Editorial: Levantar las masas contra las ‘reformas’, la crisis y la reacción golpista

Crise econômica atiçará ainda mais a crise do velho Estado e grandes rebeliões de massas. Na foto, protesto de 2019 em Foz do Iguaçu, PR.
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Crise econômica atiçará ainda mais a crise do velho Estado e grandes rebeliões de massas. Na foto, protesto de 2019 em Foz do Iguaçu, PR.

Editorial: Levantar las masas contra las ‘reformas’, la crisis y la reacción golpista

Traducción Enrique Chiappa

 

Al final de febrero e inicio de marzo acontecimientos trajeron nuevamente a la luz la pugna palaciana entre las diferentes fuerzas de la reacción, como expresión, en última instancia, de la pugna entre las fracciones de la gran burguesía y latifundistas. Cada cuál peleando para imponer su proyecto de “salvación” del sistema de explotación y opresión en crisis general. De esa disputa sorda, sin embargo activa, el plan del Alto Mando de las Fuerzas Armadas (ACFA) se refuerza, mientras Bolsonaro en el gobierno es aislado por completo, llevándolo a actitudes desesperadas. El hecho de que todas las funciones de poder del Palacio del Planalto (con excepción de la Presidencia, con el capitán reformado) estén ocupadas por generales deja patente que el gobierno militar es el gobierno de hecho.

El refuerzo del gobierno militar secreto (dirigido por el AFCA a través de la ocupación de los puestos palacianos por generales de la activa y de la reserva) produjo una situación abierta de gobierno de generales del Ejército. El acto complementar de eso fue la imposición del general Braga Netto, el interventor en Río de Janeiro, en 2018, en la función de ministro-jefe de la Casa Civil, expurgando el diputado Onix Lorenzoni, que ya hacía mucho tiempo que estaba apenas formalmente en el cargo.

El plan de golpe militar contrarrevolucionario puesto en marcha por el ACFA fue y es una respuesta preventiva al inevitable levantamiento general de las masas, iniciado por las revueltas de 2013/14, contra la deterioración general de sus condiciones de vida, no sólo económica, pero social y políticamente. Muy al contrario de la acusación grosera de los oportunistas de la falsa izquierda electorera de que aquellas revueltas fueron el inicio del golpe. El engañoso proyecto petista, que por objetivos electoreros maquillaba la crisis explosiva de ese capitalismo burocrático, fue lo que abrió las puertas para las brutales “reformas” laborales y de seguridad social, empeoramiento completo de los servicios públicos de salud y educación con el objetivo de pasar más dinero a los banqueros y de llevar adelante la privatización de tales servicios, la restricción a los derechos y libertades de manifestación y organización popular y las descaradas políticas vende-patria en boga. Fue el fracaso de la administración de la crisis capitalista por ese oportunismo con su “desarrollismo” y populismo anacrónicos, finalmente, la traición socialdemócrata a las masas que creó el caldo de cultura del cual se sirvió la reacción para levantar la cabeza, después de décadas de la farsa electoral, y lanzar el país al borde de la guerra civil.

No de hoy, el Supremo Tribunal Federal (STF) está enganchado en las bayonetas del generalato golpista y mil decisiones lo comprueban, tal como simboliza el inédito y descarado nombramiento de un general como asesor especial para su presidente. Los principales cargos del Ejecutivo están también directamente en las manos de los generales. Se hacen cada vez más constantes las intervenciones táctico-operativas de las Fuerzas Armadas en ciudades y vastas regiones, como en la Amazônia, bajo la Garantía de la Ley y de la Orden para “combatir incendio” – farsa montada para encubrir operaciones militares clandestinas contra la lucha campesina.

Los generales, esa casta burocrática privilegiada, tienen vida opulenta similar a la de los burócratas feudales. Altos salarios, miles de privilegios, pensiones generosas y vitalicias extendidas a familiares, corrupción bien encubierta etc. No es sorpresa la ideología y rancio anticomunistas sean tan eternizados, radicados y cultivados en una corporación que se mantiene a cuestas del sudor del pueblo y de la Nación. Bajo los estatutos de “defender la patria” y “soberanía de la Nación”, tal institución es el instrumento para sofocar las legítimas aspiraciones de las masas populares por una vida mejor. Ha sido históricamente la herramienta de los latifundistas y grandes burgueses y sus amos imperialistas en la misión genocida de ahogar a hierro, fuego y sangre las tentativas de llevar a cabo la Revolución Democrática para barrer con ese secular sistema de explotación y opresión, servil del imperialismo, principalmente yanqui (Estados Unidos, USA). Desde la proclamación de la República, tal institución y su alto mando se consideran los dueños de la República, otorgándose el derecho de intervención a su libre albedrio y cultivan fanáticamente tales ideas reaccionarias.

Los únicos movimientos democráticos de su existencia fueron el Movimiento Tenentista, nacido en la oposición anti-oligárquica de jóvenes oficiales y de las luchas de los militares de baja patente contra los altos mandos guardianes de los señores de tierra, barones del sudeste, caudillos del sur y coroneles del nordeste y sus gobiernos feudales-corruptos, y que fue liquidado por la contrarrevolución de 1930; la creación de la Fuerza Expedicionaria Brasileña (FEB) para luchar contra el nazi fascismo, lo que fue aprovechado por los yanquis para pasar las Fuerzas Armadas a la condición de sus lacayos; y más limitadamente el movimiento de oficiales y soldados de la campaña nacionalista por el monopolio nacional y estatal del petróleo, por la creación de la Petrobras y Eletrobras, que llevó la reacción a deponer el presidente Vargas. O sea, una fuerza contrarrevolucionaria que inauguró su acción en su República con el genocidio de Canudos y del Contestado, luego con los cobardes asesinatos y torturas contra los combatientes del Levante Popular de 35, contra los levantamientos campesinos de Porecatu, Trombas y Formoso y Araguaia, para quedar en los principales, pasando por los golpes militares de 1945, 1954, 1964 y el actual golpe en curso, además de las vergonzosas participaciones a mando del imperialismo yanqui en la invasión de la República Dominicana y de Haití. Las Fuerzas Armadas y sus altos mandos son, en última instancia, los responsables directos por la situación de putrefacción prolongada en la cual secularmente se arrastra la nación brasileña.

Bolsonaro, cada vez más arrinconado, se encuentra esposado por los generales. La situación del hijo, Flávio Bolsonaro (sorprendido en delito y salvo de denuncia por el acuerdo tácito entre extrema-derecha y derecha) obliga Bolsonaro a contenerse. Aunque la ofensiva de Bolsonaro y de la extrema-derecha de los primeros meses de gobierno (primer semestre de 2019) haya decaído y el bolsonarismo pasado a la defensiva, Bolsonaro y la extrema-derecha cayeron en desesperación y pasaron a provocaciones muy graves.

Fue el bolsonarismo, a través de conexiones escusas con grupillos fascistas, que fomentó el caos en el Ceará, revistiéndolo como lucha por salario de los policías, para demostrar fuerza y chantajear los que están aislando Bolsonaro en el gobierno, con la amenaza de que pueden colocar fuego en el país. Luego, buscarán blancos cuyo ataque tenga eco en la furia popular. Por eso llamó para el 15 de marzo una manifestación en las calles contra el Congreso y el STF y, aún con el reculo (con disculpa de la pandemia, cuando en verdad fue por presión del ACFA), buscará otras formas. En visita al USA, donde fue lamer las botas del Mando Sur de las Fuerzas Armadas yanquis, cometió declaraciones al estilo sensacionalista, de que la primera vuelta de las elecciones de 2018 fueron fraudadas y que él había vencido la farsa electoral con más del 50% de los votos. Demostración clara de amenazas de liderar un golpe y disputar las tropas militares con su alto mando.

El ACFA, también golpista, juega para someter Bolsonaro políticamente, forzándolo a terminar el mandato en obediencia a sus directrices de “legalidad, legitimidad, estabilidad”. Esa sería la mejor  situación para intentar quitar el país de la crisis profunda, impulsar el capitalismo burocrático mediante superexplotación del pueblo, crear un nuevo régimen político con mayor concentración de Poder en el Ejecutivo y endurecer las leyes penales, la militarización y represión a la protesta popular, para conjurar el peligro de revolución: son sus tres tareas reaccionarias. Caso él no se someta, una plan B probablemente sería presionarlo a renunciar, dejar venir a público sus podredumbres y de sus hijos, tales como sus conexiones con el corrupto Fabrício, con el miliciano Adriano y con el asesinato cobarde de Marielle , casos hasta ahora trancados en las manos de los generales, para llevarlo al proceso de impeachment. Y, en último caso, el ACFA puede producir la pura deposición del presidente, hecho que generaría conmociones en varios sectores y perturbaría gravemente la estabilidad, ya bien delicada, de la disciplina en las fuerzas militares, cuyas consecuencias serían muy graves.

Sobre la crisis militar en nuestro país, nunca se debe olvidar la historia de esa institución y su corporativismo. La última división seria fue el Movimiento Tenentista que se desarrolló hasta la invicta Columna Prestes, que con su desmovilización en Bolivia hizo el Tenentismo dividirse. La jerarquía reaccionaria de la corporación fue restablecida con la contrarrevolución de 1930; con el Levante Popular de 35 y con la revolada de los “galinhas verdes integralistas” se dio el restablecimiento completo de la vieja orden burocrática-latifundista del Estado Nuevo. En 1964, cuando la polarización entre la legalidad del movimiento reformista de Jango y la contrarrevolución dirigida por los yanquis condujo las tropas al borde de la división y de la guerra civil, los generales legalistas, con mando de tropas y ya en marcha, en nombre de “no dividir la corporación por causa de los políticos”, abandonaron sus preceptos de legalidad y se unieron en el golpe con los altos oficiales reaccionarios y fascistas de las tres fuerzas. Fue el imperativo de una ley de la historia militar del país bajo dominio imperialista, según la cual esas Fuerzas Armadas reaccionarias sólo se unen y se mantienen unidas en la reacción. Esto apunta a que, por más que se llegue a una confrontación entre extrema-derecha y derecha militares, y por mayor conmoción que pueda causar, se llegará a un acuerdo en la reacción, en el golpe militar más blando o más feroz y lo más rápido posible. Aquellos que sólo centran en Bolsonaro y lo responsabilizan por todo apenas están, en la práctica, legitimando el gobierno militar que ahí está oculto en el golpe blando. La democracia en nuestro país sólo podrá ser alcanzada por la vía revolucionaria.

Y las masas no están pasivas, aquellas situadas en las favelas, en los barrios pobres, en las fábricas, en el comercio, transportes, servicios y en el campo. Fustigadas todo el tiempo, están cansadas de tantos abusos, explotación y podredumbre. Luchan según su grado de conciencia y organización, en su mayoría aún de forma atomizada, pero cada día traban luchas más combativas y violentas, teniendo muchas veces que confrontar el oportunismo electorero y su mafia sindical colaboracionista. La huelga de la Petrobras, por ejemplo, una vez más fue traicionada y vendida. Ninguna exigencia atendida después de una decena y media de días paralizados, de lucha combativa de las bases. Ahora, el día 18/03, serán movilizados los funcionarios públicos y otros trabajadores. En lo que depender de esos dirigentes sindicales será otra fiesta para desgastar Bolsonaro, acumular electoralmente y, finalmente, que se jodan las masas. El pueblo está cansado también de ser usado.

No hay un instante, en las metrópolis o en los rincones de la nación, en que las masas no estén lanzando su grito de odio a los ataques de esa vieja orden de explotación y opresión y a sus políticos. El menor de los problemas cotidianos de las masas es suficiente para generar movilizaciones con barricadas de fuego bloqueando calles y carreteras, incendio de autobús y marchas. Es preciso elevar más la fusión del movimiento revolucionario con esas luchas a través de la línea de clase en el trabajo incesante de agitación, propaganda, organización y principalmente por medio de la lucha inconciliable e implacable contra los enemigos de clase y todo oportunismo. No hay lo que esperar. Es preciso hacer más y mejor. Es el deber de los verdaderos demócratas y revolucionarios para levantar las masas contra las “reformas”, la crisis y la reacción golpista.

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