La ejecución de Osama Bin Laden por las fuerzas yanquis en Pakistán, en el día 1º de mayo, fue saludada por Barack Obama y el monopolio internacional de los medios de comunicación en un discurso con toda pompa y circunstancia al frente de la Casa Branca, en Washington.
Sin embargo, algunas cuestiones son importantes para la evaluación del episodio.
Primero, el actual momento político en el USA. No es secreto para nadie que la popularidad y apoyo de Barack Obama venían en una descendiente acelerada. Debido principalmente a los problemas económicos del país, relacionados a la crisis general del capitalismo, estaba siendo cada vez más difícil a Obama realizar los designios de los monopolios yanquis, amparado sólo en su cínica sonrisa y en la cara de buen tipo. Hace mucho que no se veían tantas protestas populares como las del último periodo, gracias al incumplimiento de promesas de campaña, la pésima condición económica de los trabajadores, el desempleo y los cortes de presupuestos públicos para programas sociales.
Sólo un hecho extraordinario sería capaz de nuevamente reunir toda la nación en torno al mandatario, y la muerte de Bin Laden les fue muy oportuna. Según las agencias especializadas en medir popularidad de gobernantes, Obama subió 9 puntos en la aprobación de los estadounidenses en sólo dos días tras el asesinato de Bin Laden. No sería exagero decir que hasta la fecha de la acción contra el terrorista fue planeada con extremo rigor.
La segunda cuestión dice respeto a las circunstancias de lo que puede ser llamado de asesinato. Según las informaciones divulgadas, Bin Laden habría sido muerto en una casa en Pakistán, por un comando del ejército del USA, que allá llegaron por medio de información obtenida bajo tortura en una de sus prisiones secretas. Como AND ha denunciado constantemente, las incursiones, bombardeos y, ahora, ese ataque yanqui en territorio paquistaní son una violación de territorio, además de las torturas, lo que contraría las disposiciones del llamado “derecho internacional”, que sólo es invocado cuando favorece al imperialismo.
Osama fue asesinado sumariamente en una operación preparada con antecedencia que desde el inicio tenía como objetivo entrar disparando y tirar la vida del “enemigo nº 1 del USA”. Declaraciones del portavoz de la Casa Branca en 3 de mayo confirman que Bin Laden estaba desarmado. Entonces, ¿por qué no prenderlo? Otra violación del “derecho internacional” cometida por los “campeones de la democracia”.
Los militares yanquis dijeron que el cuerpo de Osama habría sido “tirado al mar, después de una ceremonia islámica”. Nótese que los musulmanes no tiran ningún cuerpo al mar, siendo eso contra la ley islámica. Además, ¿a quién le interesa desaparecer con un cuerpo que podría muy bien servir como un trofeo?
Por último, la muerte de Bin Laden está lejos de dejar el imperialismo más fuerte. Al contrario, profundiza aún más las contradicciones, principalmente con los pueblos agredidos. Prueba de eso es que inmediatamente después del asesinato, el gobierno yanqui ordenó la evacuación de varios equipos diplomáticos, comenzando por Pakistán. Fueron redobladas la vigilancia y las medidas de seguridad sobre los sistemas de transporte público y otros blancos potenciales de “terroristas” en los países ricos. Todo eso temiendo las represalias que deben sobrevenir. O sea, hubo una elevación del pánico de los imperialistas, porque la tendencia es aún el agravamiento de los conflictos en todo el mundo.
Sin embargo, más que las represalias de grupos terroristas, la resistencia de los pueblos agredidos del Irak, Afganistán, Pakistán, Palestina, Haití, Libia, Costa de Marfil y otros es la que será responsable por los más vigorosos golpes que se abatirán sobre el imperialismo.
La ejecución de Osama Bin Laden, aunque surta algún efecto interno en el USA, es un paso más del imperialismo en dirección a la tumba, donde será enterrado para siempre.
Crisis, inflación, especulación y corrosión del salario
La previsión para la inflación en 2011 es del 6,5%, índice altamente falsificado, pero que aún así ha causado dolores de cabeza en quienes ocupan altos cargos de gerencia del Estado y dejado nerviosos los grupos del partido único que se intitulan de “oposición”, pero que no tenían nada de qué quejarse del oportunismo.
El índice es falso porque, principalmente para las grandes masas de trabajadores del campo y de la ciudad, el alta general de los precios a índices mucho mayores que ese, ya se hacen notar hace varios años. Particularmente de mediados de 2010 para acá, los alimentos, energía y combustibles (este empuja el precio de todo para cima) aumentaron absurdamente a punto de provocar protestas en la población.
Y de nada sirven las declaraciones cínicas aconsejando la población a no preocuparse con la inflación, que estaría bajo control, ya que el propio Estado es responsable por el descalabro. Un ejemplo ilustra bien esa situación: en abril, la Ampla (concesionaria de energía eléctrica del estado de Río de Janeiro, excepto la capital) solicitó un reajuste del 6,43% a la Aneel (Agencia Nacional de Energía Eléctrica). La Aneel no sólo autorizó el reajuste, como lo fijó en absurdos 10,57% para los consumidores domésticos, más del 4% por encima de lo pedido por la propia empresa.
El maquillaje del índice de la inflación, siempre abajo de la inflación real, por su parte, funciona como mecanismo de disminución de salario real sobre los trabajadores, ya que el reajuste de los salarios, sobre todo el salario mínimo, es decretado según esos mismos índices. No bastara el achatamiento de los salarios de la llamada “clase media”, los más pobres de la población y los jubilados que viven del salario mínimo ven su poder de compra corroído por la falsa propaganda de aumento “real” que todo año las gestiones de turno intentan hacernos tragar.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) pronostica que la inflación mundial de los alimentos, estirada por los precios de las commodities, debe elevar los precios en el Brasil en 1% hasta 2012.
Así, los malabaristas de las finanzas limitan los salarios, pero amplían el crédito para la población, ya que necesitan mover la economía para calentar el consumo de bienes y servicios, atendiendo a las demandas de la gran burguesía y de las transnacionales, que apuestan en quitar de semicolonias como el Brasil, el dinero para saldar las cuentas con la crisis general de superproducción relativa que profundiza sus efectos para cada vez más países. Eso contando con una tasa básica de intereses del 11,75% al año (con previsión de llegar a 12,5 en el fin de 2011) y una tasa de intereses al consumidor que asciende a 44,95% al año, en un país “casi sin inflación”.
La salida de capitales del país es ilustrada muy bien por el último balance de las cuentas externas del país, divulgado a mediados de abril. Y los números revelan un nuevo récord en el déficit de las cuentas corrientes, con U$S 5.700 millones en marzo, el mayor desde 1947 para el mismo mes. En los tres primeros meses del año, el déficit acumula U$S 24.600 millones, con previsión de sobrepasar los U$S 60.000 millones en el cierre del año. Estos son, claro, datos oficiales, y podemos fácilmente proyectar una salida mucho mayor de dinero a través de maniobras contables y fiscales hechas por las transnacionales para la remisión de logros de manera camuflada.
La gerencia PT-FMI, como es de praxis, intenta minimizar el problema con palabrerío, pregonando que el déficit es fácilmente cubierto por las inversiones extranjeras, atraídas por los intereses fabulosos (los mayores del mundo), pero que no tienen otra finalidad que la especulación. O sea, ante cualquier turbulencia, esos capitales migran con el apretar de un botón para mercados con rentabilidad menor, pero más “estables”.
Para contener la devaluación del dólar que entra, el Banco Central es “obligado” a comprar cada vez más la moneda extranjera, estocando más y más una reserva que puede “evaporarse” de un momento a otro. Y mientras tanto, sigue pagando intereses extorsivos de la deuda pública que sobrepasa la casa de R$ 1 billón.
Ese es el sentido de todo el esfuerzo del oportunismo en la gerencia del viejo Estado brasileño después de dar continuidad y profundizar el recetario del capital financiero.
En el colapso económico que se avecina, los buitres de la nación, que por ahora se utilizan electoralmente de la bandera del “control de la inflación”, no titubearán en inmolar el pueblo para garantizar el logro máximo para los monopolios y las migajas para sí mismos.
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