Nadie del cardenalato del capitalismo burocrático brasileño trabaja con la hipótesis de permanencia del hampón Temer en la gestión del viejo Estado que, para ellos, se resume al mercado, guarida de estafadores de la bolsa, de banqueros y de especuladores de fondos buitres.
Subyugados a los dictámenes imperialistas por instituciones como FMI, Banco Mundial, OMC, ONU y otras, siguen religiosa y subordinadamente las orientaciones de economistas amaestrados en universidades yanquis, pasando por cima de todo con el cuento de salvar el país de la crisis.
Estos inmorales cuentan con el monopolio mediático como vocero de sus absurdas tesis entreguistas al colocar los humores del mercado por encima de la crisis política, ética y moral que hunde el país en un verdadero mar de lama. Compañeros de especuladores de todos los tipos, de latifundistas y grilleros, de contratistas y transnacionales, desatienden los verdaderos escándalos como la deuda pública, la guerra reaccionaria contra los pobres y el genocidio indígena, mientras rellenan su grotesca programación de loas al empreendedorismo, al agronegocio, al individualismo y a la moderna forma de explotación.
Los que inventaron la ruina de la economía pretenden obscurecer la realidad. Ellos quieren hacer la vista gorda a la gravedad de la situación con la campaña de que, independiente de la crisis política, lo más importante es salvar el país de la crisis económica con las medidas para exprimir aún más el pueblo y entregar el resto de la soberanía al imperialismo. Ejemplo de esto es la posición de las asociaciones empresariales para las cuales “no importa el color del gato, lo que importa es que él agarre ratones”, o sea, para ellas, cualquier gerente sirve, desde que promueva el saqueo a los derechos de los trabajadores y al patrimonio de la nación.
En el seno del Partido Único pululan propuestas de nombres de “ínclitos” patriotas dispuestos a sacrificarse en el altar de la democracia estabilizando el Brasil en el puerto seguro de la vieja orden. Representantes de los grupos de poder reúnen sus poderes y sientan a la mesa para negociar la cumplimentación de la vacante gerencial y la proporción que cabrá a cada uno en la repartición del queso. Por detrás de las cortinas Cardoso, Sarney y Luiz Inácio, como iguales que son, buscan construir una salida honrosa para el facineroso Temer y a la vez que libren a sí mismos de las “garras de la ley”, escogiendo un nombre que aplaque la ira de los caballeros de la Operación “Lava Jato”.
De una cosa ellos pueden quedarse seguros: delante de todo eso, la paciencia del pueblo está llegando al fin. Es tanto abuso y tanta desfachatez, sinvergüencería, descaro, etc., que se va a caer de espaldas todo aquel que pensar y actuar según la premisa de que el pueblo tiene sangre de cucaracha y asistirá impasible con sólo llamamientos pacíficos a todo ese desbarajuste. Los ensayos ya vistos señalizan grandes llamaradas.
Reaccionarios y oportunistas se reclaman contra la justa violencia de las masas gritando: “vándalos!” Vándalos son estas cuadrillas que asaltan a la luz del día el dinero público, que desencadenan una guerra civil reaccionaria contra el pueblo y, como criminales de guerra, matan el pueblo en los hospitales cayendo a los pedazos, en la falta de vivienda y de tierra para los campesinos, en el robo de la merienda de los niños, vendiendo la patria etc.
¡Pueden reclamar canallas, el pueblo va a levantarse, ustedes todavía no vieron nada!