Editorial – Levantar bien alto la bandera de la revolución democrática y de la liberación nacional

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La crisis en Ucrania es una señal del agravamiento de las disputas interimperialistas por un nuevo reparto del mundo entre las potencias. Disputa en que USA actúa con ventaja en la condición de superpotencia única y hegemónica.

Acosados por la profunda crisis general de superproducción relativa de mercancías, que a cada tanto pasa por nuevos colapsos, los países imperialistas tratan de disputar fuentes de materias primas y mercados cautivos para sus correspondientes corporaciones monopólicas, por las esferas de influencia y posiciones geomilitares, en que las naciones dominadas y atrasadas, así como sus pueblos son un mero botín.

Así, sólo para quedar en ejemplos recientes, Libia fue desmembrada entre USA, Francia, Rusia y Alemania; Siria se ve inmersa en una guerra civil en la cual se enfrentan Rusia (secundada por la China), que hasta entonces reinaba sola en la influencia en ese país y USA (y aliados de la Unión Europea).

Incapaz de acabar con Assad en la Siria y abrir el camino para su plan de “Nuevo Oriente Medio”, el imperialismo yanqui incrementó el asedio a los países dominados por Rusia o los de su esfera de influencia, principalmente los países y Estados que componían la ex-URSS, principalmente a través de los mecanismos creados por la Unión Europea para atraer países del este europeo.

Ocurre que Rusia no está dispuesta desistir de sus semicolonias y siempre da una fuerte respuesta a quién se atreve a husmear en sus dominios. Ha sido así en Chechenia, fue así en Kosovo en los años de 1990 y en la Georgia, en 2008.

En ese tablero, Putin mueve sus piezas apoyado en una relativa dependencia de Europa por el petróleo y gas rusos, cuyos principales gasoductos y oleoductos atraviesan el territorio ucraniano y, claro, en su condición de superpotencia nuclear, aunque sea económicamente.

Y a pesar de las maniobras militares y de la ocupación de la Crimea por fuerzas rusas, es bastante probable que USA, UE y Rusia lleguen a algún acuerdo a cuesta del pueblo y de la economía ucranianos, como lo que impusieron a Siria.

Venezuela también vive otra crisis. Presionado por protestas en las calles, Maduro, que ni de lejos posee el mismo carisma de Chávez, oscila entre la contingencia de ceder terreno a la oposición o de la inminencia de ser depuesto por un golpe semejante al ocurrido en la Ucrania.

También una semicolonia, Venezuela profundizó su dependencia de los petrodólares. Aunque discursa contra el imperialismo yanqui, mantiene a USA como su principal comprador. Sin embargo, cultivó relaciones con la Rusia y la China en la búsqueda vana de independencia cuando no puede ir más lejos que el simple cambio de amo.

La gravedad de la crisis de todo el sistema imperialista puede ser medida por la agudización en que entró la disputa por un nuevo reparto, con USA y UE, que después de las ofensivas sobre Irak, Afganistán, Libia y Siria (además de mantener bajo tensión permanente el pueblo palestino, Líbano, Irán y Corea del Norte), mantienen la ofensiva lanzándose sobre Ucrania y Venezuela.

Lo que está claro en esta pugna es que USA necesita colocar de rodillas el imperialismo ruso (único que puede hacerle frente en estas disputas por su condición de superpotencia nuclear), para consolidar su condición de superpotencia única y hegemónica y este objetivo paso a ser crucial para la estrategia yanqui. Y para llevar a cabo su plan no hay límites, todos los tipos de crímenes y villanías deben ser cometidos contra la soberanía de los países blancos y todos los tipos de aliados les sirven como lacayos, tal como los neonazistas de la Ucrania o la ultraderecha sedienta de poder y riqueza de Venezuela. Está claro que tanto en la Ucrania cuánto en Venezuela los disturbios se agravaron con actos de provocación realizados por los servicios de la CIA, Mossad, etc., con francotiradores asesinando gente de ambos lados, entre otras acciones.

Por su parte, tanto el gobierno derrumbado de la Ucrania como el inestable de Maduro recurrieron a no menos truculencia contra las manifestaciones, sea valiéndose de policías o paramilitares, lo que contribuye, siempre, para lanzar más y más gente en las calles.

Otra semejanza entre las dos situaciones es la prepotencia de gobiernos que, a pesar de electos y tal vez por causa de eso, ignoran la realidad de la vida de las masas y piensan triunfar en la base del discurso anti-yanqui (o anti-Unión Europea), tirándose en los brazos de las también imperialistas Rusia y China, en una farsa de antiimperialismo que viene catalizando el oportunismo en nuestras tierras.

Aquí el oportunismo electorero se ha situado, invariablemente, para posiciones de defensa de uno u otro imperialismo.

Así, cuando se trata de la Siria la mayoría de las siglas del oportunismo electorero predica la defensa de Assad y, por consecuencia, la dominación del pueblo sirio por la Rusia. En la Ucrania, el oportunismo de PT y PCdoB defiende abiertamente la intervención armada rusa, mientras que PSOL y PSTU (como siempre los trotskistas) conmemoran una “revolución” bancada por las potencias de la UE y USA.

Igualmente en Venezuela, los defensores de la “vía electoral”, del “Estado democrático de derecho”, del “socialismo del siglo 21”, cierran los ojos al carácter semicolonial del viejo Estado venezolano, en defensa de un proyecto de reestructuración del viejo Estado que profundice y desarrolle el capitalismo burocrático.

Esa es una cuestión muy importante en nuestros días, sobre todo porque, dentro de las disputas interimperialistas el oportunismo electorero es la línea auxiliar de reserva del imperialismo. El pasaje, principalmente en la América Latina, de “gobiernos neoliberales” con las gerencias sostenidas por “frentes populares”, fue la salida del imperialismo para fases de aguda crisis, lo que atendió satisfactoriamente sus necesidades. Luiz Inácio, por ejemplo, fue la persona tallada, bancada y capacitada por el imperialismo para conducir el Brasil en el camino de las contrarreformas que arrancaron los ya reducidos derechos del pueblo. Así, nada más natural que el apoyo de esa gente.

Cabe a los sufridos pueblos de los países blanco y agredidos por invasiones, golpes y provocaciones, impulsar el frente revolucionario democrático y patriótico para unir la inmensa mayoría del pueblo y de la nación para barrer, a través de la lucha armada, como han hecho otros pueblos, la agresión imperialista. Para esto se debe imponer a los gobiernos que reclaman defender la soberanía nacional, que los mismos dejen la posición arrogante de exigir apoyo a ellos y concretamente promuevan la más amplia democracia para las masas, armándolas y apoyándose en ellas en la lucha de liberación.

Y las masas populares, juntamente con los revolucionarios, deben empeñar esfuerzos por desarrollar el partido de vanguardia proletaria, para transformar la guerra civil o de resistencia nacional en la guerra popular y disputar y asumir la hegemonía, condición única de conjurar la capitulación y el juego envolvente de los imperialistas en pugna, y asegurar el triunfo, la revolución de nueva democracia rumbo al socialismo y al servicio de la revolución mundial.

En Brasil, como los intereses imperialistas están muy satisfechos y asegurados, las masas populares, con el empeño de los revolucionarios, deben luchar para elevar a las alturas la protesta popular y el apoyo creciente a la necesaria revolución agraria.

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