De Karl Marx al Marxismo: Lucha de clases, lucha de dos líneas y línea de masas (Parte VI)

Junto a Engels, Marx foi o fundador do socialismo científico

De Karl Marx al Marxismo: Lucha de clases, lucha de dos líneas y línea de masas (Parte VI)

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Introducción

En las partes anteriores del presente artículo deseamos demostrar como el desarrollo del marxismo,  ideología científica del proletariado, estuvo directamente vinculado a los principales acontecimientos de la lucha de clases en Europa entre los años de 1848 y 1871. Queremos, también, demostrar que las formulaciones marxistas sólo fueron posibles porque Karl Marx no sólo participó, pero fue el principal dirigente de las organizaciones revolucionarias más avanzadas del proletariado en aquella época, la Liga de los Comunistas (1848-1852) y la I Internacional (1864-1872).

Como jefatura de esas organizaciones, Karl Marx vanguardió la Fracción Roja en la lucha de dos líneas contra las posiciones oportunistas en el seno del movimiento obrero internacional. El marxismo, por lo tanto, se desarrolló en medio a esa lucha de dos líneas, de la cual se destacan la lucha contra el proudhonismo en el periodo de la Liga de los Comunistas y la lucha contra el anarquismo de Bakunin  en la I Internacional. A esas se junta también la lucha para derrotar otras variantes del socialismo pequeño-burgués como la de Lassalle, en Alemania, o posiciones burguesas cómo las de Mazzini, en Italia.

Por su parte, el desarrollo del marxismo, como una ideología científica del proletariado, no podría darse de manera desconectada de la experiencia política y revolucionaria de la clase obrera de Europa. Karl Marx, como ningún otro de su tiempo, manejando la línea de masas, supo retirar las más ricas lecciones de las luchas revolucionarias del proletariado por el Poder político. Tuvieron particular importancia las luchas proletarias en Francia, tanto la Insurrección Obrera de junio de 1848, en cuanto a la inolvidable Comuna de París, de marzo de 1871. Al realizar el balance de esos levantamientos, Marx supo cosechar grandes enseñamientos, que fueron sistematizados científicamente y pasaron, entonces, a componer el valioso tesoro de acero de la ideología todopoderosa del proletariado.

En las partes antecedentes de este artículo, buscamos también demostrar que el marxismo se desarrolló en dos fases: de entrada, como pensamiento marx, y después como marxismo. Entre esas fases no ocurre, de forma alguna, cualquier “ruptura epistemológica” o cosa que lo valga: son sólo fases que indican una mayor profundización y una mayor universalidad de la ideología revolucionaria del proletariado. El pensamiento marx ya surge internacional, pues no trataba sólo de la revolución en Alemania y sí en toda la Europa Occidental. Ese pensamiento surge con sus tres partes constitutivas: filosofía marxista, economía política marxista y el socialismo científico. Las obras que fundamentan esas tres partes, sobre el pensamiento marx, son: en la filosofía, Miseria de la filosofía (1847); en la economía política, Trabajo asalariado y capital (1847); y, en el socialismo científico, el Manifiesto del Partido Comunista (1848) y Las luchas de clases en Francia (1850).

Desde el punto de vista teórico, lo que marca el pasaje del pensamiento marx al marxismo es la publicación, en 1867, de la monumental obra El Capital – Crítica de la economía política, cuyo Libro Primero1 fue el “mayor cañonazo del proletariado contra la burguesía”, en las palabras de Engels. Mientras El Capital trata de la comprobación científica de la inevitabilidad de la destrucción del sistema capitalista, la Comuna de París, cuatro años después, fue la demostración de su posibilidad práctica. Por su parte, el Congreso de La Haya, de 1872, que expulsó los anarquistas bakuninistas de la I Internacional, fue la victoria ideológica del socialismo científico sobre el socialismo pequeño-burgués. Esa victoria del proletariado tuvo como principales armas teóricas justamente El Capital y el Mensaje del Consejo General de la Internacional, que hacía el balance preciso de la Comuna de París y demostraba, entre otras cosas, la necesidad práctica de la dictadura del proletariado como condición indispensable para la victoria de la revolución socialista.

Las tres partes constitutivas del marxismo se presentan en un primer momento como filosofía marxista y economía política marxista en El Capital (1867) y como socialismo científico en el Mensaje del Consejo General (1871). Como podremos analizar a continuación, será en medio a las duras luchas de dos líneas, esta vez en la dirección del Partido Obrero Socialdemócrata de Alemania, que por primera vez será elaborada y publicada una formulación sistemática de las tres partes constitutivas del marxismo. Tal obra, escrita por Friedrich Engels, quedó conocida como Anti-Dühring, y fue publicada entre los años de 1877 y 1878. Veremos también como Engels, a lo largo de los últimos diez años de vida de Marx, fue asumiendo cada vez más la condición de jefatura del Movimiento Comunista Internacional (MCI), en una nueva condición de la lucha de clases, periodo caracterizado por el camarada Lenin como “relativamente pacífico” de desarrollo del capitalismo. Analizaremos como, en este periodo, la tarea orgánica más importante era la lucha por la constitución de partidos marxistas con gran base de masas en cada país como condición para el surgimiento de una nueva Internacional. Veremos también el manejo de Marx y Engels de la línea de masas, tirando lecciones, sobre todo en Alemania y en Rusia, de esa nueva condición de la lucha de clases, entre ellas, la importancia de aprender a combinar el trabajo legal e ilegal en un periodo de descenso de la lucha revolucionaria de masas y de la promulgación de la Ley Anti-Socialista, que colocó el Partido Obrero Socialdemócrata de Alemania en la ilegalidad.

I. El umbral de una nueva época

“El Manifiesto Comunista, de Marx y Engels, publicado en 1848, ofrece ya una exposición completa y sistemática de esta doctrina [la marxista, nota nuestra], que continúa a ser la mejor hasta nuestros días. De allá para acá la historia universal se divide nítidamente en tres periodos principales: 1) de la revolución de 1848 hasta la Comuna de París; 2) de la Comuna de París hasta la revolución rusa (1905); 3) a partir de la revolución rusa. (…). En fines del primer periodo (1848-1871), periodo de tempestades y de revoluciones, el socialismo pre-marxista muere. Nacen partidos proletarios independientes: la I Internacional (1864-1872) y la social-democracia  alemana. (…). El segundo periodo (1872-1904) se distingue del primero por su carácter ‘pacífico’, por la ausencia de revoluciones. En el Occidente acabaron las revoluciones burguesas. En el Oriente aún no estaban maduros para ellas. El Occidente entra en la fase de preparación ‘pacífica’ para la época de las transformaciones futuras. Se forman por toda parte partidos socialistas de base proletaria, que aprenden a utilizar el parlamentarismo burgués, a crear su prensa diaria, sus instituciones educativas, sus sindicatos, sus cooperativas. La doctrina de Marx alcanza una victoria completa y crece en extensión. (…) La dialéctica de la historia es tal que la victoria teórica del marxismo obliga sus enemigos a enmascararse  de marxistas. El liberalismo, interiormente podrido, intenta reanimarse bajo la forma de oportunismo  socialista. Ellos interpretan el periodo de preparación de las fuerzas para las grandes batallas como una renuncia a esas batallas. (…)los oportunistas no habían aún, acabado de congratularse con la ‘paz social’ y la innecesidad de tempestades bajo la ‘democracia’ cuando una nueva fuente de grandes tempestades mundiales se abrió en Asia. A la revolución rusa se siguieron la turca, la persa y la china. Vivimos precisamente en la época de esas tempestades y de su ‘repercusión’ en Europa. Cualquiera que sea el destino de la gran república china, por la cual afilan hoy los dientes diversas hienas ‘civilizadas’, ninguna fuerza en el mundo restablecerá la vieja servidumbre en Asia y ni barrerá de la faz de la Tierra el democratismo heroico de las masas populares de los países asiáticos.” (camarada Lenin, Destinos históricos de la doctrina de Karl Marx, 1913; los destaques, en el original, están en cursiva).

Esas palabras del camarada Lenin trazan de manera muy precisa el panorama de la Revolución Proletaria Mundial en los dos primeros periodos, 1848-1871 y 1872-1904, y, al mismo tiempo, de manera brillante anticipa los grandiosos acontecimientos históricos del tercer periodo, de 1905 en delante. La historia confirmó esas palabras de Lenin, y dirigidas por Partidos Comunistas en octubre de 1917 y de 1949 triunfaron, respectivamente, las Grandes Revoluciones Rusa y China. Los acontecimientos que se siguieron a la revolución democrático-burguesa derrotada en Rusia en 1905 (o sea, las luchas revolucionarias en Turquía, en Irán y en China) fueron expresiones en la lucha de clases del fenómeno económico sistematizado por Lenin en 1916, que es el desarrollo del capitalismo en su etapa última y superior: el imperialismo.

El periodo de 1872 a 1904 fue “relativamente pacífico”, y destaquemos las comillas. Era un periodo de preparación para las batallas futuras, de desarrollo de las bases de la concepción del partido de nuevo tipo. El hecho de que en este periodo se haya formado la primera expresión del revisionismo, específicamente en la social-democracia  alemana, no puede cegarnos y nos impedir de percibir las grandiosas lecciones que el proletariado tuvo en ese momento. Se trata de un periodo de extremas paradojas: combinación, por un lado, de una gran expansión capitalista, sobre todo en Alemania y en USA, y de extensión de las libertades democráticas burguesas al proletariado, de consolidación del sufragio universal y de los parlamentos nacionales; y, por otro lado, se intensifica la represión al movimiento revolucionario, de donde se destaca la aprobación de la Ley Anti-Socialista en Alemania, que empujó a la ilegalidad, de 1878 a 1890, el Partido Obrero Socialdemócrata. Esta Ley tornaba ilegal el Partido, la prensa socialista y las organizaciones sindicales, mientras permitía las candidaturas al parlamento de los miembros de este mismo Partido. El Estado alemán, en el cual se combinaban libertades aparentes y el incremento represivo, fue así caracterizado por Marx, en 1875:

“(…) un Estado que no pasa de un despotismo militar de andamiaje burocrático y blindaje policial, guarnecido por formas parlamentarias, de mezcla de ingredientes feudales y ya influenciado por la burguesía (…).” (Karl Marx, Crítica al Programa de Gotha).

Si, especialmente en Alemania, este periodo estaba repleto de esas contradicciones, en la Rusia zarista la situación era bien clara: despotismo monárquico, ausencia de elecciones y de un parlamento. Por otro lado, grandes transformaciones económicas también se gestaban en el Imperio Ruso, particularmente con el decreto de fin de la servidumbre, en 1861. Era el desarrollo irrefrenable del capitalismo en aquel país, lo que, inevitablemente, provocaría la crisis en la monarquía zarista y en su Estado autocrático.

Pero es importante ver, como Lenin apunta, que este segundo periodo no fue un periodo de luchas masivas, abiertas y violentas, diferentemente de 1848-1871, que fue un periodo marcado por insurrecciones populares en todos los países de Europa Occidental, por guerras civiles como en 1848, como la Comuna de París en 1871, la guerra civil en el USA de 1864-18652, y hasta por guerras entre potencias europeas como la Franco-Prussiana3 (1870-1871). Ya después de 1872, en Inglaterra, Francia y Alemania se consolida el sufragio universal (masculino) y la formación de parlamentos nacionales. Esa estabilidad estaba repleta de contradicciones en creciente antagonismo que irían a manifestarse algunos años después en la I Guerra Mundial (1914-1918) y, sobre todo, en la gran Revolución Socialista de Octubre (1917).

Por esto, ese segundo periodo (1872-1904) fue el umbral de una época en la cual también actuaron los fundadores del comunismo, Marx y Engels, y cuya actuación fue decisiva para la creación de las condiciones subjetivas para la Revolución Proletaria. Será de la experiencia política de la social-democracia alemana y de la lucha de dos líneas de Marx y Engels contra las posiciones socialistas pequeño-burguesas que el camarada Lenin irá a apoyarse para fundamentar los elementos políticos de su teoría del partido de nuevo tipo. La concepción leninista del Partido bolchevique ya aparece en su forma teórica completa en la gran obra ¿Qué hacer?, escrita en 1902. Estaba allí sistematizada toda la formulación de Lenin sobre un partido cuyo objetivo era realizar la propaganda política revolucionaria y no sólo la política sindicalista; de que lo más importante a forjarse en el proletariado era la conciencia política de la necesidad de la lucha por el Poder como cuestión principal y no de una lucha económica de resistencia sindical. Todos esos aspectos Lenin pudo extraer de la experiencia de la social-democracia alemana, particularmente de la dirección de August Bebel, bajo el mando de Marx y Engels.

Marx (1818-1883) y Engels (1820-1895) dedicaron sus últimos años, principalmente, a llevar la lucha de dos líneas con la dirección socialdemócrata alemana sobre diferentes aspectos de la construcción del partido y buscaron aportar contribuciones para la comprensión de las contradicciones económicas y políticas en Rusia. Esto porque, el centro del movimiento obrero que, antes de 1848, estuvo en Inglaterra, pasando después a Francia hasta 1871, a Alemania hasta 1905, se había desplazado para Rusia.

II. Marx y perspectivas para  Rusia

Tras el Congreso de La Haya de la I Internacional (1872), las condiciones de salud del gran Karl Marx empeoraron gradualmente. Por eso su actuación directa en el MCI se restringió, principalmente, a los trabajos de elaboración teórica; finalmente, estaba pendiente y era extremadamente aguardada la publicación de la parte restante de El Capital. La elaboración del material de todo el Libro Primero, así como de la mayor parte de los Libros Segundo y Tercero se completaron en 1865. Sin embargo, de 1873 a 1883, Karl Marx dio continuidad a una serie de estudios complementarios para enriquecer la parte restante de su obra principal. Como Engels afirma, en el Prefacio del Libro Tercero de El Capital, durante la década de 1870 y 1880, la atención de Marx se volvió prioritariamente para la situación de Rusia. En la década de 1860, como vimos en las partes anteriores de nuestro artículo, Marx ya había dedicado parte importante de sus estudios a la situación de Rusia, para eso aprendió el idioma ruso y pudo leer en fuente directa los autores democráticos y la copiosa literatura populista4.

Engels apunta en el referido Prefacio al Libro Tercero que:

“Dada la variedad de las formas de propiedad agraria y de explotación de los trabajadores agrícolas en Rusia, cabía a ese país desempeñar, en la parte relativa a la renta agraria, el mismo papel que, en el Libro Primero, la Inglaterra desempeña en lo tocante al trabajo asalariado industrial. Infelizmente, no fue posible a Marx ejecutar ese plan.” (Engels, Prefacio al Libro Tercero de El Capital).

Ese plan, sin embargo, sería cumplido por un admirable joven marxista ruso, Vladimir Lenin que, en 1899, había escrito la gran obra El desarrollo del capitalismo en Rusia, aplicando de manera creadora el marxismo en el “análisis concreto de la situación concreta” de aquel país. Esa obra de Lenin obviamente estaba fundamentada tanto en las conclusiones del Libro Tercero, como en una serie de artículos de Marx y Engels sobre Rusia, que habían sido publicados justamente en los últimos diez años de vida de Marx.

Exceptuando la Crítica al Programa de Gotha  (1875), que trataremos a parte, las últimas obras de Marx elaboradas para publicación en este periodo tratan del problema de la revolución en Rusia. Son ellas: la Carta a la Redacción de la revista Notas Patrióticas (1877) y el Prefacio a la edición rusa del Manifiesto del Partido Comunista (1882). Además de esas obras, un texto que quedó durante largo tiempo sin publicación, pero que nos ayuda a comprender más a fondo las ideas de Marx sobre la cuestión agraria y campesina en Rusia, es la Carta a Vera Zasulitch5, de 1881, así como los esbozos preservados de la misma.

En todas esas obras, Marx da continuidad a la lucha de dos líneas contra las ideas populistas. El populismo ruso puede ser considerado una variante del socialismo pequeño-burgués, pero diferentemente de las posiciones de Proudhon , Lassalle y Bakunin, los populistas destacan la importancia del campesinado en la revolución socialista. El problema de la posición populista, según nos apunta Marx, es que ella idealizaba el papel del campesinado ruso y no admitía la condición del proletariado como la clase más avanzada de la historia y, por lo tanto, clase dirigente del proceso revolucionario. Las posiciones populistas defendían que la comuna rural rusa, una forma remanente de posesión colectiva de la tierra, podría impedir el desarrollo del capitalismo en Rusia, abreviando, así, el camino revolucionario. Marx y Engels estudiaron a fondo esa cuestión.

En su Carta a la Redacción, Marx polemiza con el teórico populista Michailovski, que deturpa las conclusiones del Libro Primero de El Capital. En su carta, Marx afirma que la forma por él analizada de la expropiación campesina, en el capítulo Acumulación primitiva, no servía como modelo para el desarrollo del capitalismo en todos los países; era, por lo tanto, el ejemplo histórico de como tal fenómeno se había dado, por primera vez en la historia, en Inglaterra. Una de las particularidades del desarrollo del capitalismo en Rusia, según Marx, es que esa expropiación estaba en curso en un periodo histórico en el cual la revolución proletaria avanzaba firmemente en Europa Occidental. Sería, por lo tanto, el desarrollo de la revolución proletaria, como había afirmado Marx en el Prefacio al Manifiesto, que determinaría el papel que la comuna campesina podría cumplir en la revolución rusa.

Marx decidió no enviar esa carta a la redacción de la revista Notas Patrióticas, pues creía que su publicación colocaría en riesgo la existencia de la revista, finalmente, podría servir de pretexto para que el régimen zarista prohibiera su circulación. Sin embargo, la Carta a la Redacción fue traducida para el ruso y circuló ampliamente en los grupos embrionarios de la social-democracia rusa, cumpliendo un importante papel en la elaboración del pensamiento guía de esta revolución. El camarada Lenin, en una de sus primeras obras, Quienes son los “amigos del pueblo” y como luchan contra los socialdemócratas, publicada en 1894, polemiza con el mismo autor populista, Michailovski, contra quién Marx escribió su carta.

El Prefacio a la edición rusa del Manifiesto Comunista, de 1882, es el último texto publicado en vida por Karl Marx y tanto su contenido cuanto el contexto de su publicación le confieren gran significado. Un año antes, el día 1º de marzo, Alexandre II, emperador de Rusia, fue ajusticiado en una acción armada revolucionaria de la organización populista Voluntad del Pueblo. Ese fue, a la vez, el punto máximo de la estrategia militar de los populistas y su límite. La crisis estratégica enfrentada por esa corriente, así como el impacto de esta edición del Manifiesto y del referido prefacio, impulsaron, en 1883, la fundación de la primera organización de orientación marxista en Rusia, el grupo Emancipación del Trabajo, dirigido por Plekhanov.

El Prefacio a la edición rusa del Manifiesto Comunista, firmado por Marx y Engels, además de contener en perspectiva la visión de que el centro de la revolución se desplazaba de Alemania para  Rusia, contenía al menos dos otros aspectos fundamentales: el destaque de la importancia de las acciones armadas y el papel que el campesinado ruso estaba destinado a cumplir en aquella revolución. Veamos:

“El limitado campo del movimiento de aquel tiempo (diciembre de 1847) está expreso en la última parte del Manifiesto: la posición de los comunistas en relación a los varios partidos de oposición en los diferentes países. (…) ¡Que diferencia de hoy! Fue justamente la inmigración europea que posibilitó a América del Norte la producción agrícola en proporciones gigantescas, cuya competencia está sacudiendo los cimientos de la propiedad rural de Europa, tanto la grande en cuanto la pequeña. (…) ¿Y a Rusia? Durante la revolución de 1848-1849, la burguesía y los monarcas europeos veían en la intervención rusa la única manera de escapar del proletariado que despertaba. El zar fue proclamado jefe de la reacción europea. Hoy él es, en Gatchina [palacio en las cercanías de San Petersburgo], prisionero de guerra de la revolución, mientras que  Rusia forma la vanguardia de la acción revolucionaria en Europa. (…) En Rusia vemos que, al lado del florecimiento acelerado del engañador capitalismo y de la propiedad burguesa que comienza a desarrollarse, más de la mitad de las tierras es posesión colectiva de los campesinos. El problema ahora es: ¿podría la comuna rural rusa, forma ya muy deteriorada de la antigua posesión en común de la tierra, transformarse directamente en la propiedad comunista? (…) Hoy en día, la única respuesta posible es la siguiente: si la revolución rusa constituirse en la señal para la revolución proletaria en el Occidente, de modo que una complemente la otra, la actual propiedad común de la tierra en Rusia podrá servir de punto de partida para una evolución comunista.” (Marx y Engels, Prefacio a la segunda edición rusa del Manifiesto del Partido Comunista).

En cuanto al primer aspecto, veamos la apreciación positiva de Marx delante de la ejecución del zar Alexandre II, pues es eso que podemos ver en su caracterización a la condición de su sucesor, Alexandre III, como un prisionero de guerra en su propio palacio, temeroso en cuanto a la acción de los revolucionarios rusos. Además de eso, Marx destaca que “Rusia forma la vanguardia de la acción revolucionaria en Europa”. Claro que, con eso, a pesar de su reconocimiento del relieve del movimiento revolucionario en Rusia, Marx no estaba poniéndose plenamente en consonancia con la táctica del terror individual de los populistas. Como está expuesto en partes anteriores de nuestro artículo, vimos cuántas luchas de dos líneas Marx trabó contra los desvíos blanquistas, tanto en Francia como en el propio seno de la Liga de los Comunistas. Lo que Marx destaca es la importancia de la acción revolucionaria, pues sin ella no es posible la revolución. La social-democracia  rusa, su fracción menchevique, liderada por Plekhanov, por ejemplo, al romper con el populismo, abandonaría toda la experiencia acumulada por la tradición revolucionaria rusa. El camarada Lenin, al contrario, partirá de esta experiencia concreta, reelaborándola y corrigiéndola bajo una perspectiva proletaria para, juntamente con la experiencia de la social-democracia alemana, forjar la teoría del Partido de nuevo tipo: organización de vanguardia centralizada, clandestina, disciplinada, de combate y compuesta por profesionales de la revolución. Lenin, en su obra ¿Que herencia renunciamos?, trata justamente de lo que debería ser abandonado de la experiencia populista y defiende preservar exactamente la herencia positiva destacada por Marx en este prefacio.

En cuanto a la cuestión campesina, enfatizada por Marx en la caracterización del problema de la comuna rural rusa,  también tuvo sus desdoblamientos confirmados en la gran Revolución Socialista de Octubre. El camarada Lenin, diferentemente de los mencheviques que degeneraron para una posición economicista y sindicalera  supuestamente “centrada en la clase obrera”, siguió los apuntamientos de Marx. Los bolcheviques siempre hicieron su agitación y propaganda revolucionarias entre los campesinos: basta recordar el ejemplo dado por Lenin en  ¿Qué hacer?, de la importancia de la prensa comunista tratar de los zemtvos, que eran órganos estatales encargados de la administración pública en las regiones donde predominaban las comunas rurales. En octubre de 1917, el segundo decreto del gobierno revolucionario, dirigido por Lenin, definía la “nacionalización de la tierra”. Esa medida atendía de inmediato a todos los campesinos pobres y medios de Rusia y, en parte, se basaba en la existencia, aunque en disolución, de esta forma colectiva de posesión de la tierra del campesinado ruso. Con esa medida, el gobierno socialista aseguraba la posesión campesina de la tierra que estaba amenazada por el desarrollo del capitalismo en Rusia y, a la vez, creaba las condiciones para el desarrollo del socialismo en el campo. Esa definición programática brillante, establecida por Lenin, además del acúmulo del trabajo de los bolcheviques entre los campesinos, daba solución práctica a los problemas apuntados por Marx y Engels sobre la importancia fundamental de la alianza obrero-campesina para el triunfo de la revolución proletaria. Será en la gran Revolución Socialista de Octubre que las verdades marxistas sobre Rusia serán confirmadas y desarrolladas.


Notas:

1. La obra El Capital – Crítica de la economía política, es compuesta por cuatro libros: el Libro Primero: El proceso de producción del capital, fue publicado en 1867; el Libro Segundo: El proceso de circulación del capital, fue publicado en 1885, por Engels (después de la muerte de Marx); Libro Tercero: El proceso global de producción capitalista, fue publicado en 1894, por Engels; el Libro Cuarto: Teorías de la plusvalía, fue publicado en una primera versión entre los años 1905-1910 bajo la responsabilidad de la social-democracia Alemana y una segunda versión entre los años 1954-1961 por el PCUS.

2. La Guerra de Secesión en USA, en la cual lucharon los Unionistas del Norte contra los Confederados del Sur. La principal conquista democrática de esta guerra civil fue la abolición de la esclavitud negra en USA.

3. La Guerra Franco-Prusiana se dio entre el Segundo Imperio de Napoleón III y el Imperio Prusiano, de Guillermo IV; Prusia salió victoriosa en esta guerra y su principal resultado político fue la conclusión de la unificación Alemana, hegemonizada por Prusia, sin la presencia de Austria. En 1871, en el palacio de Versalles, es proclamada la creación del Imperio Alemán, que acabaría en 1919, con la creación de la República Alemana.

4. El populismo ruso fue una corriente socialista pequeño-burguesa que fundamentalmente defendía que el campesinado de Rusia, constituía la clase más revolucionaria y que los resquicios de la propiedad comunal de la tierra podrían abreviar el camino al comunismo.

5. Vera Zasulitch fue una revolucionaria rusa que inició su militancia en las hileras del populismo ruso. Posteriormente, tal como Plekhanov, adhirió al marxismo y, juntamente con él, fundó la organización socialista Emancipación del Trabajo, y después participó de la fundación del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia. En la lucha de dos líneas abierta en el II Congreso del Partido, Vera se colocó contra la Fracción Roja (bolchevique) de Lenin.

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