El cobarde y brutal ataque practicado en la tarde de 7 de abril por policías militares y matones del latifundio Araupel contra familias campesinas del campamento Dom Tomas Balduíno, en el municipio de Quedas do Iguaçu, región centro-sur de Paraná, fue un nuevo episodio a sumarse a la macabra lista de asesinatos practicados por el Estado burgués-latifundista, servil del imperialismo.
En el ataque cobarde fueron asesinados los campesinos Vilmar Bordim, 44 años, casado, padre de tres hijos, y Leomar Bhorbak, 25 años, que deja la esposa embarazada de nueve meses. Fue una descarga de más de treinta tiros alcanzando las víctimas por la espalda.
El latifundio Araupel y sus congéneres tuvieron, bajo la gestión petista, apoyo e incentivo para transformar el suelo brasileño en patio del imperialismo en la producción de commodities en detrimento de la producción de alimentos y materias primas de soporte a la industria, nacional o transnacional. Como consecuencia, el quebrado programa de reforma agraria iniciado en la gestión Sarney, y que pasó por Collor, Itamar y FHC, vino acabando con Luiz Inácio hasta ser sepultado por Dilma Rousseff.
Al final de cuentas, la principal tarea de Dilma en la gestión de turno del viejo Estado, además de proseguir y profundizar la política dictada por el capital financiero internacional, fue la de tirar de la agenda política del país la cuestión agrario-campesina, suprimiendo el ya quebrado “programa de reforma agraria” y aumentando la represión contra el movimiento de lucha por la tierra que no se dejó cooptar. Esto para liberar total y completamente el campo brasileño para la ofensiva del llamado “agronegocio” y de las mineras, en su saña por apoderarse de todas las tierras públicas y de las pequeñas y medias propiedades que restan y sacramentar la condición, que impone la dominación imperialista al país de productor de materias-primas y alimentos in natura para exportación, o como prefieren dorar la píldora los vendedores de la Patria, gran productor de commodities.
En la última hora, por la tentativa desesperada de angariar apoyo para escapar del impeachment, Dilma Rousseff firmó, el día 1º de abril, “25 decretos de desapropriação de inmuebles rurales para reforma agraria y regularização de territorios quilombolas, en un total de 56,5 mil hectáreas”, según información de la Agencia Brasil. Este gesto demagógico, que no contempla ni siquiera mil familias, aún siendo medida tan miserable, sólo sirvió para poner en guardia los representantes del latifúndio en el Congreso, que, de inmediato, accionaron sus agentes en el Tribunal de Cuentas de la Unión (TCU) para presentar una supuesta lista de irregularidades en el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (Incra) y, acto continuo, determinar la suspensión del ya quebrado programa.
Tal medida vale más por la constatación del dominio que el latifundio ejerce en el parlamento, como en todo el aparato estatal, del que por su resultado concreto, hasta porque, desde su primer mandato, en lo fundamental, Dilma ya había liquidado cualquier vestigio de reforma agraria.
Para el movimiento campesino, tanto los asesinatos como la acción del TCU, son sólo repetición de hechos de la lógica secular del latifúndio. Hechos que dejan patente, una vez más, que sin la erradicación cabal del latifúndio no tendrá fin la violencia y el genocidio de campesinos y ni habrá progreso para el pueblo e independencia para la Nación. Deja patente también que la necesaria y pendiente erradicación y muerte del latifundio sólo ocurrirán con la toma por los campesinos de todas sus tierras, entre las cuales las vastas extensiones fraudadas con falsas escrituras y tiradas de la Unión y sin función social, entregándolas a los pobres del campo, sin tierra o con poca tierra.
Para destruir el latifundio, más que nunca, se torna necesario unir el movimiento campesino bajo la guía de la Revolución Agraria y con el apoyo de las trabajadoras y trabajadores de la ciudad.
La crisis política se agravó sobre la base de la crisis económica endêmica de nuestro país y agudiza la crisis social. La rinha entre grupos de poder de las clases dominantes, hundidos en esta pantanosa crisis moral, estremece y sacude todo el sistema político, a punto de llevar sus guardianes a violar sus propios marcos jurídicos y constitucionales. En medio de la lucha desesperada por el control del aparato del viejo Estado, los partidos electoreros de la derecha, del centro y de la “izquierda” oportunista, están todos inmersos en la execrable práctica de la corrupción y unidos por el mantenimiento de este sistema de explotación y opresión del pueblo y de dominación de la Nación por el imperialismo, principalmente el yanqui.
Ya es hora de abandonar las ilusiones en este viejo y genocida Estado y sus corruptas instituciones, guardia pretoriana del latifundio y de todo este sistema de explotación y opresión del pueblo y subyugación de la Nación. Ya es hora de tomar el camino de la Revolución Democrática, Agraria y Antiimperialista.