Enero siempre es un mes aguardado ansiosamente, tanto por los “analistas” de la derecha declaradamente fascista cuanto por los oportunistas, porque es cuando son divulgados los datos y estadísticas sobre el desempeño económico del país y otros números sobre la actuación de la gerencia semicolonial, sea de que facción del Partido Único sea.
Y los números oficiales y oficiosos de 2013 no son nada buenos, como el editorial de la edición pasada de AND mostró. Pese a todo el malabarismo estadístico montado por la gerencia petista, es imposible esconder que la economía brasileña galopa para la profundización de la crisis.
Aun así, como de costumbre, Dilma y Mantega hicieron su gira por Europa, en el Forum Económico Mundial, e hicieron varios discursos que apenas esconden la ansiedad por las “inversiones” extranjeras en el Brasil, a pesar de los malos presagios.
Tras prestar cuentas y renovar las garantías de inmensos logros para la Fifa en reunión con el presidente de la entidad/empresa mafiosa que gestiona el fútbol mundial, Dilma fue al encuentro de sus homólogos en Davos, donde se reunieron los jefes imperialistas y sus serviciales en las semicolonias.
En su discurso, repitió la cantilena de que la mayoría de la población brasileña está en la clase media y nuevamente tergiversó sobre las jornadas de protesta popular de junio/julio de 2013, afirmando que fueron resultantes del “progreso” que vive el País, mientras el PT y los suyos se niegan a abandonar el delirio de que todo fue obra de la “derecha”. Dijo que no reprimió las protestas, o sea, ¡no hubo bombas, gas de pimienta y lacrimógeno, balas de goma, ni heridos y ni muertos!
Más aún, Dilma juró que la economía brasileña es sólida y se regocijó por haber privatizado el petróleo, ferrocarriles, carreteras, puertos y aeropuertos, dijo que tiene más para entregar e “invitó” a que los monopolios extranjeros sigan “invirtiendo” en el país.
Ya Mantega aseguró que los BRICS (sigla tecnocrática que designa Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) continuarán liderando el crecimiento mundial, eludiendo que la China nuevamente tuvo una desaceleración en la producción industrial, que tuvo como efecto la derrumbada de las principales bolsas de valores del mundo. Las monedas del Brasil, India, Sudáfrica, además de Turquía, Argentina y otros países considerados “emergentes” sufren devaluación acentuada desde mediados de 2013.
Desenmascarada la maniobra de vender plataformas de petróleo al exterior y alquilarlas a través de la Petrobras para positivar el saldo de la balanza comercial, así como divulgado el número consolidado y oficial del déficit en las cuentas corrientes de 82.000 millones de dólares, poco sobra de margen a la contrapropaganda ufana que el oportunismo petista hace de su política económica, que en nada difiere de sus antecesores tucanes, o sea, está destinada a la suspensión de pagos en toda la línea.
Mientras tanto, en el Brasil, el pueblo ve su situación empeorar a cada día. El hecho es que esos índices alcanzan la economía popular de las más diferentes maneras, como a través de la inflación, de la disminución de poder de compra de los salarios, etc. El año ni bien comenzó y ya hubo despidos masivos en la industria automovilística, algo ya ha mucho anunciado.
Este es apenas un ingrediente más, tirado al caldo de cultura de la revuelta popular que ya explotó en 2013 y que ya comienza a despuntar en 2014. Los altos precios y pésima calidad del transporte público; la falta de luz y agua en los barrios proletarios, desabasteciendo el pueblo en el verano, cuando más se necesita de esos servicios; el alto precio de los combustibles y de los alimentos; las muertes y perjuicios causados por la lluvia y por la negligencia de las sucesivas gestiones de turno, etc., todo eso debe agravarse, principalmente por causa del empeño de la gestión petista en servir a los monopolios y a las oligarquías nativas.
En el campo la situación aún es más grave. Después de haber acabado con la “reforma agraria” que nunca fue tal, Dilma amplió enormemente la represión con tropas federales a los campesinos, indígenas y reminiscentes de quilombolas más combativos. Y aún encubre la acción impune de grupos de pistoleros a sueldo del latifundio e incita el odio contra la lucha por la tierra de esos sectores de la población.
Hasta el día del cierre de esta edición de AND, 29 de enero, 30 ómnibus habían sido incendiados en São Paulo por diferentes razones en protestas en la periferia. Manifestaciones contra la Copa habían ocurrido en 16 ciudades, Río de Janeiro tiene jornadas de lucha semanales contra el aumento anunciado de los pasajes de los transportes colectivos y hay ya un gran calendario de luchas en todo el país, principalmente contra la Copa de la Fifa y la farsa electoral.
Claro, el oportunismo electorero en general, en el gobierno o en la oposición, hace de todo para que las protestas sean identificadas con la derecha, ya que fueron derrotados en su tentativa de domesticarlos. PT y PCdoB se esmeran sin éxito en tachar de “anti-Brasil” las protestas contra la Copa de la Fifa, mientras que PSOL, PSTU, etc., seguirán remusgando y llorisqueando contra el radicalismo de la juventud combatiente.
Y si, como siempre, el oportunismo intenta dar un carácter plebiscitario a la disputa electoral, no deja de reconocer que su verdadero enemigo es el pueblo organizado en las calles, que ya rechazó todas las siglas electoreras y explicitó su repudio a las elecciones farsantes.