En poco más de quince días el pueblo brasileño está constatando que las dos bandas dentro del Partido Único son iguales hasta en las mentiras y trapacerías.
En la campaña electoral de 2014, Dilma Rousseff afirmaba que no elevaría los impuestos y ni retiraría derechos de los trabajadores. Ganó el balotaje y se apresuró a encaminar lo contrario de sus promesas, a través del programa de ajuste fiscal para cuya implementación invitó el banquero Levy del banco Bradesco y del PSDB.
Al anunciar el ajuste fiscal, negando su discurso de campaña, Dilma abrió las puertas del Castillo de Drácula, cuyos vampiros, que allá hibernaban hace catorce años, se juzgaron más competentes para aplicar el ajuste fiscal, para el cual reclaman su autoría.
En la campaña para el impeachment de Dilma, el consorcio PMDB-PSDB-DEM-Globo-FIESP también juró que no aumentaría los impuestos y ni quitaría derechos de los trabajadores. Al asumir Temer y, enseguida, su “superministro” Henrique Meirelles, la negativa de sus promesas acaba resultando en: más impuestos vendrán, o por la CIDE o por la CPMF; habrán cambios en los programas sociales, comenzando por la cancelación de los contratos para construcción de once mil habitaciones por el programa ‘Mi Casa, Mi Vida’ y, el objetivo principal de Meirelles (dígase del FMI y del Banco Mundial), un gran cambio en la Seguridad Social, alcanzando no sólo los que entrarán futuramente en el sistema, pero también los que en él ya están.
El viejo discurso de remedios amargos, de impuestos transitorios y de la necesidad de sacrificios, una vez más reventará la cuerda en el lado de las masas. Las masas ya entendieron que, por la vía de la farsa electoral, lo que podrá acontecer en Brasil será la perpetuación de toda esa inmundicia, explotación y represión sobre ellas y el saqueo de la Nación.
El pueblo brasileño ya entendió que de esa madriguera de lobos nada de bueno puede salir. La crisis económica es la repetición crónica de la enfermedad de un capitalismo burocrático atrasado semicolonial y semifeudal. La crisis política es la crisis moral y falencia de las instituciones de fachadas brillantes de un Estado burocrático, genocida y carcomido de arriba a abajo por la corrupción execrable. La crisis social es el grito incontenido de la deuda secular con un pueblo trabajador y luchador, hecha de injusticias y opresión contra él y de privilegios indecentes para una minoría adinerada y parásita. La crisis es, en suma, la pendencia histórica de una Revolución Democrática, históricamente sofocada a hierro y fuego en todos sus intentos, que una vez más llama en las puertas de la Nación.
La clase obrera, el campesinado, los pequeños y medios propietarios, los estudiantes e intelectuales conectados al pueblo, cada uno de esos segmentos sabe lo que quiere, en términos de transformaciones de profundidad en nuestro país. Lo que les falta es la comprensión de que esas transformaciones sólo podrán acontecer a través de un proceso revolucionario el cual, por su parte, sólo ocurrirá mediante la permanente movilización, politización y organización de las clases explotadas y todos oprimidos, en torno a un Programa Revolucionario Democrático, Agrario y Antiimperialista, para establecer una nueva política cómo Nueva Democracia, una nueva economía y una nueva cultura.
Urge, ya pasa de la hora de los revolucionarios reconstituir el Partido revolucionario proletario que lidere resoluto y firmemente ese proceso pendiente que Brasil demanda.
La revolución no es alternativa, ella es la única salida para que la Nación y el pueblo no se hunda en la explotación y opresión más terrible de ese capitalismo burocrático atrasado y en la dictadura descarada de los grandes burgueses y latifundistas (agronegocio) al servicio del imperialismo, principalmente yanqui.
¡El pueblo brasileño exige producción nacional, trabajo con salarios dignos y derechos laborales, que no se toque en la Seguridad Social; defensa de las riquezas naturales, soberanía e independencia del país! ¡El pueblo del campo necesita de tierra para quién en ella trabaja y el Brasil sólo puede saltar definitivamente del atraso con la Revolución Agraria, que arranque por la raíz del suelo brasileño el latifundio secular! ¡La clase obrera y los demás trabajadores deben preparar la Huelga General, los campesinos pobres deben tomar las tierras de los latifundistas ladrones de las tierras públicas, la juventud debe tomar, ahora, las calles para luchar por la Revolución Democrática!