El falaz "proceso de cambio" en Bolivia está muy lejos de cualquier intento de cumplimiento de ciertas tareas democrático burguesas, que pretendan barrer el capitalismo burocrático existente en este país enclavado en el corazón de Sudamérica.
Con mucha mayor razón, resulta impropio llamar al gobierno de Evo Morales como "gobierno revolucionario" o "gobierno del cambio", por el contrario esta administración gubernamental precipita aceleradamente un evidente reimpulso de la semifeudalidad en el territorio boliviano, como demostraremos en las siguientes líneas.
Una expresión que demuestra contundentemente nuestra afirmación es la disputa por las autonomías -tanto departamentales como indígenas- que eleva a la enésima potencia la fragmentación del territorio boliviano. La contienda entre las viejas élites latifundistas de los departamentos de Santa Cruz, Tarija, Beni, Pando y Chuquisaca ("Media Luna" o derecha) contra las nuevas élites gamonal-sindicalistas del Occidente ("izquierda") muestra que ambos proyectos de país en disputa son diversas formas de consolidar el capitalismo burocrático en Bolivia; más allá de los cantos de sirena de las élites gamonal-sindicalistas hábilmente ataviadas con el barniz ideológico del indianismo y de una supuesta postura de izquierda nacionalista popular que han logrado colocar a Evo Morales como presidente de la república.
El encono se ha visto atizado por la propuesta constitucional formalizada por la Asamblea Constituyente a finales del año pasado, que fragmenta y descuartiza aún más el enclenque Estado boliviano en 9 gobiernos autonómicos para cada uno de sus departamentos; sin duda, este diseño estatal responde a la presión de las viejas élites latifundistas de la "Media Luna" que pretenden borrar del mapa cualquier atisbo de construcción de Estado-Nación con economía integrada en Bolivia.
Por otro lado, el partido afín al gobierno gamonal-sindicalista de Evo Morales si bien insertó el diseño de las autonomías departamentales en la propuesta constitucional, para complacer a la facción compradora del viejo Estado con la que se encuentra en colusión y pugna, también ha introducido la figura de las llamadas "autonomías indígenas", como una forma de ordenamiento territorial tendiente a potenciar al infinito a los "caciques locales", quienes se irrogan el título de "genuinos representantes del pueblo", cuando no pasan de ser una vieja costra sindical enquistada en espacios populares, históricamente incrustada en la burocracia estatal boliviana a través de mecanismos prebendales.
Se señala que es histórico el enquiste de la vieja costra sindical, hoy devenida en nueva élite gamonal-sindicalista, pues el sindicalismo en Bolivia se especializó en cabalgar de manera oportunista bajo el modus operandi de la mediación prebendal, traicionando una y otra vez a sus bases proletarias o campesinas; ya lo hizo en la década de los 50 en el siglo XX en llamada Revolución de 1952 a la cabeza de Lechín, viejo traidor de las bases mineras, también lo hicieron los sindicalistas agrarios entre las décadas del 60 y 70 con el ignominioso pacto militar-campesino y lo vuelven hacer ahora donde por primera vez logran imponer a un presidente, como protagonista y ya no mero furgón de cola.
El gobierno gamonal-sindicalista de Evo Morales se abre paso imponiendo la vieja política de enfrentar masas contra masas, como ya ha sido evidente en Huanuni (enfrentamiento de cooperativistas mineros con mineros asalariados) y en enero del 2007 en la ciudad de Cochabamba, tampoco le ha temblado la mano para reprimir en los últimos meses del año 2007 al pueblo de Sucre, ni mucho menos a los pobladores de la localidad de Camiri provincia Cordillera del Departamento de Santa Cruz, entre los meses de marzo y abril del 2008.
El proceso de autonomías departamentales propuesto por la Asamblea Constituyente del año 2007 es insuficiente para las viejas élites latifundistas de la "Media Luna", quienes abiertamente ingresaron a un proceso de confrontación con la administración estatal gamonal-sindicalista, al plantear un Estatuto Autonómico para cada uno de los departamentos donde se imponen atribuciones fiscales, manejo territorial, funciones administrativas y poderes especiales que marginan cualquier viso de administración central sobre los recursos naturales, en especial tierra y agua, con una clara intención de descuartizar la unidad administrativo política estatal y negarle la posibilidad del establecimiento de planes estratégicos nacionales, una evidente política de parcelización del territorio boliviano en nueve feudos departamentales.
Ante la inexorable potenciación del fraccionamiento administrativo político en los 9 feudos, la administración gamonal-sindicalista de Morales apuesta a fragmentar aún más el territorio boliviano a favor de "caciques locales" arropados con el demagógico discurso indianista, que si bien debilita aún más la pobre unidad estatal en Bolivia, también debilita a los 9 feudos departamentales empoderando a caudillejos y reyezuelos instalados en un número mayor de mini-feudos, basado en anteriores globos de ensayo propuestos por el primer gobierno de Sánchez de Lozada (1993-1997), como lo fueron las llamadas Tierras Comunitarias de Origen (TCO) y la Ley de Participación Popular.
Las Tierras Comunitarias de Origen (TCO) surgieron como un concepto mediante el que se pretendía entregar títulos pro indivisos a comunidades indígenas, en la práctica gran parte de las TCO sólo beneficiaron a caudillejos locales que se han aprovechado del discurso indianista o indigenista para hacerse de tierras, marginando del usufructo de esas tierras a una vasta población indígena que vive en condiciones de extrema pobreza o indigencia y dejando la decisión de negociar ciertos recursos naturales estratégicos de Bolivia (madera, agua, tierra, minerales entre otros) a sólo un grupúsculo de caciques con determinadas empresas transnacionales, al margen de cualquier intervención soberana nacional, bajo la aureola de la vieja ecuación indígenas = "defensores de la naturaleza", "buenos salvajes", discurso que repite las mismas robinsonadas del contractualismo inglés de los siglos XVII y XVIII, pero que en la práctica robustece políticas entreguistas y vende patria.
En tanto que, los criterios "descentralizadores" insertos en la Ley de Participación Popular posibilitó el crecimiento del enfeudamiento en más de tres centenares de municipios en manos de pequeñas élites locales que ahora reproducen en miniatura el manejo corrupto y depredador del viejo Estado boliviano, en detrimento de los campesinos pobres de las comunidades campesinas alejadas de los ahora pequeños centros asaltados por las élites gamonales locales.
Por otro lado, el diseño estatal boliviano desde su fundación siempre respondió a un modelo corporativo, donde las élites terratenientes de los departamentos se coludían pues tenían que ponerse de acuerdo para gobernar el país, ese mismo modelo esencialmente no ha sido tocado en la propuesta constitucional de la Asamblea Constituyente del año 2007; lo que ha ocurrido es un serio resquebrajamiento en el pacto de las élites departamentales, al haberse instalado como nueva élite la costra gamonal-sindical del Occidente encabezadas por el cocalero Evo Morales y el guerrillero arrepentido García, que antaño sólo era una pieza de mediación para ablandar la efervescencia de las masas en Bolivia y ahora asumen un rol protagónico en la dirección del país en medio de las tribulaciones por la falta de pactos y consensos entre viejas y nuevas élites.
La historia de la nueva élite en Bolivia tiene sus antecedentes luego de la llamada Guerra del Chaco (Bolivia-Paraguay, 1932-1935), en la que dirigentes sindicalista como Lechín lograron sentar cierto peso dentro de la estructura estatal boliviana, de allí en adelante las dietas sindicales fueron por lo general pagadas por el Estado –con algunas contadas rupturas- o dependían de ciertas dádivas estatales como el obsequio de bienes inmuebles, con los cuales se beneficiaba a la costra sindical a fin de castrar el filo revolucionario de las bases proletarias y campesinas, basta hacer un rastreo de cómo se obtuvieron los actuales predios de las sedes sindicales para constatar esta afirmación, hecho que demuestra la falta de autonomía e independencia del Estado por parte de gran parte de los sindicatos en Bolivia.
Quizás, el pico más alto logrado por la costra gamonal-sindicalista en Bolivia antes de la asunción a la presidencia por parte de Evo Morales fue la llamada Asamblea Nacional Popular en el gobierno del militar Juan José Torres, periplo en el que por alrededor de un año sólo se hizo alarde de cháchara jactanciosa de líderes sindicateros entre cuatro paredes, sin mayor trascendencia y una debilidad de fondo que permitió la irrupción del fascista Hugo Bánzer Suárez; quedando la Asamblea Nacional Popular como una página vergonzosa para el pueblo boliviano y los pueblos del mundo, de la que se debe estar alerta y siempre presente para no desbarrancarse en el vil oportunismo y revisionismo que caracterizó a esta oscura experiencia revolucionaroide.
La posibilidad de ascenso social de un grupúsculo de caciques sindicales está asociada directamente con la maleabilidad de la facción burocrática de la burguesía boliviana dentro del capitalismo burocrático, mucho depende de la velocidad y vertiginosidad de las carreras sindicales, además de la astucia de los supuestos "paladines del pueblo", como por ejemplo Abel Mamani, quien siendo dirigente de la Federación de Juntas Vecinales de la ciudad de El Alto y bajo la demagógica bandera de la defensa del agua para el pueblo alteño, logró un espacio como "Ministro del Agua", problemática de la cual era muy evidente que la desconocía; otro ejemplo es Román Loayza viejo dirigente sindical campesino, cuya cercanía al poder ya data de más de una década; estos sólo son dos botones de una larga lista encabezada por el mismísimo Evo Morales, quien gracias a una hábil estrategia de marketing político se ha proyectado como "líder indígena popular" de "todo" el tercer mundo, gracias al apoyo rastrero de la izquierda caviar latinoamericana y europea.
Para finalizar, pese a que los proponentes de las autonomías departamentales enarboladas por sectores oligarcas del Oriente de Bolivia y las autonomías indígenas impulsadas por nuevas élites gamonal-sindicalistas no se ponen de acuerdo sobre el diseño estatal de país qué se busca en Bolivia, ambas facciones del capitalismo burocrático ya dieron importantes pasos para consolidar el capitalismo burocrático, en especial en su componente de semi-feudalidad.