Editorial – Cambiar para seguir siendo lo mismo

Editorial – Cambiar para seguir siendo lo mismo

El alejamiento de Dilma Rousseff y la posesión de Temer en la Presidencia de la República, siendo una pugna entre grupos de poder representantes de las fracciones de las clases dominantes locales, en nada alterará la situación del país desde el punto de vista de los intereses de las clases explotadas y de la Nación Brasileña. Mantenida la política de subyugación nacional, el programa de ajustes será el mismo que Dilma aplicaría si ella hubiera conseguido colocar Luiz Inácio como ministro y no hubiese sido alejada en el proceso de impeachment. Y esto es tan verdadero que llega al punto de ser Meireles, el mismo hombre que presidió la política económica de los 8 años de la gestión de Luiz Inácio, el superministro de Temer.

La gravedad de la crisis económica que los trabajadores ya sienten en el bolsillo y en la mesa es minimizada o alarmada dependiendo de los intereses de las dos bandas de la politiquería en pugna. Lo que quiere cada uno de los lados de la disputa muestra que todo es apenas “repetición de lo mismo” con toque y propaganda diferente.

El campo de las fuerzas lideradas por Temer se apresuró a conformar un nuevo gobierno, creando una situación esdrújula de dos gobiernos, ya que antes de tomar posesión era prácticamente el gobierno de hecho, anunciando ministros y pautando la política económica ya sabida por todos. O sea, lo mismo anunciado por Dilma desde 2015: el ajuste fiscal, reforma de la sanidad, cortes de gastos etc., para golpear los derechos y las condiciones de vida del pueblo y los intereses nacionales, al servicio de la economía e intereses imperialistas.

El gobierno de derecho y en proceso de deposición, el oportunismo petista y sus congéneres, siguen denunciando “el golpe”, con lo que chantajean el campo progresista buscando constreñir sus fuerzas a cerrar hileras con ellos etc., atacar Temer acusándolo de “dar el golpe para volver con la política neoliberal”.

Al olvidar las reales necesidades de las masas como tierra, trabajo, alimento, saneamiento, habitación, educación y salud, engañándolas con programas sociales para “de fachada”, el PT sólo demostró de manera bien evidente de qué lado estaba en la lucha de clases. Concretamente, lo que hizo fue abrir espacio para el ascenso de las fuerzas reaccionarias, al tiempo que ensució el nombre de la “izquierda” y el glorioso rojo.

La orquestación de los monopolio mediático, con la Red Globo siempre a la cabeza, en el mismo tono frente al alejamiento de Dilma, había conmemorado la salida del mafioso Cunha de sus funciones, intentando imponer la idea de que el país está siendo arreglado y que inmediatamente vamos a tener un nuevo Brasil ético, democrático y en ritmo de “orden y progreso”. Sin embargo, Temer, no con la misma ufanidad, cautelosamente discursó al dar pose a los ministros de su incierto “gobierno”, buscando diluir el impacto que los paquetazos exigidos por sus amos causarán.

Ambas facciones desbocan para hablar de práctica republicana para cristalizar el marco constitucional actual con toda su institucionalidad movida a corrupción, la cual suscita de tiempos en tiempos campañas hipócritas de “moralización”. Ni ahora y ni nunca pueden cambiar la naturaleza de este sistema, cuya base podrida de capitalismo burocrático se mueve y reproduce sirviéndose de la corrupción, por esto tampoco pueden extirparla, como prometen tanto, como buenos fanfarrones y embusteros que son. Inclusive, porque las pugnas entre las diferentes fracciones de las clases dominantes locales, como la que se agudizó ahora, tienen, tanto en las denuncias de corrupción cuánto en las campañas de “moralización”, la forma de darse y resolver sus disputas.

La banda de la politiquería encabezada por Temer (PMDB, PSDB, DEM, PTB, PPS, PP…) habla en enfrentar la grave crisis y salir de ella lo más rápido posible, salvar el Brasil de la catástrofe etc. La banda del PT, arrastrando las demás siglas oportunistas electoreras, ya con discurso ensayado, habla que será retroceso, vuelta de la política “neoliberal”, como si no fuera esta misma la practicada por sus gobiernos de Luiz Inácio y Dilma. Dice que había acabado con la pobreza y creado una nueva clase media, cuando lo que hizo fue liberar el crédito e iludir el pueblo de que podría comprar, pues que “el país estaba desarrollándose”, mientras este se endeudaba y los banqueros y corporaciones extranjeras maximizaban sus logros y latifundistas del “agronegócio” y las mineras se aposaban de las tierras públicas. Llama de conquistas para el pueblo la “ampliación de vacantes” en las universidades y en la enseñanza técnica, cuando lo que hicieron fue incrementar la privatización de la educación, principalmente financiando con bolsas centenares de miles de vacantes en las universidades privadas, en detrimento de toda la enseñanza pública. Todo apoyo e incentivo al latifundio productivo, el “agronegócio”, y a las mineras, desindustrializando el país, primarizando y desnacionalizando su economía como nunca antes.

Sin embargo, ambas, ya experimentadas en el arte de administrar la explotación de los trabajadores, en asegurar el saqueo de la Nación por las corporaciones imperialistas y en presidir la represión al pueblo y principalmente a las masas en lucha, se lanzan una contra la otra, pero, en verdad, están unidas contra la Revolución. Vencedores y vencidos continuarán componiendo el viejo y podrido Estado brasileño en esta interminable sucesión de engañadores de las masas, enemigos de la Revolución.

Revolución que se gesta en las capas más profundas de las masas empobrecidas que claman por una Nueva Democracia, que como ya está demostrado sólo podrá ser alcanzada a través de un proceso crecientemente masivo y por eso inclusive a través de una lucha cruenta y prolongada.

Ao longo das últimas duas décadas, o jornal A Nova Democracia tem se sustentado nos leitores operários, camponeses, estudantes e na intelectualidade progressista. Assim tem mantido inalterada sua linha editorial radicalmente antagônica à imprensa reacionária e vendida aos interesses das classes dominantes e do imperialismo.
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