Desde el estallido de la burbuja inmobiliaria en USA, en 2007, como una formidable profundización de la crisis de superproducción relativa, dentro de la crisis general en que el capitalismo se debate hace décadas, sucesivas quiebras vienen siendo registradas, principalmente en Europa.
Como en un efecto dominó, las economías nacionales van tumbando ante la crisis, dejando evidente que el socorro estatal, por mayor que sea, no es capaz de sostener una recuperación más consistente hasta ahora. Certeza por ahora, sólo la de que la cuenta ya llegó para los pueblos de las semicolonias, desde siempre condenados por los monopolios a pagar por sus perjuicios.
El oportunismo a la cabeza del viejo Estado semifeudal y semicolonial brasileño, sin embargo, fiel a su propósito de no interrumpir el saqueo de las riquezas nacionales por el imperialismo y facilitar la explotación de la fuerza de trabajo de nuestro pueblo por los monopolios, trató de minimizar a través de la contrapropaganda los efectos de la crisis, tratándola como algo menor y sin importancia. Ciertamente, sin embargo, trató de hacer un maquillaje completo en la economía, empujando hacia adelante su agravamiento en el país.
Y son diversos los modos que la gerencia Luiz Inácio utilizó para encubrir la crisis. Unos permanecen obscuros para la mayoría de la población y otros son utilizados descaradamente como propaganda de una supuesta “vitalidad” y blindaje de la economía ante la crisis que asola el mundo entero, pero que se manifiesta de manera desigual.
Comenzando por el creciente déficit en el balance de pagos, que AND y Adriano Benayon vienen destacando aquí hace años. El último balance divulgado por el Banco Central revela que sólo en octubre el déficit fue de U$S 3.700 millones, acumulando este año U$S 38.706 millones. En los últimos 12 meses, el acumulado alcanza U$S 47.987 millones. Las Inversiones Directas Extranjeras (IDE) suman U$S 36.117 millones en 12 meses, y que aquí son empleados en fusiones y adquisiciones de empresas por transnacionales y no aplicados en producción.
La marcada tendencia de aumento del déficit en la balanza de pagos señaliza la acentuada desnacionalización de la economía nacional, como viene demostrando también Adriano Benayon en una serie de artículos (parte II en esta edición).
Súmese a eso el continuado proceso de desindustrialización del país, lo que siempre fue negado por Luiz Inácio. Ahora, surge un documento reservado del Ministerio del Desarrollo, Industria y Comercio Exterior (MDIC), expresando recelo con “la preocupante desindustrialización negativa”.
En el mismo documento, se lee que es evidente la “reprimarización” de la pauta de exportaciones del país, en una referencia a lo obvio: que la gerencia oportunista, cumpliendo órdenes del imperialismo y satisfaciendo los intereses de latifundistas y de la gran burguesía compradora, promovió la exportación de productos primarios (soja, mineral de hierro y otras commodities). En el primer semestre de este año, la participación de los productos manufacturados en las exportaciones fue de sólo 40,5 %, cabiendo lo restante a los productos primarios o semimanufacturados. Con relación al PIB, la participación de la industria en el Producto Interno Bruto (PIB) cayó del 30,1% en 2004 para 25,4% en 2009 (¡5% en cinco años!).
La industria de transformación, por su parte, que llegó a U$S 31.900 millones de superávit en 2005, desde 2008 importa más de lo que exporta y sólo en el primer semestre de 2010 el déficit llegó a U$S 13.900 millones.
Hay aún la prestación de servicios que el Banco Central hace a USA, estocando cada vez más dólares en reservas que se desvalorizan en ritmo galopante.
Ya el endeudamiento creciente de los brasileños es hasta usado como publicidad por la gestión Luiz Inácio. La ampliación del crédito objetivando mover la economía y capitalizar bancos afecta una enormidad de familias que no tiene más como pagar sus cuentas. La Confederación Nacional del Consumidor (CNC) divulgó el Estudio de Endeudamiento e Insolvencia del Consumidor que revela que el índice de familias con deudas o cuentas en atraso llegó a 59,8% en noviembre, contra 58,6% en octubre. O sea, más de la mitad de los brasileños no consigue pagar sus cuentas. En febrero de 2010, las deudas de los brasileños llegaban a R$ 555 mil millones.
Tal resultado sólo fue posible gracias a las “maravillas” exigidas por el capital financiero y atendidas lista y fielmente por la gestión petista, como el crédito consignado, prestamos en cómodas cuotas, financiaciones de vehículos e inmuebles, préstamos personales, etc., etc. Y eso inclusive fue vendido por la campaña electoral petista como una gran realización y elevación de la renta de los brasileños.
Pues bien, todas esas maniobras que tienen como objetivo aplazar el desborde de la crisis en el Brasil tienen el plazo de vencimiento para los próximos años, estando Dilma sentada sobre una bomba reloj. La situación es más grave tratándose de quien no tiene el blindaje, menos aún la maña con que se opera en las más altas esferas de la política oficial del país para maniobrar en la inevitable crisis política que debe devenir al estallido de la crisis económica. De hecho, el maquillaje de que hablamos, al empujar para adelante los efectos de una crisis en curso, apenas la agravar, acumulando material inflamable para una crisis política de proporciones imprevisibles.
A esa crisis económico-política, las masas trabajadoras necesitan responder no solamente con luchas, pero con una lucha más organizada, independiente de los partidos y movimientos oportunistas. Los demócratas más consecuentes y todos los revolucionarios deben seguir dando combate a las gestiones de turno sin consideración ninguna que no sea la de la defensa de los intereses de las masas populares. Es preciso apoyar decididamente sus luchas de resistencia en el campo y en la ciudad, levantando bien alto la bandera y el programa de transformaciones revolucionarias de la nueva democracia, contra el imperialismo y sus lacayos de turno.
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