2012 fue otro año más de profundización de la crisis general de superproducción relativa del capitalismo que, después de grandes sacudones en USA, afectó principalmente los monopolios europeos que descargaron sus perjuicios en las semicolonias y en las espaldas de las masas trabajadoras del continente, que respondieron durante todo el año con masivas protestas. Sin embargo, a pesar de su gran combatividad, los trabajadores europeos no consiguieron detener el avance de las políticas antipueblo de los gobiernos títeres a sueldo del FMI y Banco Central Europeo.
Sin embargo, la crisis ya abarca toda la economía mundial, reflejándose en la caída de producción industrial, atrasos en pagos, disminución de PIB , incremento de la guerra, etc. En las semicolonias, como Brasil, encargadas de extraer el logro máximo en las filiales de los monopolios para salvar de la bancarrota las natrices en USA y Europa, la situación va empeorando aceleradamente y conformándose cómo grave crisis política.
Con la economía brasileña totalmente expuesta a la especulación del capital financiero y a la apropiación de grandes sectores por los monopolios, a los pocos van siendo derrumbadas barreras simbólicas, ya que tramita en la cámara un proyecto de ley que extiende el límite de la compra de tierras por extranjeros. Como siempre, la disculpa es la de atraer inversiones, pero la consecuencia práctica, también como siempre, es la profundización de la desnacionalización del territorio.
Y así el oportunismo va cediendo suelo, subsuelo y espacio aéreo a la FIFA, a las mineras, a los latifundistas extranjeros, a las transnacionales, etc. Claro, hace todo eso diciendo que toda oposición es de “derecha”, “de las élites”, siempre infundiendo el miedo de un nuevo “golpe”.
La desnacionalización del territorio es sintomática de como el PT “gobierna” en nombre de los trabajadores. Mientras abre las puertas a los extranjeros, asentó menos familias que FHC, y con Dilma las estadísticas de la fallecida “reforma agraria” son vergonzosas. Eso sin mencionar la violencia contra campesinos pobres, poblaciones remanecientes de ex esclavos y pueblos indígenas, que en respuesta a sus reivindicaciones de acceso a la tierra reciben siempre la truculencia y las balas de las fuerzas de represión del Estado y de los bandos de pistoleros a sueldo del latifundio. Como afirmamos en la página 13 de esta edición de AND, “la lucha por la tierra en el Brasil sigue siendo una interminable guerra no declarada, cuyo agravamiento remonta a los dramáticos ciclos históricos de las guerras campesinas en el país”.
Para los peones obligados a trabajar en las obras del llamado PAC, nada sería capaz de prevenirlos sobre lo que irían a encontrar en las obras esparcidas por el país. Además de la explotación de los operarios, las condiciones infrahumanas de alimentación y alojamiento, atraso en los pagos, alto costo de vida en ciudades sin capacidad para acogerlos, etc., se asistió a algo impensable para los que todavía tenían alguna ilusión de que hay democracia para el pueblo en el Brasil:
Legítimas revueltas obreras fueron reprimidas a bala, empresas abandonaron obreros en la calle sin pagarles, intermediarios actúan sin el menor constreñimiento, todo tipo de humillaciones y torturas fueron practicadas contra los obreros, direcciones sindicales delataron trabajadores a las fuerzas de represión, decenas fueron detenidos sin pruebas ni culpa formada, hay desaparecidos. Gente de la cúpula de las centrales sindicalistas oficialistas, del PT y del Estado se empeñó personalmente en la criminalización de las luchas obreras, tildándolas de terrorismo y cobrando “punición ejemplar”. Todo eso para asegurar camino libre también para las contratistas, pieza importante para el mantenimiento del oportunismo en la cabeza del Estado.
Y aun así las huelgas, rebeliones y revueltas se arrastraron por el país. 350 mil funcionarios federales cruzaron los brazos, desenmascarando toda la demagogia petista y el retumbante fracaso de políticas como el REUNI en las universidades federales.
Las poblaciones empobrecidas de las grandes ciudades sufrieron gran ampliación de la militarización, especialmente la ocupación por las policías de los barrios proletarios. La “higienización” de las ciudades, con las remociones de barrios enteros con el pretexto de obras para la Copa del Mundo y Olimpíadas prosigue, sea con la cooptación de liderazgos, acciones jurídico-policías, o simplemente con el incendio criminal de favelas, con más o menos resistencia, dependiendo del nivel de organización de la población.
Este es el cuadro pintado por el oportunismo en la cabeza del Estado. Y por más que se intente cubrirlo con los colores del “desarrollo”, “crecimiento”, “empleo”, entre otras falacias, es de ahí que emergerán, en 2013, la profundización de las antiguas y el surgimiento de nuevas luchas populares.
El oportunismo admite que el año que se inicia será difícil debido a la “oposición derechista”, siempre intentando más y más corporativizar las masas y polarizar la opinión pública con el cuento del “peligro de golpe”, gracias a la actuación cómplice de ciertos vehículos del monopolio mediático.
Pero está claro que la real oposición vendrá de las calles, del campo y de los barrios pobres, de las mismas masas en las cuales ellos creen que se apoyan, pero que cuya enemistad vienen cultivando ya desde antes de subir al Planalto. Un día sabrán que no se puede engañar a muchos por mucho tiempo.
2013 ya comenzó. Todos los demócratas y revolucionarios del país tienen mucho a hacer. Entonces, al trabajo y a la lucha.
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