En el Editorial de la edición 222 de AND, en el cual analizamos la ofensiva de la reacción al aplicar un golpe militar preventivo al inevitable aumento de la protesta popular, mostramos las divergencias entre la derecha hegemónica en el alto Mando de las Fuerzas Armadas (ACFA) y la extrema derecha, encabezada por Bolsonaro. En él indicamos que la lucha en el campo de la reacción se delineaba para el antagonismo:
“En la situación presente, la extrema-derecha, particularmente en la figura de Bolsonaro, detiene el cargo de Presidente de la República, bases en el Senado y la Cámara, apoyo popular (aunque en declino), bases de activistas fascistas civiles y en las tropas policiales y militares a lo largo del país, además de apoyo de sectores del imperialismo yanqui y del sionismo. La derecha hegemónica en las Fuerzas Armadas posee el poder militar – tanto por fuerza de ser su Alto Mando, cuanto por los vínculos con las clases dominantes locales y de subyugación nacional con las principales estructuras del imperialismo yanqui –, y tiene el apoyo de gran parte de las fuerzas políticas derechistas y centro en el país, además del apoyo de la mayoría de los gobiernos en el continente”.
En el espacio de un mes, el antagonismo quedó más evidente delante de la verdadera bajeza en el debate público con las ofensas disparadas por el gurú bolsonarista Olavo de Carvalho, coadyuvado por los hijos del presidente, y las respuestas de los generales.
Es importante notar que el anticomunismo de ambos lados que operan la ofensiva contrarrevolucionaria preventiva no tiene la fuerza de consolidar su unión, pues ambos buscan la dirección del proceso y el consecuente sometimiento del contendiente.
Bolsonaro, desde cuando era candidato y no creía en su elección, levantaba la bandera de ser contra todo que está ahí, incluyendo el legislativo y la judicatura, y calificando las elecciones como un fraude. Probablemente, articulaba un golpe de Estado, pues afirmaba que no aceptaría otro electo que no fuera él. Para tanto, contaba con las redes sociales montadas al estilo Trump, basadas en reproductores de fake news. Contaba aún como su capital los 30 años de actividad parlamentaria haciendo la defensa del régimen militar fascista y sus carrascos. Para lograr su carrera de diputado sumó votos en la defensa exclusiva de los intereses corporativos de las tropas de las fuerzas armadas, de la policía federal y de las policías militares, además de que siempre descaradamente defendió los grupos paramilitares “milicias” de Río de Janeiro.
Ya para el ACFA, la luz roja del peligro de rebelión se encendió con las revueltas populares de 2013/14, que repudiaron todos los partidos oficiales y principalmente los del “frente popular electorera” y sus organizaciones de manipulación y engaño del pueblo. Los generales, en colusión con el Departamento de Estado del USA, planificaron el golpe de Estado militar contrarrevolucionario para prevenirse del levantamiento general de las masas populares y lo desataron con la Operación “Lava Jato”. Para el imperialismo yanqui y sus lacayos no había más como sostener y mantener la vieja orden de explotación y opresión sin restringir y centralizar al máximo el poder político en el Ejecutivo, manteniendo las demás instituciones republicanas en funcionamiento accesorio y servil.
En un dado momento de la campaña electoral, habiendo la “Lava Jato” alejado Luiz Inácio de la disputa y la candidatura de Alckimim haciendo agua, el plan golpista conspiró para suspender las elecciones e imponer la intervención militar. El mal sucedido atentado a Bolsonaro lo hizo víctima garantizando su elección apenas usando las redes sociales con sus repasadores de fakes.
Restó al ACFA empalmar el gobierno para tutelarlo, a través de la imposición de los generales del “grupo del Haití” en los principales puestos de decisión del Palacio del Planalto. Sin embargo, tan inmediatamente tomó posesión, Bolsonaro y su gurú iniciaron la reacción a esa tutela, en la disputa por la dirección del golpe por imponer su régimen militar fascista. Disputa que en estos cinco meses de gobierno se agudizó.
Aún en consonancia con nuestro Editorial, “la ofensiva contrarrevolucionaria preventiva fue desencadenada por la necesidad urgente de enfrentar y dar solución a las tres tareas reaccionarias por la salvación y preservación del sistema de explotación y opresión semicolonial/semifeudal, en crisis de descomposición.
Son las tareas de:
1) Quitar el país de la crisis e impulsar su capitalismo burocrático;
2) Reestructurar el viejo Estado para imponer el régimen político correspondiente y necesario a mantener la vieja orden;
y 3) Conjurar el peligro de Revolución a través de la restricción máxima de la libertad de organización y manifestación de las masas, del incremento de las leyes de criminalización de la protesta popular, del endurecimiento penal y de la escalada de la acción violenta de los órganos de represión del Estado con la intervención de las Fuerzas Armadas, además de la descaracterización y demonización de las organizaciones clasistas combativas de las masas populares. Y si la Revolución se desencadena, tratar de combatirla a hierro, sangre y fuego lo más rápido posible”.
La disputa en la cabeza de la contrarrevolución es por cuál régimen establecer para llevar esas tres tareas a término. La agonía del sistema político del “toma dacá” amenaza la vieja orden, su viejo Estado y la dominación imperialista, principalmente yanqui. El ACFA quiere reformarlo dentro de la orden constitucional, pero Bolsonaro es obstinado en que sólo con el régimen militar puede salvar el sistema de explotación y opresión.
Como se ve, ese antagonismo no podrá mantenerse por mucho tiempo, simbargo no se vislumbra solución pacífica. Es bastante improbable que el ACFA recule sus generales palacianos para los cuarteles. Por eso pasaron a hacer silencio ante los ataques del gurú e hijos de Bolsonaro. Pasaron a la táctica de cocinar Bolsonaro en baño-maría, a fin de desgastarlo al máximo, a punto de neutralizar la mayor parte de sus bases de sustentación en los cuarteles.
Por su parte, Bolsonaro, con sus medidas demagógicas, como acabar con multas y radares de tráfico, liberar la posesión de armas, corregir el impuesto de renta y cosas parecidas, intenta mantener su base con llamamientos populistas.
En las condiciones de la grave crisis del país, en que se delinea inminente crisis militar con tal disputa en el seno de la reacción, lo más probable es un desfecho sangriento. Esto porque el ACFA no puede impedir Bolsonaro sin que se levanten fuertes reacciones en los cuarteles y tampoco Bolsonaro podrá imponer su régimen sin reacción militar.
El agravamiento de esta contradicción, aunque uno se imponga rápido sobre el otro, venza quién vencer, fomentará la crisis militar de la vieja orden y la impulsión de la situación revolucionaria del país. Las masas sólo tienen el camino de la lucha para defender sus derechos pisoteados y sus duras conquistas arrancadas, como la “reforma laboral”, los cortes en la educación, la calamidad de la salud pública y el robo de la “reforma Previsional”. Y ese camino sólo puede ser el de elevar su movilización en grandes rebeliones. De la huelga general de resistencia a las batallas callejeras y de estas a los levantamientos campesinos. Solamente la Revolución de Nueva Democracia podrá salvar el país de la ruina y dominación imperialista yanqui y construir un Brasil Nuevo, verdaderamente democrático, popular e independiente.