La promesa de cambiar “todo eso que está ahí” irradiada con estridencia durante la campaña electoral, engañando decenas de millones de electores como un cambio para mejor, en menos de tres meses va confirmándose como cambio para peor.
La prédica de Bolsonaro contra el toma y daca se revela pifia fanfarronada, comprobando que solamente en esta base puede funcionar el agonizante y corrupto sistema político de este putrefacto Estado latifundista-burocrático.
Por su parte, en conversación entre el defenestrado Bebianno con el presidente de la República, este reveló la ocurrencia de reuniones de los “miércoles de los generales” de la cual ni todos participan, o sea, reunión del gobierno militar secreto del Alto Mando de las Fuerzas Armadas, que son quienes dan las cartas de hecho desde que este mismo Alto Mando “emparedó” Bolsonaro para institucionalizar su golpe contrarrevolucionario preventivo, desencadenado bien antes de las elecciones.
El gobierno militar secreto es evidente, pues tiene en puestos claves de la operación del Estado la concentración de generales alineados al Alto Mando, generales que se hacen presentes en el Planalto (el grupo de Haití) y en el área más sensible de las contradicciones de clase, entre campesinos y latifundistas (Incra). Mientras eso, en los demás puestos hay notables reaccionarios, como en la Economía con Chicago boy”, en el Ministerio de la Justicia con un agente extra-FBI, en la Educación con un religioso fundamentalista y en las Relaciones Exteriores con un americanófilo chupamedias, dejando claro que la naturaleza del gobierno tutelado por el Alto Mando de las Fuerzas Armadas reaccionarias es latifundista, anti-obrero, obscurantista y vende-patria.
Por medio de la ofensiva contrarrevolucionaria preventiva, su “misión” es reestructurar el Estado, adecuando su sistema político de gobierno, en el mejor de los casos, a un presidencialismo absolutista para salvar e impulsar este simulacro burocrático de capitalismo, sumiso al imperialismo, principalmente yanqui, y conjurar el peligro de Revolución.
Al nombrar Paulo Guedes y Sérgio Moro como dos “superministros”, amplió el dominio del latifundio con la entrega de la administración de la cuestión agraria a los buitres del agronegocio, asegurando legalizar el robo de las tierras indígenas, quilombolas y los demás millones de hectáreas de tierras de la Unión. Para tanto, además de suspender deudas de multas del Ibama y liberar las bolsas de crédito agrícola subsidiado a los latifundistas, nada mejor de que liberalizar las acciones de los bandos paramilitares a servicio de la agresión latifundista. Al sistema financiero internacional y brasileño, promete privatizar los bancos públicos, además de aumentar las garantías contra la insolvencia, a través del registro positivo. Como prueba inmediata a quien sirve, ofertó la “reforma de la Sanidad” a los chupasangre y parásitos de la Nación, banqueros y demás corporaciones extranjeras y locales, para, de un sólo golpe, retirar de los trabajadores R$ 1 billón por año y entregar a los bandidos.
Y, aún delante de tamaño crimen anunciado, tenemos que oír de los nefastos monopolios de los medios de comunicación (por ejemplo, el editorial del Estadão, de 19/03/2019) que el actual presidente no tiene programa o siquiera cualquier plano de gobierno, cuando todo ha sido hecho al acaso. En la posición seudoliberal de quien se opone a los extremos, tergiversan sobre un añorable y cómodo centro que la gravedad de la crisis no permitirá más, fingen ser otra la realidad escamoteando el golpe militar en curso y que se institucionaliza. Pusilánimes, se omiten en denunciar el gobierno militar secreto que es quién de hecho gobierna, prefiriendo ocuparse de las fanfarronadas de un presidente que ora las comete para distraer, ora para remarcar sus posiciones retrógradas con el objetivo de formar opinión pública, en los medios militares y en la población, para el objetivo que siempre predicó y quiere establecer: la dictadura militar fascista pro-yanqui. Como acabó de dar pruebas cabales con sus declaraciones y rastrera conducta en la visita oficial al USA.
Pero, para consumar tal plano, la reacción sabe muy bien y de memoria que tendrá que enfrentarse con la protesta y la rebelión populares. Y no es otro el motivo de su ofensiva contrarrevolucionaria preventiva. Fue aprovechándose de la reforma en la legislación sindical, hecha para enflaquecer la resistencia de los trabajadores, contando ya con la situación de atenuación de los sindicatos generado por el colaboracionismo de los colaboracionistas lulistas, que Bolsonaro se apresuró a editar la Medida Provisional 873, para golpearlos más, dificultando que los trabajadores, socios y no socios, contribuyan con sus sindicatos.
Los economistas amaestrados en las escuelas de corrección imperialistas y los medios de los monopolios de comunicación bravean a toda hora con el chantaje de que la “reforma” que anda a pasos de tortuga representa la única providencia capaz de librar el Brasil de una crisis más profunda aún. O sea, para salvar los ricos es preciso quitar el cuero de los trabajadores. No basta entregar la pre-sal y las reservas minerales, los aeropuertos, las Universidades etc.: ellos tienen que llevar a cabo una completa política de tierra arrasada al pueblo y a lo que resta de soberanía nacional. Y para tal hay que restringir las menguadas libertades de organización y manifestación, más criminalización y más represión a la lucha de las masas.
El gobierno de los ricos, que se profundiza como ofensiva contrarrevolucionaria preventiva creo una situación objetiva dentro de la cual los trabajadores de todas las categorías sólo pueden responder con su unidad en torno a una Huelga General de Resistencia Nacional, que rechace de pronto cualquier maniobra de negociar la pérdida de derechos de los trabajadores y centre en su movilización y preparación en defensa de los derechos ya suprimidos y de los demás amenazados.
La consigna, ya levantada por los sectores más combativos del movimiento sindical y obrero, inclusive del movimiento de los campesinos pobres y medios, también es decisiva para arrastrar aquellas masas que, por décadas, fueron aprisionadas en el inmovilismo militante de las cúpulas de la aristocracia sindical curtida en acuerdos palacianos.
Cuando hablamos en Resistencia Nacional es para alertar el pueblo brasileño de que, además de sus derechos pisoteados, la Nación está a dos pasos de ser más y duramente violada. Sea con la instalación de base militar yanqui en el suelo patrio, sea en arrastrarse en la aventura cobarde contra la nación y el pueblo venezolanos. Todas las maquinaciones armadas por el mismo imperialismo yanqui en su afán por apagar el fuego que amenaza diseminarse en su patio y en sus pugnas por mantener su condición de superpotencia hegemónica única, cuando las señales de nueva y mayor crisis general del imperialismo son alarmantes.
Importante destacar aquí, durante la huelga de los camioneros del año pasado, recordemos la gran unidad que se formó en torno a aquel movimiento en el cual el proletariado, el campesinado, la juventud y el pueblo en general, aun sufriendo las consecuencias del movimiento que desabastecía el país, dieron una formidable manifestación de solidaridad proletaria.
La crisis que hace cinco años hunde el Brasil, con la farsa electoral se profundizó al tragar para su centro la cúpula militar con su golpe contrarrevolucionario. No pueden dar solución a ningún problema nacional y del pueblo. La única salida para el pueblo brasileño y Brasil es conquistar la nueva democracia por medio de la Revolución.