La epidemia de dengue que actualmente asola la ciudad de Rio de Janeiro y amenaza otros varios estados ha servido para demostrar no apenas la incapacidad del Estado Brasileño para solucionar cualquier problema de salud del pueblo, como también la desmedida inspiración fascista de los que están en el poder.
"Todo ciudadano tiene en su casa un asilo inviolable. Durante la noche no se podrá entrar en ella, sino con su consentimiento, o para defenderlo de incendio o inundación, y de día apenas será permitida su entrada en los casos y por la manera que la ley lo determinar". Este mandamiento jurídico, introducido en la Constitución en 25 de marzo de 1824 por el Emperador Pedro I y mantenido (aunque no cumplido) hasta por la gerencia militar, acaba de ser afrontado por un decretito del gerente del Estado de Rio de Janeiro, Sergio Cabral Filho, autorizando agentes de salud a invadir casas, con auxilio de la Policía Militar y ayuda de cerrajeros si tuvieren dificultad para buscar focos del Aedes aegypti.
La red de salud pública en todo Brasil es una calamidad que se abate sobre la población más empobrecida que, sin recursos para recurrir al servicio privado, se ve siempre obligada a recurrir a los mismos hospitales y sus interminables filas, adonde son atendidos por médicos mal remunerados, con exceso de trabajo y pésimas condiciones de higiene y trabajo. Si esas son las condiciones normales, imaginen en el caso de una epidemia, cualquiera que sea la enfermedad.
Y fue exactamente eso que sucedió, los hospitales entraron en colapso absoluto, ya que trabajaban mal y en su límite. En este caso, el Estado tiene doble responsabilidad, primero por la situación del sistema de salud pública y después por el pésimo cuidado con la proliferación del vector de la dengue, un simple mosquito.
Con una tasa de incidencia de 345 casos por 100 mil habitantes, la dengue ya caracteriza la epidemia que se temía hace años, mismo que algunos gerentes continúen negando su efectiva existencia, más preocupados con el año electoral de que con la muerte de ciudadanos.
Aportes federales destinados a estados y municipios vinculados al combate a la dengue fueron desviados para otros programas, vehículos nuevos para combate al mosquito se pudren en los depósitos de la intendencia de Río y se convierten en criaderos de mosquito, mientras se agravan a cada día los datos del Ministerio de la Salud sobre la evolución de la enfermedad.
En este año, el gasto previsto para el combate a la enfermedad es de 227 millones de reales, pero no se sabe todavía cuanto efectivamente fue gastado, ya que los desvíos y la corrupción son devoradores del dinero público. Y mismo que hayan sido gastados, su efectividad se mide ahora, por los millares de ciudadanos enfermos de dengue en todo Brasil.
Ante el cuadro de total incapacidad de acoger los enfermos y suministrarles tratamiento, básicamente de hidratación, la gerencia FMI-PT se ocupó de convocar las fuerzas armadas y varios puestos de hidratación — como vienen siendo llamados los hospitales de campaña — fueron instalados principalmente en la ciudad de Río de Janeiro y algunas ciudades del Gran Río, donde crece el número de casos. Claro, como es año electoral, todas las tiendas fueron inauguradas con pompa y circunstancia, como si fuesen obras públicas de la mayor envergadura.
Médicos de otros estados también fueron convocados para socorrer los pacientes que no paraban de llegar a los hospitales. La intendencia ordenó que más de cuarenta puestos de salud que ya existen, funcionasen día y noche en el atendimiento a las emergencias, sin explicar por qué antes estaban cerrados o funcionando precariamente.
El hecho es que el transmisor de la dengue continua libre y el tratamiento a las víctimas del mal permanece el mismo: un comprimido de paracetamol para esperar en la fila del examen médico, con grandes posibilidades de morir sin atendimiento. Es lo que está sucediendo este año: la secretaría estadual de salud confirmó, hasta el día 10 de abril, 80 muertes por dengue en el estado, y otras 79 muertes que todavía están siendo investigadas. Los enfermos ya alcanzan a 76 mil casos confirmados de dengue.
El intendente de Río de Janeiro, Cesar Maia, el gerente estadual, Sergio Cabral Filho, y el Ministerio de la Salud están asistiendo al incendio y pensando en las elecciones de octubre. Todas las declaraciones y acusaciones tienen ese objetivo, cada uno demostrando mayor incompetencia que el otro mientras que la población muere desamparada en los hospitales del estado.
Iniciativas dignas como la del Sindicato de los Médicos de Río de Janeiro de procesar el municipio, estado y Unión por "crimen sanitario" en el caso de la dengue son raras y luego tomadas como justificativas para tomar medidas como violar los domicilios de los ciudadanos.
Como siempre, vale la pregunta: ¿la policía invadirá casas de la clase media y alta de la sociedad carioca con la misma disposición con que entrará en los hogares proletarios?
Viejas enfermedades, nuevas amenazas
En medio a todos los pedidos de ayuda para combatir la dengue, los médicos alertan que, según la Organización Mundial de Salud (OMS), en 2007, fueron registrados 79 mil casos de tuberculosis en Brasil, con elevado índice de abandono del tratamiento, que lleva seis meses. Brasil es el 15º país del mundo en número de casos registrados de la enfermedad, y el estado de Río de Janeiro era, hasta 2007, el de mayor incidencia.
Se informa también que el país padece en los últimos años un significativo aumento del número de casos de leishmaniosis visceral en humanos que, cuando no tratada, mata hasta 90% de los pacientes. En 2001, fueron 2.806 infecciones confirmadas en Brasil. En 2006, ese número saltó para 4.526 casos— aumento de 61,3%. La tasa de mortalidad también subió en un ritmo semejante. Creció de 169 muertes por el mal para 308 en el mismo período (82,3%).
Brasil también ocupa el segundo lugar en el mundo en casos de lepra o mal de Hansen, enfermedad infecciosa causada por el Mycobacterium leprae, que afecta los nervios y la piel y que provoca daños severos. La contaminación se realiza por vía respiratoria, por las secreciones nasales o por la saliva, mas es muy poco probable a cada contacto. La incubación, excepcionalmente larga (varios años), explica porque se desarrolla solamente en individuos adultos. Noventa por ciento de la población tiene resistencia al bacilo de Hansen, causador de la lepra. El tiempo de la incubación después de la infección va de 2 a 20 años.
El aumento de los casos de estas enfermedades, conocidas también como enfermedades de la pobreza está directamente relacionado a las condiciones de vida y de trabajo de las masas, principalmente en el campo y en las periferias de las grandes ciudades. Estos también son os locales más olvidados por las llamadas ‘políticas públicas’, donde el estado es presente apenas a través de la Policía.
Viviendo en ambientes húmedos y calientes y trabajando en locales sin ventilación ni higiene — condiciones que se asemejan a las del siglo XVIII— son grandes las chances de que un trabajador contraiga tuberculosis, por ejemplo, enfermedad que ya fue erradicada de Brasil y ahora reaparece como un fantasma, fruto de la política genocida de salud del Estado brasileño.
Represión histórica
Expedido en 24 de marzo, el decreto de Sergio Cabral permitiendo abrir residencias a patadas tiene la misma fecha de la Constitución del Imperio con la diferencia e 184 años, pero es tan inconstitucional cuanto las arbitrariedades cometidas en Río de Janeiro en 1903-1905 para erradicar la viruela y la fiebre amarilla invadiendo y derrumbando barracas, para culminar en la Revuelta de la Vacuna.
El Aedes aegypti vino de África en el siglo 17 a bordo de los navíos que traían esclavos, deflagrando varios surtos de fiebre amarilla, enfermedad que se tornó endémica en Río de Janeiro en 1850.
El número de víctimas aumentó asustadoramente. Entre 1880 y 1889, fueron registrados 9.376 casos. Rodrigues Alves, que asumiera la presidencia de la República en 1902 y perdiera uno de sus hijos por causa de esa enfermedad, dio plenos poderes a Oswaldo Cruz para erradicarla.
Para combatir la enfermedad y el mosquito, Oswaldo Cruz dividió la ciudad en distritos y organizó las llamadas "brigadas mata-mosquitos", que tenían el poder de invadir y aislar cualquier residencia sospechosa de abrigar focos de mosquito.
Las medidas de profilaxis de Oswaldo Cruz tuvieron características de una campaña militar. Los enfermos eran aislados, y la ciudad permaneció bajo una constante vigilancia de las autoridades policiales y sanitarias.
Solución china es infalible
Problemas sanitarios mucho más serios de que la epidemia de dengue que asola Brasil fueron solucionados por la China revolucionaria (hasta 1976), pese a sus gigantescas dimensiones y de que su población ser siete veces mayor que la brasileña, como testimonió el médico británico Joshua S. Horn.
En su libro Medicina para millones— la experiencia china en el cual analiza la política de salud introducida por el presidente Mao en la década del 50, el doctor Horn da especial énfasis a las victorias obtenidas contra la sífilis y la esquistosomosis, sin que haya sido necesario violar ningún derecho del pueblo ni tirar un único centavo de los voraces programas de emergencia.
El gran secreto, según aquel científico, está en la convicción, difundida por el presidente Mao, de que las personas comunes poseen gran poder y sabiduría y que cuando se da libre curso a su iniciativa, ellas pueden hacer milagros. El arte del liderazgo está en aprender con las masas, perfeccionando y sistematizando la experiencia obtenida por ellos, y así fundamentado, decidir qué programa seguir. Estos son los principios de la "línea de masas" del presidente Mao, aplicados a la política y a la economía, desde el inicio de la revolución china.
Empleando esta combinación de abordajes política y médica, los chinos vencieron, primero la sífilis: promovieron el cierre pacífico de los burdeles, libertaron las prostitutas, cuidaron de la salud, les dieron trabajo y las ayudaron a rescatar el amor propio. Paralelamente, dieron tratamiento a la población acometida por la enfermedad, eliminándose, con un solo programa, la causa y el efecto.
Con la esquistosomosis, que afecta cerca de 300 millones de personas en los cinco continentes, los seguidores del presidente Mao, actuaron de la misma manera.
Y así la China se tornó el primero país del mundo a colocar bajo control efectivo la "enfermedad invencible", cuyo principal transmisor es un caracol.
En China, la esquistosomosis ocurre principalmente en la parte más baja del valle del Yangtse, adonde, en 1955, se estimaba en más de 10 millones el número de enfermos. La región tiene muchos lagos y es cortada por ríos y canales. Predomina allí la cultura de arroz, y como el arroz es plantado en el agua, es casi imposible a los labradores evitar el contacto con el agua potencialmente infectada. La estrategia adoptada para la erradicación es, según Horn, "el resultado vivo de estudios y de la efectiva aplicación de los conceptos establecidos por el Presidente Mao y repetidamente practicados y testados a lo largo de la Guerra Revolucionaria".
Los campesinos fueron movilizados contra el caracol mediante explicaciones sobre la naturaleza del mal que los afectaba por tanto tiempo. Cuando tomaron conocimiento, a través de películas, conferencias, afiches, los propios campesinos elaboraron un método para derrotarlo.
Dos veces por año, en marzo y agosto, la población entera de cada municipio, suplementada por la mano de obra voluntaria de todos los soldados, estudiantes, profesores y trabajadores de oficinas, dejaban sus tareas y drenaban los ríos y canales, escavando y arreglando las márgenes, comprimiendo la camada inferior de la tierra. "Se acaba con todo: confiar en la experiencia del campesino es de importancia vital. Movilizarlos no significa llenarlos de palas, azadas e instrucciones, mas entusiasmarlos, apoyar sus iniciativas, aprovechar sus experiencias. Así vencido un local, se pasa a otro, y otro más. A los pocos, las más extensas áreas quedan libres de los moluscos."
Horn observa, finalmente, que siempre estuvo presente "el concepto estratégico de confianza en la victoria final, encontrando expresión en la respuesta de millones de campesinos, lo que tornó posible una movilización sin precedentes de mano de obra y de recursos. Además, el concepto táctico de llevar con seriedad el enemigo se expresó en los métodos de ataque, bien planeados y versátiles, y en la constante vigilancia" — nada de lo que está siendo realizado en Brasil.
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