Esta es la máxima de la génesis del pensamiento burgués atribuida a Maquiavel. No es por acaso que Maquiavel, filósofo y político del lejano siglo XV, tiene cada vez más seguidores entre los círculos pensantes de los magnates dueños del poder y en la academia prostituida. Sin embargo, mismo Maquiavel habría negado ser suyo el lema, oponiendo reservas a la justificativa de “cualquier medio”.
A propósito, está de moda, tanto en la política mundana cuanto en los medios de comunicación, acusar a los comunistas de ser partidarios de este enunciado de “vale todo”.
Fue lo que se oyó, exhaustivamente, durante los escándalos del “mensalon”, para caracterizar las prácticas de corrupción comandadas por los altos dirigentes del PT, con cargos o no, en el Estado. Esta gente fue guinchada a la gerencia del Estado para servir al gobierno de turno de la política antioperaria, antipueblo, y antinacional y aplacar la rebelión de las masas que sacude el continente. No puede, por lo tanto, ser clasificada — ni para acusación— como izquierda, y mucho menos, como comunista.
La gran burguesía y latifundistas locales, los imperialistas, la máquina estatal a su servicio y los monopolios de comunicación, usan y abusan de la corrupción, actividad intrínseca a las instituciones de los sistemas de explotación como el impuesto al pueblo brasileño por el viejo Estado burocrático semifeudal. Ellos hacen de “los fines justifican los medios” su filosofía y profesión de fe. Mismo que nieguen su uso y lo esgrimen en sus contiendas políticas. No se dan cuenta, que se acusan a sí mismos. Al final, los renegados y traidores del pueblo y de la patria, a los cuales acusan o clasifican como izquierda y comunista (PT, PcdoB, etc.), son actualmente sus serviciales, desempeñando la tarea de verdugos de nuestro pueblo y vendepatrias. Entonces, ¿la gerencia del oportunismo vigente no es, por si misma, la afirmación de que “los fines justifican los medios”? La realidad brasileña en su día-a-día es pródiga en comprobación de tan cruel lógica.
II
Más de 200 campesinos presos, golpeados, torturados y saqueados, fue el resultado de la operación “Paz en el Campo”, ordenada a las policías y al Ejército por la gobernadora del Estado de Pará, Ana Julia Carepa del PT.
Incitada por una intensa campaña de los medios de comunicación regional y nacional, y obedeciendo a las órdenes de sus patrones esclavistas, los latifundistas de Pará, Ana Julia desencadenó una ola de represión contra los campesinos pobres del estado, que ya conocen los métodos de la policía local, responsable por la siniestra masacre de Eldorado de Carajás, en 1996, apenas restringiéndonos a episodios más recientes.
Los bienes de los campesinos fueron robados, los presos fueron torturados de acuerdo con la cartilla de la película Tropa de Elite; están siendo ofrecidas recompensas por las cabezas de los liderazgos de los campesinos, en una clara demostración de quién manda en Pará.
Simultáneamente, aparecen en el noticiario grotescos comentarios sobre la prisión de una chica de 15 años en una celda con 20 hombres que la violaron durante 24 días seguidos. Rápidamente, toda la discusión se concentra en la edad de la muchacha, como si tres años mayor la habilitarían a permanecer en tal situación. En la jerarquía de los que cometieron esa barbarie se encuentran una comisaria, una jueza, y la propia gobernadora, lo que demuestra claramente, entre otras cosas, la “sensibilidad” y el “humanismo” de algunas mujeres que alcanzan puestos de alguna decisión en el Estado burocrático y semifeudal brasileño.
Sin embargo, tratan en vano detener el movimiento campesino que se levanta con gran energía en aquella región que tiene memorable tradición de luchas. La tomada y división de la Hacienda Forkilla por los campesinos, reafirmamos, es una gran tarea democrática, por todo lo que ella representa de atraso en aquella región. Más día, menos día, ella será retomada y nadie podrá tirar los campesinos de allí.
III
Todavía. Doscientos hombres del Ejercito ocupan, 24 horas por día, el Morro de la Providencia, una de las más antiguas favelas de Río de Janeiro. Impiden la libre circulación, cachean niños, invaden casas…
La disculpa para este cerco es todavía más absurda que la del “combate al tráfico de drogas”, frecuentemente usada. Ahora dicen que están protegiendo los materiales de construcción que serán utilizados en la reforma de algunas casas en la favela, en un proyecto caro, demagógico y electorero de Marcelo Crivella, que contó con la liberación de recursos federales por parte de Luiz Inacio que lo apoya para la candidatura a la prefectura de Río en 2008.
La política estatal de exterminio no se atenuó en este último período. Sucesivas operaciones policiales aterrorizaron los habitantes de las favelas grandes y pequeñas, que no soportan más la tensión, muchos ya presentan problemas de orden sicológica.
Como si no bastase la persecución policial, la población también tiene que protegerse de bandos paramilitares conocidos como “milicias” — que son grupos vinculados a la policía— y de los propios traficantes minoristas que defienden sus “negocios”.
Pero se engaña quién piensa que la violencia contra el pueblo se restringe a los pobres de Río de Janeiro o a las tropas de elite de la policía. Apenas en la región metropolitana de San Pablo ocurrieron 22 matanzas hasta 21 de diciembre de 2007, aunque que no se sepa cuantas tuvieron la policía como responsable.
En el interior del Estado de San Pablo, en la ciudad de Bauru, seis policías invadieron la residencia de la familia de Carlos Rodríguez Junior, de apenas 15 años, y lo torturaron hasta la muerte con choques eléctricos y golpes, todo debido a poseer drogas y supuesto robo de una moto.
Este Estado policial reveló, todavía, partes más monstruosas de su verdadera faz cuando la policía llevó la víctima del robo al velorio y Carlos, el muerto, fue reconocido como el autor del crimen. Listo, resuelto, punto final.
Al final, los fines justifican los medios…
El genocidio por parte de las fuerzas represivas del Estado siempre fue una constante y se agravó mucho. Sin embargo, nunca oficialmente asumido de forma tan descarada y tan defendido como política de “seguridad de la sociedad” No importan los medios, desde que estén asegurados los fines: el mantenimiento de la vieja orden de explotación del pueblo y saqueo de la Nación. Todavía, el pueblo resiste y no se cansa de luchar. Todo y cualquier medio de violencia contra su lucha fracasará irremediablemente.
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