Por los titulares del monopolio de los medios de comunicación del día 8 de octubre, se tendría la falsa impresión que hay una gran polarización en la sociedad brasileña entre las fuerzas de represión y grupos de quilomberos alocados. Todos, sin excepción, siguen repitiendo hasta el hartazgo los mismos clichés de “vándalos”, “infiltrados”, “bandidos enmascarados” y otros epítetos, en un clamor interminable para que el Estado puna los jóvenes con rigor ejemplar, inclusive saludando la resurrección de la “Ley de Seguridad Nacional” (instituida por el getulismo y agravada por el régimen militar fascista) por un delegado de São Paulo que le pareció correcto encuadrar una pareja de manifestantes después de la protesta del día anterior.
Una mirada más atenta, sin embargo, muestra fenómenos que son el retrato de las luchas populares actuales, en una situación en la cual el viejo Estado se ve acosado por una fuerza que emerge de una juventud libre de los temores de la represión y libre también de las garras del oportunismo electorero que gestiona este mismo viejo Estado desde 2003, o de aquel que se proclama de oposición socialista, que apenas es socialista de boca y oportunista centrista de hecho. Y esa fuerza independiente y rebelada ha contagiado sectores de las clases trabajadoras, lo que representa un serio peligro para las clases dominantes y dolor de cabeza y desesperación para los electoreros de la oposición “crítica”.
En 7 de octubre la ciudad de Río de Janeiro fue sacudida por una nueva y formidable demostración de masas, la mayor desde la gigantesca marcha del día 20 de junio, que reunió cerca de 1 millón de personas. Esta vez, aproximadamente 80 mil personas, entre profesores estaduales y municipales en huelga y jóvenes que desde junio tomaron las calles en protesta por el “Fuera Cabral!”, contra los gastos y remociones con el pretexto de la Copa y Olimpíadas, contra el genocidio en las favelas, por la liberación de los presos políticos, etc.
En los días anteriores, los profesionales de la educación del municipio, en huelga hace más de 45 días contra la disposición del propio sindicato dirigido por oportunistas de PSTU y PSOL, sostuvieron batallas contra la policía y contaron con el firme y decidido apoyo de la juventud combatiente.
La gran manifestación de 7 de octubre puede ser encarada como una respuesta a los que decían (y dicen) que las jornadas de protesta popular de junio y julio en todo el Brasil no atendían a intereses populares.
El apoyo activo de la juventud fue saludado efusivamente por las masas de profesores, que se manifestó por la internet y en vivo desde el campo de batalla del Centro de Río, nuevamente atropellando la política traicionera del oportunismo, que a todo momento intenta aislar y criminalizar los sectores más combativos en las protestas, blancos de la felonía visceral de los aparatos represivos y mandos fascistas de las autoridades del viejo Estado.
En São Paulo, en el mismo día, una manifestación de apoyo a los profesores de Río contó con centenares de personas, que fueron duramente reprimidas y sostuvieron combate en las calles, inclusive volcando un patrullero de la policía. De todos los lugares llueve solidaridad y profesores de otros estados incrementan la lucha que ya venían sosteniendo.
Y en la asamblea subsecuente a la protesta, ante propuestas por parte del sindicato de rechazar los llamados “Black Blocs” y exhaustiva guerra psicológica de los monopolios de prensa en el mismo sentido, los profesores respondieron con un sonoro ‘no’ y agradecieron el apoyo, dando bienvenidas a los jóvenes combatientes en nuevas manifestaciones. Conciencia de clase y democracia popular, señores!!!
Hay aún bancarios en huelga y manifestaciones que interrumpieron obras de estadios de la Copa. Campesinos en lucha por la tierra toman latifundios, promueven cortes de carreteras y ocupan sedes del Incra. Indígenas se levantan en luchas cada día más radicalizadas demostrando comprensión creciente por la ruptura de la tutela del viejo Estado y de las ONG agentes del imperialismo. Obreros, especialmente de las obras del PAC, se levantan como en ciclos de revueltas por todo el país. Indignación y movilización permanente de crecientes contingentes contra la escalada fascista, exigiendo punición a los criminales del régimen militar, fin de las torturas y libertad para los luchadores sociales. En todos los lugares el pueblo sigue luchando, sin que sus exigencias sean ni siquiera oídas. Como mucho, se oyen tímidas promesas del oportunismo de “reforma política” u otras perfumarías para engañar incautos y seguir entregando la patria al imperialismo, blindando la corrupción, reprimiendo las masas en lucha y manteniendo los privilegios de los latifundistas y grandes burgueses.
Para las masas, principalmente las que ya están en lucha, les queda cada vez más claro que no hay nada a esperar de este viejo Estado. Por el contrario, de él sólo puede venir más represión y crímenes contra el pueblo. Que lo diga el movimiento campesino combativo, que ya lleva muchos años combatiendo bajo las más duras condiciones, casi invisible para las grandes ciudades, restándole apenas la criminalización sistemática de sus acciones como si fuesen desalmados bandidos, por los mismos monopolios de comunicación y los igualmente invisibles obreros encarcelados y súper explotados en las grandes obras del PAC.
De ahí se desprende que la verdadera polarización en la actualidad es entre el pueblo y el viejo Estado semifeudal y semicolonial brasileño, este último como representante de todo lo que debe ser transformado, como la sumisión al imperialismo y sus monopolios avasalladores, el latifundio productor de hambre y la gran burguesía parásita, los cuales devastan y afligen la nación y el pueblo.
Y los diferentes sectores envueltos en las luchas populares van, unos más otros menos, percibiendo la necesidad de una organización revolucionaria para que esas transformaciones finalmente se realicen.
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