Editorial – Intervención militar sella masacres como “resistencia armada a la autoridad”

Editorial – Intervención militar sella masacres como “resistencia armada a la autoridad”

Al completarse cinco meses de la intervención militar en Río de Janeiro, la evaluación de los principales institutos que hacen la monitorización de las acciones del Ejército en el comando de las policías apunta para resultados modestos en relación a los objetivos alardeados en la época del decreto.

Si comparamos la cantidad de tropas movilizadas con la cantidad de armas y drogas incautadas, además del número de prisiones realizadas, queda evidente el tremendo fracaso, tal como anunciamos con antelación en ediciones anteriores.

Lo que ganó destaque vergonzoso y sobrecogedor fue la cantidad de asesinatos practicados por los militares, en general, bajo la máscara de “auto de resistencia”(muerte por resistencia armada a la autoridad).

Verdaderas masacres en la Mare, en el Alemán, en el Chapel-Mangueira, en la Cidade de Deus, Praza Seca, Salgueiro, en el Lins, finalmente, en las favelas de la región metropolitana de Río de Janeiro.

De los morros de Río de Janeiro brotan los afluentes de este inmenso río de sangre, retrato de la guerra civil reaccionaria movida por las clases dominantes por medio de su empodrecido Estado brasileño, cuyas Fuerzas Armadas asumen cada vez más el comando de la represión y del genocidio de las masas pobres en el país.

El caos implantado por los militares en las favelas de Río de Janeiro – con invasiones de residencias, revisión a los habitantes, falta de respeto con las mujeres y niños, incursiones por la madrugada y en el horario del inicio de las clases de los jóvenes, helicópteros haciendo descarga de balas en vuelos rasantes – proporciona un escenario dantesco capaz de ser comparado solamente a las peores guerras reaccionarias.

El terror de Estado sigue una escalada creciente, como puede ser comprobado en los informes presentados que muestran índices apabullantes. Por ejemplo, los aumentos del 80% en las masacres y del 128% en las muertes practicadas por policías comparados a los índices del año pasado.

Como si no bastase, el comandante del Ejército, el general Villas Bôas, en acto realizado por el Comando Militar del Sudeste en homenaje al soldado Mário Kozel Filho (muerto en un atentado hace 50 años), aprovechó la oportunidad para insultar la memoria del pueblo brasileño. Villas Bôas dijo que “hay una identificación en la población con los valores de las Fuerzas Armadas y una ansia por el restablecimiento de la orden”.

Ante la platea, compuesta de excelsas personalidades reaccionarias, él aprovechó el embalo para cambiar el rumbo de la prosa. Antes, negaba la intervención militar y, allí, pasó a admitirla al afirmar: “Yo ni veo un carácter ideológico en eso. Pero, de cualquier forma, las Fuerzas Armadas y el Ejército, por el cual yo respondo, si, eventualmente, tengan que intervenir, será para hacer cumplir la Constitución, mantener la democracia y proteger las instituciones”. O sea, intervenir para mantener la vieja orden de explotación y opresión sobre el pueblo y de subyugación de la Nación, que ya de tan podrida se desmorona.

El Ejército – guardián y columna vertebral del viejo Estado burgués -latifundista servil del imperialismo (principalmente el yanqui) – en su intención de intervenir para defender la Constitución (fabricada según los intereses de las clases dominantes y disminuida de los mínimos derechos de los trabajadores) con el objetivo de mantener esta vieja democracia, nacida y mantenida en las entrañas semicolonial y semifeudal, y proteger las instituciones erigidas en los privilegios feudales sólo encontrará de parte del pueblo brasileño, principalmente de su clase obrera y de su campesinado, la más decidida resistencia.

El golpe de Estado contrarrevolucionario preventivo – cuyo plan ya está en marcha, siendo expreso en la creciente intervención militar en la vida del país (en síntesis, en la ocupación de altos puestos de las instituciones por oficiales militares, además del movimiento de tropas en las ciudades) – viene siendo descaradamente defendido en pronunciamientos de altos oficiales. Uno de los ejemplos es la amenaza velada al Supremo Tribunal Federal (STF) por el mismo comandante del Ejército, en las vísperas del juicio del habeas corpus de Luiz Inácio, y en su discurso en el referido evento, donde él afirmó que Brasil está en la “inminencia de algo muy grave acontecer”.

Este “algo muy grave” para las clases dominantes será el inevitable levante de las masas contra esta vieja orden de explotación y opresión.

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