos, el materialismo es esencialmente dialéctico y no necesita más de ninguna filosofía posicionada por encima de las demás ciencias.” (Engels, Anti-Dühring, destaques nuestros)
El materialismo en las ciencias naturales, al ser definido como histórico, de la misma forma como ocurre en la explicación de la sociedad, asume la condición de “esencialmente dialéctico”. La dialéctica al buscar el origen del movimiento en las propias cosas (y no fuera de ellas, como hace la visión metafísica), de percibir todo como un encadenamiento, un movimiento, un devenir y fenecer, no es, por su parte, sólo un método de pensamiento, pero una concepción de mundo.
“Todos esos procesos y métodos de pensar no caben en la moldura del pensamiento metafísico. Para la dialéctica, en contrapartida, que concibe las cosas y sus retratos conceptuales esencialmente en su nexo, en su encadenamiento, en su movimiento, en su devenir y fenecer, procesos como los anteriormente mencionados son otras tantas confirmaciones de su propio modo de proceder. La naturaleza es la prueba de la dialéctica, y tenemos que afirmar acerca de la moderna ciencia de la naturaleza que ella suministró para esa prueba un material extremadamente abundante y cada día más voluminoso, comprobando, de ese modo, que, en la naturaleza, las cosas acontecen, en último instancia, de manera dialéctica, y no metafísica.” (Engels, Anti-Dühring, destaques nuestros)
La naturaleza y los abundantes resultados de las ciencias naturales constituyen la prueba de la dialéctica. Constituyen la prueba de aquello que Hegel percibió como un reflejo invertido en el espíritu humano y Marx recolocó de cabeza para cima en su concepción materialista histórica. Al hacerse la prueba de la dialéctica, por su parte, la naturaleza servía también de comprobación de la unidad material del mundo, de la condición de que una serie de leyes válidas a la naturaleza inorgánica y orgánica, también rigen en el desarrollo de la sociedad y del pensamiento. La dialéctica en la naturaleza reforzaba, de esta manera, la concepción materialista del mundo.
2.3 Las diferentes formas de movimiento de la materia
El gran Engels, en el Anti-Dühring, demuestra que el avance científico el siglo XIX alcanzó la comprensión de que, así como la sociedad humana, el cosmos y la naturaleza orgánica poseen su historia particular. El significado inmediato de esta conclusión filosófica de Engels es, como vimos en el tópico anterior, la universalidad de la dialéctica. Por su parte, esa universalidad no fue alcanzada por una especulación filosófica, pero por la sistematización de los resultados positivos de los diferentes ramos de la ciencia. La consecuencia necesaria de la universalidad de la dialéctica es la confirmación de la concepción monista del mundo. O sea, no existen diferentes mundos, o esferas infranqueables entre ellos. No hay un mundo de las ideas, separado del mundo de las cosas como defendía Platón. Hay una unidad del mundo y esta unidad es revelada por su historia; la historia del cosmos deviene en la historia de la vida orgánica en la Tierra, la historia de la vida orgánica en la Tierra deviene en la historia de la sociedad humana; y, por su parte, la historia material de la sociedad es el fundamento de la historia de su pensamiento.
Para Engels, por lo tanto, era el desarrollo de las ciencias que aseguraba la unidad del mundo. Antes de estos descubrimientos, de los cuales podemos destacar los nombres de Marx y Darwin, la concepción monista del mundo podía consistir en un avance filosófico, pero se situaba aún en el terreno especulativo. En ese sentido, la defensa de Spinoza de que el mundo era constituido por sólo una substancia era un avance en relación al dualismo de Descartes y sus dos substancias: la cosa pensante versus la cosa extensa. De la misma forma que Hegel al fundar su idealismo en el automovimento del concepto (único) representaba un progreso en relación al dualismo de Kant con su mundo del fenómeno separado del mundo de la esencia (o de la cosa en sí). Sin embargo, las concepciones de Spinoza y de Hegel, por más brillantes que fueran, se situaban aún sólo en el terreno de la especulación filosófica, como sistematización abstracta del conocimiento acumulado hasta entonces.
Por eso que para Engels no tiene el menor sentido la ontología de Dühring que pretende fundamentar la unidad del mundo en el concepto abstracto de ser. La reanudación de este concepto por Dühring representaba la tentativa de, nuevamente, colocar la filosofía por encima de las ciencias; y desde el punto de vista concreto sólo la sustitución de un concepto por otro: ser en el lugar de la substancia de Spinoza, o del concepto de Hegel. Engels demuestra que es la propia historia de la lucha de clases, de la producción y de la experimentación científica que comprueban la universalidad de la dialéctica y del materialismo. La filosofía, a partir de entonces, debería encontrarse imbricada en la ciencia y no separada o por encima de esta. Eran los propios resultados científicos y el avance de la lucha de clase que confirmaban esa unidad material del mundo:
“La unidad del mundo no consiste en su ser, aunque su ser sea un presupuesto de su unidad, ya que él necesita primero existir antes de poder ser un sólo. Pues el ser es, de modo general, una cuestión abierta además del límite de nuestro radio de visión. La unidad real del mundo consiste en su materialidad, y esta fue comprobada no por medio de la fraseología de un prestidigitador, pero por medio de un largo y demorado desarrollo de la filosofía y de la ciencia de la naturaleza.” (Engels, Anti-Dühring, destaques nuestros)
Esa es una gran síntesis filosófica de Engels: “la unidad del mundo es su materialidad”. Y la determinación “materialidad” no es un mero sustituto al ser, a la substancia o al concepto. La materialidad no es una determinación pura sin cualquier calidad, como Engels demostraría algunos años después, en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, la materia consiste en algo existente, anterior e independiente de la observación subjetiva, y además de eso puede ser conocida, en su esencia, por la conciencia. Como Engels demuestra en Anti-Dühring el concepto de ser es completamente insuficiente para demostrar la unidad del mundo:
“Cuando hablamos del ser, y sólo del ser, la unidad sólo puede consistir en [que] todos los objetos de que se está tratando – son, existen. Ellos [los objetos] están sintetizados en la unidad de ese ser y en ninguna otra, y la alegación común de que todos son no sólo no les puede conferir otra propiedad, sea común o no común, como también excluye provisoriamente del análisis todas las propiedades de ese tipo. Porque, así que nos alejamos un milímetro que sea del hecho básico y simple de que el ser corresponde al conjunto de todas esas cosas, las diferencias entre esas cosas comienzan a aparecer delante de nuestros ojos – y el hecho de que esas diferencias consistan en que unos son blancos y otros negros, unos son animados y otros inanimados, unos tal vez sean inmanentes y otros tal vez transcendentes no puede ser resuelto por haber sido atribuida a todos ellos, uniformemente, la simple existencia.” (Engels, Anti-Dühring)
Por eso la concepción filosófica marxista no es ontológica y sí materialista y dialéctica. Por eso, Engels, partiendo del presupuesto de todo lo que existe, califica esa existencia, como: diferentes formas de movimiento de la materia. La existencia del mundo, de los individuos, no es algo que necesita ser justificado al proletariado. Las propias condiciones de vida de esa clase productora le alivian del cuestionamiento filosófico sobre si el mundo y nuestro pensamiento son o no reales. Por eso la existencia, el ser en general, es presupuesto al cual no es necesario justificación para el materialismo dialéctico, lo que es necesario sí es descubrir las leyes objetivas que rigen esa realidad para transformarlas. Pues como el gran Karl Marx ya, en 1845, había apuntado en sus Tesis sobre Feuerbach:
“La cuestión de saber si cabe al pensar humano una verdad objetiva no es una cuestión de la teoría, pero sí una cuestión de la práctica. Es en la praxis que el ser humano tiene que probar la verdad, quiere decir, la realidad y el poder, el carácter terreno de su pensar. La controversia acerca de la realidad o no-realidad del pensar, que está aislado de la praxis, es una cuestión puramente escolástica.” (Marx, Tesis sobre Feuerbach)
O sea, el poder de un pensamiento, su verdad, está en la capacidad de transformación de la realidad; o como sistematizó el Presidente Mao: “la práctica es el criterio de la verdad”. En Anti-Dühring y, posteriormente, en su Dialéctica de la Naturaleza, Engels delinea cuatro formas de movimiento de la materia: la naturaleza inanimada, los organismos vivos, la historia de la sociedad y el pensamiento. El pensamiento es por lo tanto, una forma de movimiento de la materia y, como todo movimiento, el pensamiento es una contradicción, en la cual los dos aspectos como unidad de contrarios son: la práctica social y el conocimiento; no existe práctica social sin conciencia, no hay conciencia sin práctica social; y en determinadas condiciones la práctica social se transforma en teoría, cuando esta misma práctica es sistematizada bajo la forma racional, por su parte, en determinadas circunstancias, el conocimiento se convierte en práctica en la acción transformadora.
Por lo tanto, la pregunta “¿pensamiento es materia?” se trata, en verdad, de un cuestionamiento escolástico y apenas colocado pues presupone una respuesta ontológica. El pensamiento, así como la sociedad, la vida y los cuerpos físicos son una relación material y dialéctica, son en sí una contradicción y sus dos aspectos contradictorios e interdependientes. Para la ciencia moderna no cabe la búsqueda por una substancia del pensamiento, lo que cabe a la ciencia es descubrir las leyes que rigen esta forma de movimiento de la materia. En cuanto a la materialidad del pensamiento, aprendemos con el camarada Lenin la precisa definición de que él nace de la práctica y sólo la práctica puede comprobarlo, “la conciencia es un estado interno de la materia” (Lenin, Materialismo y empiriocriticismo), y con el Presidente Mao de que él advenimiento de la práctica, no surge del nada, no cae del cielo y ni brota en el cerebro, o sea, adviene de la práctica social en sus tres tipos: la lucha por la producción, la lucha de clases y la experimentación científica. Y esa definición leninista-maoista debe ser comprendida, desde el punto de vista de la sociedad, como la práctica social determinando la conciencia social y, desde el punto de vista orgánico, del cerebro humano como órgano del pensamiento.
2.4 La universalidad de la contradicción y la negación de la negación
La definición del mundo como una unidad entre diferentes formas de movimiento de la materia, es un muy importante salto filosófico. Pues en ella, está implícita tanto la materialidad común a todas las formas de movimiento – una materialidad que no es un mero ser, o una substancia, pero la propia objetividad, con su independencia y antecedencia en relación al sujeto – cuanto está implícito también el carácter dialéctico y contradictorio de esta unidad. Finalmente, si no hubieran diferencias no tendría sentido hablar en unidad, y como el Presidente Mao demuestra: toda diferencia es una contradicción. El monismo marxista, por lo tanto, es la unidad contradictoria del mundo; pues todo movimiento es el movimiento de algo material, así como todo movimiento, aún el más simple, es una contradicción:
“El movimiento es el modo de existir de la materia. Jamás y en lugar alguno hubo ni puede haber materia sin movimiento. Si el simple movimiento mecánico de un lugar para otro ya contiene en sí una contradicción, eso es aún más verdadero en relación a las formas más elevadas de movimiento de la materia y, de modo bien especial, la vida orgánica y su evolución.” (Engels, Anti-Dühring, destaque nuestro)
En los dos capítulos denominados Dialéctica, Engels trata de dos leyes de la dialéctica: la reversión de la cantidad en calidad y la negación de la negación. Como el Anti-Dühring es una obra de polémica, Engels tiene su argumentación de cierta manera condicionada por las postulaciones de su oponente. Y Dühring, en su crítica a El capital va a volverse, justamente, contra las relaciones hechas por Marx de la correspondencia de determinados fenómenos históricos, económicos y sociales con esas dos leyes de la dialéctica. Engels demuestra que la dialéctica en Marx no es una categoría a priori que sirva de parámetro para la comprobación de la verdad de determinado concepto. Por ejemplo, cuando Marx dice que, bajo determinadas circunstancias históricas, una cantidad de dinero se convierte en capital, él no está queriendo comprobar la ley de la “reversión de la cantidad en calidad”, él está, simplemente, a partir de un descubrimiento científico de un fenómeno social, demostrando su correspondencia con determinada ley general de diferentes formas de movimiento de la materia:
“Aquí, como en la ciencia de la naturaleza, se comprueba la exactitud de la ley descubierta por Hegel en su Lógica, de que alteraciones meramente cuantitativas, habiendo alcanzado un determinado punto, se convierten en diferencias cualitativas.” (Marx, El capital, destaques nuestros)
De la misma forma, cuando Marx relaciona el surgimiento de la clase capitalista y su respectiva desaparición con la ley dialéctica de la negación de la negación, él no está diciendo que es esta ley filosófica que hace necesario la desaparición del capitalismo. Al contrario, Marx después de demostrar la necesidad inherente al modo de producción capitalista que conduce a su inevitable desaparición, relaciona el movimiento de surgimiento y desaparición de la propiedad capitalista de los medios de producción, con la ley de la negación de la negación.
“El modo capitalista de apropiarse de los bienes, decurrente del modo capitalista de producción, o sea, la propiedad privada capitalista, es la primera negación de la propiedad privada individual basada en el trabajo propio. Pero, la producción capitalista genera su propia negación, con la fatalidad de un proceso natural. Es la negación de la negación. Esta segunda negación no restablece la propiedad privada, pero la propiedad individual teniendo por fundamento la conquista de la era capitalista: la cooperación y la posesión común del suelo y de los medios de producción generados por el propio trabajo.” (Marx, El capital, destaques nuestros)
La exposición de Engels es bastante rica sobre estas leyes, revelando principalmente la universalidad de la dialéctica en todas las formas de movimiento de la materia. Los ejemplos de la reversión de la cantidad en calidad y de la negación de la negación comprenden desde la naturaleza inanimada, la vida, la sociedad hasta el pensamiento. Pero el más importante en estos capítulos, aún en los ejemplos de estas dos leyes, es la demostración de la universalidad de la contradicción. Y esa demostración tenía una importancia tanto general para la exposición de la dialéctica materialista, como específica para la polémica con Dühring:
“El primero y más importante enunciado [de Dühring ] sobre las propiedades lógicas fundamentales del ser se refiere a la exclusión de la contradicción. El contradictorio [para Dühring] es una categoría que sólo puede ser propia de una combinación de ideas, pero jamás de la realidad.” (Engels, Anti-Dühring)
A lo largo del siglo XX, muchas corrientes revisionistas acusaron los camaradas Engels y Stalin de naturalismo y determinismo, al querer encontrar leyes dialécticas en la naturaleza. Es interesante notar como el pensamiento de estos revisionistas acaba basándose en los mismos argumentos de Dühring , que por su parte no pasan de versiones actualizadas del idealismo kantiano. Pues, justamente, para Kant la dialéctica está restricta a los confines de la razón humana, o como demostró Hegel: “en respeto a la pureza de las cosas, Kant confina la contradicción a la conciencia de los hombres”. La universalidad de la contradicción es otra importante síntesis filosófica hecha por Engels en su obra el Anti-Dühring.
“(…) procesos que, por su naturaleza, son antagónicos, que contienen dentro de sí una contradicción, la reversión de un extremo en su opuesto (…). La infinitud es una contradicción y está repleta de contradicciones. Ya es una contradicción pretender que una infinitud sea compuesta exclusivamente de finitudes, y, sin embargo, es lo que ocurre. (…) La abolición de la contradicción sería el fin de la infinitud. (…) ya mencionamos que la matemática superior tiene cómo uno de sus principales fundamentos la contradicción (…). Sin embargo, todo cambia completamente de figura así que examinamos las cosas en su movimiento, en su cambio, en su vida, en la incidencia recíproca una sobre las otras. En ese caso, nos envolvemos inmediatamente en contradicciones. El propio movimiento mecánico de un lugar para otro sólo puede efectuarse de tal modo que, en el mismo momento, un cuerpo está en un lugar y simultáneamente está en otro, un cuerpo está en el mismo lugar y no está en él. Y el continuo poner y la simultánea resolución de esa contradicción son precisamente el movimiento.” (Engels, Anti-Dühring, destaques nuestros)
Por fin tenemos una brillante síntesis de la dialéctica y de su universalidad:
“La dialéctica nada más es que la ciencia de las leyes universales del movimiento y de la evolución de la naturaleza, de la sociedad humana y del pensamiento.” (Engels, Anti-Dühring)
El Presidente Mao, en Sobre la contradicción, establece que la ley de la contradicción es la única ley fundamental de la dialéctica. En esta, que es la obra filosófica más importante del siglo XX, está presentada de forma completa esta ley fundamental. Como nos enseña el Presidente Gonzalo, con el maoísmo llegamos al monismo filosófico: una única ley. Sin embargo, a la universalidad absoluta de la ley de la contradicción se hacía necesario, como presupuesto, el establecimiento de la universalidad de la dialéctica. Y eso fue obra del gran Engels en su brillante sistematización del Marxismo en sus tres partes constitutivas.