Más de veinte días de bombardeos aéreos y ataques terrestres por parte del Estado fascista de Israel, 1.300 muertos, más de cinco mil heridos y mucho de la infraestructura destruida no fueron capaces de doblar los palestinos que resisten hace más de 60 años al robo de sus tierras por los imperialistas y sionistas. Un ataque cobarde, justificado por mentiras prefabricadas y obedeciendo a un plan anterior de exterminio de los palestinos confinados en la Franja de Gaza.
Dieciocho meses de bloqueo después de la victoria del Hamas en las elecciones que derrotaron la capitulación y el servilismo de la Al Fatah, del pusilánime Mohamed Abbas, intentaron enflaquecer la Resistencia para que fuera descabezada y eliminada, pero lo que se vio fue una consagración sin par a la causa de la liberación nacional de los palestinos.
El Hamas, hoy, es de manera incontestable el liderazgo más firme y genuino de la Resistencia y por la causa de la liberación de la Palestina. Organizó las masas para proseguir la Resistencia, lideró los combates y protegió lo que pudo para no quedar esfacelado por los genocidas ataques sionistas. Todo eso para poder, dentro de su terreno, aniquilar uno a uno al invasor en una batalla prolongada. Lo que restó a los facinerosos fue la retirada de sus hordas sanguinolentas sin derrotar la dirección de la Resistencia.
Expulsos anteriormente del Líbano, pensaron haber aprendido con la derrota humillante y lanzaron un ataque de sorpresa, devastador y relámpago con el objetivo de en un sólo golpe destruir la infraestructura y la dirección de la Resistencia, para enseguida dar posesión a los colaboracionistas de la títere “Autoridad Palestina”. ¡Fracasaron rotundamente! Otro cobarde, genocida y protervo crimen de lesa humanidad coronado de derrota, que además de su monstruosidad nazi sólo consiguió cohesionar más aún las masas palestinas en la Resistencia inquebrantable liderada por el Hamas y acumular un saldo de razones que en el futuro negarán cualquier derecho de existencia de tal Estado. El Estado de Israel, como otros monstruos, está condenado a la tumba negra y deshonrosa de la historia.
El monopolio de los medios de comunicación intenta a todo costo hacer parecer que el Estado fascista de Israel es una institución “democrática” y “pacífica”, que apenas “responde” a los ataques de los “terroristas” palestinos, etc. Mentiras repetidas hasta cansar, pero que no pegan más en las mentes de los pueblos del mundo entero, que fueron a la calles en miles de ciudades para exigir el fin de los ataques e inmediato reconocimiento del Estado palestino sobre sus históricos territorios robados por los sionistas a servicio del imperialismo, principalmente yanqui.
La llamada “comunidad internacional” nuevamente se calló ante los ataques y los crímenes de guerra cometidos por el ejército israelí bajo los designios del imperialismo, al tiempo que disparan su boquirroto y desbocado rosario de justificaciones inmorales. Y qué decir de los “gobiernos” de los países árabes, que desde mucho tiempo no son más que títeres faraones, lacayos feudales o dóciles gerentes de los intereses del imperialismo. El gerente semicolonial de Egipto, Hosni Mubarak, por ejemplo, redobla sus esfuerzos para mejor servir a yanquis y sionistas y se comprometió a reprimir también la Resistencia Palestina, tejiendo un acuerdo vil para estrangular aún más la población de la Franja de Gaza.
Sin embargo, lo que se vio en Gaza fue una lección para los pueblos del mundo. Una población indómita, que nunca desistió de luchar por sus tierras y su Estado, negados por el imperialismo desde la creación artificial e imposición del Estado de Israel. Con uñas y dientes, de piedras y palos hasta cohetes, todo se transforma en armas en las manos de ese pueblo que traba una guerra justa de Liberación Nacional contra el imperialismo y los usurpadores de sus tierras. Resistencia heroica encarnada en un niño que declaró a un reportero de la TV. Al Jazeera: “Resistimos y somos inquebrantables. No saldremos de esta tierra. Si volvieren, nos encontrarán en esta tierra. Y nos quedaremos en esta tierra, en nuestra tierra. Seguiremos siendo inquebrantables”.
II
Ya en Brasil, otro enfrentamiento entre la población de la favela de Paraisópolis, en la capital paulista, y la policía revela la persistencia de la política de criminalización de la pobreza ejecutada por el Estado brasileño y sus gerentes de turno.
Según la policía, todo comenzó después de la muerte de un “bandido” por soldados. Ninguna palabra sobre una llamada “Operación Saturación”, que hace tres meses imponía el terror a la comunidad, con constantes achaques, humillaciones, agresiones y otras arbitrariedades cometidas contra la población.
La ejecución de un supuesto ladrón y la prisión de su acompañante, que testificó el asesinato, la población se reveló, montó barricadas y quemó coches y neumáticos. La batalla con la policía dejó dos habitantes y cuatro policiales heridos.
A todo el momento el monopolio de los medios de comunicación se refería a los habitantes como “bandidos” y “vándalos”, y los informativos histéricamente narraban el enfrentamiento como si los policías fueran valerosos héroes. Ese es el comportamiento típico de esa prensa dominante, que no mide esfuerzos en invertir los papeles y culpar el pueblo por los crímenes del Estado.
Es notorio que existe una política de exterminio de pobres en curso, véase la operación de la policía de Río de Janeiro en 4 de febrero que mató otras 10 personas en la Favela de Corea, el mismo lugar adonde fueron asesinadas otras 13 personas en 2008, inclusive un niño de 4 años. O entonces la de 18 de diciembre, en el complejo de la Maré, cuando cuatro jóvenes fueron asesinados y otros dos quedaron heridos. Hay ejemplos demás, pero aún hay quién dude que esto ocurra.
En el caso de Paraisópolis, ocurrió lo que viene repitiéndose con cada vez más frecuencia y brutalidad en las pequeñas y grandes ciudades brasileñas. La población no tolera más la opresión, la represión, la corrupción, la truculencia, etc., y descarga su ira en las instituciones del Estado que son la cara fiel de su podredumbre. Toda esa revuelta, sin embargo, aún está fragmentada y dispersa, sin una dirección consecuente que consiga conducir esas masas a objetivos políticos, identificando sus reales enemigos y combatiéndolos hasta la victoria.
Evidentemente, esa dirección tiene que unir todo el pueblo brasileño contra ese viejo Estado burgués-latifundista y contra el imperialismo que explota nuestra Nación, que nunca fue independiente de hecho.
Por todo eso, es preciso que se diga que la rebelión de las masas se justifica y son ellas, y solamente ellas, capaces de, con una dirección justa, derrumbar todo ese viejo Estado y erigir en su lugar una verdadera y nueva democracia para un nuevo Brasil.
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