El significado de la gira de Obama por el Brasil fue destacado por el monopolio de los medios de comunicación como de suma importancia para nuestro país, aunque sin que presentasen cualquier elemento en concreto. Ya en la cobertura de la visita fueron pura adulación.
Quince días antes de su llegada, el tema ya dominaba todos los noticiarios impresos, hablados y televisados. Como si fuese la visita de una estrella del pop, mucho se especuló sobre su seguridad, ropa, comida, hospedaje, agenda, etc, inclusive cuando nada fuese divulgado oficialmente, para el regodeo de los especuladores de turno.
Con respecto a las verdaderas razones de la visita de Obama, sin embargo, hubo poco interés, y la interferencia en la vida de las personas, especialmente en las ciudades donde pasó tampoco les importó. Ni siquiera registraron las contestaciones y las protestas de los afectados por las medidas de “seguridad” determinadas desde Washington y que las autoridades locales aceptaron sin pestañear.
Los noticiarios de la prensa estadounidense durante la semana anterior a la visita de Obama proclamaron que el propósito de esta era expandir los negocios entre Brasil y los USA con el fin de servir a la recuperación de su economía estancada.
En sus declaraciones, Obama afirmó tácitamente que el objetivo de su visita era para fortalecer aún más los lazos entre los dos países, mediante el aumento de sus asociaciones. Entiéndase apretar el lazo de las relaciones semicoloniales de dominación del USA sobre nuestro país, especialmente en los ámbitos económico, militar y cultural. Y no podría ser otro, sobre todo cuando la crisis del capitalismo se prolonga y tiene su base en la economía norteamericana.
Ya en las primeras declaraciones oficiales, en el Palacio do Planalto, se puso de manifiesto la diferencia entre nuestra gerente y el jefe del imperialismo. Dilma leyó su discurso monótonamente, hablando generalidades, y como siempre, vanagloriándose de “avances” heredados de su predecesor, Luiz Inácio.
Obama, por el contrario, derrochó desenvoltura y cinismo al hablar de los “derechos humanos”. El hombre que controla la agresión y la ocupación de varios países y el genocidio de sus pueblos viene al Brasil para hablar de “derechos humanos” y es ovacionado de pie por una banda de chupamedias serviles.
Lo restante de la programación fue en Río de Janeiro, con una visita para verificar la experiencia de la militarización de las favelas y los barrios pobres de la ciudad y un “discurso al pueblo brasileño” que, por razones de “seguridad” se trasladó de la plaza Cinelandia para adentro del Teatro Municipal, con la presencia de un selecto grupo de lacayos y oportunistas de todo tipo. Por la noche, una rápida visita al Corcovado para dar una mirada a un lugar especialmente bonito de la semicolonia.
Pero por supuesto, el más alto plenipotenciario del USA no viajó a Brasil para dar un paseo, para admirar Río de Janeiro o distribuir simpatía al pueblo brasileño, aunque el monopolio de los medios de comunicación se haya esforzado en pasar esa impresión.
Acuerdos – ¿o serian imposiciones imperiales? – de todo tipo se firmaron en el Palacio do Planalto. Los acuerdos se dieron a conocer en el ámbito de las patentes, la generación de “trabajo decente”, la cooperación científica y técnica y la liberación de los vuelos entre los dos países para cualquier compañía aérea.
Llegó a ser cogitado un acuerdo sobre la venta de petróleo del pre-sal, ya que con los levantamientos populares en los países árabes, el precio internacional del petróleo ha aumentado de manera significativa. También está el asunto de la compra de aviones de combate, que de acuerdo con lo divulgado, no fue resuelto. El fin de la obligación de visado entre los dos países no se discutió. Todo esto era la “agenda” oficial, pero lo que en realidad verdaderamente importa al imperio fue tratado en reuniones secretas, de las cuales no hay información.
El acto más grave, sin embargo, de Obama durante su gira al Brasil fue la declaración de guerra con la orden de atacar Libia. El gobierno de un país soberano nunca permitiría que el presidente de otro país, usase su territorio para dar ese tipo de orden genocida. Pero como es la continuación de una gestión que se caracterizó por la docilidad y la disposición a atender a los designios del imperialismo, ninguna censura fue hecha a los yanquis. Sólo después que el patrón se fue es que Dilma declaró ser contra la agresión, una declaración meramente retórica, ya que no se hizo nada para evitar el ataque, y ni siquiera el representante de Brasil se dignó a votar contra la propuesta en el Consejo de Seguridad de la ONU.
El monopolio de la prensa brasileña merece un párrafo especial, porque nunca antes en la historia de este país hubo tanta adulación alrededor de una persona non grata por el pueblo brasileño. Mostraron el avión presidencial y su gemelo, los aviones de carga de la comitiva, vehículos blindados y armados, la ropa de Michelle Obama y sus hijas, la habitación del hotel donde estaban en Río… Transmitieron sus discursos en vivo y entrevistaron a todo tipo de personas dispuestas a exaltar la figura y decir “lo importante que era la llegada del primer presidente negro del USA al Brasil.”
Mientras tanto, la población de las ciudades por donde pasaba la comitiva imperial sintió en la piel las consecuencias de la visita no deseada. El tráfico de las principales avenidas fue cerrado para que su excelencia no se demorase en los embotellamientos. Río de Janeiro tuvo su espacio aéreo cerrado y limitado únicamente a las operaciones de seguridad en aire y tierra, bajo el mando absoluto de los yanquis. Nunca se vio tantos policías en las calles, los soldados del ejército, la policía federal, marines yanquis y agentes del FBI. El comercio en el centro de Río no pudo abrir y toda la circulación en la ciudad quedó a merced de la agenda de Obama.
Y toda esta adulación y servilismo pasaría impune si no fuese un bravo grupo de jóvenes (que se está deslindando de la mayoría de los grupos de izquierda de centro) que en 18 de marzo protestó contra la presencia de Obama en Brasil, y que marcharon hacia el consulado yanqui en el centro de Río de Janeiro, contra el cual fue lanzado un artefacto incendiario, siguiendo las mejores tradiciones de las protestas masivas contra el imperialismo en Brasil y en todo el mundo. En este episodio, 13 manifestantes fueron detenidos, sus cabezas rapadas y encerrados en prisiones de máxima seguridad hasta la salida del país de Obama en el día 21. No podía ser otra o inferior la medida adoptada contra los manifestantes por los gobiernos – gerencias – invertebrados para mostrar, en esta nueva oportunidad, su servilismo al imperio.