De Karl Marx al marxismo

Karl Marx e Friedrich Engels, primeiros chefes do proletariado internacional

De Karl Marx al marxismo

Lucha de clases, lucha de dos líneas y línea de masas

Nota de la Redacción de AND: El presente texto es la primera parte de un grande e importante estudio realizado por el Núcleo de Estudios del Marxismo-leninismo-maoismo para proporcionar a los lectores de AND una comprensión profunda de como Marx y Engels formularon su teoría siempre inmersos en la práctica de la lucha de clases, que camino recorrieron y que métodos aplicaron para llegar al marxismo como ideología científica del proletariado. Práctica, camino y método aplicado por sus continuadores Lenin, Presidente Mao y Presidente Gonzalo a las realidades concretas y particulares de sus respectivos países y procesos revolucionarios.

Por tratarse de obra extensa y de gran importancia, AND la publicará en varias partes.

La doctrina de Marx es omnipotente porque es exacta. Es completa y harmoniosa, dando a los hombres una concepción integral del mundo, inconciliable con toda la superstición, con toda la reacción, con toda la defensa de la opresión burguesa. El marxismo es el sucesor legítimo de lo que de mejor creó la humanidad del siglo XIX: de la filosofía alemana, de la economía política inglesa y del socialismo francés.”.

Lenin, Las tres fuentes y las tres partes constitutivas del marxismo

El marxismo consiste en miles de verdades, que pueden todas ser resumidas en una única de que la rebelión se justifica!”.

Presidente Mao Tsetung, Discurso en Yenan en ocasión de la celebración del aniversario de Stalin

En síntesis, la ideología del proletariado, la gran creación de Marx, es la más alta concepción que se vio y se verá en la Tierra; es la concepción, es la ideología científica que por primera vez dotó a los hombres, a la clase (principalmente) y a los pueblos, de un instrumento teórico y práctico para transformar el mundo. Y todo lo que él previera vemos como fue cumpliéndose. El marxismo viene se desarrollando, devino en marxismo-leninismo y hoy marxismo-leninismo-maoismo, y vemos como esta ideología es la única capaz de transformar el mundo, hacer la revolución y de llevarnos para la meta irrenunciable: el comunismo.”.

Presidente Gonzalo, La entrevista del siglo

El gran Friedrich Engels afirmó que el marxismo era una necesidad histórica y que, por su parte, Karl Marx era una casualidad. Esa afirmación abarca una profunda comprensión materialista dialéctica de la historia y constituye un importante punto de partida para analizar la génesis del marxismo. Se trata, por rigor marxista, al fin y al cabo, de la relación entre jefes – partido – clases y masas, como posteriormente fue sistematizado por el camarada Lenin. Como también se trata de la relación entre jefatura y pensamiento-guía que la sostiene, como establecido por el Presidente Gonzalo.

Lo que la afirmación de Engels nos muestra es que la ideología científica del proletariado necesariamente sería sistematizada; pues, en verdad, esa ideología representa el reflejo necesario, en la conciencia social, de la lucha de clases antagónicas entre burguesía y clase obrera. En particular, esa lucha de clases se refleja en el curso del desarrollo del movimiento obrero y de su partido revolucionario, el Partido Comunista, como lucha de dos líneas. Cuando Engels habla en casualidad, quiere decir que si no fuese Marx el sistematizador de esa ideología científica, necesariamente cabría a otro revolucionario proletario esa ardua tarea.

El marxismo como necesidad histórica

El marxismo, por lo tanto, no es producto exclusivo de la genialidad de ese titán del proletariado llamado Karl Marx. El marxismo es fundamentalmente el producto de la lucha de la clase obrera contra la burguesía y el capitalismo en Europa, a finales del siglo XVIII e inicio del siglo XIX. El marxismo es, también, producto de la lucha de dos líneas que se dio en la dirección del movimiento obrero europeo y del Partido Comunista en la época. Y al individuo Karl Marx, sólo le fue posible sistematizar esa ideología, no sólo por desde pronto vincularse al movimiento obrero, pero por haber sido el fundador del Partido Comunista, que en ardua lucha de dos líneas derrotó, a lo largo de los años, las posiciones pequeño-burguesas y utópicas de Proudhon y Blanqui, la posición anarquista, seudo-científica de Bakunin y la influencia reformista de Lassale en la socialdemocracia alemana.

La lucha de clases no fue sólo el impulso inicial de la ideología científica, el pensamiento de Marx se desarrolló, se completó, se transformó en Marxismo, porque siempre estuvo fundido en la práctica a la lucha y a todas las vicisitudes de la clase obrera. Como parte de la genialidad de Marx está su manejo de la Línea de Masas, verdadero sello de clase en su teoría del conocimiento. Marx supo sistematizar las ideas dispersas del proletariado europeo, supo ver por detrás de sus consignas espontáneas la solución histórica para los desafíos estratégicos de la revolución proletaria.

La Liga de los Comunistas, el Manifiesto del Partido, las Revoluciones de 1848 y las Luchas de clases en Francia

Después de haber sido expulso de Alemania, en 1843, por el gobierno prusiano y poco tiempo después, en 1845, de Francia, Marx, juntamente con Engels y un pequeño grupo de comunistas se instalan en Bruselas, capital de Bélgica, y allá conforman el llamado Comité de Enlace, que actuaba conjuntamente a otras organizaciones obreras alemanas y francesas, principalmente.

En el inicio de 1847, Marx y Engels son invitados a ingresar en la Liga de los Justos, organización clandestina de obreros alemanes cuya actuación se daba principalmente en el exterior, particularmente en París y Londres. La Liga de los Justos, ideológicamente, era influenciada por el socialismo pequeño-burgués de Proudhon y, desde el punto de vista práctico, por las tácticas putschistas de Auguste Blanqui, con cuyo grupo habían actuado en la rebelión de 1839 en París. Marx y Engels, y su pequeño grupo acogido en Bruselas, ingresan en la Liga de los Justos como una Fracción Roja y en los dos Congresos, realizados en 1847, traban una victoriosa lucha de dos líneas, particularmente contra la influencia proudhonista que representaba la posición derechista en el movimiento obrero francés.

En el inicio de aquel año, Marx había publicado Miseria de la filosofía, que según Lenin es la primera obra madura del marxismo. En este importante trabajo, que era una respuesta al libro Filosofía de la miseria de Proudhon, Marx atacaba las concepciones idealistas de la economía política proudhoniana, así como su visión pequeño-burguesa de sólo ver en el proletariado su condición miserable de vida; es en esta obra, también, que Marx desarrolla el concepto de antagonismo en su dialéctica materialista.

El II Congreso de la Liga, realizado a finales de 1847, tuvo duración de más de diez días y contó con la dirección personal del gran Marx, que pudo responder cada una de las dudas de aquellos militantes obreros, explicando así para aquella vanguardia los principios del socialismo científico, es decir, los principios del comunismo. Este Congreso consagra la victoria de la Fracción Roja en la Liga y el aplastamiento del proudhonismo. El lema de la organización, “Todos los hombres son hermanos” es sustituido por la consigna inmortal: ¡Proletarios de todos los países, os uníos!; el nombre de la organización necesariamente tendría que corresponder a este nuevo programa, así la Liga de los Justos se transforma en la Liga de los Comunistas. Estaba fundado, por primera vez en la historia, el Partido Comunista; cuya ideología de este Partido fue sistematizada en el Manifiesto del Partido Comunista, publicado por primera vez en Londres, en el inicio de febrero de 1848. El Manifiesto representa el surgimiento del marxismo como el pensamiento guía del movimiento obrero europeo y era la sustentación ideológica de la condición de jefatura alcanzada por Marx en el movimiento comunista del viejo continente. A partir de ahí la ideología científica del proletariado pasaba a confundirse enteramente con el nombre de su fundador.

Y esa ideología sólo podía seguir su desarrollo en medio a la profundización de la lucha de clases en Europa y de la lucha de dos líneas en el Partido Comunista. En 1848, pocas semanas después de la publicación del Manifiesto, una ola de revoluciones democrático-burguesas sacudió toda Europa, especialmente París. La clase obrera, como ya lo había hecho antes en Inglaterra y en Francia, tomó parte activa en esas insurrecciones, pero por primera vez tenía a su disposición un pensamiento guía. El pensamiento de Marx era la expresión ideológica del pasaje del proletariado de la condición de clase-en-sí a la de clase-para-sí. El Manifiesto era el grito del Partido Comunista de convocación a la clase obrera para tomar en sus manos todo el poder político, a través de la violencia revolucionaria:

“Los comunistas no se rebajan a disimular sus objetivos y sus fines. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados por la derrumbada violenta de toda la orden social existente. ¡Que las clases dominantes tiemblen frente a la idea de una revolución comunista! Los proletarios nada tienen a perder en ella a no ser sus grilletes. Tienen un mundo a ganar. ¡Proletarios de todos los países, os uníos!” (Marx y Engels, Manifiesto del Partido Comunista).

La Liga de los Comunistas, como única organización comunista en Europa en aquel momento, guardaba, inevitablemente, un doble carácter: al mismo tiempo que era una organización internacional, no sólo de obreros alemanes, como figuraba en las decisiones de su Congreso, en la práctica, sin embargo, era constituida en la gran mayoría de sus miembros y dirigentes por revolucionarios alemanes, o de países cuya segunda lengua era el alemán. El propio Manifiesto fue imprimido en alemán, en 1848, pero su traducción para una segunda lengua, en el caso el inglés, sólo ocurrió en 1852. El pensamiento de Marx, en aquel momento, era también conocido como el “socialismo científico alemán”. Este carácter de la Liga de los Comunistas queda patente en la actuación de la organización durante las revoluciones de 1848. La actuación de la Liga fue fundamentalmente en territorio alemán luchando contra el reino de Prusia y el imperio de Austria, y por una revolución democrático-burguesa que unificara, sobre nuevas bases, una Alemania republicana.

Sin embargo, en 1848, el escenario más intenso de la lucha de clases en Europa fue, una vez más, Francia. En febrero, estalla una insurrección contra la monarquía de la dinastía de Orleans, que estaban en el poder desde 1830. La burguesía francesa, teniendo la clase obrera armada como su principal aliado, consigue derrumbar el rey Luís Felipe e instaurar la República. Luego después de esta nueva derrumbada de la monarquía, la burguesía francesa inicia sus esfuerzos por desarmar el proletariado. El proletariado francés, sin embargo, de toda la clase obrera europea, era el más experto en revoluciones. En menos de un siglo había actuado: como fuerza secundaria en la gran Revolución de 1789; enseguida, durante el Imperio Napoleónico actuó como soldado en la expansión democrática en el inicio del siglo XIX; después, asistió sus pocas conquistas, alcanzadas en la revolución burguesa, ser retiradas después del restablecimiento de la dinastía de los Bourbons, en 1815; también, el proletariado había participado de la insurrección de 1830, que por la segunda vez derribó los Bourbons y una vez más vio frustrados sus intereses con la instalación de una monarquía constitucional. Era esta monarquía constitucional que ahora se derrumbaba, en 1848, pero esta vez el proletariado no se unificaba en torno a las banderas burguesas; de armas en puño desplegaba sus propias consignas: por el “derecho al trabajo” y por la “república socialdemócrata”.

El inevitable antagonismo de clases, entre la burguesía y el proletariado, constatado por Marx en 1847, se confirmó en junio del año siguiente, cuando por primera vez en la historia hubo un enfrentamiento directo, armado y sangriento de la clase obrera contra la burguesía y su república. La insurrección obrera había sido derrotada, pero “la sangre no aplasta la revolución, sino que la riega”; las lecciones de junio de 1848 tendrían muy importantes implicancias políticas y tácticas para el desarrollo del movimiento obrero y de su Partido.

Así que estalla la revolución de febrero, en Francia, Marx es expulso de Bélgica y se dirige a la París revolucionaria, de donde también es “invitado” a retirarse – y esa vez la “invitación” fue hecha por el nuevo gobierno burgués. El gobierno de la revolución de febrero estaba costeando el viaje del máximo posible de obreros alemanes y aún de otras nacionalidades para atravesar las fronteras francesas en dirección a los territorios dominados por la Prusia y  Austria. La justificación era el apoyo a la revolución burguesa, también en curso en los territorios prusiano y austríaco, que en marzo de 1848 asistieron grandiosas insurrecciones populares en Berlín y Viena. El real objetivo, sin embargo, del gobierno burgués parisiense era “limpiar” lo máximo posible la ciudad de revolucionarios. Sin embargo, se tornó importante objetivo político para Liga de los Comunistas dirigirse a Alemania pues, objetivaba así, intervenir directamente en el curso de la revolución democrático-burguesa alemana. Aún en Bélgica, frente a los tumultuosos acontecimientos en todo el continente, la dirección de la Liga toma una muy importante decisión:

“Estábamos todos, precisamente, a dar el salto para París y, así, la nueva autoridad central decidió igualmente disolverse, transferir todos los plenos poderes para Marx y mandatarlo para que constituyera inmediatamente en París una nueva autoridad central.” (Engels, Para la historia de la Liga de los Comunistas).

Esa decisión de la autoridad central de la Liga de los Comunistas era el reconocimiento y la defensa de la condición de jefatura de Karl Marx. Fue una gran decisión, pues, más  que nunca, los momentos de auge revolucionario exigen la centralización absoluta de la dirección revolucionaria. La implicancia inmediata del reconocimiento de la condición de jefatura de Marx fue la resolución tomada por él, de que la Liga no debería participar de los cuerpos “revolucionarios”, organizados por el gobierno burgués de Francia, que pretendían invadir a Alemania y así imponer la instalación de una república democrática. Marx antevió el fracaso de tal estrategia que conduciría en última instancia al fortalecimiento de las monarquías prusiana y austríaca. La deliberación de Marx fue que los miembros de la Liga deberían cruzar inmediatamente las fronteras alemanas y desde allá apoyaran y participaran del proceso revolucionario en curso, colocando en práctica la táctica política expuesta en el Manifiesto en cuanto a la actuación de los comunistas en las revoluciones democrático-burguesas. De esa manera, Marx y Engels se dirigen para los territorios alemanes y se instalan en Colonia, principal ciudad de la provincia Renana. La llegada de la dirección y de la jefatura de la Liga de los Comunistas la Colonia fue acompañada por la publicación de las Demandas del Partido Comunista en Alemania, en la cual se podía leer:

Es por el interés del proletariado alemán, de la pequeña burguesía y de los pequeños campesinos, que apoyamos esas demandas con toda la energía posible. Sólo con la realización de esas demandas, los millones en Alemania — que siempre fueron explotados por un puñado de personas y que son aquellos que los explotadores quieren que continúen en tal situación — ganarán derechos y llegarán al poder, que los convoca como productores de todas las riquezas.

Las referidas demandas eran constituidas por un conjunto de 17 proposiciones políticas que sistematizaban las reivindicaciones democráticas presentadas en el Manifiesto del Partido Comunista. Las demandas fueron publicadas el día 24 de marzo de 1848, en territorio alemán, pocos días tras las ya referidas insurrecciones de Berlín (18 de marzo) y de Viena (13 de marzo). Esas insurrecciones representaban el punto culminante de la lucha de la burguesía alemana contra la base económica feudal y su expresión política: la monarquía.

En Berlín, capital del Reino de Prusia, el levantamiento armado es combatido violentamente, el rey Guilherme IV busca se eximir de la responsabilidad de la masacre y ordena la retirada de las tropas de la ciudad, que pasa a ser controlada por una milicia civil. En Viena, la manifestación resultó en el despido del principal ministro del emperador de Austria, Fernando I. Al instalarse en Colonia, Marx y Engels fundan la Nueva Gaceta Renana, que se hizo el principal periódico portavoz de la revolución democrática de Alemania. Él era el periódico legal de la Liga de los Comunistas, que seguía su actuación en la clandestinidad frente a las persecuciones del Reino de la Prusia y del Imperio Austríaco.

Sin embargo, luego después de la insurrección obrera de París, en junio de 1848, la burguesía alemana, que ya era extremadamente vacilante en su lucha contra los señores feudales y la monarquía, se hace aún más temerosa y desconfiada de su principal aliado, el proletariado. La burguesía renana, que era de la región más avanzada industrial y políticamente, capituló de la lucha por la dirección política del proceso revolucionario y cedió lugar a la burguesía de Berlín que, en acuerdo con el rey de Prusia, convocó una Asamblea Nacional Constituyente. Esa Asamblea, en 1849, aprobó una constitución, cuya principal decisión era el coronamiento de Guilherme IV como emperador de Prusia.

La Liga de los Comunistas tuvo pocas condiciones de actuar en un proceso revolucionario que no fue, verdaderamente, llevado a término. El hecho de su actuación anterior se haber concentrado principalmente en el extranjero y la dificultad de una actuación centralizada en las regiones de la Prusia y de Austria, perjudicaron enormemente la actuación de los comunistas. En 1849, se inicia el proceso de persecución reaccionaria. En el mes de mayo, la Nueva Gaceta es cerrada por el gobierno prusiano, Marx es nuevamente detenido y expulso de Alemania. En 1850, en el Mensaje de la Dirección Central a la Liga de los Comunistas, Marx presenta el balance de la revolución democrática alemana:

“Mientras que los pequeño-burgueses demócratas quieren poner fin a la revolución lo más deprisa posible, realizando, como mucho, las exigencias antes referidas, nuestro interés y nuestra tarea son hacer permanente la revolución hasta que todas las clases más o menos poseyentes estén alejadas de la dominación, hasta que el poder de Estado haya sido conquistado por el proletariado, que la asociación de los proletarios, no sólo en un país, pero en todos los países dominantes del mundo entero, haya avanzado hasta tal punto que haya cesado la competencia de los proletarios en esos países y que, por lo menos, estén concentradas en las manos de los proletarios las fuerzas productivas decisivas. Para nosotros no puede tratarse de la transformación de la propiedad privada, pero sólo de su aniquilamiento, no puede tratarse de encubrir oposiciones de clases, pero de suprimir las clases, ni de perfeccionar la sociedad existente, pero de fundar una nueva.”.

El balance del fracaso de la revolución democrática, apoyada por la Liga de los Comunistas, era el balance de la primera aplicación concreta de la táctica propugnada en el Manifiesto del Partido Comunista. La inconsecuencia de la burguesía alemana fue así resumida por Marx, en diciembre de 1848: “sin fe en sí misma, sin fe en el pueblo, remusgando contra los de cima, temblando ante los de bajo, egoísta para con los dos lados y consciente de su egoísmo, revolucionaria contra los conservadores, conservadora contra los revolucionarios”. Al hablar de la “revolución en permanencia”, Marx anticipaba la necesidad, cada vez urgente, del proletariado no sólo apoyar las revoluciones democráticas, pero de asumir su dirección como necesidad para que sea llevada de manera consecuente. Ese importante aporte al socialismo científico, parte del balance de su dirección personal en la revolución alemana, fue plenamente desarrollado por el camarada Lenin durante la Revolución de 1905, ya dentro de la etapa superior del capitalismo, es decir, el imperialismo, y por el Presidente Mao como especificación de las revoluciones democráticas en los países coloniales y semicoloniales.

Sin embargo, el balance más importante hecho por Karl Marx de las revoluciones de 1848 será del proceso francés, exactamente por haber sido lo más radical y profundo, en el cual se expresaron de manera más aguda el antagonismo de clase entre la burguesía y el proletariado. En sus obras Las luchas de clases en Francia y en El 18 brumario de Luís Bonaparte, Marx analiza, como ningún otro, la historia francesa, especialmente de 1848 hasta 1851, cuando Napoleón III, después de ser electo presidente de Francia, promueve un golpe de Estado y restaura nuevamente la monarquía, expresamente el Segundo Imperio. Como nos indica Engels en la introducción de 1895, será sobre todo en Las luchas de clases que Marx avanzará en el desarrollo del socialismo científico. Marx, aplicando la línea de masas, sistematiza la consigna levantada espontáneamente por el proletariado francés de “derecho al trabajo”:

“En el primer proyecto de Constitución, redactado antes de las jornadas de junio, figuraba aún el ‘derecho al trabajo’, esta primera fórmula, torpemente enunciada, en que se resumen las reivindicaciones revolucionarias del proletariado. (…) El derecho al trabajo es, en el sentido burgués, un contrasentido, un deseo piadoso e infeliz, pero por detrás del derecho al trabajo está el poder sobre el capital y, por detrás del poder sobre el capital la apropiación de los medios de producción, su sometimiento a la clase obrera asociada y, así pues, la abolición tanto del trabajo asalariado como del capital y de sus relaciones mutuas. Por detrás del ‘derecho al trabajo’ estaba la insurrección de junio”.

Marx percibe que en esa “idea dispersa” de las masas había una gran cuestión política, por detrás de una reivindicación “piadosa” estaba la solución histórica de cuál era el objetivo político del proletariado en su conquista del Poder. Como bien resalta Engels, en Las luchas de clases, por primera vez es proclamada “la fórmula en que unánimemente los partidos obreros de todos los países del mundo condensan su demanda de una transformación económica: la apropiación de los medios de producción por la sociedad”. Esa síntesis no estaba en el Manifiesto, fue producto de la lucha de clases y de la capacidad de Marx en ir “de las masas para las masas”. Fue, también, en ese sentido, que Marx sistematizó la consigna del proletariado francés de “república socialdemócrata”, como siendo la dictadura del proletariado, la única capaz de asegurar la realización de la “apropiación de los medios de producción”:

“Este socialismo es la declaración de la permanencia de la revolución, de la dictadura de clase del proletariado como punto necesario de transición para la supresión de las diferencias de clase en general, para la supresión de todas las relaciones de producción en que reposan tales diferencias, para la supresión de todas las relaciones sociales que corresponden a estas relaciones de producción, para la subversión de todas las ideas que resultan de estas relaciones sociales”. (Karl Marx, Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850).

Las revoluciones de 1848, particularmente en Francia y en Alemania, a partir de la dirección concreta de Marx en la segunda y de su profundo balance de la primera, constituyen el cierre de una fase en el proceso de conformación del marxismo. Corresponden al acabado de la formulación del pensamiento Marx, que por él aún es así sistematizado en una carta, de 5 de marzo de 1852, a uno de sus camaradas, Joseph Weydemeyer, que desde USA preparaba la primera publicación de El 18 brumario de Luís Bonaparte:

“En lo que me dice respecto, no me cabe el mérito de haber descubierto ni la existencia de las clases en la sociedad moderna ni su lucha entre sí. Mucho antes de mí, historiadores burgueses habían expuesto el desarrollo histórico de esta lucha de las clases, y economistas burgueses la anatomía económica de las mismas. Lo que de nuevo yo hice, fue:

  1. demostrar que la existencia de las clases está apenas conectada a determinadas fases de desarrollo histórico de la producción;
  2. que la lucha de clases conduce necesariamente a la dictadura del proletariado;
  3. que esta misma dictadura sólo constituye la transición para la superación de todas las clases y para una sociedad sin clases.”.
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