Renunciando a luchar por la preservación y por el control de sus empresas, la burguesía brasileña busca formas de asociación subordinada al capital externo dentro de su propio campo. El resultado de este proceso es un expresivo cambio cualitativo de su perfil. De propietarios de empresas, productores autónomos, varios de sus miembros pasaron a ser simples mensajeros de los monopolios transnacionales, otros tantos se convirtieron en eslabones subordinados de la cadena productiva de esos monopolios. Este proceso puede ser llamado de compradorización.
Actuando en los sectores papelero, gráfico, editorial y en la producción de celulosa, la Melhoramentos es una de las empresas más antiguas de Brasil. Desde la década de 1990, atraviesa serias dificultades. La combinación de retracción económica, altas tasas de interés y privilegios a competidores extranjeros, que caracteriza la economía brasileña bajo el Plan Real afectó drásticamente sus negocios, dependientes de la demanda interna.
Sin embargo, quién suponga que los controladores de la Melhoramentos tienen algún antagonismo con la política económica, estará equivocado. El presidente del Consejo de Administración, Alfried Plöger, es un entusiasmado defensor de todos los aspectos que caracterizan la política brasileña a partir de 1994. En vez de erguir la voz contra la financierización y los privilegios del capital extranjero, él optó por inserir la Melhoramentos en la cadena productiva del monopolio gráfico canadiense Quebecor, cediéndole en 2001, 75% de las acciones de su empresa en canje de la subcontratación de las encomiendas de clientes de los canadienses (Carrefour, Avon y otros monopolios de diversos ramos) destinadas a la distribución en el mercado brasileño.
El caso de la Melhoramentos es emblemático por tres razones. Primero porque se trata de una empresa tradicionalísima. Segundo por el hecho de Plöger haber asumido la asociación con el capital extranjero monopolista no apenas como solución pragmática, sino como una bandera de lucha: en la condición de presidente de la Abraspa (Asociación Brasileña de las Compañías Abiertas) que reúne empresas con acciones en bolsa, fue él entre 2004 y 2007 uno de los dirigentes más activos del Plan Director del Mercado de Capitales (PDMC). Tercero, porque la Melhoramentos continúa acumulando perjuicios, lo que nos muestra lo que les espera a esas empresas que se someten a esa subordinación y sobre la capacidad de sus impulsores como empresarios. Él es sin embargo, representativo de un fenómeno mucho más amplio.
Solución de compromiso
Con el régimen militar de 64, asociado al crecimiento de la penetración imperialista, se consolidó en Brasil — a costas del debilitamiento de la burguesía efectivamente nacional (media burguesía) — una poderosa burguesía burocrática. Desde el Plan Real (1994), sin embargo, esa burguesía viene teniendo su posición afectada por la ampliación de las concesiones al capital extranjero. Durante la década de 1990, centenas de empresas brasileñas de gran porte, consideradas sólidas, desaparecieron o cambiaron de manos. Esta irrupción fue particularmente intensa en sectores como alimentos (por ejemplo Batavo y Neugebauer, absorbidas por la italiana Parmalat) y autopiezas (Freios Varga, adquirida por la norteamericana LES; Metal Leve, anexada por la alemana Mahle).
A partir de la crisis de 1999, esa contradicción interna a la coalición de las clases dominantes amenazó desdoblarse en confronto. Un amplio sector de la burguesía burocrática — representado por figuras como el vicepresidente José Alencar (dueño de la industria textil Coteminas) — rompió con el bloque PSDB-PFL (actual DEM), que representa los intereses de las trasnacionales, de los bancos y de la burguesía compradora, para disputar con ellos el control del Estado, utilizándose de los partidos PT, PMDB y el PL (hoy PRB). Previendo el choque y ante la incertidumbre de sus efectos, el sistema financiero y los monopolios transnacionales ofrecieron a la burguesía burocrática la perspectiva de la compradorización como alternativa al desaparecimiento. La instancia formuladora y propagadora de esa perspectiva es el Plan Director del Mercado de Capitales (PDMC, ver AND 41), elaborado y conducido por entidades como la Abrasca.
Al colocar el mercado de acciones y títulos como la fuente principal de financiamiento de las grandes empresas, el PDMC abre una puerta para la satisfacción de sus necesidades de corto plazo, contorneando el potencial enfrentamiento entre ellas y el sistema financiero por causa de las tasas de interés. En contrapartida, es también un mecanismo de absorción del control de esas empresas (o sea de la expropiación de la burguesía burocrática), ya que al abrir el capital y negociaren acciones en la bolsa, sus dueños se someten a dividirlo con los nuevos accionistas — en general, fondos de inversiones extranjeros. En 2007, 64 empresas lanzaron acciones en la Bolsa de Valores de San Pablo (Bovespa); 76% del dinero invertido en estas acciones — cuya contrapartida es la parcela del control de la empresa que ellas representan — vino del exterior, principalmente de USA y UE.
La casa de ellos
Estos accionistas extranjeros pasan a dirigir, desde las sombras, los destinos de innúmeras empresas — muchas de ellas bastante conocidas. Muchas veces, mantienen los antiguos controladores como "reinas de Inglaterra" pero pasan a dar las cartas a través de sus representantes en los consejos de administración. Para esta terea indican sus hombres de confianza — varios de ellos, dirigentes y nombres de destaque del Fórum Nacional y del PDMC, como Francisco Gros.
Gros preside actualmente — por imposición del banco Credit Suisse, responsable por la venta de las acciones en la bolsa — , el consejo administrativo de la centenaria Lojas Renner, capturada por los fondos de inversiones extranjeros en 2005, después que el antiguo controlador (el grupo estadounidense J.C. Penney, que había adquirido la empresa de la familia Renner en 1998) vender todas sus acciones. Al mismo tiempo, es vicepresidente del consejo de la red minorista Ponto Frio. En mediados de febrero de este año, la revista IstoÉ Dinhero notició que él presionaba la familia Safra-Monteverde propietaria de la empresa, a abdicar de su control, siguiendo el ejemplo de la Renner y de la totalidad de las acciones que posee. La misma materia informaba que varios propietarios ya habían concordado en reducir el porcentual de sus acciones en su poder de los actuales 70% para 20%, abriendo espacio a socios extranjeros.
Entre la cruz y la espada
Sin embargo, no es en todos los segmentos que esa rendición se procesa de manera confortable y exenta de dificultades. Ella solamente es posible cuando es interesante para el imperialismo — lo que no ocurre, por ejemplo en los sectores textil y de calzado. Estos sectores enfrentan, desde el inicio del Plan Real, una situación bastante delicada. Por un lado pierden dinero con la contracción de la demanda interna motivada por la queda del poder adquisitivo de la población brasileña. Del otro, tienen que enfrentar, tanto aquí como en los mercados de exportación, la concurrencia predatoria de los artículos asiáticos (cuya producción es basada en padrones de explotación del trabajo en peores condiciones que las vigentes en Brasil). Estos factores objetivos refuerzan, en muchos representantes de esos sectores, un factor subjetivo: la resistencia a renunciar a la condición de controladores de las empresas — condición que es la fuente de su identidad socio-económica y de su poder político. Es el caso, por ejemplo de José Alencar, que pasó a importar tejidos de China, recientemente demitiendo 800 operarios de su fábrica en Montes Claros (MG). Y pretende ganar mucho más con esto: las demisiones ocurrieron hace más de tres meses y hasta hoy no pagó a nadie.
Pero si, por un lado, esas circunstancias colocan este sector del empresariado en ruta de colisión con el sistema financiero (véase las constantes reclamaciones de Alencar sobre las tasas de interés), por otro, él no se muestra capaz de formular ni siquiera una propuesta de ruptura con la hegemonía financista y los monopolios transnacionales. Después de sufrir, durante años la sangría y la expropiación impuesta por los bancos y por las multinacionales, lo máximo que la burguesía hizo en cuestión de enfrentamientos con ellos fue tratar de asustarlos con la elección de Luiz Inacio — que , al final de las cuentas, es tan o más benéfico para ellos de que para ella propia. El factor determinante de esta incapacidad de ruptura es constituido por los antiguos vínculos (inclusive familiares) entre esa burguesía y el latifundio — pieza llave del sistema de poder y principal factor de atraso de la economía brasileña y pobreza de la población.
El escenario estructural de la economía, sin embargo, no indica que la burguesía burocrática tenga posibilidades de extender mucho (en términos de tiempo histórico) sus posibilidades de sobrevivencia. La opción que cada vez más, se coloca ante ella: o se compradoriza (y pierde con esto, la limitada autonomía que posee frente al imperialismo), o rompe con el bloque comprador-latifundista-imperialista para sumarse a la burguesía nacional (media burguesía) y de las clases populares (lo que, por las razones mencionadas, no ocurrirá, a no ser en términos de posibles excepciones individuales) o desaparece. No hará mucha falta.
El origen de la expresión
La expresión "burguesía compradora" fue cuñada por Mao Tsetung durante la década de 1920.Mao identificó dos grandes segmentos en la burguesía china. El primero era la genuina burguesía nacional, formado, en su mayoría, por pequeños y medios industriales y comerciantes. Este sector era un aliado en potencial de los trabajadores, ya que tenía un verdadero interés en el desarrollo autónomo de la economía china contra la injerencia imperialista.
El segundo era lo que él llamó de burguesía burocrática, constituida por grandes empresarios vinculados al sistema de poder latifundio-imperialista. La burguesía burocrática se divide en dos fracciones: la burguesía propiamente dicha, cuyo poder reside, antes de todo, en la relación privilegiada con las estructuras del Estado; y la compradora, que sin dispensar ese aspecto, tiene en la asociación con el capital externo su razón de ser, actuando como extensión de él.
En China, esta última fracción era constituida, principalmente, por comerciantes que adquirían productos europeos (principalmente ingleses) para revenderlos, controlando el mercado local en régimen de monopolio. De allí el origen de la expresión. Lo que caracteriza determinados sectores de las burguesías del tercer mundo como compradores, sin embargo, no es necesariamente la actuación como intermediarios mercantiles (que puede ocurrir o no), pero, sobre todo, la integración subordinada a la cadena productiva de los monopolios transnacionales (que puede asumir varias formas).
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