Traducción Enrique Chiappa
3. La Ley Anti-Socialista y la Carta Circular de Engels y Marx
La publicación del Anti-Dühring fue, por lo tanto, una muy importante conquista de la izquierda y una continuidad de la Lucha de Dos Líneas trabada por Karl Marx, en su Crítica al Programa de Gotha, en 1875. Sin embargo, como vimos, el resultado de esa lucha ideológica no fue inmediato: en el Congreso de Gotha, las críticas de Marx no fueron aprobadas; y en 1877, en otro congreso del Partido, la derecha por poco no consiguió impedir la continuidad de la publicación de los fascículos del Anti-Dühring en la prensa de la Social-Democracia de Alemania. Coincidiendo con la publicación de las últimas partes de la obra de Engels y con su edición encuadernada fue promulgada en Alemania la ya referida Ley Anti-Socialista. La promulgación de esa ley abrió una nueva etapa en la lucha de dos líneas en el Partido y en un primer momento fortaleció la línea oportunista derechista que pasó a predicar abiertamente la capitulación y la liquidación del Partido. El papel de Marx y Engels, sobre todo de Engels, fueron decisivos para la derrota de la línea derechista y el fortalecimiento de la línea de izquierda.
La promulgación de la Ley Anti-Socialista por el gobierno de Bismarck fue un marco en la profundización de las posiciones derechistas y reaccionarias del “canciller de hierro”. Desde el punto de vista económico, la Ley correspondía a una política más ofensiva del Estado alemán de medidas proteccionistas, conquistas coloniales y expansión externa. Las medidas proteccionistas apuntaban la defensa del mercado interno de los latifundistas, los junkers, frente a la competición con los productos agrícolas más baratos del USA. Esas medidas agravaban directamente las condiciones de vida del proletariado de Alemania y como medida preventiva delante del agravamiento de la lucha de clases el gobierno alemán tramó para aprobar una ley que colocara la Social-Democracia en la ilegalidad.
El pretexto utilizado para la aprobación de la Ley fueron los dos atentados contra el emperador austríaco, Guilherme I, ocurridos en los meses de mayo y junio de 1878. Asociando los atentados a la Social-Democracia y alarmando la opinión pública sobre el “peligro rojo”, Bismarck disolvió el parlamento y convocó nuevas elecciones. En la nueva composición parlamentaria se habían fortalecido las posiciones reaccionarias. Eso facilitó para que, el día 19 de octubre de 1878, fuera aprobada la Ley Anti-Socialista, por 221 votos a favor y 149 contra. Quedaban, entonces, prohibidas, por un plazo de tres años, las organizaciones socialistas y las organizaciones sindicales obreras, los órganos de prensa, las reuniones públicas o la propaganda de cualquier campaña socialista. Las autoridades municipales podían, también, decretar un estado de sitio parcial durante el cual todas las reuniones sólo podrían acontecer con previa autorización policial. Estaba prohibida la difusión de periódicos en locales públicos y las personas consideradas sospechosas podrían ser desterradas con sus familias.
En 1878, el Partido Socialdemócrata de Alemania, a pesar de decaída su calidad revolucionaria, poseía una considerable fuerza política organizada. El Partido contaba entonces con 32.000 miembros activos, con 40 órganos de prensa de amplio alcance entre las masas obreras. En las últimas elecciones el Partido había obtenido medio millón de votos y elegido 12 diputados para el parlamento.
Esa fuerza orgánica, ese peso entre las masas, no fueron sin embargo suficientes para que predominara una línea revolucionaria en su dirección. Frente a la Ley Anti-Socialista la posición de la línea oportunista derechista fue vergonzosa. Aún durante las discusiones del proyecto de Ley en el parlamento, el Comité Central Electoral de Hamburgo, que desempeñaba las funciones de dirección central del Partido se declaró disuelto y defendió que las organizaciones partidarias locales hicieran lo mismo. Bebel fue contra esa decisión, pero Liebknecht, como diputado del parlamento, declaró, después de la aprobación de la Ley, que el Partido la respetaría. El predominio de posiciones capitulacionistas por anticipación y de rendición eran expresión del bajo nivel ideológico del Partido, hecho que se había agravado tras la unificación con los lassallianos.
Dirigentes comunistas expertos, como Marx y Engels, no se asustaron con esta modificación abrupta en la condición de la lucha de clases en Alemania. Finalmente, fuera en una condición semejante que la Liga de los Comunistas había actuado, en los años de 1848-1852, en su lucha por la revolución democrática en Alemania. Marx y Engels habían enfrentado justamente la ilegalidad y la expulsión de su patria. Para ellos lo que estaba ocurriendo no representaba ninguna novedad ni motivo para desesperación, al contrario:
“El movimiento socialista no puede ser asfixiado amordazándolo. Por el contrario, la ley contra los socialistas… completará la educación revolucionaria de los obreros alemanes (…).” (Engels, La ley de excepción contra los socialistas alemanes, destaque nuestro)
Delante de la ilegalidad del Partido, Engels y Marx comienzan a defender la necesidad de la organización de un órgano de prensa del Partido, que fuese editado e imprimido en el exterior para ser enviado clandestinamente para el territorio alemán. Una intensa correspondencia de Engels con la dirección del Partido Socialdemócrata de Alemania, ocupará el año de 1879, cuyo tema central era la organización del periódico, denominado Dé Sozialdemokrat (El Socialdemócrata), y particularmente la cuestión fundamental de la composición de su dirección. La dirección del Partido había indicado el social-reformista Höchberg para la dirección del periódico, contra el cual Marx y Engels, por correspondencia, protestaron de forma vehemente.
En septiembre de 1879, en la revista científica dirigida por Höchberg, fue publicado el artículo “Retrospectivas del Movimiento Socialista en Alemania”, firmado por él, Bernstein y Schramm. El artículo era un verdadero “manifiesto” de la línea oportunista derechista y constituía la posición derechista expuesta de la manera más explícita. El “trio de Zúrich”, como quedó conocido, era justamente el indicado para componer el comité administrativo del Dé Sozialdemokrat. La respuesta de Marx y Engels, por lo tanto, era urgente y necesaria.
Esa respuesta vino bajo la forma de una Carta Circular, escrita aún en el mes de septiembre, y enviada para el Comité de Redacción del Dé Sozialdemokrat, en Leipzig, compuesto por Bebel, Liebknecht, Fritzsche, Geiser, Hasenclever, y Bracke, miembro de la fracción socialdemócrata en el parlamento. La carta fue escrita enteramente por Engels, Marx leyó y la aprobó así que llegó de un viaje para tratamiento de salud en el balneario de Ramsgate. La carta fue, entonces, firmada por ambos. Ese documento histórico constituye un importante material de la lucha de dos líneas contra las posiciones reformistas, tal vez esa sea la última gran lucha antes que las posiciones burguesas se vean forzadas a adoptar, predominantemente, la forma revisionista, por ser la más peligrosa, en la lucha interna de los Partidos Comunistas.
En la Carta Circular, Engels retoma algunos tramos del artículo del “trio de Zúrich” que demuestran su evidente defensa del lassallianismo, y la reprobación explícita a todos los posicionamientos de izquierda del Partido a lo largo de su historia. La defensa internacionalista hecha por la Social-Democracia de Alemania a la Comuna de París, en un difícil contexto interno, pues Francia estaba en guerra contra Prusia, fue considerada por los oportunistas como una posición unilateral y que alejaba los elementos progresistas de la burguesía. En verdad, lo que había era una defensa de la reanudación del proyecto burgués de Lassalle, de un partido obrero sólo de nombre, pero que en el fondo defendiera la unión con la burguesía. Engels recuerda que la lucha contra esa posición ya había sido vencida en 1847, en el Congreso de la Liga de los Justos, que había alterado el nombre de la organización para Liga de los Comunistas y substituirá su lema: “Todos los hombres son hermanos” por “Proletarios de todos los países, uníos!”.
La línea derechista argumentaba que el partido no podía ser un “partido unilateral”, sólo de obreros, pero que debía buscar miembros entre las capas más esclarecidas de la sociedad, pues sólo esos conseguirían representar la clase obrera en el parlamento. Engels retoma entonces los estatutos de la Internacional en el cual: “formulamos el grito de guerra: la liberación de la clase obrera tiene que ser obra de la propia clase obrera”. Retoma también el Manifiesto del Partido Comunista, en el cual discute sobre el ingreso de individuos oriundos de otra clase social en el partido del proletariado siguiendo determinadas condiciones:
“Si esas personas de otras clases se juntan al movimiento proletario, la primera exigencia es la de que ellas no traigan consigo ningún resto de prejuicios burgueses, pequeño-burgueses, etc, pero se apropien con franqueza de la manera de ver proletaria. Aquellos señores, sin embargo, como quedó probado, están completamente llenos de representaciones burguesas y pequeño-burguesas.” (Engels, Carta Circular)
Engels caracteriza así la posición del “trio de Zúrich”:
“Son los representantes de la pequeña burguesía que se anuncian, llenos de miedo de que el proletariado, compelido por su situación revolucionaria, pueda ‘ir demasiado lejos’. En vez de oposición política decidida – mediación general; en vez de lucha contra el gobierno y la burguesía – la tentativa de ganarlos y de persuadirlos; en vez de resistencia obstinada contra los malos tratos de cima – sometimiento humilde y admisión de que se había merecido el castigo. Todos los conflictos históricamente necesarios son interpretados de forma deturpada como mal entendidos y toda la discusión termina con la protesta: en lo principal, estamos finalmente todos unidos. (…) Es el mismo para la lucha de clases entre proletariado y burguesía. Es reconocida en el papel, porque ya no se puede negarla; en la práctica, sin embargo, es enmascarada, borrada, amortiguada. El Partido Socialdemócrata no debe ser ningún Partido obrero, no debe atraer sobre sí el odio de la burguesía o, en general, de quienquiera que sea; debe, antes de todo, hacer una propaganda enérgica entre la burguesía; en vez de dar peso a objetivos que van lejos, que asustan la burguesía y que, aun, son inalcanzables en nuestra generación, él debe antes emplear toda su fuerza y energía en aquellas reformas pequeño-burguesas que confieren a la vieja orden de la sociedad nuevos apoyos y que, por ese hecho, podrían tal vez transformar la catástrofe final en un proceso gradual, parcelar y el más posible pacífico de disolución.” (Engels, Carta Circular, destaques nuestros)
Engels denuncia un procedimiento que se haría típico del revisionismo: reconocer la lucha de clases en el papel porque ya es imposible negarla, pero para mascararla, borrarla y no para impulsarla como motor de la historia que de hecho es. Engels, también, con mucha perspicacia usa el argumento que después sería desarrollado por Bernstein, a partir de 1896, de que “el movimiento es todo, los objetivos no son nada”. Será contra esta consigna revisionista que el camarada Lenin irá a atacar el economicismo menchevique en su gran obra ¿Qué hacer? Es esto que Engels enfatiza cuando el “trio de Zúrich” defiende no dar tanto peso “a los objetivos que van lejos”. Pero, eso es lo contrario de lo que pregona el Manifiesto del Partido Comunista, cuando en su conclusión afirma que: “Los comunistas no se rebajan a ocultar sus objetivos y sus fines, proclaman abiertamente… (…).” Y será en la Carta Circular que la definición de la lucha de clases como motor de la historia aparecerá así, por primera vez, sintetizada:
“Desde hace casi 40 años que pusimos en evidencia la lucha de clases como la fuerza motora de la historia y, especialmente, la lucha de clases entre la burguesía y proletariado, como la gran palanca del revolucionario social moderno; es imposible, por lo tanto, que acompañemos personas que quieren tirar esta lucha de clases del movimiento.” (Engels, Carta Circular, destaque nuestro)
Y la carta concluye con el siguiente ultimátum al Comité de Redacción del Dé Sozialdemokrat:
“No podemos, por lo tanto, concordar con personas que abiertamente afirman que los obreros son demasiado incultos para liberarse a sí mismos y que sólo a partir de cima tienen que ser liberados, por grandes y pequeños burgueses filantrópicos. Si el nuevo órgano del Partido tomar una actitud correspondiente a las opiniones de aquellos señores, sea burgués y no proletario, no nos resta entonces, por mucha pena que eso nos dé, declararnos abiertamente contra y romper la solidaridad con que, hasta aquí, de cara al extranjero, hemos representado el Partido alemán. Esperamos, aún, que no se llegue hasta ahí.” (Engels, Carta Circular)
El ultimátum de Engels, refrendado por Marx, surtió efecto, y en octubre de 1879 la dirección del Partido retiró de Höchberg la responsabilidad del periódico Dé Sozialdemokrat. Esa fue una primera victoria de la izquierda, pero aún precaria. Como base de este avance de la izquierda estaba el trabajo del camarada August Bebel que, una vez más, demostraba su gran talento organizador y se había colocado en la vanguardia de la lucha contra el liquidacionismo. En noviembre de 1878, inmediatamente después de la aprobación de la Ley Anti-Socialista, Bebel inició la organización del Comité Central de Ayuda, que en poco tiempo se tornaría el comité partidario responsable por todo el trabajo ilegal dentro de Alemania. En 1913, en un artículo en homenaje a ese camarada, Lenin dijo que: “Bebel mostró [en el periodo después de la Ley Anti-Socialista] ser el verdadero jefe del Partido.” Aún en la clandestinidad, gracias a este trabajo subterráneo, Dé Sozialdemokrat contaba con 10 mil subscriptores.
En agosto de 1880, ocurre en Suiza el Congreso del Partido. En ese Congreso, como resultado de la Lucha de Dos Líneas vanguardeada por Engels y el trabajo organizativo dirigido por Bebel, hay una primera victoria más significativa de la izquierda. Esa victoria era la primera en cinco años de avance de la línea oportunista derechista, que había crecido desde el Congreso de Gotha, en 1875. En el Congreso de 1880, ocurre una importante, aunque restricta, revisión del Programa partidario. El tramo que decía que el Partido buscaba alcanzar sus objetivos “por todos los medios legales”, la palabra “legales” fue cortada. Se retomaba la tradición revolucionaria de la Liga de los Comunistas y se creaban las condiciones para el importante aprendizaje del manejo del trabajo legal e ilegal.
En diciembre de 1880, Bebel va a Londres y se encuentra personalmente, por primera vez, con Marx y Engels. Junto a él estaba Bernstein que se había alejado de las posiciones reformistas y había pasado a defender una línea marxista. En acuerdo con Marx y Engels, Bernstein asume la dirección del Dé Sozialdemokrat y, de hecho, imprime un contenido mejor al periódico. Tras asegurarse que la dirección del periódico se había estabilizado en una posición de izquierda, a finales de 1881, Engels pasa a colaborar regularmente con el periódico del Partido y a ejercer una influencia cada vez mayor en su línea. El hecho de Bernstein haber asumido después una posición revisionista, después de la muerte de Engels, sólo sirve para comprobarnos que el oportunismo en su forma revisionista es el peligro principal para la línea revolucionaria y contra él todos los comunistas deben estar cotidianamente vigilantes y darle combate implacable.
Lo principal, sin embargo, es que la lucha de dos líneas trabada con la Carta Circular fue extremadamente positiva y derrotó parcialmente las posiciones de la derecha. Se inició, en el periodo de la Ley Anti-Socialista la contraofensiva de la izquierda dentro de la Social-Democracia. Esa contraofensiva sólo fue posible gracias a los esfuerzos de Marx y Engels, gracias a la elaboración de grandes obras como: Crítica al Programa de Gotha (1875), Anti-Dühring (1878), y Carta Circular, (1879). Como previera Engels, la Ley Anti-Socialista había completado la educación de los obreros alemanes; como sistematizaría Lenin, el marxismo sólo se desarrolla en lucha contra el revisionismo y todo el oportunismo.
Conclusión: La desaparición física de Karl Marx y los destinos históricos del marxismo
En ese momento de contraofensiva de la izquierda en la Social-Democracia de entonces, periodo de desarrollo relativamente “pacífico” del capitalismo en Europa, cuando las posiciones marxistas aún no habían ganado la mayoría de las direcciones de los Partidos Obreros que avanzaban su construcción en sus países; en ese momento de víspera de la batalla, el más revolucionario de los corazones del proletariado dejó de later. El día 14 de marzo, de 1883, sentado en su silla de trabajo, a los 64 años de edad, fallecía el Titán del pensamiento y acción del proletariado. Ese mismo día, Engels escribiría a los camaradas alemanes:
“Aún no puedo pensar que esta cabeza genial haya dejado de fecundar con sus pensamientos poderosos el movimiento proletario de ambos mundos [Europa y América]. Aquello que nosotros todos somos, lo somos por él; y aquello que el movimiento de hoy es, lo es por la actividad teórica y práctica de él”. (Engels, Correspondencia)
Marx fue enterrado en el cementerio Highgate, en la misma sepultura que un año antes había sido sepultada su compañera, la revolucionaria comunista Jenny von Westphalen Marx. La desaparición física de Marx fue acompañada por enorme conmoción en todo el Movimiento Comunista Internacional. De todos los países, fueron enviados para Engels los mensajes de apoyo y consternación delante de pérdida tan importante. El fundador de la doctrina comunista dejaba un legado extraordinario de una obra científica monumental, elaborada mediante una actuación de vanguardia en la Lucha de Clases, por el combate implacable y sin cuartel contra las posiciones burguesas y pequeño-burguesas en el seno del movimiento obrero y por una profunda conexión con las masas explotadas y oprimidas de todo el mundo.
Sin embargo, la muerte de Marx no dejó ni el marxismo, ni el Movimiento Comunista sin una dirección. Al lado de Marx, desde 1845, estaba otro Titán del pensamiento y acción del proletariado: Friedrich Engels, también fundador del comunismo, coautor del inolvidable Manifiesto del Partido Comunista. Pero Engels no fue sólo un fundador; entre los años de 1850 a 1870, garantizó el mantenimiento financiero y logística del gran profesional de la revolución: Karl Marx. Dedicó dos décadas en la conducción de los negocios de su familia, cumpliendo eso como una tarea logística fundamental para que Marx pudiera dedicarse íntegramente en la elaboración científica de la doctrina comunista. Engels fue por eso obligado, durante dos décadas, a interrumpir de modo recurrente su producción teórica, pero nunca su militancia práctica.
Cuando, en 1869, Engels consiguió su jubilación de las actividades comerciales, él entró triunfante en la casa de Karl Marx. Finalmente estaba libre para retomar, en la misma intensidad que siempre deseó, su actividad de dirigente comunista. Luego ingresa en el Consejo General de la Internacional, y en 1872 tendrá una actuación de vanguardia en la lucha de dos líneas contra el anarquismo. Después de la disolución de la Internacional, en los años de 1873 y 1874, Engels escribirá una serie de 5 artículos denominada Literatura de Refugiados, en los cuales traba lucha contra el anarquismo, el blanquismo y el populismo.
Delante del agravamiento de las condiciones de salud de Marx, Engels asumió cada vez más la condición de vanguardia del Movimiento Comunista Internacional. Podemos decir que tras 1875, de la Crítica al Programa de Gotha, el papel de Engels se hace más importante y activo del que el de Marx para el movimiento comunista. No por casualidad será él el responsable por la sistematización del marxismo en sus tres partes constitutivas, en la gran obra Anti-Dühring; por eso será él el autor de la Carta Circular contra el liquidacionismo en la Social-Democracia, lucha que fue un punto de inflexión en el movimiento revolucionario en Alemania.
Aún con Marx vivo, Engels secundó su jefatura y eso constituyó un gran triunfo para el proletariado internacional. Pues en los años siguientes a la muerte del gran fundador, será tarea de Engels la publicación del Libro Segundo del Capital, en 1885. Serán los años de publicación de obras tan caras a la doctrina del comunismo como El Origen de la Familia, de la Propiedad Privada y del Estado, en 1884; de Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, en 1886; de la reedición de varias obras de Marx desconocidas de las nuevas generaciones; de la publicación del Libro Tercero del Capital, en 1894. Será el periodo en que el Partido Socialdemócrata de Alemania rechazando el Programa de Gotha, asumiendo por primera vez un programa auténticamente marxista, en 1891. Será el periodo en que, en medio a la durísima lucha de clases y fuerte lucha contra el revisionismo, se daría duras luchas de dos líneas por la conformación del partido de Nuevo Tipo, a través del cual y bajo la jefatura del gran Lenin, triunfaría la revolución proletaria, la gran Revolución Socialista de Octubre de 1917. El leninismo, como elevación del marxismo a su segunda y nueva etapa de desarrollo, el marxismo-leninismo con que el proletariado de Rusia abriría una Nueva Era para la Humanidad, remarcando con hierro y fuego los destinos históricos del marxismo. ¡Un gigantesco paso en la Larga Marcha rumbo al luminoso Comunismo!