I
La grave situación económica de crisis general del capitalismo burocrático, que hoy se revela como la mayor crisis de la historia del país, es la base sobre la cual todas las aberraciones y desgracias pueden levantarse. El fenómeno Bolsonaro, acompañado del golpe militar en curso desde 2015 (iniciado como “Lava Jato”, siempre operado con acompañamiento próximo del Alto Comando militar y coordenado por el imperialismo yanqui, Estados Unidos, USA), son necesarios para la reacción. Solamente un recrudecimiento sin par del régimen político y de la negación de los derechos democráticos puede asegurar la elevación de la explotación, sin la cual la crisis económica no puede ser parcialmente debelada.
Esas tareas reaccionarias inmediatas son una cuestión de supervivencia para el capitalismo burocrático. Las clases dominantes, con los grandes burgueses singulares divididos entre diversos monopolios y grupos políticos de poder (por lo tanto, sin visión del todo) y hendidas en la pugna por la hegemonía en el poder de Estado, exigen de la espina dorsal del Estado reaccionario una visión estratégica. Esa es la podrida tarea que cumple el Alto Comando de las Fuerzas Armadas (ACFA), como un “capitalista colectivo”, de inclusive someter determinados grupos de poder de las clases dominantes para imponer línea y dirección únicas y asegurar el mantenimiento de la totalidad de la vieja orden burocrático-latifundista y su sistema de explotación y opresión.
Ese es el golpe que esos gorilas desataron y quieren mantener bajo su dirección, y aprendieron bien de la experiencia de 1964. Escalaron los generales de la reserva para empalmar el gobierno de turno (primero el de Temer, después el de Bolsonaro), mientras, mediante chantajes y amenazas (usándose para tanto la “Lava Jato” y dejando actuar la extrema-derecha para elevar la tensión), constriñen las instituciones y las fuerzas políticas en general (sobre todo la centro-derecha y el oportunismo) de modo a tutelarlas y garantizar que todo el desarrollo de la situación política sea en el rumbo que previamente decidieron, en el cumplimiento de las tareas reaccionarias.
Por lo tanto, la desgracia en la cual vive la Nación hoy se debe a esos señores generales, héroes de guerra sin guerra. Primero, porque son ellos el gobierno militar de hecho. Segundo, porque siempre fueron responsables por impedir la Revolución Democrática en nuestra patria, manteniéndola en ese estado de descomposición, sobre el cual ahora se colocan como grandes moralistas.
II
La liberación de Luiz Inácio por el Supremo Tribunal Federal (STF) es un ingrediente muy relevante para el proceso peligroso que se tornó la situación política. La decisión del STF es resultado de una acumulación de fuerzas de la centro-derecha en la Suprema Corte buscando dar un golpe de muerte en la “Lava Jato” (golpe de muerte ese garantizado por la desmoralización de la misma con la divulgación por los “hackers”, de los fraudes y de la intromisión yanqui).
Delante de tal decisión, la derecha militar, aunque enfurecida, nada pudo hacer sin que eso precipitara una crisis institucional mucho mayor. Ahora, sólo le resta aprovecharse de la falsa polarización PT-Bolsonaro para mejor adaptar su plan de golpe por las vías institucionales o justificarlo por vía abiertamente ilegal.
Por otro lado, Bolsonaro – el débil – quiso aprovecharse de la agitación innegable que tal maniobra de la centro-derecha causó en toda la opinión pública reaccionaria, tanto en el gobierno, en los cuarteles y fuera de ellos. Aislado y percibiendo el agravamiento de las dificultades para el golpe militar por vías institucionales de los generales, vio en eso la oportunidad para crear inestabilidad, subir posiciones y, quien sabe, alcanzar pequeños éxitos en su plan de “volcar la mesa” en el ACFA para, en el medio plazo, arrastrarlo para una aventura abiertamente golpista. Fracasó vergonzosamente y tuvo que tragar el despido de los tres ex-comandantes del Ejército, Marina y Fuerza Aérea, elevando su aislamiento. Ahora, Bolsonaro se encuentra despreciado en la opinión pública, aún más rehén (consentido) de la saña voraz de los insaciables parlamentarios sedientos por presupuestos públicos y aún más acosado por las CPI de innumerables crímenes que ha cometido tras asumir la presidencia.
Según los propios articulistas de la prensa reaccionaria, Bolsonaro presionó para que la alta oficialidad de la activa se pronunciase al “estilo Villas Bôas” por la liberación de Luiz Inácio. Proposición rechazada por Edson Pujol y, probablemente, con el respaldo del ex-ministro de la Defensa, Fernando Azevedo, ya que el ACFA quiere desvincular la imagen de las fuerzas con la imagen de un gobierno genocida. Acto continuo, la derecha hegemónica en el ACFA avanzó más posiciones: mantuvo puestos clave y desmanteló otro puesto avanzado que Bolsonaro detenía en las Relaciones Exteriores, desde donde saboteaba las relaciones internacionales en los negocios de obtención de la vacuna, además de perjudicar la niña de los ojos de la economía, el agro negocio. Por su parte, Bolsonaro, obstinado, incrementa su presencia en las fuerzas auxiliares (policías militares) buscando multiplicar sus piezas en el tablero y ser capaz de presionar el ACFA como elemento desestabilizador (véase la agitación y motines en Bahía).
Por lo tanto, se engañan los que piensan que los generales Luiz Eduardo Ramos y Braga Netto (nuevo ministro de la Defensa) están con Bolsonaro y contra los ex-comandantes de las fuerzas que dejaron los puestos, y también erran los que creen que los sustitutos son gente de Bolsonaro. El despido de los tres ex-comandantes de las FA – hecho alimentado por el ACFA para desgastar Bolsonaro en la oficialidad – dio lugar al nombramiento de otros tres que, en lo fundamental, mantienen la misma posición de los anteriores o hasta la toman de forma más explícita. Bolsonaro cosecha el enorme desgaste generado por su tentativa, siempre despreciada en la caserna, de intrigar para profundizar la división en el comando de las fuerzas.
Con la fracasada maniobra, el aislamiento de Bolsonaro es tal que el ACFA está en condición de consolidar la posición de intentar frenar la desgracia de la pandemia ocasionada por la política genocida del presidente fascista, con la cual los generales han sido cómplices, apaciguando, para no dividir las FA. Intentan revertir los fracasos en la obtención de vacunas y del plan de vacunación, teniendo el nombre de la institución conectado a la acción criminal del Ministerio de la Salud, además de la incompetencia de su general jefe de logística.
Por otra parte, en la acción de gobierno, la carrera del ACFA es contra el tiempo en la tentativa de frenar la mortandad, pues, si su media diaria, que ya sobrepasó 4 mil, llegar a 5 mil, puede precipitar la explosión de revueltas que hasta ahora han sido amortiguadas por la búsqueda diaria de las masas empobrecidas por supervivencia, por mantenerse en el empleo y por hallar una manera de ir llevando, a pesar de la falta de atención a la salud con el colapso de los hospitales. Si tal proceso explotar, será insustentable al presidente de la Cámara aceptar el trámite del proceso de impeachment de Bolsonaro y, con esto, se darán todas las justificaciones para la intervención militar completa de las FA, sin embargo, con gran desgaste y, por lo tanto, escenario no ideal (véase la consigna del ACFA para su golpe por vías blancas: “estabilidad, legalidad, legitimidad”). En la inminencia de tal desorden, es evidente: las FA estarán unidas en la intervención y difícilmente actuarán para alejar Bolsonaro a la fuerza, por temor que tal acto divida las FA (desde el Tenentismo es ley de la actuación de las FA la unidad a cualquier precio, pues sabe su comando que ella es la garantía de mantenimiento de la vieja orden).
Además, de ojo en 2022, el plan de la derecha del ACFA a medio plazo, caso el gobierno se mantenga, puede tomar dos vías: usar de la falsa polarización PT-Bolsonaro para abandonar la chapa del capitán fascista y embarcar en el timón de una candidatura derechista con capacidad de atraer toda la opinión pública anti-PT y aún algunos sectores hoy bolsonaristas (algunos dicen Sérgio Moro, otros dicen que el general Santos Cruz puede venir a encabezar una candidatura); o, a depender del grado de putrefacción de la vieja orden en su crisis general, los generales pueden antes aún de la elección, armar cualquier patraña o usar de cualquier elemento de la situación política que alarde la opinión pública para justificar la intervención militar completa. El impeachment puede ser un tal elemento; el levante de masas, otro.
Frente a todos esos escenarios, el ACFA está trabajando desde ya el consenso en la oficialidad de que seguramente será necesario la intervención militar completa para restablecer la orden si ella descarrilar, pero advocan que la intervención bajo mando de Bolsonaro es una aventura que llevará las FA para un baño de sangre contra el pueblo. Sin embargo, los generales saben de las dificultades colosales en que el país ya llegó, situación dentro de la cual tiene peso relevante la decisión del STF sobre Luiz Inácio, cuando el país se encuentra hendido y en marcha acelerada rumbo a la guerra civil, situación imposible ya de ser evitada en el transcurrir del tiempo.
Todo dependerá del desarrollo de los acontecimientos y de la relación mutua entre las fuerzas en lucha: 1) extrema-derecha, 2) derecha militar y civil, 3) centro-derecha (derecha tradicional), 4) oportunismo y 5) las propias masas movilizadas y, sobre todo, las dirigidas por su elemento consciente.
El oportunismo, por otro lado, cosecha muy poco. La liberación de Luiz Inácio no generó la tal conmoción que imaginaban, demostrando la derrota de su proyecto desde el punto de vista histórico-estratégico. Desde ese punto de vista, las masas populares están temporalmente huérfanas de un proyecto político, y la disputa por conquistarlas está entre la predicación fascista de Bolsonaro y el camino democrático-revolucionario de Nueva Democracia, que tiene el deber de impulsar al máximo su penetración, con la acción y propaganda revolucionarias. Es un deber inevitable y cualquier dilación se revela un crimen.
III
Tal crisis militar que vino como nunca a la superficie es, en el fin de las cuentas, una buena cosa. Algunos, ven, delante de los hechos, los generales como una fuerza legalista. Son los partidarios de las ilusiones constitucionales. Esos, desgraciados: sólo despertarán cuando el diablo los agarre por los pies. Otros, honestos, viendo la actuación golpista de los generales se asustan y lamentan la muerte inminente de la democracia. A esos respondemos: no se puede lamentar la muerte de algo que nunca vivió. La vieja democracia es una máscara, atrás de la cual nunca dejaron de existir las torturas, las ejecuciones, la miseria, la servidumbre y la negación de las libertades democráticas – aunque algunas de ellas fueron consentidas sólo para algunos y sólo mientras no fueran inconvenientes. Ahora todo se desnuda. Y no hay con que asustarse. Todo eso es un mismo síntoma y prenuncio de los tiempos en que estamos viviendo y actuando: la época de la transformación cabal y completa de la Nación como parte de la transformación de la historia humana universal. El curso sinuoso de los acontecimientos promete grandes glorias para los pueblos que superen las mayores ignominias. Si unido a una sólida vanguardia proletaria, ese es el destino sellado del pueblo brasileño.