Las manifestaciones contra la gerencia Dilma/PT/PCdoB se repitieron el día 16 de agosto, como habíamos analizado anteriormente, convocadas inicialmente por personas y grupos recién organizados, algunos autodefinidos como “apolíticos”, nacionalistas y grupúsculos de milicos, viudas del régimen militar fascista. Pero, esta vez, principalmente por grupos conservadores sin cualquier vínculo con el movimiento popular, además del empeño de los diferentes grupos fascistas recalcitrantes, centrados en el pedido de impeachment de Dilma Rousseff.
Otra vez comparecieron a las calles centenares de miles de personas, principalmente de las pequeña y media burguesías, pero también otros contingentes populares insatisfechos con las medidas de los “paquetazos” de Dilma/PT.
Es innegable, sin embargo, que las protestas perdieron fuerza y marchitan, por diversos factores. Entre ellos, porque figuran entre sus organizadores y patrocinadores movimientos de fachada del PSDB, cuyas momias (FHC, Serra, Aécio, Alckmin, etc.) actúan cada vez más con mayor evidencia e incontenible avidez para aprovecharse del justo descontento popular y para apropiarse de su protagonismo.
Diferente de las jornadas de protestas de junio/julio de 2013, iniciadas por estudiantes y la juventud indignada con todo el estado de cosas, que estallaron en protestas multitudinarias de carácter espontáneo, lanzando toda su justa furia contra los principales símbolos del sistema de explotación y opresión vigente (los bancos y las tropas represoras y genocidas del viejo Estado), estas manifestaciones medio carnavalescas del día 16 sólo apuntan para la corrupción como si fuera esta la causa de todos los males que asolan la nación y desollan al pueblo.
Ellas comenzaron como protestas de carácter cívico, contra el mal gobierno del oportunismo Dilma/Lula/PT, corrupto como los anteriores, y su estelionato electoral. Sin embargo, es verdad que la base de su indignación está en los efectos de la inflación galopante, en el alta de los impuestos, etc., y que sus protestas van vaciándose día después de día a partir de las embestidas del PSDB y otros grupos reaccionarios de aprovecharse de la insatisfacción popular en búsqueda de beneficio electorero.
Las declaraciones de latifundistas, de la burguesía monopolista (banqueros, Fiesp y Firjan) y, consecuentemente, de vehículos del monopolio de la prensa (Globo, Estado de São Paulo y Folha de S. Paulo) defendiendo la “gobernabilidad” y la “estabilidad”, así como la atención de Obama frente al pordioseo de Dilma, son reveladoras, una vez más, del total sometimiento de la gerencia oportunista al imperialismo y a las clases dominantes locales. Estos explotadores y sanguijuelas no tienen de que quejarse “en lo que se refiere” al empeño y servilismo de la gestión semicolonial. A su vez, retiran, por ahora, su respaldo a cualquier aventura que hiera su manual “democrático”, sea él impeachment o convocatoria de nueva farsa electoral anticipada. Menos aún cualquier cuartelazo.
Por su parte, la jactancia del PT y su corifeo mayor, de maravillas de inclusión que trajeron al pueblo brasileño con su gestión, es una cantilena que ya causa repugnancia. Hablando serio, no pasan de migajas tiradas para renovar el engaño del pueblo en pago de dar proseguimiento al abecedario nefasto del imperialismo o como decían los petistas al atacar la gestión FHC, la del “neoliberalismo”, y que PT/Lula/Dilma han aplicado con esmero y voluntad.
Igualmente, las manifestaciones de apoyo al gobierno sólo demuestran el grado de decadencia y podrecimiento a que llegó la gestión petista y su frente “popular”, oportunista y electorera. El mismo día 16, en una tentativa de contraponerse a las protestas contra la gerencia de turno, la CUT promovió, en frente del Instituto Lula, un acto miserable, que parecía comedia, reuniendo la militancia pagada y operarios de sindicatos, transportada en autobuses fletados por la central colaboracionista. Una verdadera parranda de barrigudos burócratas y mafiosos.
Así también fue con las manifestaciones del día 20, marcadas para dar apoyo a la gerencia oportunista, aunque algunos repitieran sus críticas endulzadas a las políticas aplicadas por Dilma. La única manera del oportunismo electorero movilizar masas de campesinos pobres y sin-techo, por ejemplo, es mezclar sus reivindicaciones con el apoyo artificial a la gestión petista. Y aún los pocos que se dejan engañar ya van entendiendo que eso no soluciona en nada las demandas populares por tierra, vivienda, empleos, salarios mínimamente decentes, recobrar los derechos pisoteados, etc.
Es preciso hacer ver a las masas populares que lo que está sucediendo, sobre la base de la profunda crisis del imperialismo y sus reflejos en el país, es una lucha desesperada entre los diferentes grupos de poder conectados a las siglas electoreras, cada cual a determinadas corporaciones monopolistas del gran capital, por el control de la gestión del viejo Estado y por la apropiación de la máquina estatal. Y más, como ya fue dicho en el editorial anterior, la degeneración a que llegó la política oficial hundida en la corrupción amenaza seriamente la legitimidad de las instituciones que dan soporte al podrido sistema de explotación del pueblo y de subyugación de la nación brasileña y lo hace peligrar. Más una vez es la mano del imperialismo yanqui que se encarga de la situación crítica, manejando émulos y el chillido del hipócrita monopolio mediático para intentar, al precio que sea necesario, moralizarlas mínimamente, rehacer sus fachadas, para que todo siga como antes.
Las demandas de nuestro pueblo, de los campesinos y obreros, de los estudiantes, de las mujeres trabajadoras, de los pequeños y medios propietarios, de hecho, como todos los anhelos de liberación e independencia de la nación brasileña, sólo podrán y serán realizados con un verdadero proceso revolucionario. Proceso que desenmascarará y barrerá del camino, definitivamente, el oportunismo electorero, los pescadores de aguas turbias como los actuales, los que apoyan un nuevo golpe militar, así como el sistema de explotación y opresión y las crisis y enfermedades endémicas que infelicita el pueblo y todo el Brasil.