El V congreso del PT demuestra definitivamente el cuadro declinante del oportunismo electorero. Vaciado, burocrático (como siempre) y marcado por el llamado a la “disciplina” a una parte de la militancia que ensayó manifestar su insatisfacción con lo que practica la sigla en la gerencia del viejo Estado semifeudal y semicolonial brasileño.
Sectores de la militancia petista, todavía iludidos con una supuesta “democracia interna”, aún imaginaban cambiar los rumbos del gobierno. No podían estar más engañados.
Previendo reacciones adversas, la dirección del PT convocó a prisa la Sra. Dilma, que interrumpió su viaje a Europa para presentarse, al lado de Luiz Inácio, en la apertura del congreso y defender de cuerpo y alma y justificar el “ajuste fiscal” y la entrega de lo que resta de patrimonio nacional para los monopolios.
Luiz Inácio, por su parte, cometió un discurso inmoral sobre “realizaciones” de las gerencias petistas, intentando arrebañar lo que le resta de capital político, atribuyendo, como siempre, los problemas a los “otros”, a “ellos”, a la “derecha”, como siempre hace. Nadie más ignora que sus planes incluyen cocinar Dilma en fuego lento mientras prepara una pretensa vuelta triunfal en 2018. Por eso no salió en defensa abierta de Dilma, ni aún del paquetazo de medidas antipueblo bajado por ella.
Molestos, los sectores críticos del gobierno se limitaron a quejarse sobre la negativa del congreso partidario de prohibir las donaciones empresariales para las campañas del PT, como si eso fuera transmutar la calidad de la sigla oportunista en un toque mágico. No, señores, servir al imperialismo, a la gran burguesía y al latifundio es su designio histórico, no sólo una mera retribución por financiación de campaña.
Prueba de que esta es una gerencia vende-patria, servil de los bancos y de las grandes corporaciones, fue el anuncio de la privatización de lo que resta de la infraestructura del país (puertos, aeropuertos, carreteras etc.). Claro, todo travestido de los eufemismos de “concesión”, “subasta” y “reparto”, como si no se tratara de la más desvergonzada desnacionalización.
El negocio es que el cadáver ambulante llamado PT, y todo lo que resta de su “frente popular electorera”, no tiene más ninguna conexión con las luchas populares. Por el contrario, son un estorbo a ellas, cooptando y corporativizando las organizaciones y masas que cabalgaron por años — y que le sirvieron de trampolín para el tope de la gestión de turno —, traficando con sus intereses, reprimiendo, criminalizando y difamando las organizaciones y masas que no se dejan domesticar y se levantan contra el viejo Estado y sus gerencias de turno.
Mientras su aparato sindical, la CUT, “presiona” por el fin del factor previdenciário y simula discordar del partido y defender los intereses de los trabajadores, promueve la más vil operación de traición a las huelgas de los profesores. Si por un lado eso atendió parcialmente al objetivo del PT de oponer alguna lucha de masas a las gerencias provinciales del PSDB en São Paulo y Paraná, por otro condujo a un desgaste enorme, sin conquista ninguna para los profesores e inmensa revuelta de las bases contra las direcciones sindicales.
El desenmascaramiento del oportunismo en todos los frentes no sólo es inevitable como necesario como preludio de nuevas olas de revueltas y luchas de masas cada vez más conscientes, en defensa de sus derechos pisoteados y por la transformación radical de toda esta vieja y putrefacta orden.