Editorial – La catástrofe que se anuncia y los medios para conjurarla

Editorial – La catástrofe que se anuncia y los medios para conjurarla

Iniciados los mandatos de la gerenta federal y de los gerentes estaduales, con la crisis económica plasmada a su frente, no tardó para que los llamados “paquetazos” fueran empujados por la garganta de la población, que se sublevó en diferentes grados. Siempre de ojo en la farsa electoral, las gerencias de las diferentes siglas del Partido Único, a pesar de estar haciendo las mismas cosas, intentan, vanamente, diferenciarse en el discurso y movilizar sus bases para manifestarse. Por eso que se combinó, principalmente entre los oportunistas electoreros, tildar como de “derecha” protestas como la de los camioneros, que en febrero bloquearon decenas de carreteras en más de la mitad del país.

Con motivos y razones de sobra como tiene todo el funcionalismo público federal, estadual y municipal, los profesores y funcionarios públicos de Paraná entraron en huelga. Enfrentaron la represión policial y ocuparon la Asamblea Legislativa. El gerente provincial Beto Richa fue obligado a retirar transitoriamente su paquetazo de medidas anti-trabajador y anti-educación. El PT piensa beneficiarse y mete leña en la hoguera de la radicalización de la lucha en el estado, sin embargo manejando con el objetivo de quitar provecho para contrarrestar los movimientos contra Dilma y el PT en términos nacionales.

El hecho es que la situación se agrava y discursos no serán capaces de aplacar la revuelta de las masas que aumenta cada día, aún en la forma de huelgas y protestas relativamente desunidas, pero que no tardarán a adquirir más organización a medida que ganan también masividad y mientras más la crisis económica y política se torne evidente a cada día. Y de nada servirán también lanzar epítetos a los movimientos populares en el vano intento de vincularlos a maniobras golpistas ya fracasadas de las viudas del régimen militar fascista.

Contumaces pescadores en aguas turbias, aun así sus maniobras, aún se reagrupando en vuelta de temas como el impeachment de Dilma, jamás atraerán el movimiento popular. Dicho así eso es una obviedad, pero el oportunismo petista trata a todo momento de confundir la opinión pública, principalmente los iludidos aún con improbables “reformas”, de que todo que se dirija contra su gerencia del viejo Estado “viene de la derecha”.

Y, aunque las viudas del régimen militar representen una ínfima cuota de la población, no cuentan con el apoyo de las clases dominantes, del latifundio, de la gran burguesía y aún del imperialismo, determinante para que su proyecto gane bulto. A propósito, los que claman por un golpe militar llegan al ridículo, no siendo del ramo (movilización popular), su convocatoria para dicha manifestación en 15 de marzo ( ¿no sería 31 de marzo o 1º de abril?(aniversario del golpe de 1964)) apela por el impeachment de Dilma “como hicimos en 89”.

A pesar de lo que son y de la grave crisis mundial, el imperialismo y las clases dominantes locales no sufren de cualquier ceguera cuando se trata de defender sus intereses y en cuanto a la situación actual, muy al contrario, no tienen motivo ninguno para querer derrumbar la gerencia oportunista que ha hecho todo cómo a ella es dictado, para embarcar en cualquier aventura golpista. El “gobierno” PT es exactamente lo que esas fuerzas que dominan el pueblo brasileño esperan de un servicial abnegado.

El segundo mandato de Dilma, a medida que toma medidas y más medidas contra los derechos laborales y de la seguridad social, aumenta impuestos, promueve la falencia generalizada de las pequeñas empresas, aumenta abusivamente tarifas, incrementa el genocidio de los pobres en las periferias con la utilización de tropas del ejército, reprime protestas con la Fuerza Nacional de Seguridad, encarcela la juventud combatiente y pretende enterrar la cuestión agraria ahogando en sangre la lucha campesina, de los pueblos indígenas y remanentes de quilombolas, asume una postura  cada vez más abiertamente fascista.

Lo que el imperialismo más precisa, en este momento, es de un servil que aplique tales políticas de control y asegure la dominación imperialista, siempre hablando en nombre de la democracia. Y el oportunismo electorero se presta exactamente a eso, ahora que en el mundo entero soplan los vientos de la rebelión, principalmente de la juventud.

Pero nada de eso impidió que se agotaran ya casi todos los recursos del oportunismo electorero para mantenerse a la cabeça del viejo Estado brasileño. Su ciclo se concluye melancólicamente, acosado por escándalos cada vez más sucios de corrupción (que en definitivo lo iguala a otra sigla del Partido Único), crisis política y económica profundas, revueltas obreras, campesinas e indígenas cada vez más combativas.

Los luchadores del pueblo no pueden engañarse. El viejo Estado está sacudido por otra profunda crisis que recorre desde su tope a sus putrefactos cimientos. Ningún llamamiento de salvación de ese gobierno de la nueva derecha contra un supuesto golpe derechista es legítimo.

Es verdad que la crisis se profundizará y lo más probable es que con ella la situación se hará confusa y realmente muy confusa, pues el juego de las fuerzas de la reacción, las viejas y las nuevas, alimentado por la acción deletérea del monopolio de prensa, intentará como siempre turbar la visión de las masas, crear un ambiente de conmoción desesperada y de esto sacar una salida salvadora del sistema de explotación y opresión vigente.

La lucha popular desde ya debe actuar de modo a limpiar el camino de toda inmundicia de la politiquería burguesa-latifundista, de esa basura electorera; movilizar, politizar y organizar las masas para atropellar las direcciones sindicales vendidas; propagar la huelga general por tiempo indeterminado contra los paquetazos; agitar,  propagandear e impulsar la revolución agraria, sacudiendo la lucha por la tierra; levantar los estudiantes contra los cortes en la educación y toda juventud combatiente a tomar otra vez las calles con decisión y energía centuplicadas, para barrer el fascismo y su represión contra los derechos de manifestación y organización.

Una nueva tempestad se aproxima.

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