La población del estado de Espíritu Santo vivió días de furia con la huelga de la PM. Esta señalizó a los grupos de exterminio la autorización para el asesinato masivo de pobres. Contó aún, es claro, con el monopolio mediático para provocar pánico, aterrorizando todo el pueblo y pidiendo más represión sobre la población que realizaba saqueos, al criminalizarla sin distinguir sus actos de las acciones de delincuentes.
La Policía Militar es uno de los instrumentos de represión del día a día que el Estado de dictadura de la burguesía usa para ejercer su opresión sobre las masas populares. Ella debe seguir las mismas reglas de disciplina, organización y jerarquía de las fuerzas armadas, por eso ella es militar. Cuando un instrumento como este se rebela es un señal de que comienzan a quedar expuestas las entrañas putrefactas del viejo Estado.
Pero, si esta situación se presenta gravemente, ella no es un hecho aislado, el proceso de podredumbre del viejo Estado tiene un espectro bastante amplio, como veremos a continuación.
Quién acompañó los movimientos en el Congreso Nacional para la elección de sus dirigentes puede constatar una nueva alineación de los tres poderes en la búsqueda del establecimiento de la “paz” necesaria para asegurar la supervivencia de este empodrecido sistema político que sirve de motor del, igualmente empodrecido, Estado brasileño.
Como es habitual en este sistema de partido único, “golpistas” y “golpeados” ponen de lado sus querellas para confraternizar en nuevos arreglos que entregan a cada uno cuotas, mayores o menores, de poder, con el objetivo de mantenerse intacto en lo esencial de este podrido sistema político, sus privilegios descarados y la franquicia para cometer toda clase de abusos contra los ciudadanos comunes. Fue así en la Cámara de los Diputados y en el Senado Federal, donde los dos “presidentes” electos, citados en el proceso de la “lava-jato”, afinaron el discurso en búsqueda de la salvación de la cofradía. El ilustre Romero Jucá saltó al frente en la defensa de sus pares y exigió la publicación de todos los políticos citados en las investigaciones (claro, como forma de los canallas borrar el máximo de pruebas de sus delitos), manifestación inmediatamente transformada en proyecto de ley que, obviamente, tendrá rápida tramitación, tal cual el proyecto que descriminaliza los partidos en débito con la justicia electoral.
En el mismo compás, Temer, también citado decenas de veces en las delaciones, coloca Moreira Franco, un recalcitrante en el arte de la corrupción, bajo el paraguas del foro privilegiado, acto este de tan escandaloso que ya sufrió impugnación por la justicia. Esto al mismo tiempo en que se apresuró en indicar su preferido Alexandre Moraes para sustituir Teori Zavascki en el Supremo Tribunal Federal (STF).
La Judicatura también hizo su parte, permitiendo la candidatura de Rodrigo Maia, aceptando la definición de quien puede estar en la línea sucesoria de la Presidencia de la República y, aún homologó con rapidez las delaciones de los ejecutivos de la Odebrecht. La pugna entre los grupos de poder dentro del STF quedará bastante animada con la dupla entre Alexandre Moraes y Gilmar Mendes en la defensa del PMDB y del PSDB y sus excelencias que, a través del engaño de la “lava-jato” tienen urgencia en liberar los ejecutivos que, en poco tiempo, estarán usando la tobillera de la moda y aprovechando sus mansiones en la sierra, en la playa o aún en la ciudad. Nunca un término expresó tan bien la realidad: “delación premiada”; demostración cabal de que para los ricos el crimen compensa.
Esta es la política de las clases dominantes, adepta a tramoyas que “hasta dios duda”. Conviene, recordar aquí, ciertas coincidencias que dejaron el PSDB en una mejor situación: primero la caída del avión del candidato del PSB, Eduardo Campos, cuya candidatura dejaría Aécio Neves fuera del balotaje y, después, la caída del avión de Zavascki, cuando, con las delaciones de la Odebrecht, ya estaba abierto el camino para el PSDB ingresar en el reino de la “lava-jato”. Ahora más tranquilos, esperan que su afiliado Alexandre Moraes cumpla su papel.
Este es el pantano en que también se revuelcan las siglas electoreras autodenominadas de “izquierda” cómo PT, PCdoB, PSB, PSOL, PSTU, PCB, PCO, y demás grupetos trotskistas que pelean por gestionar y dar sobrevida al caquéctico Estado burgués-latifundista servil del imperialismo.
Al proletariado, a los campesinos, a las pequeña y media burguesías, a los intelectuales comprometidos con la liberación del país y de las masas trabajadoras, este Estado no tiene nada a ofrecer sino opresión y explotación. Se impone la necesidad urgente de su destrucción. Se trata de la institución de un nuevo Estado y no sólo de un nuevo gobierno, como anhelan los oportunistas y revisionistas.
Tal sustitución sólo podrá ocurrir por la vía revolucionaria, pues solamente la Revolución podrá unir los oprimidos y explotados de la nación para poner fin a esta carcomida democracia burguesa-latifundista, dictadura sobre las clases dominadas, sustituyéndola por una nueva democracia, sostenida por las clases revolucionarias, y basada en la alianza obrero-campesina como centro del nuevo Poder.
Revolución que pondrá en práctica el programa que deje claro su compromiso con la democracia encarnado en el compromiso con la Revolución Agraria que tomará las tierras del latifundio y entregará a los campesinos sin tierra o con poca tierra. También, deberá secundar el compromiso con la democracia, el compromiso con la independencia nacional con base en la expropiación de los expropiadores. Tierra, pan y libertad sintetizan el programa revolucionario de la Nueva Democracia.
Las maquinaciones de las clases dominantes, aún en pugna y acuerdo, para dar sobrevida a la vieja orden de opresión y el fracaso de la “izquierda” electorera, aceptando la sumisión nacional para administrar el Estado de grandes burgueses y latifundistas, es la confirmación cabal de que fuera del camino de la Revolución de Nueva Democracia, todo no pasa de vana ilusión.
A los revolucionarios, este camino, más que una opción, es una obligación irrenunciable.