Después de la caída de Palocci del Ministerio de la Casa Civil y de Alfredo Nascimento de la cartera de los transportes, además del rebajamiento (fue este el propósito) de Luiz Sérgio de las Relaciones Institucionales para el Ministerio de la Pesca y Acuicultura, la crisis política, lejos de enfriarse, se extendió a otros departamentos, indicando no tener fecha para culminar.
En el inicio de agosto, el boquirroto Nelson Jobim, investido por Luiz Inácio en el Ministerio de la Defensa y allí permaneciendo por su imposición, fue debidamente defenestrado después de dar declaraciones “inelegantes” sobre las ministras Gleisi Hoffman e Ideli Salvatti. O mejor dicho, habría sido esta la causa más aparente…
Enseguida fue revelado un fragoroso esquema de corrupción en el Ministerio de la Agricultura, principalmente en la Conab (Compañía Nacional de Abastecimiento). Wagner Rossi (del PMDB) tambaleó en el cargo por varios días, hasta que entregó la carta de renuncia, siendo “velado con honras de Estado” por los “buenos servicios prestados” y blablablá.
Además, una operación de la Policía Federal prendió, entre otras 36 personas, al secretario ejecutivo (2º en la jerarquía) del Ministerio del Turismo, y destapó otro esquema que envolvía la liberación de millones de reales en recursos para ONG, principalmente en Roraima. El fraude envolvía también una diputada federal, responsable por las enmiendas al presupuesto que liberaban los fondos y pese a las evidencias de que embolsaba una buena parte, no fue presa.
En el congreso, la baja para “la base aliada” fue el PR(Partido de la República), que declaró independencia por no conseguir la misma atención de Dilma que obtienen los caciques del PMDB.
Mientras tanto, Dilma administraba el intenso baile de las sillas para acomodar intereses de grupos de poder no sólo de los partidos “aliados”, pero también, y tal vez principalmente, del propio PT. La revista Veja, por ejemplo, montó una trampa cinematográfica para pillar José Dirceu y sus visitadores, practicando tráfico de influencias, arreglos financieros, articulaciones, composiciones, etc. y según la revista, intrigas contra el gobierno. Son horas de reuniones en un hotel de Brasilia con figurones de nuestra república enclenque.
Para muchos, principalmente los analistas políticos asalariados del monopolio de los medios de comunicación e inclusive algunos editorialistas, Dilma promueve una limpieza en la “herencia maldita” dejada por Luiz Inácio, caracterizada por la corrupción desbordante y en la ineficiencia de esta o de aquella repartición pública. Alardean su preferencia por “perfiles técnicos” para recomponer los cargos, pero no ignoran que esa es sólo la disculpa utilizada por Dilma para manejar su “gobernabilidad”.
Tal como la Veja, otros vehículos del monopolio exaltan que “Dilma está en el camino correcto”, aplausos que más parecen balizar y dar la línea a la gerencia del viejo Estado. Al final, ¿por las páginas y transmisiones de quienes quedamos sabiendo de los sucesivos y cada vez más millonarios escándalos?
Aunque sea realista reconocer que la gestión petista y de sus secuaces han superado récords en todo tipo de corrupción, los estruendos mediáticos quieren hacer creer que fue este quien inauguró esa práctica. Ni fue el PT el pionero, ni son estos sus más graves crímenes y de su corte de sinvergüenzas y oportunistas de todo tipo. Tales crímenes van mucho más allá del indecente enriquecimiento a costa del erario nacional. Es la continuación cínica y mediocre de la (de siempre), espoliación y saqueo malditos de la Nación, del sudor y esperanza de nuestro laborioso pueblo. Cínica, porque es encubierta por el velo oprobioso del limosneo a los desposeídos, al que doran como distribución de renta y ascenso social. Mediocre, porque, como pretensos innovadores, no son más que epígonos del populismo fascistóide de antaño. Peor que esto, como si ya no fuera demasiado, son arquitectos y émulos de su agravamiento.
Pero es, precisamente, el servilismo y el entreguismo el denominador común, la base sobre la cual descansa el “de acuerdo” entre nuestros corruptos de turno y sus acusadores inmaculados de la ética y “héroes de la libertad de prensa”.
En el país de la inmundicia descaradamente asumida, escándalos de corrupción no llegan más a parecer novedad, a pesar de rendir mucho alborozo. Pero, el lodo a que se refieren esos medios no es monopolio de los parásitos de turno de las arcas del Estado. Es, sí, de todas las instituciones de los llamados tres poderes, sin ninguna excepción. Es de toda la política oficial en su sentido amplio, es de todo el Sistema de Gobierno, es enfermedad endémica del Sistema de Poder, finalmente.
Sin embargo, bajo el basurero de la política oficial, algo más agudo se agita. Y lo que ha venido a la superficie es solamente supuración. Discurre lucha sorda y feroz entre los grupos de poder del propio PT.
Desde que llegó a la cumbre del aparato estatal, el PT anidó la principal representación de las clases dominantes domésticas serviles del imperialismo y así las contradicciones y pugnas de sus fracciones. Sea por conservar el control del aparato del Estado o por desalojar a aquel que lo detenga, son inevitables y sistemáticas las pugnas de los grupos de poder, transitando de momentos de calmaría a tiempos de tormentas. En las vísperas de los pleitos electorales tiende a agudizarse. Más aún cuando una crisis mundial extraordinaria como la actual, cuyo costo se descarga sobre las masas y países dominados, la lucha entre las fracciones por el botín se agrava y puede venir a ser cuestión de vida y muerte. Y el entrevero, las estocadas y golpes letales se dan entre sus correspondientes grupos de poder.
Síntoma claro de un escenario como este, para citar uno de los más inofensivos, fue el rechazamiento por parte de Dilma de los nueve nombres indicados por el directorio del PT de Río de Janeiro para cargos federales, inclusive direcciones de empresas estatales casi desconocidas, pero que cuentan con gran presupuesto. A la limpieza hecha por Dilma de los, sabidos por todos, testaferros de José Dirceu en el sector de los bancos públicos, él respondió entregando en bandeja la cabeza del viejo rival Palocci. No fue diferente la suerte de otros ministros. En el caso particular de los Transportes, resultó en el torpedeamiento de, tal vez, uno de los más importantes esquemas de propinas que, montados desde 2003, denota formar una respetable caja fuerte. Por lo que todo indica Dirceo jugó para golpear un pez mucho mayor.
Ese es el terreno pantanoso por donde Dilma circula, compartiendo el botín con unos, desprestigiando otros, cercada de grandes buitres, urubúes y quién-quién*, y no consiguiendo unidad ni aún en el PT por cuenta del voraz apetito de sus grupos de poder. Pero eso no significa que ella sea inocente o cosa semejante, al contrario, ella es pieza maestra de uno de esos grupos. Dilma sabe muy bien donde está metida y a quien sirve.
En el medio de un serísimo agravamiento de la crisis mundial, que no ha permitido percepción razonable de sus límites y que impactará sobremanera el país, la contienda por el control del aparato de Estado ya está se agudizando. La lucha entre los grupos de poder, tanto por definir qué política seguirá aplicándose de modo a beneficiarse al máximo en tiempo de aprietos, cuanto sobre sus destinos en el próximo pleito electoral municipal, ya pasó de los primeros rounds. La caída de tantos ministros en seis meses de gerencia no es reforma de ministerio o algo parecido, es verdadera crisis política.
¡Y será bruta! Para Luiz Inácio, a pesar de la fama, no le va a ser fácil. Dilma será cada vez menos el mero mandato puente de sus planes. Y José Dirceu, con el control que detiene de la máquina del PT y mucho dinero, está jugando grandes cartas para abrir el camino de su retorno y a un puesto alto.
En el agravamiento de la crisis, la democracia revolucionaria debe empeñar todos sus esfuerzos para revelar toda esa podredumbre a las masas yendo más allá del alarido de la corrupción, movilizarlas y educarlas en la repudiación a toda esa vieja politiquería y a levantarse en rebelión. ¡En todo el mundo está sonando la hora de grandes batallas!
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*Quién-quién – Conocida entre los campesinos como el ‘ave chupamedias’. Su piado análogo a ‘quién-quién’ (onomatopeya), alerta los hacenderos de la llegada de alguien.
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