El movimiento de las Fuerzas Armadas (FF.AA.) en la ejecución paso a paso de un golpe de Estado militar contrarrevolucionario preventivo camina en varias direcciones, pero con el mismo objetivo.
Por un lado, contribuyen para la militarización de Sudamérica, apoyando las maquinaciones y amenazas de USA a la integridad de Venezuela. Un ejemplo concreto fue la realización, en noviembre del año pasado, de una operación de entrenamiento de guerra en la selva amazónica (Amazonlog) con la participación de Brasil, Perú, Colombia y USA y más “invitados”.
Por el número de participantes – Brasil con más de 1.500 y USA con sólo 30 – debe que admitirse que los 30 yanquis serían instructores militares que prepararían los brasileños para una logística de recepción de los migrantes venezolanos en suelo brasileño.
Aún sobre militarización de la región, vuelve la pauta de la cesión de la base de Alcántara a USA, área muy codiciada por los yanquis que, si concretizada, se hará un verdadero enclave militar yanqui en el estado de Maranhão.
Por otro lado, hay un hecho aún más deplorable para los patrones incluso de la vieja democracia, sin embargo, nada extraño en un simulacro de república: un general someter a una entrevista los pretensos candidatos a la gestión del viejo Estado. Más que todo, la actitud del Comandante del Ejército de “invitar” tales candidatos para una conversación no puede más que sonar como un verdadero encuadramiento ideológico, político y militar a los candidatos.
Tal escenario esdrújulo es revelador de la extensión y profundidad de la crisis de descomposición del sistema político y del proceso, paso a paso, del golpe militar contrarrevolucionario preventivo al inevitable levantamiento popular. No basta más las contingencias económicas impositoras del mantenimiento del sistema de explotación y opresión; ya se hace necesario una liturgia servil de juramentación de la defensa de la vieja orden. Es decir, sujetarse al estatuto de la subyugación nacional, garantizando los privilegios del mercado (bancos) y de las transnacionales, principalmente las mineras y petroleras, sellar compromiso de no alteración de los beneficios jubilatorios de los militares y, por fin, sacramentar el pacto de llevar adelante la guerra reaccionaria contra el pueblo, principalmente el pueblo pobre y negro de las favelas y en el campo. Lo que significa continuar con la política de “seguridad pública” asesina que provoca la muerte de 63 mil personas por año, más de que en cualquier guerra en marcha en el mundo en los días de hoy, y amontonar los jóvenes supervivientes en mazmorras medievales.
Tal procedimiento es parte de la “primera etapa” del golpe, como iniciativa de las FF.AA. y de la Embajada del USA por estabilizar la vieja orden, por la entronización de generales en puestos de mando del gobierno, induciendo la idea de un “baño” ético y moral en las viejas y corruptas instituciones, mientras se intenta recuperar la economía. Si fallar, se asegura pasar a la “segunda etapa” de la concentración y centralización de todo el poder, como tentativa de salvar el empodrecido Estado.
Todo eso, sin embargo, será en vano ya que la derrumbada de esta vieja orden es una necesidad histórica de un país en que la reacción – a hierro, sangre y fuego – detuvo hasta el presente todas las tentativas de avanzarse de la revolución democrática, y que carga en la espalda de la saga de su nación una escoria de esqueletos feudales, esclavistas, coloniales amontonados en este secular sistema de explotación y opresión sin fin.
Una crisis política cuya panacea se busca en una elección, en la cual una alianza es fascista-golpista y las demás, enganchadas en bayonetas, son la demostración desnuda y cruda del podrecimiento irreversible de esta vieja orden semicolonial y semifeudal y su régimen de capitalismo burocrático.
La Revolución de Nueva Democracia vendrá, pues por ser una demanda objetiva, imprescriptible y pendiente de nuestra historia, cuanto a las condiciones subjetivas de su realización las masas demuestran crecientemente poseerlas preparándose, cada vez más, con sus levantamientos, forjando la fuerza que las dirigirá. Y cualquier medida preventiva a este grandioso acontecimiento son estertores de la reacción más anacrónica que inclusive hará incitar el ímpeto de mudanza del pueblo brasileño.