Editorial – Al proletariado de las favelas, salud

Editorial – Al proletariado de las favelas, salud

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Ya en 2 de mayo último, más de mil policías con armas de guerra invadieron el llamado Complejo del Alemán, zona Norte de Río de Janeiro, aterrorizando 200 mil hombres, mujeres y niños de 17 favelas distribuidas por cinco barrios: Bonsucesso, Inhauma, Peña, Ramos y Olaria.

El cerco se mantiene y el efectivo fue ampliado. Con él, el terror de todos los días, produciendo en medio al pueblo, víctimas en cantidad bien mayor de que junto a los traficantes, policías y paramilitares.

El intenso tiroteo no tiene hora para comenzar o acabar. Cuando se consigue salir para el trabajo, se desconoce la posibilidad de retorno después de la jornada, o si llegará vivo al transporte, a la escuela, la residencia. Al transitar, los moradores pasan bajo la mira de armas de guerra. Tácticas de “ocupación de territorio enemigo” tornan todavía más frágiles las paredes de las casas modestas

No hay abrigo seguro. No hay tregua.

Otros barrios de Río son sorprendidos con cerrado tiroteo en operaciones que ya se reproducen en favelas de la Gran San Pablo y, ahora, en las de Belo Horizonte.

No obstante, esas operaciones consiguen mantener protegido el traficante mayorista, millonario, que nunca vivió en favela. Por eso, los negocios de la droga (al por mayor o al por menor) prosperan, tal como sus otros negocios, lícitos pero criminosos por naturaleza.

El productor y el mayorista o el privilegiado testaferro de esos traficantes, desarrollan simultáneamente actividades legales en diferentes sectores de la economía o de la administración. Intocable, el mayorista lucra con la producción y el abastecimiento de la droga a los pequeños repasadores — sus empleados menoristas — independiente de las dificultades que puedan tener, una vez que la concurrencia y represión hacen elevar el precio de su mercadería. Lucra en sus relaciones con la otra parte del capital monopolista, inclusive internacional, y con el lavaje de dinero. Lucra con la represión que tienta impedir el pueblo de se levantar contra sus negocios. Lucra con los efectos de la droga, que funciona como arma degradante, buscando neutralizar la causa mayor de la juventud: la emancipación del proletariado, de las masas oprimidas en general y la independencia de nuestro país.

Nada, nadie socorre al pueblo trabajador. En esas condiciones, desarmado no está exactamente entre los disparos de dos contendores, pero debajo de un único fuego cerrado.

Política y técnicamente, el pueblo se tornó albo de operaciones que se asemejan a las de la OTAN terrorista en la antigua Yugoslavia y de otras hordas fascistas que promueven la destrucción de Irak, Líbano, Palestina, Afganistán; de las que mantienen “una sociedad” entre ronderos y policía en Perú etc. – no importando las alegaciones del Estado criminoso.

Las favelas , cuando no viven el clima de un campo de guerra, son una inmensa penitenciaría.

II

A las masas es negado hasta mismo la miserable atención de las antiguas políticas públicas y en los lugares de morada, el pueblo ni siquiera encuentra la libertad de organizar sus asociaciones de barrio.

Hace casi dos décadas, los traficantes cristalizaron su poder en los barrios proletarios y en las favelas de una manera general. Consolidada su permanencia, tuvo inicio un nuevo cercenamiento de la libertad de organización y de reuniones que impuso proyectos suplementares, “servicios” y medidas caritativas, hipócritas y estigmatizadoras – salidas de las doctrinas clericales y de los manuales sociológicos de la policía política de USA. Para eso no faltan verbas ni ONGs.

No es por acaso que innumeras promesas de investigar asesinatos de moradores reconocidamente inocentes suenan como un sarcasmo, tal como el pretexto para los cercos continuados a las favelas que jamás admite la autoridad de las masas.

III

Morador solamente es atingido por " bala perdida". Por lo tanto, fuego a discreción!

… o, profundizando la justificativa de los interlocutores oficiales:

Ciudadanos victimados forman "daños colaterales".

Hace ocho meses, todavía recelosa, la población del Complejo del Alemán denunciaba actos de arbitrariedad del Batallón de Operaciones Especiales – Bope, de la Policía Militar. Se sucedieron relatos horripilantes que incluían invasión de domicilios, zurras, amenazas de muerte, robos, extorsión etc. El comando de la PM (Policía Militar) había interrumpido ahí el suministro de agua luz y teléfono.

Moradores fueron arrastrados para dentro del Caveirão (vehículo blindado policial) y golpeados, otros expulsos de sus casas para que ellas sirviesen de alojamiento, saqueo y depredación. Dejaron de funcionar escuelas, puestos de salud, comercio. Las calles quedaron desiertas. En apenas un mes, cinco niños habían sido victimados por la policía.

El morador, si correr es traficante. Es atingido.

La truculencia continuó.

En el día 12 de junio último, el comandante general de la PM- valiente y amparado por protectores fuertemente armados –corrió desenfrenadamente con menos de un minuto del pulular de “balas perdidas”.

IV

Desde mayo, el cerco produjo solamente en los primeros días 17 muertes y 76 heridos, según fuentes oficiales. Tres escuelas y dos jardín de infancia permanecen cerradas perjudicando 4.800 alumnos. No hay colecta de basura. Muchos moradores abandonaron sus casas.

El 13 de junio, un diario de Río exhibió flagrantes de hombres de la recién creada (orientación de los yanquis) Fuerza Nacional de Seguridad revisando niños con uniforme escolar – los que frecuentan escuelas en barrios distantes. En otro momento, esa propia elite aparece recogida en degradantes alojamientos.

Se indaga sobre la autoría (de moradores o de traficantes) de la construcción de barricadas, de los derramamientos de óleo que impiden la entrada de vehículos, de las lluvias de piedras, del cierre del comercio etc. — ya que el pueblo acosado pasa a tener obligación de defenderse.

Porque justamente los bandidos (grandes o pequeños) oprimen el pueblo, él no los apoya. Pero el monopolio de la imprenta, ese mecanismo mayor de guerra ideológica contra las masas, teje su chantaje alegando que las agresiones promovidas por el Estado en las favelas se vuelven apenas contra los traficantes y que oponerse a la represión es defender el tráfico.

En este estilo, la imprenta fascista socorre la irracionalidad de las operaciones militares en las favelas como si las matanzas (mismo de bandidos) significasen una victoria contra el crimen.

Delirante ella resucita las mentiras nazistas, divulga el estigma, la ignorancia y la bestialidad como la declaración de un coronel de la PM haciendo apología de la vuelta de las torturas en los cuarteles. Y crea una nebulosa imagen del terrorismo, como si hubiese un natural y sistemático empleo del terror contra el actual poder, cuando el verdadero terrorismo que se instala es el del Estado.

El monopolio de la imprenta habla de un enemigo que debe ser eliminado, sin tener coraje de explicar de quien se trata.

Los candidatos suplican votos. Después, disparan balas contra las masas.

El poder no hace nada para erradicar las favelas. Al contrario, el programa de gobierno se transformó en una lista de actividades del poder punitivo infinito y cobrador de impuestos. Hoy, prepara abiertamente la guerra de agresión contra el pueblo- de baja media y gran intensidad.

Saludamos el proletariado acosado en las favelas de nuestro país por su coraje, por su infinita dignidad también ahí comprobada, por la elevación de su conciencia política en las luchas de nuestro país, por su temple que se va forjando como clase capaz de liderar la construcción de una democracia nueva, la independencia nacional y edificar un régimen libre de la explotación del hombre por el hombre.

Que una gran movilización nacional se irga uniendo lo mejor del pueblo brasileño para detener la escalada fascista.

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