Las clases dominantes brasileñas ya produjeron un sin número de políticos fanfarrones tipo Jânio Quadros, Collor de Melo, Paulo Maluf y Luiz Inácio. Todos usaron y abusaron de la presunción y del exhibicionismo para engañar las masas que a su vez los distinguieron con el epíteto de “cara dura”.
Ninguno, sin embargo, llega a los pies de Michel Temer. Sus declaraciones, hechas en apariciones precedidas de una postura empinada como de quien usa espartillo, son una bazofia impar. Aun cuando se propone a hacer su defensa, no entra en el centro de la cuestión, disimula, usando términos genéricos, derramando su verborragia en acusaciones, apoyado en el viejo argot de que la mejor defensa es el ataque. Se esquiva como si las denuncias de recibimiento de propina y tentativa de obstrucción de la justicia fueran contra la Institución de la Presidencia de la República y no contra el bandido y cuadrillero Michel Temer.
Formado en el cretinismo parlamentario más sin vergüenza, actuando bajo la sombra del poder en los últimos cuarenta años, como tropa de choque de gerentes de turno y cebando el bajo clero del parlamento para mantener su influencia sobre el mismo, Temer está más para un prontuario de que propiamente un currículo tratándose de su trayectoria.
Como hombre de las sombras, se acercó de compañeros a su imagen y semejanza como Eliseu Padilha, Geddel Vieira, Moreira Franco y Romero Jucá para, sirviéndose del manierismo y de la desfachatez, trepar a puestos como la presidencia de la Cámara, la presidencia del PMDB, liderazgo del gobierno, vice-gerente de la República y gerente de turno.
Al asaltar la gestión de turno al frente de su peligrosa cuadrilla, que escaló desde la Bajada Santista y negocios obscuros en las zonas portuarias, pasando por esferas de la administración pública de São Paulo y cuyas garras están extendidas sobre el Congreso Nacional, el Tribunal Superior Electoral y el Supremo Tribunal Federal, se asoció a Henrique Meirelles, jefe de otra cuadrilla tan peligrosa en cuanto la suya, como sirvientes en la ejecución de la pillaje de Brasil a mando del capital financiero internacional.
Asumió la gestión del viejo Estado brasileño con el discurso de quitar el país de la crisis y retomar el camino del “orden y del progreso” a través de la liquidación de las barreras a la explotación sin límites de los trabajadores y del saqueo total de la Nación. Con más de un año de su gestión, se profundizó la crisis política, económica, moral y ética, aumentando el desorden en todos los segmentos de la población, mientras el Brasil cae cuesta abajo en los rieles que Temer dice haber colocado el país.
Al desistir de participar del encuentro de la G-20, evitando el vejamen de su viaje a Rusia y a Noruega cuando recibió tratamiento a la altura de su pequeñez, Temer busca acercarse de los elementos que él cebó para garantizar los votos necesarios para impedir su deposición. Como son elementos tan venales cuánto él, no está descartada la posibilidad de una traición masivamente desde que propuesta mejor les sea ofertada. Pesa también para esta posibilidad el hecho de que Temer está, según las encuestas, repudiado por la gran mayoría de los brasileños. Repudio que se manifiesta de forma cada vez más violenta.
La pregunta es: ¿quién irá a exponer la cara en la TELE, en vivo y en directo, para decir que va a mantener un bandido en la gestión de la Nación?
No hay dudas de que en las calles el pueblo cobrará, como vimos el día 30 pasado, de forma cada vez más violenta, la cabeza de los que defienden el proyecto de esclavización de los trabajadores y la subyugación de la Nación. Con Temer o sin Temer la crisis seguirá profundizándose y las masas se levantarán con más furia y más belicosas.
