Editorial – La “política externa” de un gerente de turno que adora exhibirse

Editorial – La “política externa” de un gerente de turno que adora exhibirse

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Luiz Inácio en su frenética campaña por un asiento de Brasil en el Consejo de Seguridad de la ONU y para promoverse como candidato a un prestigioso puesto en las altas esferas de las instituciones de la llamada “Comunidad Internacional”, después de un nuevo giro, infaliblemente histriónico, por Europa para fanfarronear como campeón mundial de la ecología, recibió en noviembre la visita de tres presidentes de Oriente Medio. De acuerdo con sus discursos, el monopolio de los medios de comunicación dispensó, a cada uno, su correcto tratamiento, pintando unos con colores vivos y otros con los tonos del “eje del mal” de Bush. La verdad es que todos ellos son representantes de las clases dominantes reaccionarias de sus países, con diferencias de identidad y contradicciones de apariencias con el imperialismo, sin embargo ninguno representa los pueblos de sus países.

Shimon Peres, el presidente de Israel, desembarcó en Brasil con honras y glorias, y aún con las manos aún chorreando sangre de las masacres de palestinos once meses atrás, fue recibido con abucheos y homenajes como “fiscal de la paz”, “miembro del Estado más democrático (quizá el único) del Oriente Medio”. Ninguna palabra sobre sus responsabilidades en las masacres, en las políticas de agresión, robo, expulsión y muerte de los palestinos en la Franja de Gaza, en Cisjordania y en los campos de refugiados esparcidos por los países vecinos.

Mahmoud Abbas también apareció por aquí y, mucho más modesto tanto en la comitiva como en el esquema de seguridad, fue también saludado por los “esfuerzos de paz” entre sionistas y palestinos. Sin embargo, ningún esclarecimiento sobre que esfuerzos son esos: capitulación incondicional al imperialismo, sumisión al Estado fascista y artificial de Israel, represión a los palestinos miembros de la resistencia y otros del género.

Pero, sin dudas el acontecimiento que más polémica causó en la prensa y entre los círculos de la “oposición” al Planalto, fue la visita del presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, célebre por sus declaraciones negando el “Holocausto judío” y actualmente en boga   por causa de una fraudulenta reelección y del programa nuclear en marcha. Este sí, dicen los vehículos de la prensa monopolizada, es un “antidemocrático inveterado”, que “fraudó elecciones”, “persigue gays y minorías religiosas” y otras tachas del género. Y también el crimen hediondo de ser un “aliado de Chávez”.

A todos ellos Luiz Inácio, con su imagen inmaculada, trató con deferencia, defendió uno u otro de ciertas acusaciones, hizo leves críticas a cualquier cosa sin importancia alguna, firmó acuerdos comerciales y posó – esta sí era su meta – de miembro importante de lo que los Estados reaccionarios llaman de concertación “internacional”, una especie de entidad etérea que se hace pasar por mediador de conflictos. De hecho, la política externa de Luiz Inácio objetiva fortalecer su imagen como interlocutor internacional al fin de su mandato como gerente del viejo Estado semicolonial y semifeudal brasileño.

Algunos hechos aún merecen ser mencionados. Primero, las manifestaciones contra la presencia de Shimon Peres, hechas en varias ciudades por simpatizantes y apoyadores de la causa palestina, no tuvieron ni un segundo en la prensa monopolista, mientras que las menguadas protestas contra Ahmadinejad, hechas en pocos locales y organizados por notorios sionistas, tuvieron amplio espacio en los informativos. Es igualmente despreciable el comportamiento de la gama de sectores de la “izquierda” oportunista, que ven en el presidente iraní, así como en los “bolivarianos” de América del Sur, alguna expresión de antiimperialismo, faceta profusamente desenmascarada en nuestras páginas.

Aún delante de la indigesta cuestión de la extradición del italiano Cesare Battisti para Italia, Luiz Inácio no pierde la pose olímpica. Battisti, que fue condenado a   prisión perpetua, acusado por cuatro muertes en la década de 1970, cuando formaba parte de la organización Proletarios Armados por el Comunismo, hace muy tiempo renegó la lucha armada revolucionaria y se encuentra hace casi un año preso en Brasil. Él aguarda en la penitenciaría de Papuda, en Brasília, un pronunciamiento del gerente de turno sobre su extradición para Italia o mantenimiento de la concesión de asilo político. En Brasil, Battisti habría cometido el crimen de falsedad ideológica, por haber usado documentos falsos cuando se fugó de Francia para aquí. Su interrogatorio, sin embargo, ya está concluido hace meses.

Pero más interesante aún en ese candente tema de relaciones internacionales es el silencio cobarde de los ocupantes del Planalto frente a la situación de otro extranjero preso en Brasil. Maurício Norambuena, que igualmente fue condenado a prisión perpetua en Chile por crímenes políticos, inclusive un atentado contra Pinochet, y que fue condenado en Brasil por el secuestro del publicitario Washington Olivetto, en 2002, se encuentra ilegalmente encarcelado en el draconiano Régimen Disciplinar Diferenciado hace casi 8 años. El RDD es un régimen de una crueldad sádica de aislamiento absurdo que ni siquiera con el carcelero puede haber comunicación del condenado y prevé el tiempo de suplicio por 360 días, pudiendo repetirse por nueva falta grave de la misma especie hasta el límite de un sexto de la pena aplicada. Lo que en el caso de Norabuena sería de cinco años.

El Estado chileno igualmente solicitó la extradición y el Supremo Tribunal Federal la autorizó, desde que Norambuena cumpla hasta 30 años de prisión, que es el máximo previsto en la legislación brasileña.

En el caso Battisti, después de diez meses de vaivenes en el Supremo Tribunal Federal, nuevamente la bomba cae en las manos “ejecutivo”, cabiendo a Luiz Inácio, en su prerrogativa de presidente del país, decidir el destino del italiano. En su incontenible afán de poder personal, el personalista gerente de turno debe escoger entre cumplir las órdenes del imperialismo –como hace en relación a lo que es fundamental en la economía y política del país – y la decisión por el mantenimiento de la concesión del asilo. Y será esta última su posición. Y la tomará no por cuestiones humanitarias, de justicia o cualquier convicción política progresista –se desinteresa por todo eso –, pero exclusivamente por la conveniencia de vender la imagen de estadista independiente, con pretensiones   para el futuro.

Traducciones: [email protected]

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