Editorial – Libertad para los presos políticos 

Editorial – Libertad para los presos políticos 

“Democracia, como sabe su santidad, genera deseo de más democracia. E inclusión social provoca cobranza de más inclusión social. Calidad de vida despierta anhelo por más calidad de vida”. Así Dilma Roussef intentó explicar para el papa Bergoglio las jornadas de protesta popular de junio/julio, mientras fuera del Palacio Guanabara, donde ocurría la recepción al jefe de Estado del Vaticano, otra manifestación era reprimida por la policía del Estado reaccionario gestionado por Dilma/Cabral/Beltrame con la habitual truculencia.

Gente como Dilma (y todos los participantes de la gerencia PT/ PCdoB/FMI) llena la boca para hablar de “democracia”, “inclusión social” y “calidad de vida”, como si estuviesen dando lecciones al pueblo de lo que sean esas quimeras que constan en sus cartillas oportunistas electoreras. Y esto al mismo tiempo en que incrementan el aparato represivo con el aumento desenfrenado de sus efectivos, crea nuevos cuerpos como la Fuerza Nacional de Seguridad, amplían los programas y planes de control social – léase represión sistemática – como UPP, Operación Paz en el Campo, además de las gestiones para agravar la penalización de crímenes contra la “orden pública”, nuevas tipificaciones de crímenes y aprobación de ley antiterrorista.

Siguiendo la lógica estrecha petista, podría decirse que “miseria genera deseo por más miseria”. Claro, de la parte del latifundio, de la gran burguesía, del imperialismo y de los lacayos que gestionan su viejo Estado, es exactamente ese el deseo.

El oportunismo en la gerencia del viejo Estado intenta hacerse pasar por lo más a la izquierda de la izquierda, intentando encajar toda oposición a la derecha, posando de serios y responsables a sus amos, al mismo tiempo en que potencializan sus programas asistencialistas de la receta imperialista de “políticas compensatorias” en la corporativización  de las masas más empobrecidas.

Pues bien. Es ese mismo oportunismo, el residuo de la política electorera, que incrementó enormemente la represión policial en las grandes ciudades y en el campo, que lanzó ejército, Policía Federal y Fuerza Nacional de Seguridad contra pueblos indígenas, campesinos, favelas, con asesinatos y masacres y en las obras del PAC con prisiones, torturas y desapariciones allí mismo, donde trabajadores osaron rebelarse contra el cautiverio obrero.

Y justamente cuando la juventud del Brasil se levanta contra el viejo Estado, contra la violencia sobre el pueblo, rechaza el electoralismo de todas las siglas del partido único, en repudio a la corrupción endémica, al sistemático abuso de poder y privilegios absurdos de las “autoridades”, exigiendo más derechos, como el fin de los aparatos represivos, etc., es que vemos la verdadera faz de la “democracia” del PT y sus secuaces.

Y no es sólo en la forma de cachiporras, bombas de gas, de efecto moral, spray de pimienta, chorros de agua y tiros de balas de goma y munición real que la democracia petista se expresa. Hoy es grave también la prisión política y malos tratos de miles de manifestantes por el Brasil y de decenas que siguen encarcelados, víctimas de toda clase de acusaciones infundadas, muchas inclusive “plantadas”, como formación de cuadrilla, porte de explosivos, terrorismo, y etc.

Es casi imposible compilar números confiables del total de presos (próximo a 2  mil) por los esbirros de la reacción durante las protestas y tras ellos cuando, absurdo de los absurdos, la policía llegó a invadir casas de manifestantes para prenderlos. No se sabe realmente aún cuantos continúan encarcelados ya que los órganos de seguridad tergiversan o se niegan a informar.

Muchos, inclusive, fueron detenidos en escenificaciones patéticas de los agentes de la represión, que plantan pruebas y forjan todo tipo de artificio para incriminar manifestantes e incluso simples transeúntes.

La verdad es que, a ejemplo de los años del fascismo más negro en nuestro país, los ocupantes de la gerencia del viejo Estado no toleran la más mínima contestación por parte de las calles y reaccionan a ella de la misma manera arbitraria, criminalizando todo y cualquier uno que ofrezca más que una flor a los gendarmes armados hasta los dientes.

En este periodo se produjeron actos de fascismo declarado por parte de gobernantes estaduales, con apoyo irrestricto de la gerencia federal con la renegada Dilma, iracunda y desbocada, a insultar los manifestantes colocándoles el calificativo de “vándalos”, en coro, con la histeria de siempre del monopolio mediático. Más aún, cobarde por ni siquiera tocar en los archivos y crímenes del régimen militar, pasa a escenificar con una burlesca “Comisión de la Verdad”, se esmera en los procedimientos de enviar fuerzas represivas, mandar prender y encubrir vergonzosamente la situación de decenas de presos políticos, tratados como los peores criminales.

Fue también el caso de Cabral, en Río de Janeiro, que, incomodado por las protestas en la puerta de su casa y con pena de los maniquíes de una tienda de la zona Sur, lanzó un decreto que fue rápidamente apellidado de “AI-6″(en referencia a los terribles Actos Institucionales de los tiempos de la dictadura militar), que hasta entre la reacción causó espanto. En su ansia de sofocar las protestas y dar rápida satisfacción al monopolio de la prensa y a sus patrones, el decreto creó una tal comisión de investigación de actos de vandalismo, en realidad una especie de policía política para Rio de Janeiro, que tendría poderes casi ilimitados en el área de la represión. Exceptuando retrocesos puntuales debido a manifestaciones indignadas de renombrados juristas, se mantuvo la esencia del decreto.

Ese es el retrato de un gobierno que promueve la “caza a las brujas”, pero no dice dónde está Amarildo, el trabajador que desapareció después de ser detenido por la policía.

Y aunque sea siniestra la situación de los presos políticos participantes de manifestaciones populares en las ciudades, aún más tenebrosa es la situación de otras personas encarceladas por motivos igualmente políticos, ya que luchaban por mejores condiciones de trabajo y aumento salarial en grandes obras, a ejemplo de lo ocurrido a mediados de junio en las obras de la Mineradora Anglo American en Conceição do Mato Dentro, región céntrica de MG. Obreros de la empresa Montcalm (contratista a servicio de la minera), que en huelga aguardaban negociadores de la empresa, se depararon con tropas de la Policía Militar que llegaron agrediendo y prendiendo, provocando la revuelta de los obreros que incendiaron galpones que servían de alojamiento. Hay denuncias de que por lo menos tres de ellos están presos incomunicables y que ni siquiera los abogados tienen acceso a ellos, medida sostenida por alegación de crimen de terrorismo emitidos por el Tribunal de Justicia del estado.

La PM cercó ostensivamente el terreno de obras, convirtiéndolo en un verdadero campo de concentración, tal como ha sido la rutina en las obras del PAC como Jirau donde la Fuerza Nacional de Seguridad se mantiene acantonada en el interior de los terrenos de obras.

El pueblo brasileño repudia ese tipo de democracia de las clases dominantes, dictadura para las clases explotadas y opresoras. Las jornadas populares de junio/julio, por sí sólo, no serán capaces de conquistar la democracia popular, pero apuntan claramente que nada se puede esperar del viejo Estado, porque él es el enemigo y verdugo del pueblo.

En realidad la rebelión popular, al rechazar las principales instituciones de este carcomido Estado y al repeler con firmeza y energía los ataques brutales de sus aparatos represivos, clamó y sigue clamando por una revolución. ¡Qué oiga quién tiene oídos y vea quién ojos tiene!

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