En diciembre de 2008 el periodista español Alberto Arce se dirigía para la Franja de Gaza a fin de filmar la dramática rutina allí vivida. Pero, poco antes de su llegada, Israel prohibió la entrada de organizaciones de ayuda humanitaria y de la prensa extranjera. Era evidente la inminencia de una gran ofensiva.
Lejos de desistir, él y su equipo burlaron el bloqueo y consiguieron entrar en Gaza diez días antes del ataque para registrar el horror del bombardeo y la posterior invasión terrestre del sádico ejército sionista en la denominada “operación plomo fundido”.
El documentario que Alberto Arce firma, junto al palestino Mohammad Rujailah lanzado con el título en inglés The shoot an elephant trae pruebas incontestables de la violación de los derechos del pueblo palestino y de los tratados internacionales. Queda evidente que, diferentemente de lo declarado, el objetivo de Israel nunca fue atacar el Hamas, pero sembrar el terror en el pueblo de Gaza:
— Bombas son disparadas de navíos, aviones y helicópteros alcanzando residencias, hospitales e instalaciones de la ONU.
—A toda hora llegan niños gravemente heridos.
— Aún siendo su uso prohibido, vemos las bombas de fósforo blanco explotando, diferenciándose de las otras por la intensa luminosidad. El equipo llega hasta una casa alcanzada por una de estas bombas tres días atrás. Al revolver los restos del artefacto, vuelve a incendiarse. Tiran un balde de agua, pero el fuego siempre vuelve con fuerza. Duele sólo de imaginar el efecto de este material en contacto con la piel.
— Los equipos de rescate del Creciente Rojo (equivalente a la Cruz Roja) son blanco prioritario de los ataques.
Los periodistas de las grandes redes y de las agencias de noticias internacionales que cubren las guerras que el imperialismo disemina por el mundo, han acuñado el término embedded, algo traducible como embutido, para describir cómo actúan. Ellos quedan “embutidos”, sólo acompañando las tropas invasoras, y así nunca recogen el punto de vista de la resistencia ni mucho menos del pueblo atacado. Otros aguardan, confortablemente instalados en hoteles, los informes de algún coronel yanqui para escribir sus “crónicas de la guerra”.
Arce asume los riesgos de lo que debe ser el trabajo más peligroso del mundo. Él entra en una de las ambulancias del rescate. Mientras la mayoría de la gente huye para protegerse en la hora del bombardeo, los médicos, enfermeros y conductores de las ambulancias del Creciente Rojo van para la línea de frente. Las secuencias filmadas son impresionantes. El vehículo recorre las calles, además de la sirena un fondo sonoro de explosiones y disparos, hasta que unas personas piden para que rescaten un cuerpo. Cuando los socorristas salen de la ambulancia y se aproximan de la víctima, les disparan una ráfaga de ametralladora. Uno de ellos es alcanzado, consigue volver a la ambulancia y salen en disparada para atenderlo. Más tarde uno de los médicos de mayor experiencia en socorro, que vemos en la película planeando los auxilios, es asesinado en servicio.
En el hospital caen dos bombas. No existe protección posible, sólo alejar los cilindros de oxígeno para evitar mayor riesgo de explosión. A toda hora llegan heridos. Los medios disponibles son muy limitados ante la gravedad de las víctimas. Dos niñas llegan destrozadas. Los médicos examinan, pero no pueden hacer nada, apenas envolverlas respetuosamente en una mortaja blanca. Otras víctimas tienen salvación y van siendo retirados los fragmentos de proyectiles, aún sin anestesia.
En las calles las personas huyen sin rumbo. El sonido de las aeronaves de ataque y del fuego de artillería es constante. Las entrevistas sufren pequeñas interrupciones cada vez que, ante un sonido, las personas intentan adivinar si la bomba va a caer próxima. El pueblo indignado clama por ayuda, solidaridad, justicia…
El documental puede accederse por los programas de intercambio de archivos del internet. Pero no es piratería. Los realizadores lo han colocado a disposición del público gratuitamente.
— Esta es una denuncia de violación de los derechos humanos. Nunca podríamos pensar en ganar dinero con una cosa de esas — declararon.
Recientemente Arce, al ser entrevistado, se dijo decepcionado por el hecho de que, aun habiendo conseguido filmar una serie de crímenes de guerra cometidos por Israel, eso no haya tenido ninguna consecuencia. Tal vez haya dicho eso principalmente por la impaciencia propia de su juventud y por la urgencia de la causa. Posiblemente él esperara que, ante la contundencia de las imágenes, organismos como la ONU, la “gran prensa” y la “comunidad internacional” tomaran alguna medida. De ellos nada vendrá si no fueren presionados, transbordados por la opinión pública. Pero, ciertamente, su documental ha servido para concientizar y sumar fuerzas a movilizaciones de solidaridad, como la reciente “flotilla de la libertad” atacada en un acto terrorista ordenado por el gobierno de Israel. Las consecuencias vendrán por la movilización popular solidaria entre los pueblos y por el apoyo a la resistencia hasta la expulsión de los sionistas de las tierras palestinas. Y eso crecerá cada vez más.
El día en que la historia contar la saga victoriosa del pueblo palestino, la “operación plomo fundido” será un capítulo de los más dolorosos y el documental de Arce tendrá su valor reconocido como registro histórico y por el efecto multiplicador que causó.
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