Datos divulgados por el Banco Central el día 26 de junio revelan que la insolvencia superó un nuevo récord. Nada menos que 6% de las deudas están en atraso de más de 90 días. El informe no lleva en consideración deudas con atrasos inferiores. Este es el mayor nivel desde que el BC comenzó a medir el índice, en 2000.
Entre las “personas físicas”, o sea, las familias endeudadas con compras a plazos y financiaciones de automóviles, casas, tarjetas de crédito y cheque especial, la insolvencia llega a 8%. Entre las empresas, la mora llega a 4,1%. Aún de acuerdo con los datos del Banco Central divulgados en ese mismo periodo, cada brasileño debe 43% de la suma de los salarios de un año entero. Significa que se superó una barrera histórica, con los endeudamientos alcanzando 50,1% del PIB.
Como A Nova Democracia viene adelantando hace algunas ediciones, la financiación de automóviles es la modalidad en la que hay el mayor índice de insolvencia, llegando a 13,9% en mayo.
La gerencia FMI-PT dice no preocuparse mucho, y prepara nuevas medidas de ampliación del crédito y el mantenimiento de otras, como la permanencia de la renuncia fiscal del IPI de los productos de la llamada “línea blanca” (heladeras, cocinas, máquinas de lavar, etc.), prevista para acabar en el fin de junio. O sea, todo para intentar asegurar el lucro de los monopolios.
Nótese que no sirvió para nada el chantaje para que los bancos redujesen los intereses, la ampliación de la financiación de automóviles, la reducción e incluso exención de IPI de la industria automovilística, la prorrogación del plazo de pago de financiación de inmuebles, que ahora puede llegar a 35 años, etc. Nada de eso fue capaz de elevar el consumo de la forma como los “analistas” juzgaban necesario, a pesar del endeudamiento creciente. O sea, los monopolios nos cobran que empeñemos hasta la última moneda para sacarlos de la crisis.
El propio Banco de Compensaciones Internacionales (BIS), ya “alertó” que el Brasil está en la “zona de peligro” en función del descompás entre la oferta de crédito y la expansión de la actividad económica.
Ahora, con el agua hasta el cuello de la población brasileña, los analistas que antes certificaban que el sistema de crédito brasileño estaba protegido se vieron obligados a reconocer que no hay blindaje ninguno y que, inmerso en la tormenta mundial de la grave crisis general de superproducción relativa del capitalismo, ningún país puede pasar incólume.
La cosa es aún más grave, por causa del bajo o ningún crecimiento de la economía, impulsado por las galopantes desindustrialización y desnacionalización. En el fin de junio la gerencia Dilma anunció la “inyección” de casi R$ 8.500 millones para compra de máquinas y equipamientos pesados para desacelerar la desindustrialización, además de reducir las tasas de intereses practicadas por el BNDES. Sin embargo, como la casi totalidad de industrias y equipamientos pesados, principalmente agrícolas, es compuesta de transnacionales, no es preciso ser un genio para percibir que todo el dinero irá para el exterior.
El propio viejo Estado comprueba ese escenario. El Ministerio del Desarrollo, Industria y Comercio Exterior fue obligado a divulgar datos desastrosos en el inicio de julio. El superávit de la balanza comercial fue el menor en diez años para el mes de junio. En lo acumulado de los primeros seis meses del año, las exportaciones disminuyeron 14,2% en relación al mismo periodo del año pasado.
Las importaciones, por su parte, aumentaron considerablemente, mientras que la actividad industrial cayó, según el IBGE, por el noveno mes consecutivo. El mes de mayo registró decrecimiento del 0,9% en relación a abril, pero comparado con el mismo mes del año pasado, la disminución fue del 4,3%. El Polo Industrial de Manaos dimitió cerca de 21 mil personas solamente este año y tanto la GM como la Volkswagen ya abrieron “programas de despido voluntario” en sus unidades.
A pesar de todo el esfuerzo de los prosélitos del Planalto para convencer la población de que ese proceso no existe, entre los industriales y su prensa especializada la preocupación hace mucho dejó de ser superficial. Ya son realizados simposios y seminarios sobre el asunto y los lobbies aumentan su actuación. Claro, los grandes burgueses siempre pueden recurrir a un cambio de ramo, con cada vez más empresas dejando la producción y pasando a dedicarse a la importación, en un fenómeno conocido como compradorización.
Con la tempestad llegando en un año de farsa electoral, a los encastillados en el viejo Estado les interesa por encima de todo alejar las “desconfianzas” y fingir que todo va bien, a pesar de las innúmeras señales en contrario. Ni el cumplimiento al pie de la letra del recetario del capital financiero internacional pudo o podrá salvar la economía de una quiebra de grandes proporciones. Y la mayor parte de la población brasileña, aunque se haya servido de una pequeña parte del crédito, es quién más será alcanzada por el peso del desastre.
Aún sin eso, la situación de las masas trabajadoras ya es insustentable, las grandes y recientes movilizaciones comprueban eso. Las rebeliones en las grandes obras del PAC y de los eventos deportivos contra la superexplotación, esta histórica huelga de las instituciones federales de enseñanza, entre otros, son indicaciones más que claras de que los trabajadores no aceptarán arcar con los costes del servilismo de este gobierno oportunista al imperialismo.
Los efectos de la crisis en la Grecia ganaron contornos dramáticos con el pueblo en las calles y el fracaso del farsante proceso electoral en el país. Varias personas se suicidaron, incapaces de someterse a la más completa miseria impuesta por los vendepatrias que gestionan el país. El jubilado Dmitris Christoulas, antes del gesto extremo, instó la juventud a la resistencia y al enjuiciamiento de los traidores.
Que sus palabras nos inspiren y que nos preparemos para imponer nuestra voluntad, la voluntad de las masas populares brasileñas. El deseo de un país soberano, señor de su propio destino e independiente de los intereses del capital financiero. Si es correcto que sólo el fin del capitalismo en su fase imperialista será capaz de acabar con sus crisis, también es verdad que estamos dispuestos a cumplir nuestro papel en esa lucha prolongada. ¡Al trabajo!
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