En la última edición de AND afirmábamos: “la crisis comenzó”. El desenlace de los acontecimientos lo comprueba: la crisis del viejo Estado y su gestión oportunista seguirán profundizándose.
En su carrera olímpica al Planalto para suavizar las recientes chapucerías de sus correligionarios más avarientos, el obrero-modelo del FMI (Lula) ordenó consentir a todas las exigencias del PMDB, todo por la tal gobernabilidad. Finalmente, con la actual ‘gerenta’ sacudida física y políticamente, sería muy arriesgado colocar todo a perder para los viejos zorros del PMDB.
Y, mientras los agentes del viejo Estado contienden entre ellos, una nueva ola de huelgas ocurre en el Brasil, comprendiendo las más diversas categorías del funcionalismo público y del sector privado. Profesores estaduales y municipales, de universidades estaduales y federales, metalúrgicos, obreros de la construcción civil, bomberos, trabajadores de la salud, etc., luchando por las tradicionales banderas económicas y, en el caso de los bomberos detenidos en Río de Janeiro, huelgas, paralizaciones y manifestaciones de solidaridad, un elemento político bastante importante en estos tiempos de oportunismo en la gerencia del viejo Estado semifeudal y semicolonial brasileño.
Ese volumen de movilizaciones acaba con la soberbia de los vendepatrias del PT, PCdoB, PMDB y otros secuaces, que en sus sueños dorados pensaron ver una correlación de fuerzas favorable para cometer cualquier desmando contra el pueblo sin que nadie se levantara contra eso.
Por detrás de toda propaganda de crecimiento económico y pasaje incólume por la crisis general de superproducción capitalista que ahora asola el mundo todo, de la elección del Brasil como país de la Copa y de las Olimpíadas, de elevación de la renta de los brasileños y de la promoción estadística de millones de brasileños a la categoría anticientífica de “clase media”, se esconde la pérdida salarial y el estímulo al endeudamiento a través de plazos, financiaciones y préstamos personales, la mayor tasa de intereses del mundo – que expone la economía al capital especulativo y amplía en ritmo vertiginoso la deuda pública – entre otros crímenes contra la nación.
El artículo de Adriano Benayon en esta edición de AND da la real dimensión de la política económica del imperialismo y a donde ella llevará inevitablemente. Con la mayor tasa de intereses del mundo, cinco veces mayor que la del segundo colocado, Chile, la deuda pública ya llega a la casa de R$ 1,7 billones, y el endeudamiento particular de los brasileños ya pasa de los R$ 700.000 millones. La inflación ya es algo imposible de esconder y la insolvencia deja cada vez más de ser una amenaza para ser una realidad en la vida del pueblo.
Aunque tal situación no se revele a las amplias masas con toda claridad, ya que la carga ideológica de la contrapropaganda juega una cortina de humo en la real situación, más y más sectores de la población se han lanzado en la lucha por el descongelamiento de los salarios, que acumulan pérdidas hace muchos años, por participación en los logros de las empresas, y hasta por ítems básicos que los monopolios se niegan a atender, como es el caso de los equipamientos de protección sistemáticamente negados.
Se destacan en esos movimientos las huelgas de la Volkswagen en Paraná, de los profesores y operarios de las universidades federales, de los profesores de varias redes estaduales y municipios del Nordeste y, entre ellas, la que ganó más publicidad por la forma como se desenvolvió, la huelga de los bomberos militares de Río de Janeiro.
Ese caso particular, por la forma como el viejo Estado actuó para reprimir la huelga, revela el escenario para los siguientes actos de la lucha de clases en el país.
La postura petulante del gerente estadual fluminense, Sérgio Cabral Filho, de ordenar la prisión de 429 bomberos que ocuparon su cuartel central y diez policías que colaboraron con la ocupación o se negaron a reprimirla, fue un caso típico de alguien despreocupado con la consecuencia de sus propios actos. ¿Será él tan imbécil al punto de creer en su propia publicidad?
Sí, porque a través de la transformación de Río de Janeiro en el paraíso de la especulación inmobiliaria y de las grandes constructoras, de la sanguinaria represión a la capas más pobres y de la intimidación de los sectores más combativos de la sociedad y domesticación de los sindicatos oportunistas, todo eso en complicidad con los gobiernos federal y municipal, es bien probable que en sus más delirantes sueños, Cabral creyera ser una unanimidad.
El hecho es que la represión a los bomberos acarreó la explosión de descontentamiento de los principales sectores del funcionalismo público estadual, que si ya tenían planes de parar el trabajo por mejoras salariales, apresuraron la ejecución de movimientos en solidaridad a los presos. Los profesores fueron los primeros y la adhesión fue la mayor de los últimos tiempos, y pese al descrédito de la dirección oportunista del sindicato que representa la categoría, que tiene como salario base R$ 750,00, menor hasta que el de los bomberos. Los servidores de la salud también entraron en huelga aunque la adhesión ha sido pequeña.
Con el estado inflamado en manifestaciones casi diarias, el gobernador se dignó a tomar un jet del millonario Eike Batista para Porto Seguro(Bahía), para conmemorar el cumpleaños de Fernando Cavendish, dueño de la Delta Construcciones, uno de los mayores contratistas de servicios y obras del estado del Río. Esas relaciones inconfesables y reveladoras sólo fueron hechas públicas por causa del accidente envolviendo el helicóptero que transportaba los familiares para un resort de lujo en Trancoso. “Compungido”, el gerente estadual pidió licencia del cargo y convocó los mismos bomberos que días antes había reprimido y acusado de “vándalos irresponsables” para ayudar en el rescate de los cuerpos en el mar de la Bahía.
Es importante que se diga que en todo el Brasil los movimientos huelguistas han sido detonados por presión de las masas, que imponen a sus sindicatos que los dirijan, en el caso de aquellos que aún sostienen las banderas de lucha; o los saboteen, en el caso de aquellos que desde mucho se enlodan en el oficialismo y en la colaboración de clase.
La realidad demuestra que la chispa de la rebelión popular, promovida por el achatamiento salarial, por la inflación, por las políticas antipueblo de un Estado corrupto y empodrecido de la base hasta el tope, encontró harto material inflamable.
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