La acción del oportunismo electorero ante la protesta popular que inundó las calles del país es algo digno de destaque por la vileza con que trató las masas rebeladas. Ese oportunismo se divide en dos: las siglas y entidades que disfrutan del poder en la gerencia del Estado, colgadas en sus tetas y por otro lado, las siglas y organizaciones que disputan en el campo institucional el “privilegio” de gestionar los intereses del latifundio, de la gran burguesía y del imperialismo.
El bloque formado por PT/PCdoB/PSB, además de PMDB y PDT y sus comparsas, se hizo de muerto cuando comenzaron las protestas, desbaratados, despavoridos y aturdidos, pues el Brasil estaría muy bien, se desarrollando, el pueblo consumiendo como nunca, los indicadores sociales notablemente en alta, etc., etc.. Al percibir que la vieja fórmula alienadora del pan y circo había fallado, intentaron resolver con Dilma hablando en red nacional de televisión y el PT proclamando la “ola roja” con que se pretendió entrar en bloque en las manifestaciones en SP y fueron repelidos por las masas. Apenas les restó actuar vía aparato estatal e, insidiosamente por una campaña de desmovilización y de infundir pánico en el pueblo, haciendo circular rumores de “peligro de golpe de la derecha”.
En realidad, el sentimiento que galvanizó los manifestantes de modo general era el de la revuelta de una nación ultrajada y un pueblo manipulado y el sentido lógico inmediato era el de levantar la bandera nacional y entonar el Himno para afirmar que era él, el pueblo rebelado, la nación, y no esa costra politiquera, corrupta, cínica y mentirosa.
El rechazo a los partidos era un sentimiento del pueblo expresado en una juventud que no aceptaba más que hablasen en su nombre, y que tampoco manipulasen su protesta. Y claro, el monopolio de la prensa, queriendo crear una identidad con los manifestantes, trató inmediatamente de dar repercusión al clamor de “sin partido, sin partido”. Y no solamente esa prensa reaccionaria, es de suponer que todas las corrientes políticas quisieron interferir según su ideología, línea y análisis sobre lo que estaba ocurriendo, y en esto los diferentes grupitos de la extrema derecha no quedarían fuera. Se registró, particularmente en RJ y SP, la presencia de neonazis como los “cabezas rapadas”, Integracionistas con su ‘anauê'(termino indígena tupi con significado “tu eres mi hermano” adoptado por los nazis en Brasil al levantar el brazo en saludo) y otras caricaturas de nacionalistas fascistas. Pero todos estos fueron apenas detalles ridículos, así como también lo fue, por parte de esa “izquierda” reformista electorera catalogar los manifestantes de fascistas, derechistas, etc.
Con el fin de la Copa de las Confederaciones y el paso atrás de gobernantes en cuanto al aumento de las tarifas del transporte colectivo, las manifestaciones masivas refluyeron y el frenesí se manifestó en los oportunistas del gobierno. Apresurados en recuperar su liderazgo burocrático con sus “movimientos sociales” oficialistas, tal como sus horrorosas céntrales sindicales colaboracionistas, manejan a través de acciones demagógicas, tal como el sospechoso llamado a una “huelga general”, cuyo único propósito es el de crearse un nuevo hecho político con que protagonicen con sus tibias críticas a la patronal y al gobierno, organizar negociaciones y, bajo las luces del monopolio mediático, escenifican pasarse por legítimos y responsables representantes del pueblo revoltoso.
Así como el monopolio de la prensa, los ocupantes de turno del Planalto intentaron capitalizar para sí parte de las protestas, como si no fuesen ellos el blanco del rechazo y revuelta populares, en un show impar de disimulación. Pronunciándose en red nacional, la señora Dilma Roussef afirmó ser las manifestaciones la “comprobación de la democracia” y prometió 5 pactos, nada más nada menos, entre ellos mismos, los canallas del Partido Único que, como lacayos del imperialismo, de los bancos y de las transnacionales, gestionan ese viejo y corrupto Estado en los niveles federal, estadual y municipal. Esencialmente vuelven a la carga, una vez más, con la bendita “reforma política”, que es apenas una nueva acomodación en el funcionamiento del fracasado sistema de gobierno, el tan exaltado Estado Democrático de Derecho.
Mientras tanto, también, se apresan en colocar en las calles las bases corporativizadas de las centrales sindicales, UNE, MST y otros, en una clara tentativa de por lo menos minimizar los perjuicios.
Ya el PSOL, PSTU y otros grupos reformistas, que aunque desde el inicio han participado de los actos objetivando protagonismo y promoción electoral, también tuvieron sus banderas rechazadas. Sin consiguier concretizar sus intentos dirigistas y bajo abucheos y ataques de las masas que rechazaban la presencia de cualquier sigla del Partido Único. También la reacción de estos no fue diferente, se sumaron al ridículo cuento de la “derecha comandando las protestas”. Se sumaron al coro de condenar los “vándalos” y, por fin, siguieron el camino de la desmovilización.
Pasaron a burocratizar al máximo las plenarias que discutían los rumbos del movimiento y sabotearon sistemáticamente todas las decisiones de esos fórums. En otros lugares impulsaron la demagogia de “asamblea horizontal” como medio de la pequeña-burguesía imponer su autoritarismo y torpedear el movimiento. Llegaron aún a recurrir a la vieja orden, a su policía criminal, para denunciar grupos de “extrema derecha” que quemaron sus banderas. Que nadie dude que fueron delatados también liderazgos y activistas populares más combativos, pues que tal procedimiento es recurrente.
Y así el oportunismo sigue su sino, ajeno a la verdadera voz de las calles. Los que hoy están a prueba del viejo Estado se defienden como pueden, aún aturdidos con los lemas de la multitud, escenifican propuestas, pero sin molestar los monopolios. Los que juzgan hacer “oposición de izquierda”, conectados umbilicalmente a la institucionalidad e inclusive siendo algunos de estos partidos de la misma origen petista, intentan focalizar las protestas en causas puntuales y electoreras, en el afán por negociar con alguna autoridad, llegar a acuerdos, etc., evitando a todo costo el ataque al viejo Estado.
El oportunismo en el tope del viejo Estado maniobra para dar el tono de la pauta política, de modo a envolver a la opinión pública en la creación de nuevos hechos políticos con una falsa polémica sobre realización o no de plebiscito/referéndum de uno “reforma política”, auxiliado por la “oposición” emasculada de PSDB y su bando igualmente criminal. La única certeza que se puede tener es de un nuevo llamado a las urnas en breve, como maniobra indispensable para reformar el modo de engañar el pueblo, cosa al estilo de esa “democracia” de mentira en que vivimos.
La verdad es que el panorama y el tablero de la farsa electoral entraron en un agujero negro. Los pescadores de aguas turbias no faltarán y Marina Silva, agente del imperialismo versión ambiental, con su ecopolítica sustentable, ya frota las manos extasiada con las posibilidades que se descortinaron para ella. Gane quien gane las elecciones presidenciales de 2014, el imperialismo y la reacción seguirán orquestando.
Sin embargo, quebrada la mistificación del oportunismo y entre el fuego de todos los lados, las masas siguen yendo para las calles para exponer su indignación contra todo lo que las oprime, su cotidiano de montones de abusos, humillaciones, promesas engañosas, mentiras sin fin, violencia policial, finalmente, las garras afiladas de ese Estado decrépito, su enemigo declarado. Y aunque por la espontaneidad e inexperiencia de la juventud, no exponga aun claramente sus reivindicaciones, queda claro el rechazo a la politiquería electorera, a la dominación extranjera y la sumisión de los gobernantes a ella, a la precarización de las condiciones de vida y de los servicios públicos, a la represión bandida de las policías, a la matanza de pobres, de campesinos y de indígenas por todo el Brasil.
La sepultura del viejo Estado semifeudal y semicolonial brasileño está un tanto más profunda. En ella caben también los oportunistas de todo tipo que intentan de todas las formas darle sobrevida. La juventud independiente que hoy aterra la reacción puede no sistematizar aún sus anhelos, pero bastará el tiempo para que se sume al campesinado en su lucha a muerte por la tierra y contra el latifundio y ese mismo Estado genocida y corrupto. Y que el proletariado forje su vanguardia y en una lucha persistente y prolongada, para que montañas sean parte por parte removidas para liberar de la opresión todo el pueblo y el Brasil.
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